Partida Rol por web

Viendo que por ahora no tiene nada más que hacer la pequeña Track se sienta de piernas cruzadas en una de las jarras de cerveza dadas la vuelta que hay en la barra. De ésta manera observa el ambiente con aire juguetón mientras mueve sus alas de forma lenta pero rítmica, denotando que espera que ocurra algo o que alguien la llame...

El tiempo sigue avanzando de forma desapercibida, como solo en las cuatro islas puede suceder, sin dejar rastro posible.

La noche perpetua de Lumnade permanece inamovible como un titán sosteniendo el mundo sobre sus hombros.

Pero, poco a poco, la concurrencia del local comienza a disminuir. El gong del templo de Bastet resuena, anunciando la Hora de la Araña. Pronto los comercios más decentes comenzaran a abrir sus puertas, y las púrpuras luces de las avenidas elegantes serán encendidas. Muy pronto la luna brillará con su mayor esplendor.

Observando que la clientela de la noche se convertirá en la de los desayunos, Track comienza a prepararse para ir dejando el local, ha estado casi toda la noche trabajando y ahora necesita un descanso reparador. De ésta manera entra para ver a su jefe y despedirse:

Edgar .... digo..... Edgon, si no necesitas nada más, yo me voy a retirar a dormir. Por cierto ¿qué es eso de vacaciones? ¿Te vas de vacaciones? ¿Puedo ir contigo?

¡Jejeje! -sonríe sonríe divertido-. No, me temo que no -Y con tono enigmático añade-: No son unas vacaciones normales, ¿sabes? Hace años yo serví a nuestro maravilloso reino en las luchas contra los enemigos de la noche. Combatí en las fértiles tierras de Belesia contra auténticos Jinetes Púrpuras. Y ahora el nuevo rey reclama mis servicios… Mi consejo.

Su expresión de orgullo resulta radiante y francamente contagiosa. Capaz de volver un buen súbdito a un auténtico renegado.

Lo que no sé es lo que haré con La Daga mientras esté… -No consigue terminar la frase, algo más importante ha llamado su atención.

Un grupo de hombres entran en el local con paso excesivamente seguro y actitud imperiosa.

Una de las prostitutas de La Daga se acerca a ellos con la esperanza de arreglar la noche: «¡Descuentos para grupos!», se la oye decir ofreciendo su envejecida mercancía.

Aparta, vieja -dice uno de los recién llegados, derribándola de un bofetón.

Un par de chicas se acercan para ayudarla a levantarse.

No toleraré la violencia en mi local a estas horas, caballeros -pronuncia Edgon con notoria prepotencia-. Estamos a punto de cerrar -sonríe tranquilo, saliendo de la barra al encuentro de los encapuchados.

¡Track, cierra la caja! -ordena- Hoy no servimos a nadie más.

Track se dirige hacia la caja rauda y veloz con su habitual sonrisa, cuando llega hasta ella pega un par de saltos para coger impulso y cerrarla de forma segura. Acto seguido se sienta encima de ella y observa a los extraños con cara de curiosidad. Tambien mira hacia su jefe, ya no parece un tabernero del tres al cuarto, su mirada es más seria y no le tiembla la voz al expresarse contra esos extraños.

Uhm, interesante. Piensa la pequeña Pixie. Y se queda plantada esperando acontecimientos.

Con somera prepotencia, el líder de los malhechores se acerca hasta donde se encuentra Edgon en aparente aptitud relajada, pero preparado para cualquier cosa. El encapuchado sonríe de forma ahogada y desagradable, para luego chasquear los dedos con chulería, indicándoles a sus compañeros que el espectáculo puede comenzar:

A la señal, los bandidos comienzan a tirar las mesas, golpear a las camareras y a destrozar el local en general. Buscando hacer el máximo daño posible.

El exmilitar no necesita más para entrar en acción. Un puñetazo en el estómago derriba fácilmente al cabecilla, y una patada en el costado lo aparta de su camino para poder enfrentarse al resto.

Aunque los otros sean más, Edgon se hace rápidamente con el control del lugar y todo parece acabar en apenas un minuto.

Pero una sombra se desliza sobre él, una sombra que ha sentido como un escalofrió en la oscura piel. Una sombra que se transforma en hombre, en bandido, en el líder encapuchado que a duras penas se sostiene en pie, pero que alza el cuchillo con la fuerza de la ira, la vergüenza y la humillación, y lo clava en la yugular de Edgon, justo en el hueco de la clavícula, provocando una fuente de sangre gorgoteante…

Edgon cae. En el suelo, se retuerce de dolor luchando por cubrir la hemorragia con los sucios paños que habitualmente usa para limpiar el alcohol de la barra.

¡Ahg! -gime.

Su atacante le escupe a la cara y le golpea en las costillas con saña.

¿Te gusta? ¡¿Te gusta?! -grita enloquecido, golpeándolo una y otra vez-. ¡¡¿TE GUSTA?!!

Track está aterrada, ese hombre ha atacado por la espalda y a traición a su jefe, pero...¿Que puede hacer ella? Mira a los alrededores, no hay más que los cuatro borrachos que no se tienen ni en pie las prostitutas que no hacen más que gimotear y el bueno de Edgon esputando sangre.

Salta como un resorte y vuela a toda velocidad hacia la calle pidiendo ayuda a la guardia o quien sea que tenga huevos de enfrentarse a los asaltantes.

¡Socorro! Ayuda, atacan la posada, quieren matar a Edgon. ¡Socorro!

Los gritos de la pequeña pixie resuenan por las oscuras calles de La Umbra, sin recibir respuesta alguna. La poca gente que pasa ahora por las calles es demasiado honrada como para involucrarse en los asuntos de La Daga. Y los pocos pillos que aún quedan están demasiado cansados para buscar pelea a estas alturas de la perpetua noche de Lumnade.

Los malheridos asaltantes comienzan a dispersarse, saliendo del local a trompicones, sin prestar la más mínima atención a la vociferarte hada.

Pero, de pronto, un aura puramente maligna se cierne sobre ella, apresándola entre sus oscuras garras.

El líder de la banda es un profesional de su oficio y, si tiene que dejar testigos, prefiere que sean testigos amedrentados y lo suficientemente asustados como para no enfrentarse a él ni llamar la atención.

Tengo +2 a la destreza y +2 a escapismo más lo que de el resultado de ser tan pequeña...

Los segundos positivos serán los negativos, es decir, una mierda. 1-2+2 no?

Creo que me quedo en un resultado de 1 si le sumo la destreza se convierte en 3, igual de chufa, pero vamos que no me aclaro.

A pesar de haberla pillado por sorpresa, la pequeña pixie sortea al bandido sin dificultar.

El bandido vuelve a intentar atraparla, pero está claro que su tamaño sí le supone una buena ventaja en esta ocasión. Él es rápido, pero ella vuelas con maestría, y no le resulta muy complicado zafarte de él. De todos modos está claro que el bandido no piensa dejarlo correr. Empieza a cabrearse de verdad.

Track tiene que tomar una decisión. ¿Moverse de ahí o seguir vacilando al malhechor?

La pixie sube hasata una altura prudente en la que el malhechor no puede cogerla, mira hacia dentro del local dónde su jefe yace desangrandose, posiblemente ya muerto. La única opción que le queda es avisar a la guardia ella mísma, por lo que sale volando a toda velocidad hacia el cuartel de la ciudad.

Todo ésto con lágrimas en los ojos, sabe que para cuando vuelva con ayuda casi todos los que han visto a los asesinos estarán muertos o escondidos de ellos.

A penas a comenzado a ganar altura, cuando Track encuentra a un guardia haciendo su ronda por la linde de La Umbra. Está solo pero va armado, y está a menos de cinco minutos del La Daga a pie…

La estela que la pixie va dejando en el denso aire ha llamado su atención ligeramente.

¡Señor, ayuda! Grita la pequeña pixie, Han matado a Edgon y quieren acabar con toda la posada.

Track está muy nerviosa pero es capaz de pronunciar las palabras con claridad. Sólo espera que el guardia no se lo tome a guasa. Ella ya va con lágrimas en los ojos y  su vuelo empieza a demostrar que está al borde de un ataque de pánico. Nunca antes había vísto asesinar a una persona, por lo que la pequeña está muy alterada.

El guardia parece consternado por la noticia, de tal forma que en ningún momento parece considerar que las palabras de la pixie puedan ser falsas.

¡Vamos! -ordena con determinación, internándose en La Umbra.

La taberna se encuentra ardiendo cuando llegáis hasta ella. Todo el mundo ha conseguido salir: camareras, borrachos, rameras, todos parecen encontrarse a salvo. Incluso Edgon se encuentra allí, echo un ovillo; parece haber sido arrastrado del lugar entre unos cuantos vecinos al iniciarse el fuego. Parece balbucear cosas sin sentido, débil y febril.

Janmiel -murmulla-. No. El joven Dalharil. Tresdedos… la carta. No, yo no puedo faltar… -susurra antes de quedar completamente inconsciente.

Está delirando -sentencia el soldado-. Pero es posible que salga de esta… ¡Qué lo lleven a la mansión Izhën! -le ordena a un hombre con una carreta de heno-. No se quede parado, hombre. ¡Aquí o ayuda o se larga! ¡Esta gente no necesita mirones!

El hombre del carro obedece y, entre los dos lo cargan con cuidado.

Dígale a los criados de quién se trata. Ellos sabrán que hacer.

Con un aspecto increíblemente abatido, el guardia comienza a organizar a los vecinos para que acaben con el fuego antes de que se extienda hacia sus casas. El bar no parece arder como cabría de esperar. Las llamas avanzan con pereza por la madera. Parecen resistirse a convertir La Daga en cenizas. Pero aún así, es mejor sofocarlo cuanto antes, no vaya a ser que cambien de opinión…

Pequeña -llama de forma indudable el soldado al hada, cuando la cosa empieza a calmarse-. Necesito que declares lo que ha pasado aquí esta noche.

¿Señorita hada? -pregunta acercando su manaza hasta la pequeña pixie, con la intención de llamar su atención con un leve golpecito, que parece replantearse al final-. Señorita, ¿qué es lo que ha pasado?