El Pontífice sube con sus Regentes y tú te alejas retornando a tus funciones, sin embargo, apenas te vas alejando escuchas que este les empieza a hablar a sus acólitos. Son susurros pero siguiendo un impulso te acercas, ellos están casi a mitad de la escalera y te acomodas en un recoveco en el que no pueden verte.
La verdad es que el muy mañoso habla bajo pero logras escuchar algo entre esos murmullos.

-...Es lo que ha quedado y sobre eso debemos construir nuestro futuro -la voz de Yamski se oía grave -Debemos ser leales a la Senescal pero no dejar de remarcar sus defectos y errores cuando los tenga y nuestros aciertos siempre. Después de todo hay que asegurarse de que no llegue a Príncipe, ¿Me oyeron? No todo está dicho. Todavía podemos ganar esta batalla -pausa -Pero debemos ser astutos, tomen nota de las palabras, gestos y promesas que hace cada vástago en la reunión.

Luego continuaron subiendo y ya no pudiste oír nada más.

Me formé en la fila al igual que todos, esperando para saludar a la Senescal, o debería decir, a la nueva Príncipe de Buenos Aires, porque suponía que no se querría deshacer de ese título en un buen tiempo, incluso si Alexandria eventualmente volvía.

Una vez que llegó mi turno, incliné la cabeza solemnemente mientras extendía mi mano, en espera de que me diese la suya para besarla. -Es un honor estar frente a usted, mi antigua. - Le dije, llamándola así en lugar del título de senescal que todos le daban, dándole a entender que no solo reconocía su ascenso más allá de ese título, sino que además comprendía que ella estaba indiscutiblemente sobre mi, por lo que significaba la connotación de "antiguo de un individuo" en nuestra sociedad. Luego de besarle la mano alcé la cabeza para mirarla a los ojos, disfrutar el tacto de su mano por un segundo, y oler el perfume que llevaba. Definitivamente, los Toreador estábamos entre las obras de arte más espléndidas, y hubiese sido una pena no disfrutar de una de tal calibre.

Finalmente, disfrutando del momento, esperé a que Mercedes conteste mi saludo.

Aún no había terminado de superar la mirada de los ojos del pontífice, más aun por mi propia manía de ponerme a ver su ropa en ese momento y sus zapatos, sonreí solo un poco pensando que era una suerte que el sonrojarse ya no era una reacción inconsciente, justo en el momento en que escuche los susurros e hice lo que hice.

Apoye la blanca mano en la solides de algo mientras oía lo que el pontífice decía, no era que me sorprendiera, realmente no… era algo esperado, quizás lo que me confundía era el que lo hubiera dicho en un lugar en que cualquiera podía escucharlo. “Claro que muy pocos espiarían la conversación del pontífice de la plata” me dije y me veía convertida en pisapapeles si él se daba cuenta… mientras continuaba escuchando, el plan era simple y lamentablemente efectivo si se daba, ayudar al mismo tiempo que saboteas, y todo en la ciudad… apreté un poco los labios sintiéndome enfadada conmigo misma por admirar aquella bajeza, pero tantos años como arpía te dan una visión al final.

“Después de todo se están atacando entre sí” pensé decidiendo que ya vería que hacía con la información obtenida, más tarde cuando pudiera pensar, todos esos años viendo la política de los vástagos, hasta la mas inocente de las caras podía esconder un ser inmoral... “me sorprendería que ella no esperara algo así… aunque también me sorprendería si ella no esperara un ataque frontal” pensé por último esperando unos segundos hasta que sospeche que ya debían estar en el recibidor, momento en que salí de mi escondite como si no pasara nada y me acerque a la senescal, volviendo a mis funciones, “por favor que no se haya acercado nadie importante” sería lamentable perderme alguna frase me dije intentando acallar la culpa y preocupación que sentía.

La Senescal estaba parada frente a Amador con un porte imponente pero no altanero, era una bella obra de arte, como bien había pensado el toreador, y lo miraba con ojos expresivos y chispeantes, bajo ningún concepto los ojos inhumanos que son costumbre en los vástagos antiguos.

Inclinó la cabeza ante el saludo del galante vástago y extendió la mano al ver que él lo hacía, en un gesto que podría tomarse como una deferencia, ya fuera hacia el clan o hacia el mismo Amador, quién pudiera saberlo. La mano del vástago estaba casi tan tibia como la suya, producto de una buena alimentación sin duda.

-El honor es mío, su distinguida presencia en este salón, esta noche, me da aliento en esta nueva etapa -musitó con una media sonrisa entre los labios. -Espero que continúe visitando el Elíseo a pesar de que ya no estaré para recibirlo -se permitió bromear sin perder su aire grave y encantador.

Pareció meditar unos segundos si agregar algo más, finalmente calló y se inclinó hacia Antonelli haciéndole el gesto para que lo guiara hacia las escaleras.

Cuando terminara de saludar a los presentes subiría ella también, dando comienzo a una nueva reunión del Consejo de Buenos Aires.

Amador se había acercado, al fin, a saludar a la senescal, me estaba sorprendiendo su demora, pero lo achaque a las delicadezas del clan, y simplemente observe.

Lo había hecho con tal gracia, que no pude menos que admirar el gesto como se admira un cuadro y sonreí tras la respuesta de Mercedes, ¡Que dulce podía ser, sin perder la gracia ni  el temple! Me recordó porque en el pasado había admirado sus acciones, y me mantuve en mi posición, observando, ¿Qué habría querido decir y luego callado? Me pregunte mientras asentía ante el gesto y sonreía a Amador.

-Por aquí Amador… -le sonrío suavemente mientras hago un gesto leve, señalando sin señalar realmente el camino, un movimiento de mano nada más mientras la otra se coloca suave sobre su brazo y empezamos a caminar en dirección a las escaleras- por favor ve al recibidor del primer piso-  comunique con delicadeza moviendo una mano como si quisiera señalar el camino sin llegar a hacerlo al llegar al pie de las escaleras- Te acompañaría, pero no debo ausentarme demasiado tiempo de mi puesto-me disculpe con una sonrisa al tiempo que mi mano abandonaba su brazo y volvía de vuelta con la senescal en un movimiento sereno, en cuanto el pisara el tercer escalón. 

-Por supuesto, a pesar de que no será lo mismo. - Le contesto a Mercedes cuando pregunta si voy a seguir yendo al elíseo. El teatro era uno de mis lugares favoritos desde que empezó mi no-vida.

Luego de saludar a la antigua, me erguí y me acerqué a Antonelli, la arpía Malkavian. Le sonrío cuando apoya su mano sobre mi brazo, y extiendo mis propios dedos sobre los suyos. La pequeña hija de Malkav era, sin duda, una joya extraña. Parecía fuera de lugar, y a la vez no se me ocurría escena más apropiada para ella. Quizá tenía que ver con el clan del que descendía, o el motivo juvenil con el que cargaba eternamente, contrastando con la madurez que ostentaba. En cualquier caso, me sentí un poco decepcionado de escuchar que no me acompañaría, y estuve tentado a retirar mi tacto por ello.

-Muchas gracias Antonelli. - Contesté mientras me encaminaba por el camino que me indicó casi sin usar gestos, mientras hacía una nota mental para volverla a ver.

La senescal continuó saludando a todos los presentes y pero nadie más subió, al parecer los lugares, fuera cual fuera el número de ellos, ya estaban tomados. Otros vástagos se sintieron ofendidos por no ser invitados a lo que ellos creían que era una reunión privada con la Senescal, mas en realidad era mucho más que eso.

Rosa Jian se ubicó junto a los primogénitos brujah y malkavian procurando conversar cortésmente con ellos, se conocía que la ventrue era una suerte de perro loco pero parecía haber ganado compostura y aplomo con la tragedia acontecida. Como fuera, cuando todos hubieron pasado Mercedes se dio vuelta hacia su comitiva y dijo en voz baja, pero que los involucrados pudieran escuchar: -Hemos finalizado, ahora iré arriba a una reunión del Consejo, me acompañarán los primogénitos y la señora Jian -miró uno por uno a los que estaban a su alrededor -Señor Morgan, usted sígame escaleras arriba con Antonelli -especificó -Juana, Victoria ustedes quedarán bajo las órdenes de Micaela aquí abajo, procuren la paz. Juana tu eres mi embajadora aquí, mis oídos y ojos, quiero un informe en cuanto termine.

Sin decir nada más comenzó a marchar hacia la misma escalera por la que había subido, sin esperar que los demás la siguieran, pues ya sabía cada quién qué tenía que hacer.

Fin de introducción a la partida