Partida Rol por web

Leonor vio con gesto distraído como se marchaba, estaba pensando. No quería dejarse enredar en la trama de aquel vástago, aquel enemigo de su padre trataría de manipularla a su antojo. Pero lo cierto es que Leonor ya había pensado en la posibilidad que Don Eleazar le planteaba. Estaba segura de que Don Álvar no estaba detrás de aquellas desapariciones, y aunque no pudiera fiarse de aquel ostentoso vampiro, le parecía una idea poco inteligente el hecho de presuponer que fuese Eleazar solamente porque su padre y él arrastrasen una antigua rivalidad.

Se giró hacia Don Nuño al oirlo entrar,-no os preocupéis, me encuentro bien. Decidme, ¿Cuando comenzaron las desapariciones?

Don Nuño miró al techo haciendo memoria. Leonor lo comprendió, ya que una criatura antigua podía recordar con exquisito detalle un hecho sucedido hacía siglos, pero no lo que había hecho la noche anterior.

-No recuerdo la noche exacta, mi señora, tendría que consultarlo. Pero estoy seguro de que hacia mediados del mes de junio... hacia el día 10 u 11 o similar. Todos los detalles os los entregarán en el Concilio, pero no creo que ande yo haciendo mal revelándoos información. De todas formas, lo que yo sé es lo que sabe todo el mundo.

-Hacéis bien en contarme lo que sabéis, pues como decíais es de público conocimiento. Gracias a este gesto vuestro me ahorraré la vergüenza de hacer ante al Concilio preguntas sobre las cuales todo el mundo tiene la respuesta. hizo una pequeña pausa,-mi obligación es averiguar cuanto pueda sobre esta asunto.

-Decidme Don Nuño, ¿Guarda mi padre algún tipo de registro de los vampiros forasteros que vienen a presentar sus respetos?

Don Nuño hizo una mueca de pesar.

-Esas cosas las lleva Carucedo. Va a ser difícil encontrarlo hasta la noche del Concilio, ya que don Álvar le ha asignado una tarea fuera de la ciudad.

-Esta bien, no os preocupéis. Ya habéis hecho por mí todo cuanto debíais e incluso más. No es de extrañar que mi padre confíe tanto en vos. dijo mientras con su gesto le indicaba al capitán cuánto agradecía esto.

-¿hay alguna otra tarea que deba atender?,supongo que tardaré un par de noches en acostumbrarme a esta agenda, y me gustaría oganizarme.  Leonor esperó la respuesta de Don Nuño, estaba pensando en Don Rodrigo, su padre la había encomendado su aprendizaje, pero ahora, tasl vez no pudiese hacerse cargo de esa tarea. Eso le preocupaba, eso y el hecho de que los vástagos de la ciudad estuviesen siendo asesinados.

-No hay nada más por esta noche, y no hay nada planeado de momento hasta el Concilio -Don Nuño miró fuera de la habitación-. Don Rodrigo acaba de llegar, mi señora. Os dejo con él.

Al joven caballero se le iluminó el rostro cuando vio el de Leonor.

-Mi señora -saludó con una leve inclinación de cabeza-. Tal y como le prometí a don Álvar, aquí estoy.

10 de agosto de 1138. Una habitación bajo Valmardón, Toledo.

Al poco de despertar del sopor diurno, el joven tocó en la puerta. Al parecer, tenía visita.

Cuando Amal salió al salón subterráneo que servía como recibidor de las habitaciones, vio que en el centro había una pequeña mesa de madera y dos sillas. Sobre la mesa había dos copas de latón bruñido y un frasco de vidrio con sangre dentro. Una de las sillas estaba ocupada por una persona de unos cuarenta años, Vástago, muy probablemente Guardián como ella, con un turbante negro a lo cordobés y una barba entrecana afeitada en pico. En un rincón del salón tocaban dos músicos una balada yemení con cítara y tambor. Parecía como si la Corte de su Padre Karim se hubiera trasladado a ese preciso lugar.

-Buenas noches, bella Amal -saludó el hombre en un árabe clásico con un leve acento andalusí-. Mi nombre es Elezar de Polanco, miembro de los Amici Noctis. Cuando supe que el Sultán Karim os enviaba a Toledo, recé por vos. Esta es una tierra extraña, llena de bárbaros con cruces en el pecho y rebeldes con la cabeza hueca. Aquí pasan cosas que en los países civilizados serían poco menos que actos de animales salvajes -Eleazar sirvió sangre en ambas copas y bebió de la suya-. Absenta -dijo paladeando el líquido-, la mejor manera para que la sangre no se endurezca -la miró profundamente y prosiguió-. Ayer me encontré con su compañera de viaje doña Leonor. Es más evidente que es Hija de su Padre, sobre todo porque don Álvar ha dejado la ciudad unos días y le ha concedido el dudoso honor de ser la Princesa Regente. Y digo dudoso honor porque en estas noches de atrás ha habido otra desaparición. La víctima en cuestión es el Hijo del Vástago Ahmed, un buenhombre Guardián que estaba completamente aislado de la cuestión política. Verá Amal, la gente simple y llana ve en Toledo una ciudad dominada por dos facciones: la de don Álvar y la mía. Ya sé que esto parece un torpe intento por seducir a la futura alguacil de la ciudad, pero nada más lejos de la realidad. La realidad, si me permite, es que hay alguien secuestrando Sirvientes y Vástagos. La realidad es que el Príncipe de la ciudad, don Álvar, en vez de hacer su trabajo, acusa a la otra mitad de la ciudad, mientras que los secuestros y asesinatos siguen sucediéndose. Y para colmo de males, se ausenta de la ciudad justo antes del Concilio y nombre Príncipe Regente a su Hija. No me negará, mi señora Amal, que esta ciudad ha descendido al infierno.

Doña Leonor respondió al saludo de Don Rodrigo y le tendió el brazo para que caminase junto a ella hacia el interior.-Buenas noches Don Rodrigo, comentó con una sonrisa,- es todo un placer volver a veros.Pasad y charlaremos más tranquilos.¿Os gusta la pensión que os recomendó mi padre? Espero de corazón que sea de vuestro agrado. Leonor era consciente de que su actitud con Don Rodrigo podría ser considerada como un coqueteo, pero tal vez era eso lo que buscaba.Había conocido el mundo de las sombras antes de desposarse, y el ocntacto con un hombre se le antojaba lejano y divertido. Durante los últimos años había estado rodeada de vástagos, estos, con el paso de los años perdían le frescura de los humanos. El hecho de que Don Rodrigo se sonrojara ante el más mínimo contacto con ella le hacía recordar aquella sensación de excitación y nerviosismo que sintiera amenudo cuando era mortal y que ahora, le empezaba a resultar poco más qeu un leve recuerdo algo de agradable. La compañía de Don Rodrigo le reconfortaba, pues traía consigo la frescura de aquellas sensaciones que no hacía tanto tiempo atrás también embrargaron a Doña Leonor.

-Mis aposentos en el hospicio de Kalim son los mejores de la ciudad, incluso... -dudó un momento y la miró profundamente a los ojos-, incluso se me han ofrecido mujeres, pero yo las he rechazado.

Recuperó un poco la compostura y continuó.

-Hoy he ido a la Corte de Alfonso y me he encontrado con mis camaradas. Al final llegaron a salvo, y eso que tuvieron que vérselas con un grupo de bandidos cerca de Titulcia. El joven Saldaña está bien, aunque lo he notado muy temeroso. El viaje parece que no le ha sentado bien, y las compañías en la Corte aún menos. Al anochecer del día de la Asunción, será investido escudero real. Al día siguiente se le nombrará un maestro de armas. Solo rezo porque don Álvar tenga razón y sea yo ese hombre.

-No dudéis nunca de vuestra valía Don Rodrigo, dijo Leonor con un fugaz brillo en los ojos mientras miraba fijamente a su interlocutor.-Sois un caballero de los pies a la cabeza, leal , valliente y honorable. Y, si me lo permitís añadiré también que aunque no pueda considerarme una experta en el tema me pareció que sois muy diestro en el combate. A Leonor le gustaba aquel joven, pero sin embargo no era esa la razón de que lo adulase de manera abierta y poco sutil. Gracias a las palabras de Don Álvar, Leonor tomó conciencia de lo útil que podría ser tener un infiltrado en la corte del rey.

-Decidme de forma sincera Don Rodrigo, ¿Que sensación os produjo el probar mi sangre?, soy vuestra instructora en esto asi que preguntad cuanto queráis y trataré de daros las respuestas adecuadas. Ahhh, el primer trago de vitae, esa sensación de poder ilimitado, ese descubrimiento de sensaciones desconocidas...cuántos recuerdos se agolpaban en la mente de Leonor.

10 de agosto de 1138. Monasterio de San Vicente, Oviedo.

Tocaban a Completas cuando Siero entró en la habitación del abad Servando, su Padre. La estancia solo estaba iluminada por tres cirios de cera de abeja. Cientos de libros y pergaminos estaban pulcramente clasificados en estanterías polvorientas y aparentemente ruinosas.

Servando contemplaba el tablero de ajedrez, ensimismado en sus pensamientos. Cuando Siero entró, la mirada del abad y Príncipe de Oviedo siguió fija, pero un ademán con la mano lo invitó a sentarse. Todas las noches, a primera hora, cada uno hacía un movimiento, solo un movimiento. Según Servando, el tiempo hacía que los problemas cobraran una dimensión menos alarmante.

Servando jugaba primero formando una defensa y después colocando hábilmente el ataque a retaguardia de la misma. Sin embargo, Siero aún estaba aprendiendo las sutilezas de aquel despiadado juego árabe. Sin cruzar palabra aún, Siero hizo su movimiento. Había estado toda la noche anterior a vueltas con su jugada. Cogió la torre diestra y sacó del tablero a un peón, amenazando de paso el obispo diestro del abad.

-Dios también nos mueve a nosotros, querido Siero -dijo de imprevisto Servando-. Hay piezas que son sacrificadas para el bien de la Humanidad. De hecho, fue su propio hijo Jesucristo quien se sacrificó para que nosotros podamos continuar con la partida.

El Príncipe movió un peón. Con este gesto puso en peligro la torre que Siero acababa de mover, además de liberar a su obispo, que defendía al recién movido peón. Servando apartó el tablero y miró a su Hijo.

-El Príncipe de Ponferrada, don Juan, no es tan tonto como todo el mundo piensa. Es de sobra conocido que sus tres Hijos plantean matarlo cuando Ponferrada conquiste Astorga. Hoy mismo ha llegado la información de que el Duque Osorio, Príncipe de Astorga e Hijo de la Princesa doña Jimena de León, ha unido fuerzas con don Silvestre y su Hijo el Obispo Moncada. Parece ser que los Guardianes quieren tenderle una trampa a los Reyes.

Servando se levantó y cogió un pergamino doblado dos veces. Volvió a sentarse.

-Pero lo que pocos saben es que el Príncipe don Juan nunca va a tomar Astorga. Aprovechará para que los Guardianes maten a sus tres Hijos y, mientras, unirá fuerzas en Tudela para conquistar Jaca y proclamarse Príncipe. A cambio, la Corte de Jaca estará formada enteramente por Lobos, que serán quienes libren la batalla. Siero, ¿cuál es tu opinión de estos movimientos?

Me levanté de aquella silla mientras examinaba los libros de mi Sire sin tocarlos, aunque la verdad que estaba más meditabundo con la información recibida por mi Sire.

Don Juan demuestra ser débil si tiene que recurrir a los lobos, si la corte de Jaca es el pago, se creará más enemigos que aliados.

Don Silvestre y su hijo son hombres sabios debemos de avisarles del plan de Don Juan, la guerra no debería de existir y aquellos que la hacen deberían de saber que los vampiros no se humillan ante los lobos.

-Nadie va a avisar a nadie -dijo Servando con su quejumbrosa y profunda voz-. Quedarnos al margen de la política vampírica es lo que nos ha hecho perdurar en Oviedo. Querido Siero, somos hormigas bajo una bota, el resto de Vástagos nos miran como meras alimañas, y haces mal en mirar así a los Lobos. Eres joven y San Vicente ha sido toda tu vida, créeme cuando te digo que lo hay ahí fuera es brutal y despiadado -cambió su posición y le chascaron los huesos-. Si miras la localización en un mapa, verás que Ponferrada es una isla de Reyes dentro de un mar de Sombras. Don Juan hace bien en dejar la ciudad, y con más motivo viendo los Hijos que tiene. Intenta eludir una muerte segura, tanto por la parte de sus Hijos como por la parte de los Guardianes de León y Astorga. Y no solo eso, sino que además, quiere hacerse con Jaca, una de las puertas de Zaragoza. Ahí veo la mano de Sancho Carolus, pero habría que confirmarlo con nuestra gente de Pamplona.

Servando le tendió el pergamino para que lo leyese.

Cinco desapariciones en Ávila. Tres en Segovia. Tres en Titulcia. Siete ahora en Toledo. ¿Estarán relacionadas con las de Oviedo?

C

-Es una carta de un hermano de Toledo -repuso Servando-. Es miembro de la guardia real del Príncipe Álvar, así que él no puede tomar parte tanto como le gustaría. Siero, partirás de inmediato a Toledo a investigar estos sucesos. Tienes ya el carruaje en el patio preparado. Cuando llegues, pregunta por Sigfrido -Servando se levantó para acompañarlo hacia el claustro-. Recuerda, nunca uses ni tu nombre ni tu apariencia. Solo le pido a Dios Nuestro Señor que te de la suficiente sabiduría como para volver sano y salvo.

Leonor notó cómo el joven Rodrigo se tensaba y la miraba con nerviosismo. Aunque podría ser su abuela, Leonor se dirvirtió por un momento cuando se dio cuenta de que ambos tenían la misma edad aparente. Ella percibió la respiración agitada de Rodrigo, la frente se le empezó a perlar con sudor cristalino y la sangre le corría fuerte por las venas. La virilidad del joven se puso de manifiesto y los latidos del corazón inundaron los oídos de Leonor. Él la deseaba, y ella lo deseaba a él, pero los motivos eran muy distintos. Nunca antes había estado tan cerca de un mortal como en aquellos momentos.

-Vuestra sangre ha sido lo más maravilloso que nunca me haya sucedido -balbuceó hecho un manojo de nervios. Rodrigo la cogió castamente de la mano, pero acercó su cuerpo a ella no tan castamente-. Sentí cómo vos estaba dentro de mí. Y aún lo siento.

La vena del cuello del joven caballero le empezó a palpitar de la emoción. Leonor sintió la Bestia revolverse dentro de ella. Durante ese corto espacio de tiempo bajó las defensas, justo lo que tardó don Rodrigo en plantarle un beso en los labios. Leonor se estremeció, pero no por el beso en sí, sino por la mezcla del calor que emitía el joven y el implacable sonido de su corazón desbocado. El chico prometía sangre ardiente, belleza y juventud.

Leonor sintió que no podía refrenarse,tal vez fuesen los latidos de Don Rodrigo, que resonaban con potencia en la cabeza de la guardiana, tal vez el hecho de que el joven le avivase tanto sus recuerdos de mortal. Imposible decidir por qué, lo cierto esque Doña Leonor Ramírez De Ucero fue incapaz de controlar a su bestia interior, notó como sus colmillos se clavaban en los labios aún cercanos del joven caballero y empezó a succionar sabiéndose de antemano vencida por poder de aquel cálido maná que inundaba su cuerpo y mente.

Leonor consigue ponerle freno a su bestia interior, rápidamente se separa de Don Rodrigo. -Perdonadme, no debí, es muy complejo... de haber podido sus mejillas habrían mostrados un tono carmesí delator de tremenda vergüenza que sentía ahora mismo, ¿Que pensaría su padre si se enterase de aquello?, se había dejado dominar por sus más bajas pasiones y aquel descuido le podía haber costado muy caro. trató de serenarse y esperó a ver la reacción del joven antes de pasar a explicarle que la marca de Caín traía consigo consecuencias, que como aquella, podían ser muy peligrosas.

Don Rodrigo se desmayó con los ojos abiertos, recostándose sobre el respaldo del sillón. Su respiración era lenta y débil, pero constante. La herida que le había provocado Leonor en la boca sangraba con cada latido. El rostro del joven era una mezcla de excitación sexual y palidez enfermiza. Poco a poco fue perdiendo el sentido.

Así será mi Sire,

Mientras me metía en el carro iba canturreando una canción inventada por mí, me gustaba inventar canciones de los mismos libros que leía.

Examiné por si el carro disponía de ocultación total del sol o por el contrario tendría que estar pendiente del nuevo día para buscar posada dónde descansar.

Ancho es el camino de la perdición más pequeño el de la redención, ¿quién osa ornamentar el cielo si las estrellas miran al osado mar?, oh tu Dios que conseguiste guiar mediante tus signos al marinero perdido, a nuestro mesías señor, al que se guía por las estrellas bien guiado será, así sea. 

Leonor tardó unos segundos en recomponerse, frenar por completa a la bestia y comenzar a actuar. Cerró la herida de Don Rodrigo para evitar que perdiese más sangre y salió de la estancia para avisar al servicio, necesitaba un balde grande de agua fría, paños limpios, una jarra y un vaso con aguardiente y comida. Una vez hubo dado las ordenes precisas volvió a las estancia con Don Rodrigo, esperaba poder ayudarlo a despertar rápidamente y que pudiesen charlar del incidente antes de que llegara  el día.