Partida Rol por web

Adrien observaba a las dos mujeres sin entender lo que estaba pasando allí abajo. ¿Debían huír, acercarse o permanecer escondidos? En este momento el joven mancebo tan solo era un pescador, no un héroe ni un líder y le apenaba tener que reconocerlo pues no sabía que hacer.

Giselle, que nuestro amor me de fuerzas y guíe mi corazón en este dificil momento - pensaba mientras observaba la situación.

Susurrando pero acercándose a las muchachas para que pudieran escucharlo adrien formulo su pregunta.

¿Será esta la batalla entre los seres faéricos? Si es así son poderes con los que no deberíamos tratar ahora mismo. Es muy peligroso.

-¡Ya basta! -dijo de repente Sheogorath, palmeando ruidosamente como si espantara moscas. El mago se acercó a los animales en duelo, con aspavientos violentos-. ¡No me hagáis llamar a vuestras madres! ¡Madre osa grande y madre lobo feo se pondrán hechas unas furias! -de repente, a varios pasos de la pelea, bajó al voz-. Esto... No quería llamar así a vuestras madres. Ya me entendéis, sodales, no hay nada como una madre furiosa. Menos la madre de Perla Azul, que era más buena que un queso de más allá de los Pirineos.

Sheogorath miró atrás, a sus compañeros subidos a los árboles.

-¡Eh, pajaritos! ¿Empezaréis a piar o vais a hacer algo de verdad? ¡Tuann, tú atrás cual mordisco de mujer!

“Adrien ¿Recuerdas cuando madre nos contaba bellas historias sobre héroes, magos y brujas al calor de la hoguera en las largas noches de invierno? Había una especialmente bella que narraba la historia de un muchacho débil y enclenque con el que todos en la aldea se metían. Un día el poblado del joven fue atacado por un ejército que buscaba provisiones con las que alimentar a la tropa. Aquel día el joven, empujado por la ira, descubrió que podía convertirse en oso, que podía cambiar su forma humana por la de tan temible criatura. El joven salvó a la aldea y desde entonces fue respetado y admirado por todos. Siempre creí que lo que pretendía madre decirnos con aquel cuento era que no debíamos infravalorarnos, que todos escondíamos un enorme potencial en nuestro interior. Sin embargo ahora veo que aquel cuento escondía trazos de realidad. Si Sheogorath está en lo cierto esas dos criaturas son magos capaces de cambiar su forma humana a voluntad. La pregunta es ¿Podemos confiar en el mago loco? ¿Alguno de vosotros lo conocía antes de nuestro encuentro en la posada? ¿Podemos confiar en el chico de la rata? He dejado  mi aldea a merced del Barón y de sus tropas con la esperanza de encontrar el diente de dragón y ahora nos vemos inmersos en un combate entre dos bandos de seres feéricos y magos”.
Rhiannon tomó una de las flechas de Nenúfar y tensó el arco. Su intención era clavar la flecha en el suelo, entre las dos criaturas en pugna.
“Bien, acabemos de una vez con esta locura”, dijo.

Cierto, recuerdo la historia - susurro adrien meditando lo que le había contado su hermana mientras observaba al mago loco preocupado por lo que fuera a pasar ahora que habían intervenido en dicha pelea.

-¡Harald! – Gritó en susurros la joven, pero ya era inevitable,  había desaparecido en la oscuridad del bosque - Maldita terquedad nórdica.- Criticó entre dientes.
De pronto, un tercera fiera salió entre los arbustos uniéndose a la batalla de las dos grandes bestias. Algo más pequeña que las otras, el lobo tenía un precioso pelaje gris que resplandecía con la luz de la luna, ahora que se había despejado. Los movimientos eran más cautos, y aunque no pretendía herir, fue victima de los zarpazos. 
-Toma – dijo a Rhiannon entregándole su carcaj lleno de flechas. – Ocúpate del lobo - librándose de su aljaba, rebuscó a prisa en su saco, sacando una larga cuerda. –Adrien ayúdame a atrapar el oso. – E instintivamente saltó del árbol con la cuerda. Debían preparar una trampa para que el oso quedara atrapado, pero su mente solo pensaba en Harald. Sin saber si Adrien la seguía o no, se desvió de su objetivo y se dirigió a los arbustos por donde había desaparecido el lobo gris. "Harald".

La aparición del segundo lobo había cogido por sorpresa al joven Tuann, en principio parecía igual de feroz que el blanco pero el transcurso de la batalla acabó demostrando que no era así. Y de repente un gesto atrajo su atención, no era de su maestro sino del armiño que parecía estremecerse, como si comprendiera mas que los presentes el motivo de la batalla, así que en su inocencia Tuann se decidió por una estupidez:

-Armiño,¿En que podemos ayudar?-

De cuclillas, apoyado en la nudosa corteza del árbol donde había decidido esconderse, escuchaba la encarnizada pelea. Por los sonidos que le llegaban de ella parecía que se había unido otro animal mas. El no podía hacer mas de lo que hacía, y esto se le daba mejor que nada. A lo largo de su vida se había escondido miles de veces y por ello seguía con vida. Esperando que la situación se calmara se puso a pensar a donde lo llevaría todo aquello "Quizás al reencuentro con todo lo que dejo atrás"

El lobo gris que era Harald cojeó alejándose un poco del combate y se tumbó en la hierba, sangrando. Veía ahora que había hecho una tontería al meterse en medio de aquella refriega. Los magos cambiaformas le habían prestado únicamente la atención necesaria para propinarle un par de buenos golpes. La herida del lomo dolía especialmente, y sería peor cuando volviese a la forma humana. Harald se curvó hasta lamer la sangre. Seguía oyendo claramente los gruñidos y rugidos de las otras bestias, e irguió las orejas al reconocer la voz de Sheogorath, regañándoles.

Renqueó de nuevo hasta el borde del minúsculo claro, permaneciendo oculto a sus otros compañeros, atento a lo que pudiesen hacer. Ahora, con sus aguzados sentidos de cazador, descubrió que había más gente en el lugar. Hulda. Decenas de ellos presenciaban también la escena: pequeños y verdosos svartalfar, trolls de vivos colores, animales de fantástica belleza y brillantes liosalfar andurreaban por allí, escondidos y preocupados.

Resollando, Harald se aplastó contra el suelo y se quedó allí, inmóvil, alerta a lo que pudiese ocurrir.

Adrien dudo ante la petición de Nenúfar. Al fin y al cabo no pensaba que una cuerda sirviera de mucho ante esas criaturas tan peligrosas pero ya había dejado que el miedo se apoderará de él durante demasiado tiempo. Ahora le tocaba salir al héroe, al joven enamorado capaz de todo por lograr el amor de su enamorada, así que compartió una mirada con su hermana que quería decir muchas cosas o tal vez nada antes de bajar del árbol y seguir a la muchacha pelirroja.

Si muero al menos será de una forma noble y heroica y no escondido en lo alto de un árbol - pensaba adrien mientras avanzaba rápidamente sin dejar de observar a su alrededor antes de que el peligro que les rodeaba se les echará encima.

Todo el bosque pareció tensarse con el arco de Rhiannon. La hermosa mujer soltó despacio el aire contenido, a la vez que la cuerda. Y su flecha voló, bien apuntada, entre las dos bestias.

A pesar de los mordiscos y zarpazos en el aire, Nenúfar y Adrien saltaron del árbol dispuestos a poner fin a la pelea. Pero Adrien rápidamente se encontró solo haciendo un nudo con la cuerda de Nenúfar; era flexible y manejable, pero larga. El pescador hizo rápidamente un lazo mientras el oso se erguía, imponente, ante él.

Nenúfar desapareció entre los árboles tras el segundo lobo.

Bennen quizá no era más que un anciano ciego. Quizá su historia se perdiera entre las brumas del lago Derravaragh hacia el que se dirigían. Quizá la antigua receta con la que despertar al dragón no era más que un sueño. Pero la magia esa noche podía respirarse, bajo la luna llena, justo antes del alba. Contuvo la respiración y el bosque la contuvo con él.

Sheogorath sabía lo que estaba haciendo. Quizá en su cabeza desquiciada el orden de las cosas era distinto, pero tenía la certeza de que aquellos no eran animales normales; eran sodales, magos, con los que se podía hablar si conseguían que dejasen de pelear.

Tuann, tras su maestro, respiró con profundidad y miró al armiño a los ojos. Y este, tras mantener un instante la mirada a Tuann, señaló al lobo blanco con el hocico.

La flecha de Rhiannon vibró en el suelo mientras, en lo que pareció una eternidad, un resplandor blanco abandonólos cuerpos de las bestias; dejando sus formas humanas.

El lazo de Adrien rodeó el cuerpo de una mujer de cabellos negros y enmarañados, cuyo rostro estaba cubierto de tatuajes. Solo estaba cubierta por una capa que un día fue azul y una piel de oso negra y sucia. Sobre su hombro una esmeralda refulgía. Se mantenía en pie a duras penas; multitud de heridas cruzaban su cuerpo.

Mornath, en el suelo, tosió sangre. Sus ropas estaban inmaculadas, pero él estaba gravemente herido.

- ¿Por qué sigues viniendo, Mornath? - dijo la mujer, cargando de paciencia sus palabras - La noche es nuestra. No eres bien recibido - jadeó. Las criaturas mágicas que habían observado la pelea se arremolinaron a su alrededor, y pareció recuperar el aliento

- Ya no es de noche, zorra - escupió el joven - ¡¡¡¡MINS!!!!

El armiño saltó del hombro de Tuann y corrió con su dueño, buscando sus arañazos.

Y el resplandor violáceo de la aurora recortó en el bosque las siluetas de los árboles.

No han terminado - susurró el bosque - uno de ellos debe morir.

Nenúfar encontro al lobo gris entre los arbustos. Sin poderlo comparar con el otro lobo, este era también enorme, e imponente. Miró a la muchacha pelirroja con sus pupilas amarillas, y se mantuvo inmóvil, jadeando.

La guardiana de Cornualles se acercó con cautela. Había algo en el animal que le resultaba familiar; sentía simpatía por él, quizá cariño. ¿Era por su empatía? ¿Dónde estaba Harald, y por qué la expresión franca del animal le recordaba tanto a él?

Sin atreverse a acercarse más, se sentó al lado suyo, completamente ajena a los gritos en el claro. El lobo estaba herido; tenía la piel casi arrancada de un zarpazo en el lomo. Nenúfar extendió la mano para acariciar su cabeza, pero la retiró antes de tocar el pelo. Un lobo herido no es el animal más dócil que uno puede encontrar en un bosque encantado.

Adrien quedo perplejo ante lo que tenía delante. La visión de las dos criaturas enfrentadas cambio drásticamente a algo más familiar y humano aunque no por ello el mal humor que tenían. Casi sin darse cuenta una palabra se empezó a formar en sus labios pero rápidamente su mano se dirigió hacía su boca para impedir que la palabra termina de salir.

- ¡BRUJ...!

Inmediatamente después soltó la cuerda y reculo mientras buscaba con la mirada a sus compañeros. ¿Estaban todos bien? ¿Donde estaba el mago loco ahora que lo necesitaban?

Rhiannon no salía de su asombro: las temibles criaturas eran, como en el cuento que su madre les narraba a ella y a su hermano, en realidad dos seres humanos. Tras la sorpresa inicial la joven pudo reconocer al chico del armiño, pero ¿Quién era aquella extraña mujer cuyo cuerpo estaba cubierto de extraños tatuajes? Por un instante su mirada quedó cautivada por el bello colgante que pendía alrededor del cuello de la bruja.
¿Cuánto podría sacar por aquella esmeralda?, se preguntó
Pronto abandonó la idea de robar la joya, pues había cuestiones de mayor importancia en aquel momento.
“Bien, Mornath- dijo- creo que es el momento de que nos expliques lo que está pasando aquí ¿Quién es ella? ¿Por qué no eres bien recibido? Y ¿Por qué peleáis?”.
 

Viendo cómo el duelo de bestias acababa, Sheogorath sonrió, alegre. Se sintió el héroe del momento, y lo mostró con las manos en jarras y el pecho henchido. Su cabeza se mecía lentamente de un lado a otro, con orgullo.

—¿Quién es ahora el inútil, Krenval ex Tytalus? ¿Eh, eh? ¿Eeeeeeeh?

Empezó a bailar entre saltos, con sus ojos brillando de placer. Sus pasos le acercaron al herido, momento en el cual quedó paralizado.

—Eso es… eso… ¡Sangre! No… la sangre… me…

El mago loco puso los ojos en blanco… y se desmayó.

- Por que yo pertenezco a la luz - dijo el joven. Le costaba respirar; las heridas que había sufrido eran graves - al verano, a lo que es cálido y perfecto.

Trató de incorporarse, pero a duras penas podía moverse. El armiño se arremolinó en su cuello.

- En cualquier caso da igual, no lo entenderías, mujer roja *.

El olor de la muchacha le había anunciado su llegada aun antes de oír sus pasos en la espesura. El lobo apenas se movió cuando Nenúfar apareció a su lado, si bien vigilaba cada uno de sus movimientos. Nenúfar lo miró con gesto confuso, se sentó e incluso alargó una mano hacia él. La peluda cola se sacudió involuntariamente una, dos veces, en gesto amistoso antes de que detuviese aquella vergonzante demostración. Estiró el cuello, olisqueando brevemente los dedos de la chica. Por un momento los ojos amarillos se entrecerraron y las orejas se plegaron para recibir la caricia. Luego el animal vaciló. ¿Era honorable para un guerrero herido aceptar la caricia de una mujer? Se puso en pie y describió un círculo cojeando alrededor de Nenúfar mientras la olisqueaba y al fin se colocó a su lado. La peluda cabeza del lobo se frotó suavemente contra el hombro, el cuello y el rostro de la muchacha, y entre sus largos colmillos se escapó muy bajito el gañido de un cachorro. Después la cabezota dio un suave empujón en el hombro a la muchacha, y sus fauces se abrieron dejando caer una larga lengua rosada. Su actitud, aunque cansada, era de determinación: “continúa, yo iré contigo”.

La primera reacción de Tuann fue salir disparado tras el armiño, no obstante se contuvo, la presencia de su maestro le infundía una seguridad que no quería abandonar repentinamente. La batalla a lo lejos amenazaba con llevarse el bosque por delante, pero Tuann por una extraña razón no tenia miedo. Giro la cabeza hacia su izquierda, y vio a Sheogorath y sonrió.

De repente y siguiendo un plan preconcebido la batalla llegó a su fin, su maestro lo había logrado. Corrió tras sus saltos. No había mejor momento para sentirse orgulloso de su parens, o lo hubiera sido sino hubiera visto la sangre. Decidió ayudar a volver en si a su maestro.

El anciano salió de su escondite al comprobar que el peligro había pasado por el momento. Sin hacer mucho ruido se quedó apartado escuchando la conversación que mantenía sus compañeros. Parecía que algunos de sus compañeros conocían al extraño que apareció tras la pelea. Bennen decidió permanecer al margen como casi siempre había hecho.

Respiraba despacio pero profundamente. El olor que percibía le era conocido " Estaban cerca"