Partida Rol por web

Tributo de Sangre (I)

Heraldos de Paz

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05/02/2009, 18:50
Antor PielGris

El grupo avanzaba al ritmo que marcaban los "guardias" de Sarcess, aunque estos últimos no chapoteaban en el lodazal.
Antor miraba a todos y cada uno, tratando de leer algo en las expresiones (sobre todo en la de Bathalias, que parecía estar calculando algo) pero lo cierto era que nadie decia nada.
El silencio, la pesadez del ambiente y lo opresivo de la niebla caían sobre Antor como una carga casi física, y el veterano Pielgris solo seguía mec

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05/02/2009, 21:41
Alfren Niubar

Alfren desde la retaguardia observaba a Merkus. Se acerco a Antor que iba delante suya y le le tendio las riendas de su montura.
Llevala un rato voy a hablar con Merkus
Tras dejar a Antor con la dificultad de llevar ambas monturas se acerco al barbaro,
Una vez a su lado puso su mano sobre su brazo intentando apaciguarlo.
Merkus, hoy no, por favor mantén la calma, nuestros actos podrían perjudicar a un montón de personas inocentes, tranquilízate y no actúes sino lo hacemos nosotros, por favor.

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05/02/2009, 23:18
Director

Avanzaron a través del pantano y a través de las pesadillas. Ambos parecían igual de reales, con la misma densidad, la misma falta de luz y vida. Los dos parecía interminables, impenetrables. Ambos podían matarte, uno de hambre o sed, el otro de locura.

Caminaban rodeados por aquellas criaturas que le marcaban el ritmo y el camino. A pesar de la anarquía y brutalidad que cabría esperar su aspecto mantenían una formación bastante ordenada alrededor del grupo según las órdenes de su oficial.

Durante varias horas hundieron sus botas sobre el fango, pisoteando malas hierbas y cruzando cenagales de agua putrefacta. La niebla era su único acompañante, en ningún momento se cruzaron con un animal u otro ser vivo. El ritmo era lento, el terreno superado penoso.

Sin embargo ocurrió algo que les sacó de su apatía con tal brusquedad que el efecto fue como si una mano gigante les hubiera zarandeado rudamente. De buenas a primeras, sin aviso previo, la niebla desapareció. No lo hizo paulatinamente, sino de un paso al siguiente. Se volvieron nerviosos y contemplaron lo que parecía ser una pared blanca sostenida en el aire. Un momento antes se encontraban dentro de una densa nube y al siguiente ésta se recortaba tras de ellos. No había explicación posible.

Al menos ahora podían ver lo que tenían delante de sus ojos. No es que fuera un panorama mucho más alentador, pero si que se mostraba un terreno bastante más reseco y menos pantanoso. Un raído camino descendía hasta una hondonada que se perdía a de su vista. Y por él avanzaron.

Tras una media hora de marcha algo enervó los ánimos de aquellas criaturas que les acompañaban. A su derecha, a bastante distancia del camino, se veían unas pequeñas construcciones de piedra, barro y broza. No eran más que simples casuchas pero su visión hizo que el nivel de agresividad se disparase. Las armas aparecieron, las gargantas dejaron escapar gruñidos de odio y rabia, la formación se desdibujó. Tan sólo duró unos instantes pues un par de gritos de mando del oficial hicieron que cada uno volviera a su puesto y la marcha se reanudase. No obstante las miradas de furia se sucedieron en aquella dirección hasta que las chozas dejaron de estar a la vista.

Fue lo único que rompió la monotonía de camino hasta que llegaron a los alrededores de la Torre Negra de Ybress. La reconocieron en cuanto apareció ante ellos, sumergida en lo más profundo de una hondonada pero sobresaliendo aún así por encima de todo cuanto se hallaba a su alrededor. Era un edificio extraño cuando menos. Estilizado, picudo, con tres torres en forma de aguja en su cima.
Estaba construida en piedra, hierro y cristal. Una estrecha porción de tierra ennegrecida la separaba de un surco de agua oscura que rodeaba todo el perímetro. Ocho alargados puentes, como patas de una araña, conducían desde todas direcciones hasta aquella pequeña isla del terror. Una verdadera multitud de criaturas como las que les escoltaban vigilaban cada uno de los puentes y el acceso a la torre. A un lado de esta pudieron divisar unos barracones cuadrados que hacían de alojamiento para los sirvientes de la bruja. No había muro, empalizada ni cualquier otro tipo de construcción defensiva.

El oficial que les guiaba no se detuvo ni un instante y se encaminó directo hacia la Torre Negra. Atravesaron uno de los puentes bajo la desconfiada mirada de los guardias y penetraron en la isla. Tras una corta discusión aquellos que custodiaban las puertas de acceso a la torre las abrieron y les flanquearon el paso.

Mas no podían entrar con los animales...

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06/02/2009, 13:13
Ailara Sotobosque

Atrás, guiados en el último tramo por los temibles siervos de la anfitriona, habían dejado el sobrenatural banco de niebla que impera en el macabro y pestilente jardín de Sarcess... para adentrarse en una tierra baldía, estéril, y tan desoladora e incierta como su predecesora.

Atrás habían dejado aquel precario y desconcertante asentamiento que tanto había exaltado a sus inquietantes acompañantes hasta el punto de casi perder el control entre desmesurados gruñidos de odio y rabia... si no fuese por el férreo, y más que temible, campeón que los comandaba que los reagrupó de nuevo.

Tal alarmante e inesperado revuelo había irrumpido estrepitosamente en el tenso silencio que se había impuesto entre los aventureros... sobrecogiendo el acompasado corazón de la joven Ailara... desbocándolo en un ahogado grito de terror.

No obstante cuando las torrenciales aguas hubieron amainado su arrollador ímpetu, el turbio horizonte de lo acontecido sedimentaría dejando el poso de varias cuestiones cimentado, en mayor o menor medida, en las mentes de algunos de ellos; en particular de Ailara que había visto alejarse, discretamente, en la distancia aquel turbador lugar... hasta desvanecerse por completo en sus temblorosas pupilas...

¿Qué o quienes habitan en aquellas austeras y pequeñas construcciones que tanto parecer exaltar, y de qué forma, a los hijos de las Brumas?... ¿Qué o quienes osan residir a la misma sombra de la imponente Ybress?... ¿Qué o quienes logran perdurar, en este yermo, bajo tal amenaza?... ¿Qué o quienes son tan arrojados, valientes o chiflados para desafiar a la despiadada Reina Bruja?...

Resuelto el inquietante incidente, el singular grupo, escoltado por aquellos seres, prosiguió en silencio por la rancia y eterna senda estipulada... hasta el punto de que el desasosiego y la incertidumbre se convertirían en opresiva monotonía... en un mal hábito hacinado en el pecho.

La imponente Torre Negra de Ybress, la pérfida araña, se perfilaría sobre su nido rodeado de agua oscura y turbia... remanso de alguna abominación. Ocho alargados puentes, como verdaderas patas, daban paso hasta su nido desde todas las direcciones. Multitud de criaturas, como los temibles hijos de las Brumas o semejantes, custodiaban con mano dura cada uno de los accesos o vagaban por la periferia con aire receloso y amenazante.

Los aventureros atravesaron uno de aquellos puentes siguiendo de cerca la guía y custodia del Campeón de Sarcess, bajo la desconfiada e intimidante mirada de sus propios congéneres, en dirección a la cuna misma del mal de aquella Tierra. Pocos pudieron haber sobrevivido para contemplarla... de esos, pocos se mantuvieron cuerdos... y de esos, pocos tendrían el suficiente valor, o la escasa prudencia, como para narrarlo.

Los ojos de Ailara, sus trémulas y vidriosas pupilas, se afianzarían en la imponente edificación que se mostraba en todo su esplendor. Una pequeña luz en la inmensidad de las sombras, pero una luz firme... pura… decidida... intensa. Unos nuevos gruñidos, con tintes de desaprobación, ante ella aclamaron su atención... el verde deslustrado de sus ojos. Les habían flanqueado el paso en el acceso mismo de la Torre. Aquello sólo podía significar que había un problema... un impedimento... los animales... la vieja Mazgul entre ellos...

Un escalofrío recorrería la espina dorsal de la joven druida... el mal presentimiento se reagudizaba en su pecho. Sus deslustrados ojos buscarían a los de la formidable Mazgul, para hallar en ellos una petición que, combativa, no aceptaría de ninguna manera. No madre... no te dejaré aquí...- Le rogaría Ailara, buscando su aprobación. Compartimos destino madre... tú y yo... desde siempre... desde entonces... para siempre...- O sin ella, la pertinaz druida no cedería ante eso... no podría, pues ya había sacrificado mucho en el camino. -. Si los animales son el problema...- Alzo su mirada enredada aun con el gris, entremezclados, de la imponente loba. -... yo me quedaré con ellos, esperando aquí vuestro regreso.- Dirigiéndose decidida hacia el avezado Bathalias... hacia el resto de la manada.

Tomó generoso aire y colocó el llameante cabello detrás de las adorables orejas, exhibiendo su pecoso y pálido rostro que se mostraba firme... decidido... ¿sería aquello una despedida?...

Notas de juego

-. Percepción o avistar el asentamiento... por si hay información extra.

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06/02/2009, 16:47
Antor PielGris

A Antor también le había llamado la atención el comportamiento de los "soldados". Trató de ver si notaba algo en aquellas construcciones, y se anotó mentalmente su ubicación lo mejor que pudo.

"Nunca se sabe de donde puede surgir un aliado.... aunque él mismo no lo sepa" pensó entonces.

Al final, cansados y , en el caso de Antor, con un cierto temor, llegaron a la torre. Claro que faltaba resolver el tema de los animales, y por algún motivo Antor sabía que eso traería problemas con Ailara. Aunque la reacción de la druída lo dejó un tanto desconcertado, ya que en lugar de la juvenil explosión de emociones que estaba esperando lo que tuvo lugar fue una semisosegada decisión acerca de no abandonar a las bestias.

"Tal vez ya esté creciendo" pensó Antor muy tranquyilamente.

Y de paso, aprovechó el ofrecimiento de Ailara para entregarle, casi de inmediato, las riendas de su montura y de la de Alfren, que lo tenían bastante harto, por decirlo de un modo suave.

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06/02/2009, 23:12
Alfren Niubar

Caminaba cerca de Merkus para poder tenerlo mas controlado, maldita sea si hasta ella tenia ganas de acabar con aquellos monstruos, ¿cuanto daño habrían hecho a inocentes?.
La ruta que seguían en aquella niebla era desconcertante, tras unos minutos no sabría volver a recorrerlo y mucho menos de regreso, hecho un vistazo a Antor a ver como se las apañaba con las dos monturas cunado surgieron de la niebla.
Increíble...
Aquella imponente pared de neblina era impresionante, una autentica muestra del poder de la hechicera oscura.
Caminaron por el desolado yermo paisaje que ahora se abría ante ellos, hasta que para su sorpresa su escolta reacciono de forma agresiva, todos sus sentidos se pusieron alerta, consiguió darse cuenta de que su reacción no era dirigida a ellos y volvió a coger el brazo de Merkus.
Tranquilo, no es por nosotros.
Notaba la tensión de los músculos del bárbaro.
Joder es como agarrar un tronco de roble pulido.
Sospechaba que sus compañeros como ella habían tomado en cuenta aquella extrañeza, ella no veía ninguna figura de quien podría habitar aquellas edificaciones, pero le gustaría saber quienes producían tal reacción en semejantes monstruos.
Tras el extraño hecho que quedo controlado por el líder de aquellas criaturas siguieron avanzando y antes de lo que se esperaba apareció ante ellos la torre negra, aquello provoco un ligero escalofrió en su espalda.
Bueno por lo menos acabarían con la entrega aquel mismo día, para el siguiente probablemente estarían de regreso.
A la entrada de la torre se detuvieron y empezaron los problemas los animales no podían pasar y Ailara se negaba a dejar sola a Mazgul, aquello no la sorprendía, pero no quería dejar a un compañero atrás, le dio un toquecito en el brazo a Merkus.
Encárgate del cofre anda.
En pocos pasos se planto delante de aquel oficial.
Somos los guías del cofre, y ella esta incluida en esa definición. Su dedo señalaba a la loba y su voz era tranquila. Como guías todos acompañaremos el cofre ante Sarcess pues no se nos puede negar esto, los caballos y la mula se quedaran aquí por supuesto
Una sonrisa aparecía en su rostro mas para hacerle comprender que no quería un no por respuesta, mientras controlaba sus nervios.

- Tiradas (1)

Tirada: 1d8(+7)
Motivo: habilidad social
Resultado: 5(+7)=12

Notas de juego

Bien, por fin he hecho una tirada.

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09/02/2009, 20:49
Director

No hubo respuesta a las palabras de Alfren, pero tras unos segundos la criatura agarró las riendas de los animales, las entregó a un subordinado asintió levemente. La loba podía ir con ellos. Un movimiento de su cabeza les indicó que era la hora de entrar. Sarcess les esperaba.

Al atravesar aquellas puertas sintieron un desagradable escalofrío. El vello de la nuca se les erizó y notaron como la temperatura bajaba de golpe. Allí adentro el frío era considerable, una sensación similar a la que podría provocar una amplia caverna situada a una cierta profundidad. Incluso era excesivo. ¿Para qué podían necesitar una temperatura tan baja? ¿Y como conseguirían mantenerla? Seguramente con magia, claro.

Sorprendentemente el edificio parecía mucho más amplio por dentro que por fuera y ni tan siquiera las formas del mismo guardaban relación. La piedra, que desde el exterior era negra, en su cara interior se mostraba en tonos grises y estaba cruzada por vetas que brillaban a la luz de las antorchas. El primer nivel de la construcción era diáfano y estaba ocupado por un gran número de soldados que se dedicaban a todo tipo de tareas, la actividad era frenética.

Ignorando su asombro y sin darles tiempo a observar lo que ocurría el oficial les guió inmediatamente hacia arriba a través de unas escaleras de piedra que conducían al primer piso tras atravesar unas puertas vigiladas por cuatro soldados. Este nivel se convertía ya en un laberinto de pasillos y estancias, principalmente para uso militar y defensivo. Llamaba la atención la carencia total de elementos ornamentales o destinados a proporcionar un mínimo de comodidad. Una nueva escalera y más puertas custodiadas. En este caso la ascensión se producía a través de un giro que bordeaba la Torre Negra. Ventanas sin cristal, simples huecos en la piedra, les permitieron observar desde la altura en la que se encontraban las enormes dimensiones del Pantano de las Pesadillas, que se perdía de la vista adentrándose en la niebla en la distancia. Ascendieron de esa guisa tres pisos más. Finalmente cuando la escalinata ya perdía su nombre atravesaron unas puertas sin vigilancia y enfilaron un sombrío pasillo. No había salidas laterales ni otros accesos al mismo. Acababa en un par de enormes puertas de madera y acero, negras como la noche.

El oficial se detuvo ante ellas, las señaló y a continuación se dio media vuelta para desaparecer escaleras abajo al fondo del pasillo, no si cierta premura.

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09/02/2009, 21:35
Alfren Niubar

Aquel ser ni siquiera pronuncio una palabra pero al parecer hizo caso de las suyas, o quizás lo que no quería eran mas retrasos, para Alfren daba igual, lo importante era que el grupo no se había separado.
Al poco de entrar en la torre ya se le había puesto la piel de gallina a causa del frió, aun así controlo las ganas de frotarse los brazos para entrar en calor, en aquel lugar no quería mostrar ningún signo de debilidad.
En el interior del edificio su guía los conducía por los distintos pasillos y pisos, hasta dejarlos enfrente de una puerta enorme, tras lo cual se marcho dejando ver que aquel lugar le inspiraba bastante temor.
Alfren miro a la puerta, apoyo su mano en la empuñadura de su arma e inspiro profundamente, tras esa puerta se hallaba posiblemente el ser mas oscuro y temido del mundo y ella debía de controlarse, lo mas seguro es que nunca mas en su vida tuviera la oportunidad de enfrentarse a ella, y si solo su vida hubiera estado en juego no habría dudado en atacar pero estaban sus compañeros y también la población a al que representaban trayendo el dinero y no podía ponerlos en semejante peligro, debía estarse quieta y tranquila, solto el aire y aparto la mano de la empuñadura y miro a Bathalias esperando a que este llamara a la puerta o simplemente empujara.

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10/02/2009, 00:20
Antor PielGris

Lo primero que hizo Antor al atravesar las enormes puertas fue meterse las manos en los bolsillos y subir los hombros. No le gustaba ir asi, con las manos "atadas", pero con el frio que sentía había escogido el menor de los males.
Por otra parte, el frío tenia esa cualidad de siempre de clarificar el aire, y todo se veía como más nítido, lo que en contraposición con la niebla que acababan de dejar atrás era una mejora, claro que ya evaluaría si realmente era una mejora cuando tuvieran que ver a Sarcess, pero todavía no era el momento.
Tras subir por varios pisos, pasar por puertas guardadas y atravesar un laberinbto de pasillos y estancias repletos de soldados a Antor se le fueron de la cabeza todas las ideas que tenía de escapar de allí fácilmente, Y más aún cuando tras unas escaleras interminables llegaron hasta lo que debía ser el salón de Sarcess, un sitio que daba miedo hasta al horripilante guardia que los había escoltado hasta allí.
Alfren se había detenido junto a las negras puertas, mirando a Bathalias con una expresión contenida, mientras que Antor optó por quedarse detrás de Merkus y el cofre, pensando: "En unos instantes comprobaremos si la claridad del aire es una cosa buena o mala..."

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10/02/2009, 22:23
Director

Apenas habían tenido tiempo para susurrar en palabras sus pensamientos cuando las puertas se abrieron hacia dentro sin aviso alguno y sin emitir el más mínimo sonido. Nadie había tras de ellas para tirar de sus dos hojas y tampoco pudieron vislumbrar mecanismo alguno que las controlase.

Ante ellos se mostraba una enorme estancia de forma circular. Una vez más tuvieron la sensación de que la edificación era más grande por dentro que por fuera. Ocho columnas en círculo sostenían un techo abovedado cuya parte central estaba coronada por una cristalera en diversos tonos rojizos que aportaba al ambiente un cierto toque de irrealidad. El suelo estaba formado por un mosaico de baldosas blancas y negras que serpenteaban de manera aparentemente aleatoria pero que se unían y se entrelazaban en diversos puntos creando diseños en espiral. Las paredes estaban construidas en el mismo tipo de piedra que el resto de la torre, con un tono grisáceo y betas brillantes, con la salvedad de que en esta habitación las zonas pulidas superaban con creces a las apagadas. No había ventanas, al menos no de las que pueden detectarse a simple vista. Cuatro puntos de luz sumaban intensidad y calidez a la que lograba atravesar la vidriera del techo. Se trataba de cuatro gigantescos candelabros de hierro ennegrecido, con la forma de un hombre curvado hacia delante que a duras penas conseguía sostener sobre sus espaldas una enorme bandeja sobre la que sobresalían con gran intensidad las llamas. Las estatuas resultaban pasmosamente realistas. A pesar del calor que emitían los braseros el ambiente resultaba tan frío como en el resto de la Torre.

Al otro lado de la habitación, tal y como se entra por sus puertas, había una enorme cama redonda que fácilmente podía alcanzar los cuatro metros de diámetro. Estaba vestida con sábanas negras y éstas cubiertas a su vez con suaves y largas pieles de animales de los más diversos tipos de pelaje. Cojines y almohadones se desperdigaban sin orden ni concierto por su superficie. Tras ésta, y ocupando toda la parte posterior de la estancia, tres pesados cortinajes ocultaban sendas aberturas en la pared que quizás comunicasen con otras estancias. Eran tan anchos como altos, un mínimo de tres metros, y de detrás del primero de ellos se escuchaba con claridad un gruñido grave y constante, que por momentos ganaba fuerza hasta convertirse en rugido, para volver a descender paulatinamente. La criatura que emitía aquel sonido debía tener un tamaño considerable.

Sobre la cama se recostaba una figura tan atractiva como perturbadora. En el momento en que las puertas se abrieron se encontraba tumbada boca abajo, con la barbilla apoyada sobre las palmas de ambas manos y la miranda fija en su dirección. Su boca se movía lentamente a un lado y otro aunque sin masticar, lo que sugería que podía estar saboreando algún tipo de dulce. Tenía el pelo negro, largo y suelto, cubriéndole casi por completo la espalda. Su piel era blanca como la leche y su rostro poseía una belleza singular, del tipo de belleza exótica que no deja indiferente a nadie, y que es a su vez tentación y castigo. Sus rasgos eran angulosos y muy definidos, lo que unido a la lividez de sus ojos, dos ascuas de rojo sangre, casi dos luceras bordeadas de blanco, impedían a quien la contemplase olvidar su poder y condición. Tras de sí, las piernas se elevaban y descendían en un ritmo alegre que recordaba a una niña pequeña. Iba vestida en cuero negro, ropas ligeramente adornadas pero para nada acordes con su aspecto. No hacía falta una gran claridad de pensamiento para reconocer en ella a la bruja, Sarcess, aunque sí les sorprendió a alguno de ellos su aspecto, muy similar al de una joven de apenas dieciséis años.

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10/02/2009, 23:36
Bathalias de Emdelis

Bathalias asintió a Alfren una vez hizo la petición de llevar al lobo con ellos. Era un gesto de aceptación como si aplaudiera su acción. Él mismo habria hecho lo mismo si no se hubiera despistado durante un instante mientras que observaba con detenimiento la fortaleza. Tambien se quiso fijar en el pequeño poblado que, al parecer, incomodaba a los secuaces de la bruja. Sea como fuere alli se encontraban.

Habia subido en primer lugar, como acostumbraba hacer, dejandose guiar por el lacayo de Sarcess hasta lo que pareció una enorme puerta. El frio que recorria su cuerpo era secundario. - ¿Por qué nos habrán conducido hasta aquí? ¿No era suficiente con entregar el cofre a esos seres? - Se preguntaba el elfo durante el camino. Todo aquello era muy raro. Demasiado movimiento y a la vez protección. - ¿Por qué necesita tanta proteccion la supuesta bruja mas poderosa del mundo? ¿Tantas puertas y pisos subidos para alguien al que deberiamos temer? - Las dudas acuciaban su cabeza, tanto que apenas se dió cuenta que el grupo esperaba que se acercara a la puerta, todavia cerrada cuando sus pensamientos fueron velados. La puerta se abrió y ante ellos surgio la tan grotesca estampa.

La mujer, apoyada en la enorme cama, habia llamado su atención ya que era el único movimiento visible y, por supuesto, por su belleza, pero Bathalias ya era demasiado mayor para quedarse prendado de una bella de apariencia humana. Aún así la llegó a estudiar a fondo procurando ser lo mas discreto posible. El sonido de detras de la cama le llego a llamar aún mas la atención puesto que estaba claro que no dispondrian de una intimidad pulcra con la anfitriona.

Sin dudarlo, dió un paso hacia adelante, y despues otro, y otro hasta que cruzó el portal. Una vez alli se inclinó haciendo una reverencia y sonrió abiertamente a la bruja. Estaba claro que la situación no era muy agradable pero mostrar sintomas de nerviosismo podrian mostrarles debiles. - Me imagino que vos sois Sarcess, ¿Me equivoco? - empezó a decir esperando que sus compañeros le siguiesen y tomaran ejemplo de cara a la, aparetentemente, joven muchacha. - Venimos en nombre del Conde Nesvind de Riaghul - hablaba de forma natural pero siempre con respeto - ya hemos entregado el diezmo requerido y cuando vos nos lo permitais estamos deseosos de volver a la ciudad. - Bathalias volvió a sonreir y esperó respuesta.

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11/02/2009, 00:39
Antor PielGris

Antor estaba fascinado.
La fastuosidad, por decirlo de alguna manera, de la estancia respecto de lo que habían visto de la Torre hasta ahora, la cristalera, los gigantescos braseros, las arcadas, todo llamaba su atención poderosamente... pero la bruja.... Dioses Arcanos! Había que ver a la bruja. Si hasta sus inhumanos ojos rojos le sentaban a su rostro como dos rubíes en una estatua de mármol.
Mientras él miraba todo embelesado Bathalias había tomado la delantera y se había presentado a Sarcess (ya no quería llamarla "la bruja"), con lo que el aventurero tomó su lugar saliendo desde detrás de Merkus y situandose al lado de Bathalias, aunque un paso por detrás de él, a su izquierda; y mientras éste hablaba no pudo evitar volver a mirar todo una vez más murmurando;

-Vaya, vaya...-

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11/02/2009, 01:17
Moravius

Moravius caminaba ausente con sus compañeros, estaba absorto en sus propios pensamientos como para preocuparse por la entrada o no de los animales, ni tan solo pensó en la joven Ailara, pero era lógico en la cabeza tenía cosas mas importantes que discernir...

“Este panorama, será posible, es evidente que la bruja o hechicera tiene mucho poder y sus hechos hablan por si mismos... Pero yo se que puedo llegar a tener tanto poder, pero... De verdad quiero tener tanto poder para vivir en este... sitio...De que sirve tener tanto poder si después te encierras en una ciénaga putrefacta... Esto hace que aveces piense en que me puedo llegar a convertir... Por el bien de mi corazón espero que no me ocurra nunca... "

Moravius estaba absorto en los pensamiento que le preocupaban, tenía ansias de poder, pero las ansias no eran tan profundas como para sacrificar tanto, llegado el día sabría que decidir, o al menos es lo que creía en esos momentos...

Sin darse cuenta estaban atravesando ya las puertas y enseguida se fijo en la joven bruja...

“Cuanta magia habrá en ese estupendo cuerpo "

Bahtalias se adelantó para entablar conversación, a Moravius no le había pasado desapercibido las inquietudes del elfo, no se fiaba, algo le preocupaba, y podía adivinar que era, por que no habíamos entregado el cofre y nos habíamos marchado, pero el mago intuía que para la bruja podría ser una distracción a su aburrida vida y a su encierro personal a la que se había sometido, al menos es lo que pensaba, y no esperaba estar equivocado, que saldría de esa reunión, solo la mente de la desdichada bruja lo sabía...

 

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11/02/2009, 01:39
Alfren Niubar

Las puertas se abrieron, era hora de conocer a la hechicera, dejo que sus compañeros tomaran la delantera mientras ella caminaba junto a Merkus estaba ahí para entregar el cofre así que se mantendría a su lado hasta que la entrega se diera por concluida.
Aquel lugar era sobrecogedor, los braseros con forma humana le provocaron un escalofrió en la espalda mientras que el gruñido tras el cortinaje la puso alerta, pero nada la preparo para el aspecto de la bruja.
¡Solo es una cría! pero sus ojos que se asemejaban a los de un demonio delataban su condición.
Solo parece una cría... quizás tiempo atrás fuese inocente, pero ya no lo es, no te engañes Alfren...
Con la mirada en la hechicera espero la respuesta alas palabras de Bathalias.

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11/02/2009, 03:37
Ailara Sotobosque

Los pasos del que había sido su singular guía, el campeón de Sarcess, resonaban alejándose a sus espaldas... descendiendo, con cierta premura, por la misma escalinata de piedra que les había conducido hasta el sombrío pasillo.

Recientemente, les había abandonado ante dos enormes puertas... dos puertas tan negras como una noche sin luna... sin estrellas... sin esperanza. Y el insólito frío presente se hizo entonces más intenso, más penetrante, calando en profundidad las entrañas de los aventureros; amamantando la inquietante sensación de desamparo... de desprotección... de incertidumbre que les atenaza.

La imponente Mazgul se mostraba especialmente protectora, dedicada, buscando el contacto con la joven Ailara... cuyo cuerpo, entregado únicamente al candor que latía en su pecho, no cesaba de tremer... de temer... rígido ante aquella puerta que al parecer debían atravesar.

Una y otra vez el formidable lomo de la loba, el vigoroso pelaje que lo cubría, arrullaría las caderas de su atemorizado cachorro... meciéndolas ligeramente hasta que éste liberó las delicadas manos, que hasta entonces parecían proteger su pecho, para recibir con agrado... con la finas yemas de sus dedos... la calidez que desprendía su madre... la placidez que le transmitía el enredo de aquella piel...

Fue entonces cuando los inquietos ojos de Ailara, su pálido rostro salpicado de mil pecas ahora atenuadas, se entornarían agradecidos, nuevamente... tal y como había hecho momentos antes... con la misma intensidad, hacia su buena amiga Alfren, que con su valerosa petición había permitido el acceso a la tenebrosa Torre a la imponente Mazgul, salvando con ello probablemente, casi con toda seguridad, la valiosa vida de la vieja loba y de aquella a la cual incondicionalmente protegería por siempre, su perseverante cachorro... Ailara.

Una nueva textura... una nueva sensación... un nuevo cosquilleo tan cálido como húmedo, atrajo la atención de la joven Ailara hacia su mano. Aquellas formidables fauces, que otrora hubiesen desgarrado y sometido con sus afilados dientes la carne de cualquier amenaza, se entregan a lamer dócilmente los delgados dedos de la druida en un adorable gesto.

Las brillantes pupilas de ambas se enredarían entonces, como hicieron antes... como harían siempre, fundiéndose en uno sólo que, verdigris, regiría sus miradas... unas miradas que se clavarían al unísono al interior de la tenebrosa estancia circular que se desplegaría ante ellas, cuando sus negras puertas cediesen repentinamente a la voluntad del desconcertante y fascinante ser que habita en su interior.

Ambas avanzaron, orgullosas... sin titubeos, siguiendo la senda que habían tomado los suyos con anterioridad... escrutando concienzudamente, con cada paso, todo aquello que envolvía a aquel pérfido lugar a la luz de cuatro enormes braseros y bajo aquella que, rojiza, se filtraba a través de la cúpula vidriada... hasta detenerse, firmemente, en aquel oscuro ser que les mira tan fijamente. El mismo que gobierna, sembrando el terror... amilanando la voluntad de los hombres... contaminando sus corazones... turbando sus mentes, en las ya extenuadas Tierras de Imledyr; aquel que posee el título de La Reina Bruja de Ybress... no es otra que Sarcess.

Los guturales y temibles gruñidos de algún tipo de enorme criatura emergen procedentes de la primera de las tres oquedades, tras el sombrío lecho, encubiertas con espesos cortinajes que no consiguen disimularlas... o, mejor dicho, que no pretenden hacerlo. Aun así, en compañía de los suyos, la joven Ailara consigue mantenerse firme... aunque no serena... olvidando por el momento la rebelde disposición de sus rojizos cabellos.

Y el avezado Bathalias se pronuncia, mostrándose deferente y cortés en sus palabras... en sus gestos. Sin embargo, la joven Ailara se mantiene en la misma posición... en un segundo plano, poco más atrás que el aguerrido elfo que se había adelantado convenientemente en el cordial saludo...en igual actitud... erguida... orgullosa... expectante y con su mirada afilada hacia la oscura anfitriona.

¿Qué es lo que quieres de nosotros, Sarcess?...

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11/02/2009, 06:16
Merkus

todo esto apesta a magia, si intentan hacernos algo no conozco a ningún mago que viva tras separar su cabeza del torso.
pensaba Merkus mientras miraba a la curiosa joven, algo no el gustaba ese sitio.
parecía un buen sitio para morir.......

¿y si nos han  escogido para ser sacrificados?.
en susurros Merkus le comenta a Alfren algo
Alfren yo feliz de compartir espada en combate con gran guerrera.
Era lo mas parecido a un halago no sexual  que había echo en su vida, en los ojos del bárbaro se notaba la preocupación que tenían los animales frente al fuego .

solo la proximidad de la muerte podía lograr sacar de los labios de merkus lo mas similar a un sentimiento sincero que podía salir de sus labios sin alterar su pétreo rostro
 

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11/02/2009, 21:33
Alfren Niubar

Sonrie con cierta sorpresa al barbaro.
Igualmente amigo, y mas batallas compartiremos
Le susurro en respuesta.
Todos estaban nerviosos en aquel lugar y Alfren deseaba abandonarlo cuanto antes.

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11/02/2009, 22:19
Sarcess

-Jajajajajaja… – la risa de Sarcess era la de una joven despreocupada, risueña, alegre. Era una risa aguda y sincera, de las que se sueltan con gusto. Una risa cascabelera. La risa de una serpiente.

Sus ojos se iluminaron de regocijo al comprobar el efecto que causaba su aspecto físico sobre los cuatro varones del grupo que acababa de entrar en sus dominios. Giró sobre sí misma y se tumbó boca arriba en las sábanas negras. Su pelo se extendió sobre estas como un manto de agua. Giró nuevamente. Y una vez más, hasta alcanzar el extremo de la cama. Se sentó sobre el borde de la misma y abrió de forma exagerada brazos y piernas mientras una mueca traviesa, seductora, se ganaba la primera posición en su rostro.

-¡Traédmelo! – ordenó mirando en dirección al cofre -. El Conde Nesvind ha forzado demasiado su suerte en esta ocasión. He estado tentada de hacerle una visita durante estos últimos días. Me aseguraré de que no se vuelva a repetir. Pero llegáis en el momento oportuno, espero que lo que me envía satisfaga mis deseos y compense esta inmerecida espera que me ha hecho soportar.

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12/02/2009, 00:12
Bathalias de Emdelis

Aquella risa "infantil" daba a entender la confianza que Sarcess tenia en si misma, o al menos lo intentaba aparentar. Durante las amenazas veladas Bathalias se mantuvo impasible aunque en su cabeza esperaba que lo apalabrado estuviera dentro del cofre. Por ello, viendo el posible peligro se dio la vuelta y cogio las riendas de la mula y se dirigió hacia la bruja. - Merkus, voy a necesitar tu ayuda a bajar el cofre - pidió el elfo a sabiendas que sería demasiado pesado para bajarlo él solo.

Ciertamente su objetivo era algo mas ambicioso. No sabian lo que contenia el baul y él mismo lo habria llevado en solitario, por si acaso tuviera que enfrentarse a la ira de la bruja pero teniendo a Merkus cerca contaba con la posibilidad de, en caso de emergencia, ser lo suficientemente rapido para incapacitarla los segundos adecuados para que Merkus la rematara.

No podia evitar en pensar soluciones drasticas. Su experiencia le decía que nunca esta de más tener un plan B si no funcionan las cosas como deberian. Estando en la situación en la que estaban, esta era, a su forma de ver la única factible. Sarcess no les dejaria escapar libres si el pacto no se hubiera cumplido.

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12/02/2009, 00:44
Antor PielGris

La cosa se estaba acelerando y nadie sabìa a ciencia cierta de que modo acabarìa. En gran parte dependìa de lo que el Conde hubiese metido en el cofre, y eso nadie de los presentes lo asbìa.
Antor estaba seguro de que la mente de Bathalias estaba pensando en alguna manera de "cambiar la mano de naipes" si las cosas se torcìan, y eso estaba bien, pero estar+ia mejor tener algùn plan de soporte, por si acaso.
Viendo que el ambiente se habìa distendido un poco, o interpretàndolo de esa manera a su conveniencia, Antor se alejò del grupo interesàndose por uno de los braseros (el que tenìa màs cercano) y estudiàndolo sin dejar de prestar atenci`n a lo que ocurrà a su alrededor.