Partida Rol por web

Tributo de Sangre (IV)

Heraldos de Paz

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12/01/2009, 11:43
Director

Las tierras de Imledyr abarcan desde las Montañas Grises hasta donde el Mar de los Espíritus delimita su inestable silueta. Están compuestas por un ir y venir de colinas y bosques cuyo clima es agradable en verano pero extremadamente duro en invierno. Se encuentran divididas en una gran variedad de condados, ducados y baronías sobre los que sus respectivos nobles ejercen un férreo control feudal. La rivalidad entre ellos es continua y los enfrentamientos tan habituales como las nevadas, sin embargo ninguno consiguió nunca unificar bajo su dominio las tierras de Imledyr y alzarse ante sus rivales como rey, estableciendo una monarquía. Varios de ellos, los más poderosos, ejercen como soberanos sobre otros, quienes les juraron vasallaje a cambio de más tierras, hombres o simplemente obligados bajo coacción o amenaza. Sin embargo, cada uno de esos frentes, cada uno de esos señores, se considera a sí mismo como el mejor candidato para ostentar una ilusoria corona y unificar las tierras de Imledyr.

Si que existe, sin embargo, algo que todos ellos comparten y tienen en común: el yugo de la Torre Negra de Ybress. En lo más recóndito del Pantano de las Pesadillas se alza la construcción más temida y a la vez odiada de estas tierras. Desde la Torre Negra, Sarcess, una temible hechicera, una bruja que domina los poderes oscuros, siembra el terror entre nobles y vasallos por igual. Sus sirvientes, malignas criaturas que se asemejan a los Trolls de las leyendas y cuentos populares, y que le profesan una lealtad que roza el fanatismo, se encargan de cobrar a los nobles el diezmo estipulado. Éste pago, tres mil escudos de oro anuales, es lo único que les garantiza verse libres de las maldiciones, plagas y enfermedades que cuentan que Sarcess es capaz de crear.

Vuestro deambular nómada por el mundo os condujo hasta el Paso de las Nieves Eternas, donde tras un más que entretenido regateo, acabasteis aceptando el que pensabais sería un lucrativo acuerdo con un comerciante de marfil que se dirigía a Imledyr. Su caravana, compuesta por tres carros y sus respectivos conductores de mulas, necesitaba protección, gente valiente y con experiencia como vosotros. Atravesar aquellas montañas era siempre un viaje peligroso y Dalherin, que así se llamaba el supuesto comerciante, no quería correr ningún riesgo con tan valiosa mercancía. Sin embargo, el que parecía un trabajo más que interesante, acabó convirtiéndose en un gran fiasco. Al llegar a vuestro destino, la ciudad costera de Nausias, Dalherin desapareció utilizando ardides de la más baja calaña, dejándoos en una posada con las habitaciones a cuenta y sin entregaros la segunda parte del pago acordado. Las bolsas de monedas que formaban la primera parte de vuestro pago y que os fueron entregadas al inicio del viaje, resultaron ser dinero falso. Así, sin apenas recursos económicos, con unas habitaciones pendientes de cubrir y acusados como falsificadores y ladrones, tuvisteis que utilizar las últimas monedas reales que os quedaban en hacer frente a tales deudas y, de paso, en un pírrico plato de sopa aguada, fría como la noche, y un trozo de carne reseca.

Tras varias semanas recorriendo los caminos y aldeas de Imledyr siguiendo la pista del bribón de Dalherin os encontrabais en una situación bastante apurada. Necesitabais que algo ocurriera, un golpe de suerte u os veríais en serios apuros. Y éste llegó a través de un anuncio público, en la forma de un bando del Conde Nesvind de Riaghul. En él se solicitaban hombres valientes para un servicio al Conde que sería recompensado con diez escudos de oro por cabeza. Una situación complicada y un pago demasiado bueno como para pasarlo por alto se unieron, dando lugar a una decisión que no podía ser ni discutida. Antes incluso de tener tiempo de pensarlo os encontrabais ya en el castillo del Conde hablando con su secretario... y hechicero.

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12/01/2009, 11:43
Ashadir

El secretario del Conde era un hombre de corta estatura y complexión delgada, vestido con ropas demasiado gruesas para aquella época del año y cuyo embriagador olor a perfume podía percibirse desde varias salas de distancia. Tenía un acento extraño en el habla, de pronunciación ruda y basta, pero en cambio haciendo uso de un vocabulario noble, aristocrático y extenso.

-El trabajo es sencillo. Debéis proteger y transportar un cofre hasta su destino. Éste ha sido un año de malas cosechas y el Conde ha tenido problemas para reunir el diezmo acordado con la Torre Negra de Ybress. No teníamos el pago listo cuando aquellas asquerosas criaturas vinieron por él. Finalmente lo hemos logrado, aunque con algo de retraso, ¡tres mil Escudos de Oro no es cifra fácil de juntar! Lo que se precisa de vosotros es que llevéis el cofre a la Torre Negra y lo entreguéis a Sarcess en nombre del Conde Nesvind de Rhiagul. ¡Los hombres del Conde son demasiado cobardes! - aquellas palabras pronunciadas en voz demasiado alta eran una pulla hacia los soldados que os escoltaban frente a Ashadir. Éstos miraron hacia otra parte y bajaron la cabeza incómodos-. Demasiado cobardes y supersticiosos como para una tarea así, ¡malditos bufones de taberna! Hoy en día ya no se puede confiar en nadie. No es de esperar que encontréis problemas de ningún tipo, tan sólo debéis aseguraros de mantener el cofre alejado de bandidos y ladrones. Una vez allí, entregarlo será tan sólo un trámite. Por el servicio se os pagará diez Escudos de Oro por cabeza, cinco en este momento y cinco cuando regreséis.

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12/01/2009, 16:21
Merkus

Merkus nunca había sido un personaje diestro para las negociaciones, su espada era la que usualmente se encargaba de solucionar tales tramites por lo que al encontrarse en medio de una situación tan protocolaria se sentía incomodo, lo cual era mas que notorio dadas las veces que había golpeado el piso con el talón de su bota.

Cita:

¡Los hombres del Conde son demasiado cobardes!

El guerrero llevo instintivamente las manos a la empuñadura de su espada esperando una reacción violenta de los hombres a quienes se les denigraba de tal forma, sin embargo en sus rostros solo vio vergüenza.

Vaya, será trabajo fácil si hombres ser igual de cobardes todos. Piensa al tiempo que se ve sosteniendo aquel cofre lleno de dinero, por un segundo se dibuja en su mente la hermosa espada que podría comprar con esa cantidad de dinero, pronto su naturaleza soñadora le domina y se ve a si mismo en una y mil situaciones en las que la única constante es el despilfarro de aquella suma de dinero, mientras tanto a su alrededor sus compañeros se encargan de cerrar el trato.

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12/01/2009, 17:17
Alfren Niubar

Pese a las calamitosas situaciones que habían estado viviendo desde el engaño con el mercader, Alfren había intentado mantener una actitud positiva. Siempre albergaba la esperanza de encontrar algo pronto, quizá un hombre rico que buscase guardaespaldas, un poblado que necesitase de ser salvado, o incluso un conde con suficiente dinero como para pagar a aventureros muertos de hambre para llevar un cofre. Por fortuna, ahora ellos eran los muertos de hambre.

Alfren había estado callada en todo momento con el gesto apretado mientras se negociaba el trabajo a realizar. Con el dorso de su mano izquierda se frotó la mejilla para luego apartar un mechón de su pelo rojizo que caía por su frente. La otra mano descansaba sobre la empuñadura de su arma. El tacto de ésta la hacía sentirse mejor, más tranquila y calmada. Si algún día debía morir sería agarrada a esa espada, al alma de sus antepasados.

Parpadeó varias veces mientras escuchaba atenta las palabras del pequeño y enjuto secretario. Pese a sus mordaces palabras, Alfren estaba segura de que aquel hombre tenía más miedo que aquellos soldados. Preferiría tenerlos cerca de él y no lejos, más próximos a la Torre Negra donde no podrían protegerle de cualquier daño. Tras el curioso pensamiento Alfren ladeó un poco su cabeza y sonrió ligeramente. Al poco sacudió su cuerpo y con un soplido alejó aquellas ideas para tomar la palabra.

- ¿Cuándo partiremos y cuánto tiempo tenemos para regresar? ¿Se nos dará algún documento para mostrar o con decir tales palabras bastará, señor? -preguntó mientras se colocaba en una posición mucho más elegante y marcial.

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12/01/2009, 19:50
Antor PielGris

 - Me tenía que haber quedado jugando a los dados con aquellos idiotas de la taberna

Pensamientos de lo que podría estar haciendo y de cómo podría estar calentito en una cama y con algo de diversión a su alrededor zumbaban en la cabeza de Antor cada mañana al despertarse ... eso y el pensamiento de aquel maldito mercader

 - El dia que ponga mis manos encima de el...

Un movimiento de cabeza alejó estos pensamientos de su cabeza, parecía que la diosa fortuna habia querido darle una segunda oportunidad para recuperarse, un nuevo trato, el cual parecía jugoso y encima le aportaría zonas nuevas que observar y quizá en un futuro sacar provecho. Mientras el secretario del conde explicaba como iba a ser el trato, Antor le miraba de forma profunda, sabía que no podia fiarse... no otra vez despues de la que habia sufrido

- A mi parecer, es muy bonito lo que cuenta Sr Ashadir, pero me vienen a la cabeza pequeñas dudas que quizá usted esté dispuesto a resolverme si no es mucha molestia por su parte. La primera y más importante que me viene a la mente es: que le impide a esa mujer - la mano con arrugas de Antor se paso por la frente como intentando recordar el nombre expuesto, sin embargo el parecer más debil de lo que es en realidad era un de sus truco más viejos, - ahh si Sarcess, que le impide a esta mujer, de la cual si le he de ser sincero no he oido muy buenas cosas, de cuando entreguemos el cofre de matarnos o esclavizarnos segun sus designios... los anteriores porteadores volvieron sanos y salvos? Quiza es el primer problema que me viene a la mente y el segundo, mas bien es un consejo, es que creo que deberia de aportarnos 7 monedas de oro en el primer pago y otras tantas posteriormente ... eso si quiere que hombres arrojados como nosotros llevemos a cabo nuestro trabajo con agilidad, tal y como ha comentado ahora mismo. No se a mi modo de ver voy mas contento cuanto mas dinero llevo encima...

Con una mirada risueña Antor terminó de hablar para dirigir su mirada hacía Ashadir para ver su reacción, quiza la urgencia y la rapidez y necesidad que precisaban en aquel trabajo les hiciera ver que no podían jugar al gato y al ratón en cuanto a dinero se referia. Era un juego llevado a cabo por todos, ofrecer el minimo de dinero, pero en este caso despues de desprenderse de 3000 coronas de oro ...

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12/01/2009, 22:33
Moravius

Moravius había permanecido de pie, enfrentando a aquel hombre desde las sombras de sus compañeros. Sonreía.

El bastón estaba apoyado, primero, cerca de su pie izquierdo. Luego describió una ligera comba, un pequeño ángulo, ante las palabras del secretario del Conde. La base se desplazó, como sus pensamientos, sobre la arena de combate en la que se iba a transformar esa habitación: las negociaciones eran siempre así. Un debate en el que nunca había un vencedor, porque el egoísmo de los seres no permitía a ninguno de los rivales considerar que había ganado. O lo permitía, si ambos consideraban que habían arruinado a su par. La naturaleza de las razas divertía a Moravius como pocas cosas en el mundo, esas pocas cosas que no eran de libros, si no que podía experimentar. Suficiente había tenido de libros, y de huir de ellos. La teoría nunca superaría a la práctica.

El bastón se apoyó contra la punta de su bota, y quedó allí. Las palabras de sus compañeros habían concluido, y el movimiento de Antor ya estaba hecho. La situación parecía improcedente desde muchos puntos de vista, quizás demasiados. Moravius veía esa serie de puntos flotando en el aire, sobre la cabeza del secretario, como si fueran las estrellas sombrías del sistema astral; bailaban encendidas, como si quisieran llamar su atención, y pedirle que abandonara el lugar. Pero hacía tiempo que Moravius había aprendido a ignorar las advertencias de la sabiduría, aunque sea por un rato, cuando iban contra sus deseos. Si había algo que había aprendido, y no de sus maestros de magia, era que saber lo que es sensato no significa tener que necesariamente hacerlo así.

Miró a Ailara a su lado, y sonrió un poco más. Ella nunca estaría de acuerdo: era lo malo de considerar la sabiduría como parte de la naturaleza.

- Señor secretario - dijo, pasando a un plano visible por vez primera - Además de los puntos de mis compañeros, que considero muy acertados, me gustaría preguntarle algo. ¿Están seguros que no existe ninguna posibilidad de hostilidades de la propia Sarcess, a modo de castigo por la tardanza? Saber eso nos permitiría evaluar por completo la situación, y pensar mejores formas de asegurar el éxito... - hizo una pausa, mirando a los ojos del secretario, como si estuviera estableciendo un lazo de carismático entendimiento - En beneficio de ustedes, y por supuesto, en el nuestro.

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12/01/2009, 23:25
Bathalias de Emdelis

Bathalias devoró con sus ojos toda la instancia mientras su fino olfato trataba de combatir la vulgaridad perfumada cuyo centro y origen era aquel corto humano embutido en ropajes.  Los segundos arrancados gracias a las intervenciones de sus compañeros, le sirvieron para profundizar con más detalle en el secretariado de alto perfume.

 Una vez terminó de hablar Moravius avanzó tres pasos con firmeza sosegada,  dejando a espaldas sus compañeros.

 

Disculpad el hastío de preguntas, suele ser común en la premura humana, mi nombre es Bathalias de Emdelis y ellos son mi gente – dice señalando hacia detras por encima del hombro con sobria autoridad mientras  sus labios dibujan un suave sonreír y su cabeza se inclina ligeramente -

 

No me equivoco al decir que el barón tiene tres mil razones y la ira de Sarcess en su mente, ello asegura que nos sean facilitados los pertrechos necesarios para llevar acabo nuestra empresa   - dice enfatizando la palabra “nuestra” y entrelazando sus ojos con los del secretario -  

 

Así que no pongo en duda que vos, señor secretario, resolveréis  la totalidad de nuestras consultas antes de partir. pues a la par que sois conocedor de perfumadas esencias debéis saber que el hedor a muerte recorre los dominios de la Torre Negra de Ybress. – Tras decir esto fijo sus ojos con firmeza en el secretario y aguardo en silencio la contestación de este, mientras los dedos de su mano acariciaban con extrema delicadeza el grabado de oro que coronaba la empuñadura de Libriel su amada espada.

 

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13/01/2009, 00:37
Ailara Sotobosque

Ailara, junto al gigante de su compañero Merkus escucha la historia del hechizero, sin poder evitar dar un pequeño respingo al terminar de escuchar lo que dijo este.

Llevarle todo ese oro a Sarcess ¡una hechizera!, ¿Por qué esta gente le paga a una hechicera? Bueno, será la misma clase de gente que deja que ellos vivan en su ciudad.  Piensa mientras acaricia disimuladamente a Mazgul, para calmar su imaginación y a su querida  loba gris.

Esperemos que Bathalias no acepte el trabajo.

-¿Qué piensas Mazgul? – susurra a la oreja de la loba mientras escucha el curso de la negociación. Buscando consuelo a su situación mira a sus compañeros de grupo, encontrándolo solo en Antor. Si vamos a hacerlo, por lo menos que sea él quien negocie el trato.

 

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13/01/2009, 13:00
Ashadir

Ashadir miró a sus interlocutores con un gesto de total desprecio, el cual no hizo esfuerzo alguno por disimular. Se alejó de ellos con pasos cortos y apresurados, como el que rodea una boñiga fétida que acabara de cruzarse de forma bastante molesta en su camino.

Cuando se hubo colocado a una cierta distancia les miró directamente, mostrando una expresión arrogante. No había duda o temor en sus ojos, únicamente descrédito. Aquel hombre no se mantenía alejado de ellos por miedo, lo hacía simplemente por repugnancia y tedio, quizás por su olor... quizás por su condición.

Finalmente cuando habló, lo hizo utilizando un tono relamido y dulzón, en una frecuencia una octava más alta de lo que lo había hecho anteriormente. Su inflexión era suave, peligrosa, como el siseo de una serpiente antes de realizar su ataque.

-Os voy a dar un buen consejo. Tomadlo en consideración, pues será el primero y el último: no juguéis conmigo, no intentéis utilizar ante mí vuestras absurdas tretas de taberna pues no soy ningún ignorante. ¡No estáis tratando con un burdo mercader! – con un simple gesto de la muñeca Ashadir hizo aparecer a su alrededor una reproducción en miniatura de un violín, creada a partir de simple luz. El instrumento comenzó a emitir una melodía embriagadora, relajante, apenas susurrante a oídos del secretario. Los ojos del hechicero se cerraron, temblando de furia al principio, aunque evidenciando tranquilidad tan sólo al cabo de unos segundos. Parecía que le hubiese costado retomar el control de sí mismo. Cuando volvió a abrir los ojos sus rasgos se contrajeron en una mueca amenazante -. No debéis preocuparos por Sarcess ni temer de ella cualquier otro tipo de reacción que no sea lanzarse ansiosa sobre el cofre que transportaréis. La ambición es su principal virtud y su mayor defecto, una vez allí ni tan siquiera os dirigirá la mirada, echará mano inmediatamente del dinero. Lo se por experiencia. No obstante, he de reconocer que lo que se os pide no queda exento de riesgo. Considero más que justo el pago de diez escudos de oro por el mismo, sin embargo, el Conde, pues es Conde no Barón, es magnánimo, no como yo, y me ha dado instrucciones de que negocie con vosotros. Se os pagará trece escudos de oro por cabeza, en lugar de diez, y se os asignarán animales de carga que trasportarán el cofre y se cubrirán todos los gastos de alimentación y descanso durante el viaje. También se pondrá a vuestra disposición buenos caballos de monta para que realicéis el viaje. Partiréis hoy mismo, esta tarde. Mintras, podéis abusar de la hospitalidad del Conde, se os convocará después de la comida. Es mi última oferta. Si no os place estoy convencido de que vuestra inteligencia os alcanzará para hallar la salida.

Tras cruzar las manos sobre el pecho Ashadir comenzó a tamborilear con los dedos sobre su antebrazo de forma impaciente. En ese instante reparó en que el instrumento musical de luz aún permanecía flotando en el aire y lo apartó de sí mismo como quien mata un insecto. El pequeño objeto conjurado desapareció entre rasgados hilos de humo.

-Ah, por cierto, casi se me olvida un detalle sin importancia. Un aviso. Dado el extremo valor del encargo, supongo que comprenderéis que la cifra que se os entrega en guardia y custodia es suficientemente alta como para tentar la avaricia de cualquiera, incluidos vosotros mismos. Así pues, en caso de que aceptéis, yo de vosotros trataría de evitar malos pensamientos y tentaciones dañinas. Creedme, sólo os conducirán al dolor más insoportable.

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13/01/2009, 16:20
Merkus

El bárbaro se había mantenido alejado de las negociaciones pues en nada le interesaban los detalles tratados por sus compañeros, después de todo incluso a él le parecía estúpido preguntar si habría peligro, por algo les pagaban. El repetido choque del talón de sus botas contra el suelo se había hecho cada vez mas molesto y evidenciaba la impaciencia de Merkus, su mano recorrió una y otra vez con la empuñadura de su espada como si esperase un motivo para usarla. Por un segundo le había pareció a Merkus que las negociaciones estaban destinadas a terminar en acciones hostiles pero en cuanto escucho el ultimátum del servidor del Conde amenazando con dejarles ir sin una misera moneda el bárbaro no pudo reprimir un instintivo paso al frente.

¡No!, yo estar listo para ir allí, parecer bien trato y no querer perder tiempo, esperaremos nosotros ha que estar todo listo y ir todos allí. Luego de unos segundos una sonrisa surco su rostro cuando pregunta. ¿Poder comer antes de partir?

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13/01/2009, 16:23
Moravius

- Sus amenazas no tienen fundamento ni necesidad - dijo Moravius tras un segundo de silencio, luego de las palabras del bárbaro. Había dejado de sonreír, y bajo el cabello blanco, sus ojos oscuros acompañaban la bajada de una octava de su voz - Se ve con toda claridad quiénes serían los mayores perjudicados, si fuera el caso.

El bastón volvió a moverse. Esta vez, haciendo un levísimo sonido, como la cuerda de un violín estallando en el silencio de la noche. Se apoyó finalmente contra el taco de su bota, inclinado apenas hacia delante, rompiendo así su posición vertical. Todo eso a diferencia de Moravius quien, ahora mudo y serio, no quitaba la vista de las pupilas de Ashadir. Aparentemente, aquel hechicero no había tenido suficiente arrogancia con lamer las manos de sus maestros, y había decidido que todo el mundo se las debía lamer a él. Quizás era que había fracasado en su lucha por ser un mago de renombre y se desquitaba en cualquier situación de poder que encontraba... O quizás había alcanzado el objetivo, y se desquitaba de todas formas. No importaba cuál era el motivo de aquel para comportarse como un imbécil. Moravius no estaba dispuesto a concedérselo, ni aún muriendo de hambre en el camino.

Pero en vez de continuar hablando, dio vuelta la mirada, y la puso en Bathalias.

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13/01/2009, 17:50
Antor PielGris

Haciendo una reverencia muy elaborada Antor dirigió su mirada hacia Ashadir, con una mirada un tanto socarrona hacia este

- Ha elegido con sabiduria noble Ashadir, un tanto rudo en los modales pero ha sido un noble contrincante en el arte de negociar, haremos el encargo lo mejor que podamos teniendo por verdad sus palabras de que no correremos ningun peligro al entregar el paquete tan valioso para la comunidad. Bien espero que las dudas que aun mantengo me sean resueltas a posteriori, como un mapa de la zona y una explicacion mas que detallada de la zona, no me gustaria correr el riesgo de caer en un lodazal y perder un tiempo más que precioso o que nos ataque alguien y no saber donde poder defendernos lo mejor posible, el mejor ataque es la mejor defensa, nunca de frente

 

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13/01/2009, 20:09
Alfren Niubar

De pronto y sin previo aviso, los gallos hinchan sus pechos y abren sus alas moviéndolas rápidamente mientras cacarean para espantar a su rival. ¡O esa era la impresión de Alfren ante tal escena!

Ella no necesitaba negociar, había aceptado las diez coronas gustosamente. Por mucho menos había tenido que viajar y malvivir, y todo para algún día lograr un objetivo mayor. Quizá como caballero no trabajaría, pero hasta ese momento debía asegurarse un sustento, una forma de vida, y si esa debía ser trabajando y sirviendo a otros así sería. No rompería sus normas, sus ideales. Además, todo ello le serviría como experiencia para mejorar su presteza con el arma, para liderar un grupo, para seguir el camino recto aún en las más duras condiciones...

Alfren cerró el puño en torno a su arma y se disponía a hablar cuando de pronto el secretario apartó aquel instrumento maravilloso que volaba a su alrededor. Aquellas cosas le encantaban, atraían su atención como una niña pequeña. Reprimió una sonrisa y se limitó a asentir ante las últimas palabras del enviado del Conde y del resto de sus compañeros. Parecía que la cosa estaba mucho más relajada, más tranquila.

- Os doy mi palabra, señor. El cofre no será abierto durante el trayecto. Pondré mi vida y mi honor en juego para protegerlo -dijo orgullosa y noble.

Su gesto se mantuvo en tensión ante la promesa realizada. Eso significaba todo para ella, y debía serlo también para el resto.

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14/01/2009, 05:11
Bathalias de Emdelis

 

El elfo permaneció impasivo ante el grotesco discernir del secretario, las palabras que este escupió llegaron a los oídos de Bathalias  muertas y carentes de tono.  Su longeva edad había diezmado la llama de la sorpresa, poco le quedaba ya por escuchar o ver...

Bien esta tarde partiremos – Dijo nada más acabar sus compañeros de hablar -

Tras la breve frase se volteó  hacia los mismos y se situó justo delante de ellos. Hay poco tiempo – sus dedos acariciaron su mentón denotando preocupación -

Merkus y Ailara ir a las cuadras necesitamos saber que es lo que el secretario considera “un buen caballo de monta” comprobar tambien los animales de carga previstos, han de ser pudientes.

Alfren a la armería, tal vez encuentres algo útil que nos  pueda ayudar en nuestra tarea – Dice mirando a los ojos fijamente a la mujer-

Antor ves a las  cocinas, hazte con provisiones y algo para ocultar el cofre… cuidado con las faldas y el buen vino que puedas allí hallar, necesitamos alimentos que perduren en el tiempo –Dice con una ligera sonrisa-

Moravius ya sabes lo que hacer, escasos momentos de calma tendrás en los próximos dias

Podreis encontrarme  en el patio hasta la hora de comer por si necesitaís ayuda, no soporto estos muros ni el rancio olor de sus maderas. – Dice con un ligero tono de agobio mientras os mira a todos para luego dirigirse a la salida -

 

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14/01/2009, 11:08
Conde Nesvind de Riaghul

Bathalias se dirigía ya con paso firme hacia la salida pero se detuvo en seco antes de poder alcanzarla pues una puerta se abrió de pronto en uno de los accesos a la estancia y por ella entraron seis soldados, dos de ellos espada en mano, escoltando a un hombre de gran estatura y porte noble que no podía ser otro que el Conde Nesvind de Riaghul.

El Conde lucía unas vestimentas de gran calidad, en tonos azules, navegadas por hilos de oro. Mostraba numerosas joyas, así como un enorme broche también de oro que le sujetaba la capa. Llevaba suelto el largo cabello rubio y sus ojos eran apenas dos rendijas blancas sobre un rostro marcado y bien definido.

-Ah, estáis aquí. Bien, al fin os encuentro. Supongo que todo habrá sido ya acordado, ¿verdad? – el tono de sus palabras era el de aquel que estaba acostumbrado a infundir temor tan sólo con su presencia, rango y título.

Los soldados que formaban la escolta se movían a su alrededor, tratando de no estorbar su avance y de mantenerse a su vez lo más cerca posible de su señor. El conjunto resultaba por igual intimidante y cómico.

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14/01/2009, 11:09
Ashadir

El secretario del Conde echó un rápido vistazo a los seis recién llegados y se volvió hacia el noble.

-Si, señor. Tan sólo perfilábamos los detalles de la partida. Todo ha sido acordado. - el tono de voz había cambiado considerablemente del que había utilizado para dirijirse a ellos. Mantenía su expresión culta y la forma de hablar elegante, mas cubiertas con un perceptible deje de sumisión.

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14/01/2009, 11:11
Conde Nesvind de Riaghul

-Bien, bien. Así debe ser. - con un gesto displicente de la mano pasó por encima de la respuesta de su secretario casi sin escucharla siquiera y se dedicó a examinar con la mirada a los seis aventureros -. Parecéis un grupo valiente y con recursos. Espero que no me defraudéis y podamos brindar con vosotros dentro de unos días, al calor del fuego, por el buen término de esta entrega.

No esperó respuesta, no lo consideraba necesario. Se giró con un gesto elegante y se dirigió hacia la salida. Los soldados se apresuraron en rodearle, precediéndole en su salida y protegiéndole la espalda. Sin embargo, antes de alcanzar la puerta se volvió de nuevo hacia ellos. Aunque sus palabras se dirigían al secretario, los ojos estaban fijos en el grupo.

-Ashadir, ¿les has contado ya lo que hicimos con los soldados que desertaron el año pasado? – observó de reojo como el hombrecillo negaba con la cabeza y emitió un leve gruñido -. Ocho hombres fueron escogidos de entre los que sirven en mis dominios para llevar el pago, tal y como vosotros haréis este año. Cometieron el error de considerarse más listos que yo y trataron de huir con el cofre y el dinero. Tardé casi una estación entera, pero finalmente di con ellos. Aún podéis observar las maderas donde fueron crucificados en el camino del Norte, quedarán ahí para siempre como un recuerdo de lo que les ocurre a quienes me traicionan. Si pensáis que podéis escaparos con mi dinero pasaréis el resto de vuestra vida huyendo. Será lo último que hagáis. Os perseguiré hasta encontraros y os despellejaré vivos. – las bravatas del Conde habrían sonado vacías pronunciadas por otra voz, emitidas por otro cuerpo. Sin embargo, el aura de autoridad y seguridad que irradiaba, unidas a la fría mirada que ocupaba su semblante, no dejaba lugar a dudas de que aquel hombre cumpliría su amenaza aunque fuera lo último que hiciera.

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14/01/2009, 16:21
Merkus

El bárbaro había aceptado ya las condiciones del trato por lo que la larga bravata con la que se regalaban sus compañeros y el secretario le era del todo indiferente, después de todo el no acostumbraba amenazar, era una estupidez, desde su punto de vista era avisar a un enemigo lo que se pensaba hacer en su contra, a él le gustaban las cosas simples y practicas, en lugar de una amenaza un buen golpe de espada, nada mas efectivo para resolver una diferencia entre dos bandos.

Cita:

Merkus y Ailara ir a las cuadras necesitamos saber que es lo que el secretario considera “un buen caballo de monta” comprobar también los animales de carga previstos, han de ser pudientes.

Pero que demonios se creerse este elfo estúpido para darme a yo ordenes, no ser yo el mozo de nadie. Pensó de inmediato el bárbaro, quien herido en su amor propio no dudo en llevar la mano a la empuñadura de la espada dispuesto a aclarar el punto, después de todo su confianza en las decisiones del elfo no era la misma luego de lo que su estupidez les había hecho pasar, sin embargo en ese momento se dio la entrada del famoso Conde quien primero les invito a comer y termina amenazándoles.

¿Pero que diablos? Merkus apenas y logro controlar el insulto que afloraba a su boca, tan solo contenido ante la expectativa de una buena cena al calor del fuego a su regreso...

Bien, nosotros dar prisa, yo que querer algo de comer antes de partir. Se limito a decir.

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14/01/2009, 18:36
Alfren Niubar

Adiestrada entre hombres y acostumbrada a recibir órdenes Alfren recibió con agrado las indicaciones del elfo. En el poco tiempo que habían estado juntos se había ganado su respeto y asumía el rol de líder. La chiquilla le respetaba como tal pues hasta el momento parecía merecerlo. Asintió dos veces cuando éste le ordenó ir a la armería. Apartó un mechón que caía nuevamente por su cara y se giró hacia el secretario esperando que le dijese dónde encontrar el lugar.

Sin embargo y sin previo aviso el Conde se presenció junto a ellos, y demostrando porqué ostentaba el título que tenía lanzó una retahíla de palabras y amenazas que no hicieron si no desagradar a cada uno de los presentes. Toda persona merecía una oportunidad, y sin duda, aquel hombre también. Pero difícilmente Alfren cambiaría de parecer sobre la primera impresión que ya había creado sobre el Conde. Pese a todo, sus amenazas eran lógicas pues aunque Alfren fuese una mujer noble y con principios, cierto era que tal clase de persona era difícil de encontrar en aquellos tiempos. Traición, mentira, hurto, venganza, y supervivencia ante todo. Esas sí eran palabras mucho más habituales y los rasgos más notables a destacar entre las personas. Pero no Alfren, no ella ni para ella. A sus ojos todo era mucho más hermoso, mucho más lógico y con un sentido. Reprimió una respuesta airada asumiendo su papel, el de una mujer guerrera que aceptaba trabajar por unas míseras monedas.

Miró con sus brillantes ojos a sus compañeros y les sonrió ligeramente intentando apaciguar sus nervios, quizá alejar la tensión del momento. Se mordió el labio inferior arrancando un pequeño pellejo que comenzó a mordisquear antes de hablar.

- Somos gente de bien. Si somos contratadados para un objetivo lucharemos para conseguirlo. Entendemos sus advertencias, e igualmente agradecemos su hospitalidad y su ayuda hasta que partamos. Celebraremos nuestra llegada junto al fuego dentro de unos días -dijo cortesmente inclinando ligeramente la testa.