Partida Rol por web

La discordia se apodera del grupo... Nada es inmune a la magia negra que maldice estos muros, y el príncipe de Viz-jun es el primero en sentirlo. Sin querer dar más tiempo al mal que acecha, Aidan avanza con decisión y los aventureros improvisan la mejor formación que pueden para seguirle.

La entrada es tétrica: Un escalofrío trepa por las espaldas de los valientes con el pisar de las primeras baldosas. Aire preternatural y cargado; sombras danzantes que languidecen y renacen en cada hueco, en cada esquina. El grupo acaba de penetrar en el atrio y este les imprime una incómoda sensación.

Difícilmente puede todo esto ser obra de bandidos. Desde el fondo emanan los vapores de una fuente maloliente que desborda, como una herida abierta, líquidos amarillentos, fétidos y supurantes. A su alrededor, frente a un portón blindado, pilas de escombros y destrozos: montones de madera podrida, losas hechas añicos, plantas muertas y hierbas arrancadas de la tierra... Solo el pavimento ha quedado en su sitio, también agrietado y maltratado.

Posadas en cada extremo del atrio, cuatro gárgolas de piedra rígida se presentan como los nefastos guardianes del estropicio: son figuras talladas grotescamente, cruces entre lo humano y lo animal; lo divino y lo maligno. Despliegan dracónicas alas con orgullo, cubriendo pétreos brazos y piernas dotados de garras temibles, lo suficientemente agudas como para atravesar una cota de malla. Mórbidas esculturas o máquinas de matar, según se mire...

Asolado en la mirada fija de las estatuas, Kazhaj el nigromante es invadido por una extraña visión...

¡Puedo verlo... Puedo oírlo...! El llanto de un bebé a lo lejos, como a cientos de metros... - Kazhaj mira a sus compañeros sin decir nada. - No... Ellos no pueden escuchar... ¿Qué significa esto? - Los párpados le pesan, los cierra, los globos oculares comienzan a vibrar, como cuando sueñas.

El nigromante ahonda en el trance hasta quedar atrapado en una imagen minimalista. - El sacerdote vertiendo agua sobre el niño...

La dolorosa imagen se desvanece, su punzante recuerdo permanece. Kazhaj desea perseguir el sueño, desenterrar los secretos del pasado... Pero entonces es sacudido por Garrohk. El bárbaro le arrastra de vuelta a la formación: las gárgolas han despertado de su descanso eterno y sus pesados cuerpos de roca animada revolotean como cuatro demonios alados surgidos de lo más profundo con una sola intención: arrastrarlos a todos al abismo...

La alucinación lo dejó confuso, aturdido. No era la primera, y sabía que habrían más, muchas más.

Despeja tu mente, nigromante. Hazlo!

Concéntrate, aísla tus miedos, tu pasado, déjalos atrás.

Hazlo!

El medallón... El medallón...

Lo extrajo, lo apretó en un puño. Sus ojos se tornaron grises, sin pupila, sin iris... Sin vida. Grises como la roca...

-Bestia. Te condeno. Te maldigo! Te tallaron en roca, roca eres pues. Que el tiempo te erosione, agua fluya por tus vetas, debilitándote. 

Había mucho más en juego que una discusión por la formación, pero ahí en aquel momento se dejaron ver rencillas, egoísmos, envidias y quizás también cabezonería. Cada uno actuaba según su criterio creyendo que era mejor que el de los demás, quizás parte de razón o falta de entendimiento para llegar a un acuerdo en grupo. Ethiel sacó sus garras de mujer para defenderse, pues Jowen atacó en la unión de ambos, por otro lado el mercenario se sentía ofendido por no ir el primero, al final fue el príncipe el que orientó hacia la posición que vio más apoyada. En cierta manera Darna había contribuido con el apoyo al paladín que su estrategia fuese más valorada, aunque no por ello la mejor. El paladín al igual que Ethiel podría haber dado más puntos de vistas para llegar a un acuerdo, pero el tiempo apremiaba como así dijo el príncipe y ante el poder de la realeza todos obedecieron. Gracias al Dios Supremo, que Roland estaba cerca de Ethiel para así cumplir su promesa, y como predijo los enemigos podían atacarles desde diferentes frentes como así vio con las gárgolas dando por sentado que haber expuesto a los conjuradores a la línea última hubiera sido una gran errata. Sin embargo, tampoco quería sentirse como la única opción fiable, pues ante tales ideas todas habían cumplido un noble fin... querer llegar hasta el final de la Catedral. Rezando en silencio a su Dios Roland avanzó con las armas sacadas, queriendo llevar su juramento hasta el final. Sus enemigos que podían parecer fáciles se convirtieron en temibles seres de piedra capaces de desgarrar de un solo arañazo. Los guardianes del templo habían despertado desde su temible aspecto y ahora se encontraban luchando por su vida, por su salvación.

Y el camino hacía la Catedral estaba hecho, tras cruzar el atrio con unas horripilantes Gargolas talladas en piedra que cobran vida las cosas se ponen feas, a lo que sin mediar palabra Jowen intenta hacer el mayor daño posible utilizando uno de sus conjuros, de su boca sale la frase magicae telum al momento que salen hacía la Gargola más próxima 4 misiles

La batalla por fin había llegado. Cuatro gárgolas, una a cada lado. Garrohk, con una sonrisa casi animal, como el depredador que contempla a su presa, se lanzó a por la que tenía más cerca, pero justo cuando comenzó a moverse, una sensación extraña invadió todo su cuerpo. Se sentía como si hubiese estado toda la noche bebiendo un fuerte aguamiel, mareado, con náuseas y con un intenso dolor de cabeza.

¿Qué demonios está pasando? Si no he bebido nada de alcohol, ¿por qué tengo esta especie de resaca?- pensó.
 

El bárbaro lanzó dos intentos de ataque con su gran hacha que quedaron en eso, en dos meros intentos. Ni siquiera llegaron a rozar a la gárgola, pero Garrohk estaba demasiado ocupado apoyado sobre sus rodillas luchando por no vomitar en pleno escenario de batalla.

Ella no iba a entrar a la catedral, no quería seguir sin sentido a aquel que minaba cualquier posibilidad de diálogo en el grupo, sorprendiéndose la mujer cuando el paladín que tanto le regalaba los oídos se adelantaba sin una palabra o una consulta, como si la acusación de Jowen siquiera le importase. Ello molestó a la mujer lo suficiente para tener claro algo, a partir de ahora era ella lo único importante y entraría a la catedral porque al fin y al cabo el fulgor mágico le causaba curiosidad, pero se plantearía siempre qué pasillo seguir o qué puerta abrir, ya no formaba parte de grupo alguno, si nadie le importaba ella, ellos no le importarían y evitaría en todo caso exponerse.

Lamentablemente la exposición estaba nada más en la entrada cuando la joven hechicera siente un escalofrío recorriendo su espalda y el mismo atrio, sombrío y lúgubre le emana oscuras sensaciones.

- Aquí un nigromante estaría como en casa... - se susurra a ella misma, total, no consideraba que a nadie le importase lo que pensaba -...que feas son esas gárgolas... - dijo al fijarse en las esculturas de grotesca apariencia, nada adecuadas para la belleza que una catedral debiera portar.

La imagen podía empeorar por minutos, cuando aquellas esculturas de piedra comienzan a cobrar vida y de alguna manera no verbal exigen las almas de los allí presentes, pues eran responsables de su despertar.

Ethiel quedó por unos minutos paralizada ante aquellos seres, pensando qué era mejor, si emplear su magia o su bastón contra las gárgolas, pues hijas de la magia eran y esperaba que no la resistiesen con facilidad o perdería sus energías en vano. A la joven le dio tiempo además a echar un vistazo a su alrededor, cada criatura maligna tenía una media de dos luchadores, menos la que estaba más cerca de Darna, la joven amazona se las vería a solas con la mole de piedra si no se posicionaba a su lado, así que tuvo claro que su objetivo era la que se encontraba en la esquina inferior derecha del atrio.

- Rechazo de esta criatura su desvelo a través de una saeta de hielo.... - conjuró la joven lanzando una hermosa flecha de color azul oscuro que si acertaba en su objetivo le haría relentizar y dar a Darna una mayor posibilidad de impacto, eso si no se le adelantaba, por supuesto.

¿Qué era esa extraña sensación? ¿Por qué esa pesadez en el ambiente? La determinación del principe compelía a Darna a continuar por la entrada de ese lugar viciado. En un instante unos sonidos de entrechocar de roca los advierten.

- ¡Atentos! - dando un respingo Darna se aleja de una estatua horrenda que está cobrando vida y con reflejos de guepardo suelta un flechazo hacia la gárgola.

Escuchando las palabras del nigromante que invocan agua contra la roca quizás sea buena idea... - ¡Roland aparta!... ¡Gefrost! - con una orden la siguiente flecha ya en su arco comienza a emitir una leve humedad fría y un brillo azulado. Girando sobre si misma dispara a la gargola que préviamente estaba a su espalda.

-Aquí un nigromante estaría como en casa...- Escuchó susurrar a Ethiel. Pues estaban codo con codo. Poseía buen oído y además, aquella misma mañana, se extrajo dos tapones del tamaño de una bellota madura (que tó hay que explicarlo, coño).

- A innumerables millas y puestas de sol queda mi hogar, jovencita. Pero presiento... cada paso, cada latido, me acercan hasta él.

1- Al unísono, las gárgolas emiten un chirrido seco y ensordecedor. La primera de ellas se abalanza contra Alwar, estupefacto y lento en reflejos. El príncipe Aidan reacciona con celeridad e interpone la espada bastarda entre el cuello del mercenario y las uñas del monstruo: chocan en un chasquido casi fatal; Alwar conserva la vida. Jowen responde a la agresión: Cuatro misiles arcanos brotan de las yemas de sus dedos y uno tras otro impactan sin piedad: la piedra de la gárgola comienza a quebrarse.

2- Roland se sumerge en un trance místico y devoto. Por un momento, su alma se aleja de la cruenta batalla y la oscuridad que la alimenta... Sus pensamientos recorren la sencillez del mundo y la perfección de su Dios y, con humildad aldeana, le ruega auxilio en un rezo ferviente. Roland regresa al presente, su espíritu y su arma fraguados en uno solo, dispuesto a defender el milagro de la vida y la creación. 

3.1- La batalla se torna caótica escaramuza: La tercera de las gárgolas presiente con peligro el aura de Roland y carga contra él. Kazhaj detecta la maniobra e invoca una poderosa maldición sobre ella. La gárgola cae con todo el peso sobre el paladín, pero su dura roca se ha tornado ligera y dócil... La armadura de Roland absorbe su debilitado golpe sin esfuerzo.

3.2- Garrohk, contaminado por los vapores de la fuente ponzoñosa, tiene serias dificultades para mantener el equilibrio. El bárbaro da lo mejor de si para efectuar una tajada cruzada con ambas hachas... Desgraciadamente, su objetivo le predice y alza el vuelo antes de ser alcanzado.

3.3- Darna ejecuta dos veloces disparos con la misma rapidez en que se narra en las Leyendas Élficas de Nörsil: los dedos de la amazona casi no han dejado ir la cuerda cuando ya están tomando la siguiente flecha. La primera de ellas impacta certera en la gárgola inmediata a ella, estorbando su vuelo, la segunda busca detener a la que está acosando a Roland... Pero es un disparo demasiado ambicioso y se pierde en un silbido lejano.

3.4- Fandral se aferra a la cimitarra angustiado: su compañero ha estado a punto de morir ante sus ojos. Notablemente compungido, no consigue efectuar nada mejor que un sablazo endeble... No obstante, su enemigo ha sido machacado por los misiles de Jowen, y su poco impresionante golpe es suficiente para desmoronarlo en un montón de piedras.

4.1- La segunda gárgola responde a los ataques de Garrohk con un rencoroso puñetazo. A pesar de su aturdimiento, el bárbaro conserva la destreza suficiente para apartar la cabeza en el momento oportuno. El brazo pétreo le arranca unos pocos cabellos y queda suspendido a su lado, sus ojos vahídos encontrándose inmediatamente con la mirada hueca de la estatua.

4.2- Ethiel dibuja un enigmático símbolo en el aire y recita un verbo conjurador: el símbolo contesta adoptando forma de saeta y emitiendo un destello azul... Entonces viaja hasta la cuarta gárgola, ya herida por Darna. Al hacer diana, el proyectil se entierra y congela a la vez, expandiendo su frío virulento hasta convertir al monstruo en una estatua de hielo, inmóvil e inofensiva.

Solo dos de los cuatro monstruos sobreviven y ninguno de sus ataques ha tenido éxito: su única posibilidad real de hacer mella en el grupo ha sido frustrada por la intercesión de Aidan. La protección y el coraje mostrados por el príncipe las irrita y enrabia, motivándolas a unir el furioso batir de sus alas en una acometida desesperada contra él...

Kazhaj había respondido a su comentario susurrado pero la joven no entendió lo que intentaba transmitirle y para qué negarlo, no era un buen momento para seguir charlando y menos con aquellas criaturas poco amigables mirándoles como si fueran a ser la cena que no habían comido en toda su existencia.

La hechicera solo tenía ojos para la gárgola que estaba cercana a Darna, concentrada en ejecutar bien el hechizo que le daría la posibilidad de clavar una flecha de hielo en ella. La energía mágica brotó nítida y fuerte, mostrando su habilidad en aquel conjuro que le salía con la misma facilidad que un niño se comía un trozo de pastel. Aquella mole de piedra viva fue atacada antes que ella por su compañera, pero su saeta acabó dándole el golpe de gracia, provocando que acabase congelada.

Ethiel sonrió y apartó sus cabellos a un lado en pose coqueta, y es que a pesar del conflicto, era muy diva la joven, fijando cuál sería el siguiente enemigo a abatir. Sólo quedaban otras dos gárgolas vivas, y la muchacha de cabellos caoba estuvo tentada de no efectuar otro ataque, puesto que si agotaba sus energías y les venía luego algo peor, no tendría forma de hacerle frente. Pero también razonó que si por mano de los demonios del averno nadie conseguía dañar a esas criaturas, podía morir irremediablemente, y para qué negarlo, no tenía interés en ello, así que volvió a ejecutar el hechizo de saeta de hielo.

- Con esta saeta de hielo, yo te repelo... - dijo la hechicera haciendo unas florituras en el aire con su mano, con la clara intención de dañar a la gárgola que se situaba en la zona noreste del atrio, la que no pudo ser dañada por Garrohk y había emprendido el vuelo, y es que por sus formas de actuar, parecía que iba a caer en picado y atacar.

Al ver el contundente efecto que tuvo el primer misil sobre la Gárgola enemiga Jowen se llena de valor, gracias a Aidan la cabeza de Alwar había sido salvada y ello era algo digno de agradecerse al terminar y sobrevivir a la batalla que ocurría en ese momento, la misma Gárgola cae ante el penoso pero suficientemente efectivo golpe de Fandral, excelente, un enemigo menos pensó Jowen para sí y al mismo tiempo ve y reconoce un conjuro que pone fin en el acto a la bestia cercana a la hábil Darna, proveniente de Ethiel, ya con 2 vamos mejor por el camino.

Solo quedaban 2 Gárgolas, una frente a el bárbaro quien no pudo acertar sus golpes y otra frente al paladin quien se alistaba para destruirla al momento, Jowen no sabía muy bien que hacer, quitarle su presa a un bárbaro no era buena idea, aunque este estaba levemente indefenso a punto de vomitar, por otro lado Roland se las podía apiñar fácilmente contra la Gárgola cercana unido ello a que Kazhaj estaba cerca para cubrirle, sin embargo, 1 elemento le ayuda a tomar su decisión, fue ver como Fandral se cae al intentar embestir a la Gárgola que tenía la espalda de Aidan para ella sola.

Por otro lado al parecer la misma sensación de Garrohk empezaba a  hacer efecto en Alwar quien se movía torpemente hacía la otra Gárgola cercana a Roland, de la cual el mago no se preocupaba cabe destacar gracias a el paladin y el nigromante, Magicae Tellum son las palabras que majestuosa e impresionantemente crean la forma de 4 puños que salen directa e inexorablemente golpean la Gárgola que iba a atacar Fandral, luego de ello escucho como Ethiel comenzaba a conjurar el mismo hechizo de la saeta, desconociendo el objetivo pues este estaba concentrado en su conjuro.

Por un segundo pensó, ojala no sea el mismo destino, capaz y termina usando en mi contra por quitarle su objetivo. Lo cierto del caso es que Jowen protegería la espalda de Aidan pues este había protegido a su mercenario y al mismo tiempo a nuestro bárbaro que parecía estar pasando un mal momento en plena batalla.

Garrohk se había librado de ser atacado por la gárgola, pero notaba cómo los vapores seguían haciendo mella en su cuerpo. Armado de coraje y de su gran hacha, volvió a lanzar dos tajos que, sin embargo, tampoco impactaron contra el monstruo.

Maldita sea... Esta no está siendo mi batalla. ¿Me estará afectando la discordia que hemos tenido antes de entrar?- pensó mientras seguía luchando por no vomitar.

El rápido movimiento anterior no ha permitido apuntar bien a Darna. - Muere maldita. Otra flecha, tensando bien y mirando con cuidado a lo largo del asta de la misma. En su pensamiento los viejos versos de un cantar de criaturas olvidadas como son los elfos:

No tengas premura al disparar
y tensa la cuerda hasta tu oido
mira el asta y vas a acertar
pues con calma esperas a tu enemigo

Garrohk tiene problemas físicos. Quizá no genere la fuerza necesaria para quebrar la piedra -​​​​​​pensó Kazhaj.

- ¡Gárgola! Escucha mi voz, ¡muéstrame tu verdadera esencia! Roca, acero o mithril... toda armadura protege carne y hueso. ¡Te despojo de tu piel pétrea!

Jowen el elementalista mantiene su bombardeo de proyectiles: sin alterar la postura ni un centímetro nuevos misiles brotan de sus falanges, todavía más potentes que los anteriores... La gárgola intenta elevarse a las alturas, pero es inútil. Los proyectiles curvan su trazo y se ensartan en ella, destrozándola miembro a miembro hasta reducirla a un cúmulo de piezas irreconocibles.

Solo queda una de los cuatro formas grotescas, que intenta una carga voladora contra el príncipe. Kazhaj recita una imprecación contra ella y sella su destino con el mal de la brujería. Aidan se encara con el nigromante, pero la amenaza de ser embestido le preocupa más ahora: Darna dispara su flecha con suma habilidad, Fandral ejecuta un vistoso corte lateral, Garrohk lanza hachazos como un bruto...

...Ninguno consigue hacer mella en él, pero por suerte han bastado para estorbar su vuelo frenético. Su cuerpo rocoso choca contra la armadura señorial sin la inercia suficiente para causar daño alguno. El monstruo pretende reincorporarse y virar, pero ya es demasiado tarde: Una segunda saeta de hielo planea desde las manos de Ethiel e incrusta su punta gélida en el lomo del monstruo, incapacitando sus movimientos...

La gárgola quiere librarse de la saeta y resarcirse pero ya es demasiado tarde: a su sufrimiento congelante le sigue el eco de la condena de Kazhaj. La maldición se cumple y azota al demonio, consumiéndolo muy lentamente hasta deshacerlo en polvo. Todo el grupo queda enormemente impresionado... En especial el príncipe de Viz-jun.

Siguiendo el pronunciamiento de la última maldición, una nueva oleada de imágenes y visiones invaden la mente del nigromante:

Un libro abierto y antiguo. Páginas deterioradas. Idioma desconocido. Símbolos prohibidos. Manchas de sangre... Y un medallón a su lado. 

Un poseso Kazhaj repite en voz alta:

- Me lo prometiste... Nos has fallado... - Un susurro de mujer está martilleándole el cerebro. - Te odio... Te odiamos...