Partida Rol por web

Aidan, todavía sin recuperar el aliento tras el combate, se desembaraza impetuoso del casco y señala a Kazhaj con la espada:

- ¡Tú! - Sus palabras vienen cargadas de desprecio. - ¿Crees que no nos hemos dado cuenta de tu herejía? ¡Tus pecados son dignos de pena capital! - El príncipe busca con la mirada el apoyo de Roland, el paladín. - ¡Tú y tus malas artes sois los responsables de que el mundo esté desmoronándose! ¡Juegas con el destino de las cosas... Y todos pagamos el precio de tu insolencia! - Acusa entre jadeos.

- Vosotros, nigromantes, sois los culpables de que el mal haya vuelto a Santuario. - Dice a modo de ultimatum.

Inmediatamente pasado el peligro Darna, desapasionada y pragmática busca las flechas que hayan podido salir ilesas de chocar contra la gargola o las paredes de la estancia.

- Príncipe, explicadnos... ¿qué mal ha venido a aposentarse en la catedral? ¿por qué está el arzobispo aquí entonces? ¿qué hay de su majestad el rey, vuestro padre?

La muchacha de pelo caoba estaba completamente concentrada en su propia gárgola y en que ningún otro ser le acechase, eso junto con la conjuración de su hechizo provocaba que el resto de la lucha pasara desapercibida a sus ojos. Una nueva saeta de hielo cruza el espacio que le separaba al monstruo de ella e hiere a la criatura, no de la manera letal como consiguió la vez anterior, de hecho Ethiel hasta hace una mueca de fastidio por no haber apuntado un poco mejor, pero Kahzaj realiza una maldición que tiene un efecto inmediato sobre la gárgola, haciéndole perder la vida, transformándola en polvo.

Lo que debiera de ser un éxito parecía ser una tragedia, el príncipe de Viz-jun se enfrenta al nigromante hablando de pena capital cuando aquel hombre había revelado sus cualidades para ayudar a los presentes, ante aquello Ethiel no iba a permanecer callada, a pesar de que los favores de Aidan no estaban de su lado.

- Milord, ¿con qué justicias blandís vuestra vara si quien pone sus artes a vuestro servicio es señalado y recriminado por ello?... - dice la mujer sin temor, al fin y al cabo ya estaba sentenciada por aquel hombre que no veía más realidad que la linealidad de un único proceder, sin tener en cuenta de que todas las líneas de magia bien empleadas podían ser igualmente útiles frente al caos desatado -...Kahzaj ha jugado con sus habilidades mágicas para favoreceros y eliminar el mal de la catedral, ¿cómo se le puede juzgar de igual manera que al ser que levantó estas gárgolas?... El problema no es el poder que maneja si lo emplea para no causar mal, al fin y al cabo la magia es conocimiento, quizás para vos no debieran existir los magos, ni hechiceros, ni brujos, pero esas artes se revelan a quienes tenemos el don y cada vez que alguien de oscuro corazón hace el mal, es necesario alguien que conozca esas cualidades y se posicione en el sitio contrario... No paguéis con él vuestros miedos al desconocimiento porque ha demostrado ser un aliado... Acabáis de conocer el otro lado de un nigromante.

La joven tenía una lengua afilada que seguramente le pasara factura, pero no iba a permitir que alguien acusara de malas artes a quien invocase magia, quizás la nigromancia no estuviera bien vista, pero Kazhaj estaba de parte de ellos, sus acciones lo probaban y para la bonita pelirroja era más que suficiente.

Darna como siempre actuó cambiando de tema, bendita fuera ella, haciendo preguntas significativas que pedían respuestas mientras la oven Ethiel miró a Roland de soslayo esperando de que le apoyase contra el príncipe, al fin y al cabo juzgaba muy a la ligera las acciones de los demás y más cuando eran por su propia causa y para su ayuda.

Jowen celebró la caída de los enemigos con una leve sonrisa, todos salimos ilesos del enfrentamiento y eso era algo loable, el trabajo en equipo rindió sus frutos de manera memorable, el Elementalista tras un par de pasos da a los mercenarios un par de palmadas en la espalda en señal de buen trabajo, luego de ello su atención se fija en Aidan quien empezaba a atracar sin razón a nuestro compañero Kazjah, esto no le parecía correcto en lo absoluto y tras escuchar las palabras de Ethiel sin dudar respalda su enunciado agregando.

No veo justicia alguna en censurar a quien con sus artes ayudo a nuestro paladin y a ti mismo, la línea que divide lo bueno de lo malo puede cruzarse fácilmente, si tu espada obra a favor del bien es bendecida de la misma manera en que una que obra a favor del mal es lo contrario, la diferencia la hace la persona y no el arte que utiliza, decir tu y tus malas artes es no menos que erróneo cuando estas acaban de evitar que miembros del equipo y tu mismo salgan lastimados.

Quizás esto pueda ser obra de algún nigromante, pero hasta este momento Kazjah no ha demostrado responsabilidad alguna respecto a ello, deberías guardar tu espada antes de cometer algún error y pasar a ser tu el malo, creo más que nuestro objetivo esta dentro del Santuario dice mientras señala con su dedo el camino dentro de la catedral, evidentemente no en este grupo.

Tras esto se acerca al Bárbaro y pregunta, esta todo bien? Debemos continuar, luego de ello da un rápido sondeo al grupo y al momento de cruzar su mirada en Ethiel da una mínima sonrisa y continua sin esperar respuesta, no romántica sino más bien de alegría pues se dio cuenta que la maga estaba centrada, quizás él la había juzgado mal, o quizás no, solo el tiempo lo diría, pero en este momento en que se le necesito fue de gran ayuda y eso era lo importante.

No creo que debamos perder tiempo con Kazjah cuando allá adentro tenemos a El loco y quien sabe que más. Esperando que todo haya quedado allí continua caminando.

La batalla por fin había acabado. Tras una actuación desastrosa, Garrohk comenzó a sentirse algo mejor. Aún sentía unas leves náuseas, pero ya no estaba mareado y pudo incorporarse sin demasiada dificultad, haciéndole ademanes con la mano a Jowen de que todo estaba bien. Estaba atento a que el príncipe estaba increpando a Kazhaj a pesar de carecer de prueba alguna de que lo ocurrido fuese fruto de su voluntad. Dirigiéndose hacia el lugar del príncipe, el bárbaro le habló.

Puede que la desgracia que asola estas tierras sean culpa de nigromantes, pero Kazhaj aquí presente le ha salvado el pescuezo, tanto a usted como al paladín- dijo mirando a Roland-. Por muy príncipe que sea, va siendo hora de que se dé cuenta de quiénes están de su lado y quiénes no, y si alza su espada contra nuestro compañero, tenga por seguro que tendrá mis hachas a la altura de su cuello antes de que pueda siquiera parpadear.

Si no me entran unos males similares a los que me han entrado hace un momento...- pensó.

Aquel susurro acusatorio y cargado de odio lo atormentaba. Se sintió mareado. Un torbellino de sentimientos danzaron en su cabeza, en su corazón, en lo más profundo de sus entrañas. Le fallaron las fuerzas. Se aferró a su bastón, pero la carga era pesada. Vomitó.

-Era tan... joven... -dijo con voz apagada, a sí mismo- Tenía una vida por delante... -continuó sollozando. Nunca imaginé... ¿cómo podía saberlo? Me faltaban conocimientos, pero el tiempo se agotaba. Perdóname hijo -y rompió a llorar.

Alzó la vista al escuchar las duras palabras de Aidan. Cogió aire y, con esfuerzo, se acercó hasta él.

-Os decepcioné. A vos y a la Orden. Y pagué un precio muy caro.

-Aún lo conservo - le mostró el medallón- Su poder no fué suficiente. Me temo que sólo responde ante su dueño -puso el medallón en las manos de Aidan.

Caminó entre el grupo, encontró las miradas de Ethiel y Jowen.

-Agradezco vuestro apoyo, pero mi mentor dice la verdad. Cometí herejía, jugué con el destino. 

- Pero ¿qué está diciendo? ¿está poseido? - Darna lleva la mano a una flecha.

El príncipe aprieta los dientes mientras escucha los argumentos del grupo, esta vez totalmente unánime. Su férreo código moral no acepta condiciones, igual que su fe ciega no puede ver más allá de los dogmas impuestos. La discordia está a punto de estallar de nuevo cuando los portones blindados del recinto principal se abren por sí solos en un chirrido herrumbroso...

Aidan no aprueba ninguna de las respuestas como justificación al uso de maldiciones, pero les ha visto luchar a todos con arrojo y evadiendo mayor conflicto aprovecha las preguntas de Darna:

- Probablemente... O está loco, o en proceso de estarlo. - Suspira con un mohín. - En cuanto a tus preguntas, amazona... Son las mismas que yo tengo.  - Asiente con cabezonería. - Vamos a dar con las respuestas de una vez. - Casi sin terminar de hablar se adelanta a todos hasta cruzar el portón que, misteriosamente, acaba de abrirse ante ellos.

Entrar en la vieja Catedral es como sentir el abrazo de una historia milenaria envuelta en realeza, oración y misterio: templo y bastión tanto de reyes como cardenales, sus aromas de olíbano y mirra han acogido a incontables fieles y peregrinos provenientes de todo Khanduras… Pero hoy su saludo es diferente. 

La luz es despojada de todo esplendor: no hay estatuas de veneración ni cuadros sacros, ni iconos de ninguna clase ni tampoco rastro de libros o cualquier tipo de obra litúrgica. La nave parece una tumba: negra y encerrada, polvorienta y abandonada. Los bandidos deben haberse decepcionado: aquí no queda ni un gramo de oro que saquear, a no ser que no fuera oro lo que buscaban...

Bajo los escarpes del paladín quedan atrapados los restos de una página quemada. Roland examina los fragmentos carbonizados con atención y en ellos se desvela un brillo apagado, casi extinto: escritura horádrica. El texto desgarrado es imposible de recomponer: el fuego ha renegado del conocimiento que tanto costó traducir y su sabiduría ha sido perdida para siempre.

Diminutas alimañas recorren escurridizas los recovecos de las columnas cargadas y los arcos apuntados, sus formas contrahechas hacen morada en lo que un día fue la mayor de las glorias arquitectónicas... Como si su presencia burlara la santidad que antaño la gobernó. Otras pequeñas criaturas voladoras las acompañan en la ocupación, campando las bóvedas del techo y ocultando bajo sus cuerpos desfigurados los mosaicos que tanto costó elaborar.

El aire es escaso y pesado y da la tortuosa sensación de que el tiempo fuera a detenerse en cualquier momento perpetuando un agobio insoportable. La oscuridad reina aquí como lo haría en el casco de un barco hundido a cien metros del sol: Solo en el fondo del altar se divisan las llamas paganas de docenas de velas que concentran la única iluminación visible, colocadas azarosamente ante el candelabro ceremonial.

Sobre el altar se distingue la silueta yacente de un cuerpo humano. De él proviene el sonido de un goteo constante, su eco rebota en el silencio de la sala magna.

El príncipe Aidan detiene sus pasos en seco, incapaz de seguir adelante.

- Juzgar al hombre por sus actos mi señor no por sus creencias. Fue la respuesta que dio Roland ante la perseverancia del Príncipe contra la nigromancia. - Hace unos años... mi orden también tuvo que escindirse entre los que seguían quemando al poblacho en la hoguera porque consideraban que cometían herejía, y los paladines rebeldes que abolieron que se matara a gente inocente y fueron contra el mal verdadero, los diablos. Ya no es tiempo de cometer otra vez el mismo error mi señor. Han luchado todos con fiereza y valentía contra el mal y eso es lo que importa.

Roland entró en la catedral siguiendo su formación, el primero en la fila, allí el olor a mirra y óleo impregna los sentidos nasales del paladín, haciendo que recuerde las bellas imágenes de las iglesias. Pero esta iglesia para la lógica de Roland está desprovista de toda obra y cuadro sacro. - Parece que ha sido despojada de toda sacralidad. A sus pies una página quemada hace que Roland se incline y lo examine. - Parece que la catedral ha sido quemada, quizás la culpable esa luz resplandeciente que fulguraba fuera de las piedras. Es increíble si la cultura teológica ha sido suprimida por un mal que nos supera.

Roland siguió hacia el altar con su escudo y espada todavía sacados debido a las sombras que veía reflejarse en la penumbra de las paredes, como si las alimañas hubieran hecho allí su base, y como si figuras aladas recorrieran lo más alto de las bóvedas. Allí en el altar un cuerpo muerto produce un goteo incesante... Roland se acerca con rostro fatídico hacia el cuerpo para ver qué horrendo rito se ha hecho en aquel altar.

Los viejos portones se abren solos, invitándolos a entrar. Kazhaj repara en que el príncipe Aidan se ha parado en seco. 

Sus pasos y el golpeteo de su bastón contra el suelo reverberan en la estancia. Un goteo incesante completa la macabra melodía. Al llegar hasta el altar, Kazhaj mira el cuerpo.

-Príncipe de Viz-jun, acercaos por favor. Decidme, ¿reconocéis a ésta persona?

Jowen queda algo pasmado ante las palabras de Kazjah, no puede evitar la pregunta, Mi mentor dice la verdad, eso quiere decir que ustedes 2 ya se conocen? Tu ni tu son nuevos acá dice señalando al Nigromante y a Aidan la verdad no entiendo nada, culminando allí su oración.

Luego de ello entran a la nave en donde tras un papel quemado se descubre un cuerpo que cayó en un ritual, Jowen atento a las palabras del nigromante  trata de buscar un camino adicional, algo que indique por donde pudieron irse los demás bandidos., yo estoy por acá avisa mientras camina por los alrededores, evitando perderse de vista del grupo pero sin dejar de lado su curiosidad.

Darna no estaba cómoda en aquel suntuoso templo, no solamente por el ambiente espeluznante sino porque hacía ya algún tiempo que no pisaba construcciones tan nobles.

- Garrohk, el viejo nos ha traído a próposito a este pueblo por alguna razón. Y ahora estamos enmerdados con lo que sea que pasa aquí... ¿Quién dejó que fuese el guía? - con una flecha en el arco la amazona no pierde de vista los recovecos y la oscuridad.

Fue sorprendente saber que Kahzaj había sido aprendiz de Aidan, pero la joven pelirroja no cuestiono la situación ni ahondó más en ella, estaba clara la posición del grupo, el príncipe por más que le molestase el poder de la nigromancia iba a tener que respetar la presencia del compañero pues todos estaban de su parte, cometiera o no herejía y ya dicho con cierto grado de frialdad, todo el mundo tenía derecho a equivocarse, Ethiel era clara prueba de ello.

La muchacha había entrado en múltiples ocasiones en catedrales, le gustaba la sensación de paz que los lugares sagrados desprendían, no tanto por la fe, gozando el olor y la tenue luminosidad, todo invitaba a la relajación, pero aquel sitio que debería ser especial estaba despojado de todo cuanto representaba. No había absolutamente nada que representara opulencia, siendo una tumba su mayor parecer.

Roland examinaba los fragmentos de un texto y Ethiel se acercó para reconocer los caracteres, si es que eso era posible, no pareciendo ser siquiera los restos de una información completa.

- Qué pena que tanto saber y conocimiento al final se reduzca a un puñado de cenizas... - dijo la fémina con auténtico pesar -...Hay alimañas por el suelo, no se encuentra ni una obra sacra, murciélagos en el techo... Este templo está abandonado pero no es algo reciente, tiene pinta de llevar años así.... ¿sabéis si el obispo que debiera tener este lugar en óptimas condiciones para el culto es de fiar? Porque me da la sensación de que ha entregado su alma a otros dioses menos... - miró los restos humanos sobre el altar -... menos bondadosos...y algo más perversos....

Ethiel caminó hacia el altar para visualizar el rostro del cuerpo que goteaba, sabiendo que la imagen que iba a presenciar no iba a ser demasiado agradable, pero quizás ella reconociese algún símbolo empleado en el ritual, ya fuera en el altar o a sus alrededores, concentrada al milímetro en percatarse de cualquier detalle que pudiera sacarle de la oscuridad del desconocimiento.

Cita:

No lo sé... Pero la verdad es que como guía deja mucho que desear. Solamente nos lleva a sitios de mierda...
Tras decir esto, Garrohk se acercó al altar, donde había un cadáver, posiblemente fruto de algún rito. El bárbaro se acercó impasible: ya había visto muchos cadáveres a lo lsrgo de su vida, no iba a ver nada nuevo que le causase rechazo o reparo alguno.

Jowen realiza una búsqueda exhaustiva, pero la nula iluminación lo complica de sobremanera. Casi por azar, el elementalista palpa una serie de símbolos tallados en una de las baldosas cercanas a la entrada. Los reconoce: son símbolos alquímicos y se relacionan con la traslación material.

...Por lo demás, todo es envuelto en oscuridad hasta llegar al mar de velas, cuyas sinuosas llamas alumbran la única imagen claramente visible: horrible, estremecedora y triste. 

El cuerpo semidesnudo de un muchacho adolescente yace inerte sobre el altar. Un hilo de sangre corre desde la cabeza hasta las manos que cuelgan sin vida. La mirada convulsa de sus ojos azules confirma el amargo final: entre los lacios mechones dorados que coronan su frente hay un terrible agujero, similar al de una trepanación... No obstante, en la cercanía no hay instrumento quirúrgico alguno como para practicar tal operación. 

El príncipe de Viz-jun mira a Kazhaj intentando responderle, pero las palabras no salen de su boca. Albrecht, hijo del rey Leoric y hermano de Aidan, ha sido sacrificado. Tras su cadáver no hay más que un pedestal vacío: lo que fuera que sostuvo, ya no está. Un silencio incómodo y eterno se impone entre los aventureros, hasta que el sonido de pasos provenientes de la oscuridad les obligan a reaccionar:

Con andar lento y cojo comienza a entreverse la silueta de un hombre arropado en togas ceremoniales y símbolos sagrados: el Arzobispo Lázaro. La blanca prenda monástica está salpicada de rojo por doquier y conforme avanza levanta las mangas que intentan ocultar su rostro herido, mas las llagas son demasiadas: cortes de espada plagan sus facciones de viejo religioso, y a juzgar por el charco de sangre que arrastra su torpe caminar, el hombre está a punto de morir desangrado:

- Llegáis demasiado tarde para salvar al niño... - Su habla entrecortada y distorsionada confirma las peores sospechas de Ethiel. - Se han llevado la Piedra del Alma... ¿Pero qué importa eso ya?  - El patriarca batalla por mantenerse en pie. - Mi maestro volverá, y el infierno se desatará sobre nuestras cabezas...

Una furiosa ráfaga acompaña el profético hablar del Arzobispo. El viento bate los ventanales con un fracaso de cristales trágico y violento y estampa en ellos un rumor de voces ululantes y soturnas. Unas pocas velas se apagan y, por sí solas, vuelven a encenderse.

Tras los aventureros, un grave y pesado estruendo les obliga a cubrirse los oídos: el portón se cierra y atranca: la única salida posible, ahora sellada.

Roland mientras avanza reconoce el cuerpo es de un muchacho, y cuando se acerca para ver su rostro lo reconoce: - Oh, ¡no,no!, es Albrecht, hijo del rey Leoric y hermano de Aidan, lo siento mucho mi señor, esto va a más de toda lógica, es la locura de un maníaco. Entonces ve al Arzobispo que se acerca a ellos con un andar lento, manchado de sangre por múltiples heridas y al parecer a punto de desfallecer. - ¿La piedra del alma?, ¡No, no!, mira a los demás con amargura: - Las Piedras del Alma fueron creadas por Tyrael en la cima del monte Arreat, en la cámara de la Piedra del Mundo. Con el propósito de encerrar en estos artefactos a los tres demonios; Diablo: Señor del Terror, Baal: Señor de la Destrucción y Mefisto: Señor del Odio. Comentó... Pero luego el Arzobispo parece estar poseído por una entidad maléfica cuando parece hacer una profecía sobre su Maestro. - ¿quié... Pero no pudo terminar la pregunta pues una ráfaga que acompaña el augurio del Arzobispo termina en un estruendo ruido que hace que Roland deje caer su espada y escudo para taparse los oídos.