Partida Rol por web

¿Qué crees que estás haciendo? Te pregunta con voz aguda mientras tú intentas aparentar indefensión y luchas por que no se te trabe la lengua al contestar.

Hey, hey, estoy seguro que tu amor por él es puro, eso se ve, pero no quisiera que el piloto muriese y resultase que ese tipo te estuviera utilizando para luego inmolarse y llevarse a todos con él o que…

Kate mira al piloto y ves que se muerde el labio inconscientemente. ¡La estás haciendo dudar! Empiezas a pensar que eres capaz de hacer algo por salvar la situación. Seguro que Isabelle nunca se creería que eres capaz de esto, de hacer entrar en razón a una loca mientras te amenaza con un arma.

En ese momento desvías la mirada detrás de la chica, para descubrir con sorpresa que en la pared del fondo, a ambos lados de la puerta de la cabina de los pilotos, al lado del carrito donde ha dejado el portátil, Kate ha dibujado con un grueso rotulador negro dos grandes ojos humanos.
¿Pero qué…?

Vuelves tu mirada hacia la chica, que suspira como si hubiese tomado una decisión.
No te muevas de aquí, y no intentes nada. Dice, para después señalar con la pistola hacia los ojos dibujados en la pared. Tengo mi mirada fija en tí…

Una vez te dice esto, comienza a moverse hacia la parte trasera del avión y, atravesando las cortinas, abandona primera clase.

Puta zumbada. no puede evitar murmurar Matt mientras observa a Kate alejarse. Aunque no deja de tener un culo de infarto. añade ya para sí mismo.

Echa mano a su bolsillo y nota el familiar peso de su BlackBerry. A su mente vinieron un montón de momentos en los que Isabelle le decía que dejara esa maquinita, que parecía que no podía vivir sin ella e incluso que quizá tendría que montarselo con su telefonito. ¡Maldita Isabelle! ¿Por qué tuvo que marcharse? Ahora mismo no estaría aquí...

Cuando Kate atravesó la cortina, contó hasta tres y acto seguido se levantó y avanzó lo más rápido que pudo, sin llegar a correr para evitar el ruido, en dirección a la cabina. A la vez, su mano en la chaqueta desbloqueaba a ciegas el terminal y marcaba el 911 con la práctica de quien usaba casi instintivamente ya el teléfono.

Venga, Matt, venga, se supone que esas puertas están blindadas. Llegas allí y estás salvado. Por lo menos hasta el carro, eso te podría proteger. se animaba mientras avanzaba sin poder evitar mirar de reojo hacia las cortinas que podían estar cubriendo su sentencia de muerte.

¡El portatil! se acordó al llegar a la altura del carrito. Si podía cogerle y meterlo con él en la cabina, quizá podría hacerlos ganar algo más de tiempo.

Te pones en pie y saltas de tu asiento. Apenas unos metros delante de ti está la salvación. En tu cabeza casi puedes visualizarlo: Te encierras en la cabina a salvo de los terroristas. Aterrizas el avión tú sólo. Salvas a todo el mundo. Eres un héroe. Comienzas tu carrera política. Isabelle vuelve a tu lado y os casais. Te conviertes en el próximo presidente republicano…

Pero la puerta está cerrada.

Serías capaz de jurar que en este momento oyes la risa de Isabelle.

La puerta está cerrada. La puerta blindada de entrada a la cabina de los pilotos posee una cerradura de seguridad de código. Sin él no se abre. Te quedas parado como un pasmarote frente a la puerta, mirando fijamente a los dos ojos garabateados a ambos lados de la misma.

Aunque parezca imposible, te da la impresión que esos ojos te devuelven la mirada.

Y para terminar de arreglarlo todo, al otro lado de la línea telefónica una voz electrónica te explica que las lineas están colapsadas y que llames en unos minutos.

¿Y el portátil?

Está encima del carro, con la pantalla abierta. Lo giras para verla y te encuentras con algo sorprendente: La página principal de Twitter.

Entonces algo extraño capta tu atención, pero en cuanto pones tu dedo sobre el touchpad la pantalla se bloquea y se queda en negro, excepto por una ventana que te pide una clave.

Parpadeas. De nuevo, la sorpresa sobrepasa el sentimiento de miedo en tu interior, porque… ¿te estás volviendo loco o has visto como trending topic a #UA333?

¡JA, JA, JA! Mira el héroe del momento... por algo Isabelle no vuela hoy a tu lado. ¿Héroe? Cadaver andante más bien... las carcajadas sonaron por su cabeza, atronando en sus oídos.

Tuvo que contenerse para no empezar a golpear con furia todo, la puerta, la cerradura, ¡la puta cerradura!, los asientos, los pasajeros inconscientes, el carro.

¿El carro?

Se acercó al carro. Estuvo tentando de ponerse un gintonic y mandar todo a tomar por culo de una vez, esperar tranquilamente reclinado en un asiento de primera, sorbiendo un tragito de Hendrick's con Fever-Tree y pedirle unos cacahuetes a Kate cuando volviese.

Pero no, no podía rendirse tan fácilmente, no podía a darle esas satisfacción a Isabelle.

Movió el touchpad del portatil y por un segundo logró atisbar la página de Twitter con ¿#UA333 como TT? Tuvo que menear un poco la cabeza para centrarse, parecía estar viviendo un sueño surrealista o una de esas películas de autor que Isabelle solía ver pero que nadie entendía aunque los gafapastas de turno quisieran ensalzar la genialidad de rodar una patata congelándose en las calles de Polonía la víspera de Año Nuevo...

Un ligero gemido le recordó el piloto herido. Él era la solución, el tendría la clave y sabría indicarle cómo ponerse en contacto con la torre de control.

Tomó un par de botellitas de whiskey del carrito y unas cuantas servilletas y se dirigió hacia el herido con paso rápido, sin dejar de mirar en todo momento las cortinas por si Kate regresaba.

Las cortinas se abren ante ti.

Tu corazón se salta un latido cuando te sorprenden todavía de pie en mitad del pasillo central, a varios pasos de tu asiento, con un par de botellitas de alcohol en una mano y un fajo de servilletas en la otra.

A través de la tela aparece un desconocido. Un hombre maduro, vestido con una camisa blanca, pantalones grises de traje y pelo cano.

Ambos compartís una mirada fugaz. De entendimiento. De alarma.

Captas en ese momento un movimiento en las cortinas. Hay alguien más entrando. A punto de entrar. No te hace falta verlo para saber que es el Terrorista.

Miras al hombre de pelo blanco y ves en su mirada que toma una decisión.

¡NO! Intentas gritar sin palabras, pero en el rostro del hombre aparece un atisbo de sonrisa amable, como si te estuviese diciendo: No te preocupes. Todo va a salir bien…

El hombre se gira de pronto, enfrentándose con el Terrorista que entra detrás suyo. Aprovechas ese instante para correr y lanzarte a tu asiento, llegando a él y agachándote, en la misma posición en que estabas.

El disparo te sacude como un terremoto. No quieres mirar, pero eres incapaz de controlarte y giras la cabeza para ver como el cuerpo del hombre golpea el suelo enmoquetado, cayendo de espaldas, rebotando en el suelo y quedándose quieto, con el cuello de la camisa blanca empapado de sangre y la mirada apagada y sin brillo, perdida hacia el infinito.

Puto idiota… Oyes susurrar a su asesino, al Terrorista, que contempla el cadaver del hombre que acaba de matar.

¿Idiota? Un temblor incontrolable te recorre todo el cuerpo. ¡Ese hombre te ha salvado la vida! ¡Se ha sacrificado por ti!

Sentado en su asiento, agarrando todavía las botellitas y el fajo de servilletas con fuerza, el cadaver del hombre en el pasillo, el futuro cadaver el piloto casi a sus pies, un terrorista en su pasilla y la zumbada de su novia en la parte trasera.

E Isabellle...

Matt comenzaba a no poder más. Sus manos se relajaron y dejaron caer al suelo ese patético intento de curar al piloto.

Isabelle...

Sus rodillas se alzaron, quedando las piernas casi a la altura de su tronco.

Isabellle...

Su brazos rodearon su piernas.

Isabelle...

Y su mente decidió que había lugares mejores en los que estar, momentos que recordar, mientras el cuerpo de Matt se balanceaba rítmicamente adelante y atrás mientras no paraba de murmurar.

Isabelle...

El Terrorista pasa por encima del cadáver del doctor John Rumack, con el cañón del arma todavía humeante, maldiciendo para sus adentros. Estos estúpidos no hacen más que obligarle a disparar, y a pesar de que la munición es de seguridad, abrir fuego en el interior del avión es un riesgo para sus planes.

Echa un vistazo a su reloj de pulsera. El tiempo pasa. Y el tiempo es precioso. Es hora de continuar.

Se gira hacia el hombre de la izquierda, el que está junto al piloto inconsciente. ¡Tú! ¡Mirame!

Sin embargo el hombre no le mira. Mantiene la cabeza entre las piernas mientras le sacuden repentinos temblores. El Terrorista se da cuenta de que está sollozando y murmurando un nombre que no acaba de entender.

Este no le servirá. Se gira al de la derecha y le encañona. ¡Levanta la cabeza! El hombre, un ejecutivo cuarentón, se levanta con lentitud y le mira con ojos vidriosos y rostro blanco como la leche. El Terrorista arruga la nariz. Estaría dispuesto a jurar que se ha meado encima. Pero en lugar de reirse de él por eso, lo que hace es buscar algo en su bolsa y lanzarsela al hombre, que la atrapa por pura casualidad: Se trata de una pequeña representación de la Estatua de la Libertad, realizada en plástico.

¡Tu eres Nueva York! Grita el Terrorista al ejecutivo. ¿Entiendes? ¡La ciudad de Nueva York!

El ejecutivo le observa aterrorizado, mientras el Terrorista vuelve a preguntar: Dime, ¿quién eres?

¿Nueva York? Responde el hombre con un hilo de voz.

¡No, así no! Le grita con furia el Terrorista. ¡Tienes que afirmarlo! ¡Tienes que creerlo! Dime, ¿quién eres?

Soy Nueva York. Esta vez la respuesta del ejecutivo suena extraña, diferente, como si no se tratase de su propia voz. Con el rostro lleno de confusión, el hombre se abraza a la pequeña estatua y vuelve a agachar la cabeza.

No puede ver la sonrisa extasiada del Terrorista.

Tú e Isabelle en la suite de aquél hotel de Roma, ¿recuerdas? Pasásteis todo el día allí encerrados, pidiendo comida cuando parábais de…

E-escúcheme, por favor. No nos queda mucho tiempo.

Los recuerdos se difuminan cuando la voz trata de traerte de nuevo al aquí y ahora. Pero no quieres volver, prefieres quedarte aquí, entre las sábanas, junto a Ella.

Estamos v-volando con el piloto automático ¿entiende? Se-seguimos la misma ruta hacia Chicago, pero el transpondedor y el si-sistema de comunicaciones coff continúa activo porque n-no se puede desconectar, así qu-que conocen nuestra posición…

Te resistes con todas tus fuerzas. Cualquier cosa es mejor que enfrentarte a lo que hay cuando abras los ojos. Es mejor la oscuridad de los recuerdos que la luz de la realidad, pero la voz entrecortada del moribundo comandante continúa penetrando en tu caparazón.

Saben que el avión ha sido se-secuestrado. Y tomarán la única d-decisión que pueden tomar si no hace… hacemos algo antes de llegar a Chicago. Por favor, coff-coff tiene que ayudarme, ayudarnos a todos. A-abra los ojos. Dígame a-algo…

Te abrazas a Isabelle con todas tus fuerzas, tratando de sumergirte en la oscuridad. De olvidarlo todo…

Porque no pu-pueden permitir que lleguemos a la ciudad. N-nos van a derribar antes de que eso su-suceda…

Matt seguía en posición fetal, cerrando los ojos con más fuerza aún. Sus manos lentamente se movieron pero solamente para colocarse a ambos lados de su cabeza y tapar su oídos a los molestos ruidos. Los ruidos de la realidad.

Recordaba la arena de Sausalito en ese viaje express que hicieron un fin de semana que Matt consiguió dejar todo el trabajo y ella aún pensaba que merecía la pena volar varias horas solamente para dejar que el sol bañase su piel mientras sus manos se entrelazaban en la arena.

Isabelle.

La sonrisa de ella cuando había probado la tradicional sopa de marisco y los planes que habían hecho; como iban a comprar un mapa del mundo e ir colocando banderitas con fotos suyas en los sitios que visitasen.

Isabelle.

Bali, Thailandia, Roma, París, Venecia, Londres, Sanghai... iban a comerse el mundo cada día mientras cada noche se comían el uno al otro. Eran perfectos. Encajaban. Como dos piezas de un puzzle.

Isabelle.

El Terrorista mira enderredor, en mitad del pasillo de primera clase. Consulta nuevamente su reloj y avanza unos pasos hasta situarse frente a la cabina de pilotaje, para después agacharse sobre el ordenador portátil y teclear la contraseña de acceso. Con pupilas dilatadas consulta las ventanas que mantiene abiertas y hace unos pequeños ajustes. En cuanto se siente satisfecho, cierra la el portátil y se lo guarda en la amplia bolsa que cuelga de su hombro.

Vuelve a incorporarse y su atención se centra en una de las pantallas de televisión. En concreto se trata de la cadena Fox News, que en estos momentos está emitiendo un informativo especial dedicado al secuestro del United Airlines 333. No sólo ella, sino que la noticia ya ha llegado a estas horas a todas las cadenas de televisión y emisoras de radio de los medios de comunicación mayoritarios. Y las redes sociales e internet están ardiendo también.

Todo se desarrolla como había planeado. En el aniversario de los atentados del 11-S, que conmocionaron al mundo occidental, Al Qaeda vuelve a actuar, secuestrando un avión de pasajeros en Estados Unidos. La noticia hace que la atención del mundo entero esté centrada ahora mismo en este vuelo, en este Boeing 757.

El mundo está mirando.

De la bolsa que cuelga de su hombro el Terrorista saca el arma más poderosa que ha traido consigo.

Es hora de darles el espectáculo que están esperando.

Pulsa el botón de encendido de la videocámara digital.

Volviste a la habitación del hotel después de salir del spa, pero Ella ya no estaba. Tampoco su equipaje.

¡No! ¡No quieres volver a ese momento!

Desconcertado, pasaste unos minutos sentado en la cama sin saber qué hacer. Perdido.

Pero no puedes evitarlo, y los recuerdos te llevan hacia allí.

Bajaste a recepción, todavía vestido con el albornoz, para preguntar si se había marchado.

Al día en que Ella te abandonó.

El hombre tras el mostrador te entregó un sobre de papel blanco. La nota que Ella te había dejado.

Tus dedos rasgan el sobre y lo abren…