Partida Rol por web

Diego seguía batiéndose en buena lid, parando el ataque de su adversario y golpeándole otra vez, esta vez en el torso.

Aunque la mala suerte se cebaba con Nuño, su golpe fallo, y para colmo de males, el valentón le alcanzo en el torso con una fea mojada de un par de dedos.

Alejandro en un afán por avanzar más lanzo dos mandobles a su contrincante, pero este recupero el tiento logrando parar el primero ataque y la suerte hizo que el segundo no le diera. Pero entre tanta estocada no pudo acertar al pintor.

La espada de Néstor describió un amplio tajo que termino en las costillas de su adversario. La espada ancha, más basta que las sutiles roperas, partió varias costillas antes de producir el corte. El desgraciado cayó al suelo luchando por respirar.

Cansado de tanto retruque y estocada, el valentón que se había quedado detrás saco de entre los pliegues de la capa una pistola. Amartillo el arma y apunto con ella a don Diego. Poco parecía importarle al valentón que uno de sus compañeros estuviera batiéndose en duelo con Diego y hubiera posibilidad de darle. El disparo resonó por todo el jardín despertando a los pájaros que dormían tranquilamente en los árboles. ¡Cago en dioro negro! Grito el malandrín de la pistola, el arma había sido disparada pero la bala no había dado a nadie. ¿Habría fallado el tiro o el arma se habría fallado? Las armas de fuego eran poco fiables.

Don diego lanza un tajo cruzado contra su oponente; para luego, encontrar de todos los cánones de la esgrima, da un paso hacia delante arremetiendo contra su atacante. Pero la entrada de Diego falla.

Alejandro escuchó el pistoletazo. No estaba demasiado preocupado; de haber dado en el blanco alguno de sus compañeros habría caído al suelo en menos de un padrenuestro. Pero con las cosas caldeandose así, mientras más durara esto menos chance de salir con el cuero intacto. Tenían que darle la vuelta a la situación.

Continuó su ataque, veloz y rampante, procurando ganar en velocidad lo que no podía en fuerza.

Observé con una sonrisa lobuna de satisfacción como mi oponente agonizaba tras el tajo que le había asestado en el costado. Aquel pobre diablo ya estaba camino del otro mundo, así que me decidí a acudir en socorro de alguno de mis compañeros.

Por el rabillo del ojo me había parecido ver que Don Nuño acababa de recibir una estocada en el cuerpo, y su rival parecía bastante entero. Así que me decidí por acudir a desequilibrar la balanza en favor del buen amigo de mi señor.

-¡Don Nuño, aguantad!- Grité mientras me lanzaba dispuesto a asestarle una buena mojada a su pareja de baile.

Al oir el grito de animo de mi compañero, me decido por un todo o nada, confiando en su apoyo. Me lanzo cuasi ciegamente a por mi rival, sin ánimo de dejar títere con cabeza.

Diego ejecuto el ataque con total maestría, un primer golpe directo al pecho y después avanzar el pie derecho hacia delante para acuchillar al jaque sin compasión. No fue necesario el segundo ataque ni adelantar el pie, con la primera mojada de ropera el jaque vio el fin de sus días y con una cuarta de acero en el estómago.

Nuño, harto de tanta estocada, arremetió con furia contra el desgraciado. La toledana de Nuño corto el aire en un golpe ascendente que el pobre desgraciado no pudo parar y fue a dar contra la cabeza de este, que cayó fulminado. No fue necesaria la ayuda de Néstor, que ya se había posicionado a la espalda del malandrín.

El pintor lanzo dos ataques seguidos contra el valentón, el cual paro el primero pero el segundo se le alojo en el vientre abriéndole las tripas. El valentón soltó la toledana y trato de sujetarse las vísceras que le salían del corte mientras lloriqueaba como un niño, al pobre desgraciado le quedaba menos de un padrenuestro.

El ultimo valentón que quedaba en pie, el de las pistola, decidió tomar la Villadiego y salir corriendo, que la baraja pintaba espadas.

Alejandro dió un par de pasos hacia atrás para contemplar su sangrienta obra. Pero de inmediato recordó que estaban, hasta donde recordaba, en inferioridad numérica. Alzó la vista y alcanzó a distinguir la espalda del último matasiete que había puesto pies en polvorosa intentando poner distancia y salvar el cuero.

Cansado de la danza y la correría, el pintor se figuró que si podía ponerle fin a la carrera sería ahí mismo. Sacó su pistola previamente preparada, amartilló, apuntó al miserable y tiró del gatillo.

Otro disparo rompe el silencio de la noche y el valentón cae al suelo entre gemidos, intenta levantarse otra vez pero le fallan las fuerzas. Alejandro ha cazado una buena pieza esta noche. ¡PIEDAD!, ¡piedad!…. Para un hombre herido. Grita el desgraciado que ve como la vida se le escapa. Necesito un físico, necesito un médico. Más de cerca veis que el hombre viste como un miembro de la carda y lleva más acero enzima que todas las fundiciones de Vizcaya juntas.  

Presencio con gran regocijo el acierto de nuestro amigo el pintor dando caza al valentón fugitivo. Tras comprobar que está malherido, por los berridos en busca de clemencia que pega el desgraciado, me acerco a mi señor y le comento:
-Don Diego, ¿qué queréis que hagamos con él? Ya sabéis que yo no soy hombre fino con las palabras, que me defiendo mejor buscándole las cosquillas al personal para sacar algo provechoso, no sé si me explico...

Maldigo con todas las palabras malsonantes que hallo en mi ya extenso repertorio a fuer de vivir entre tabernas y francachelas. Jódete, amigo, que han de pensar antes en ese desgraciado que en mis carnes... , pienso mientras trato de restañar la herida tratando de no ensuciarla. Una infección puede ser mortal de necesidad. Maldigo los amoríos de mi amigo y las penurias en que el honor a veces nos condena y trastoca.

Mi señor parece como ausente, y don Nuño se encuentra más preocupado por dar buenos cuidados a su herida. Así, decido que tengo una oportunidad para dar rienda suelta a mis más crueles instintos de violencia, pero con tiento, no vaya a ser que se me muera el pájaro por apretar demasiado.

Me acerco al cuerpo del moribundo y vuelvo a desenfundar con calma mi acero, para poner la punta con mimo sobre su garganta. Mientras, echo un vistazo de arriba abajo para confirmar lo bien equipado que va. Enmarco una sonrisa lobuna en mi cara, mientras le suelto:

-Me temo que un médico no os servirá de mucho a estas alturas. Tenéis pinta de tan muerto de hambre como yo, pero os veo muy bien pertrechado. Seguro que gracias al favor de vuestro señor italiano, que en paz descanse. -Doy una pequeña punzada, haciendo un breve corte en su cuello con la punta de mi espada, antes de continuar- ¿Quién era él, y por qué tenía interés en doña Itziar? Y no me digáis que vino a nado desde su tierra prendado por su belleza.

El hombre trago saliva al ver el acero en garganta, sabía que la amenaza era real. No conozco a ninguna Itziar y no sé qué tratos tendrá en italiano con esa mujer el italiano. Fui contratado por Giuglio Alfonsinni para dar un susto al hideputa reto a su ahijado a un duelo a muerte. ¡Valiente cobarde! Parecía que el italiano había entendido mal las costumbres españolas, nadie se había referido a un duelo a muerte, en asuntos de amor tan leves como este simplemente bastaba con un duelo a primera sangre. ¡Maldito el día que decidí dejar la jarra de cerveza por aceptar este trabajo!

Como Néstor ya estaba haciendo un buen trabajo haciendo cantar al matasiete, Alejandro torna su atención a un tema más urgente. Nuño tiene una herida fea, de un par de dedos. Tristemente, poco o nada puede hacer el poco instruido pintor por su amigo. De medicina nada sabe y su intelecto no es lo que solía ser después de años de borracheras.

-Aquí, usa esto- le dice al valiente espadachín mientras le pasa un lienzo limpio. 

La noche avanza y aunque la ronda no suele pasar por la huerta del regidor, no es bueno quedarse rodeado de tanto cadáver. Además Nuño debería de visitar a un fisco, que Alejandro debía de seguir con los pinceles y no con el bisturí.

El pintor vio que, a pesar del improvisado vendolete, la mojada de Nuño seguía escurriendo copiosamente. Necesitaban a alguien que supiera del oficio y arte de la medicina, y más pronto que tarde. Alejandro escrutó en su cabeza, tenía idea de haber pintado alguna vez para un galeno que vivía cerca de ahí. Siendo un hombre de conocida reputación en la villa y corte, le había pedido a escondidas un retrato de su amante. Lo que les venía en particular bien, siempre que se le pudiera chantajear con ello para que no hiciera preguntas desagradables.

-¿Podéis caminar, Nuño?- preguntó ofreciéndole el hombro a su amigo. -Serán algunas calles, pero creo que puedo encontrar quién os remiende-

Luego se volvió a Don Diego y a su criado. -Acabad de soltarle la lengua a ese simplón. Luego nos reuniremos con vosotros para ajustar cuentas con el italiano sin honor.- 

Andando Néstor -dijo un servidor asintiendo las palabras de Nuño-. Giréme pues, que debíamos dar con la mano negra de la desdicha. "Giuglio Alfonsinni", pensé mientras descansaba la mano en la ropera. Luego silvé a Néstor para que caminase detrás de mí y regresáramos donde estaba el superviviente.

¡Eh, vos! -dije al malherido-. No te clavaré el filo en estando ahí vos tendido, mas la Parca viene fuerte y severa a los callejones oscuros como éste. Et la dejaré llevaros, que le honor no se desgasta d'aquesta forma. Hablad, ¿quién es ese vuestro señor italiano et donde podemos encontrarle? Decidme ahora y daré silvido a los alguaciles que seguro que ya vienen..., de lo contrario morirás sobre la fría piedra. ¡Decidid!