Partida Rol por web

El vesteno entró en un estado de furia cuando la adrenalina del final que se acercaba le llenó la sangre. - ¡Por Odín! ¡Por Valhalla! - Gritó mientras rebanaba cabezas con esa nueva arma. La sangre se esparcía por todo el ambiente, dando un aspecto aterrador a Kjåll. Parecía un berserker destrozando a sus enemigos a cada paso que daba.

Las emociones del sármata acompañaron por completo a las del vestenio. Juntos, unidos por un vínculo que únicamente se forjaba en batalla, acababan con los restos de las hordas de demonios que habían osado atacarles. Las extremidades que cercenaba caían al suelo en masa, impregnando este de la sangre de los monstruos. Vería cumplida su venganza. Vengarían a Sancho.

Con Szuminski y Kjåll en vanguardia, y con Cristóbal y Giustinniani cubriendo las espaldas con aquellas magníficas ballestas fue fácil acabar con el resto de enemigos que se encontraban por el salón. El cóctel había prendido parte de la pared y el suelo, habiendo acabado con otros tantos, aunque sin duda la palma se la llevó aquel lanzallamas, que debió acabar con una veintena de un plumazo. 

Parecía increíble pero no veían más de esas criaturas por la sala, y sería raro que se estuvieran ocultando, pues hasta ahora no habían mostrado ese tipo de inteligencia. Su única amenaza era ahora el fuego y aún así debido a la fría nieve que humedecía la madera, ni siquiera este avanzaba muy rápido, aunque era posible que acabara tomando la casa. En cualquier caso, se dieron uenta de que el cielo ya no era tan oscuro como antes. Comenzaba a amanecer.

El tormento que sentía Szuminski ya le hacía sentir que algo iba mal en su interior. No sólo su apariencia estaba corrompida, sino que sentía un embotamiento en su mente que le hacía difícil pensar con claridad, incluso hablar requería un gran esfuerzo. Podía notar su cuerpo muy frío, aunque eso ya no le importunaba. Sus uñas habían crecido varios centímetros, lo cual le causaba cierta sorpresa, aunque su mente no le permitía alcanzar el estado de horror que aquella visión merecía. Pero ante todo, lo que más ocupaba su pensamiento, o mejor dicho sus instintos, eran sus compañeros. Sentía cierta necesidad de...

- Parece que acabamos con la oleada... Ha sido una situación extraña, no se de dónde han podido salir esas bestias. - Dijo Kjåll, echando sus últimos jadeos. - Esto ha debido ocurrir antes, al ver las armas que había disponibles y que esperaban que esto ocurriera. - Observó el vesteno finalmente. Después, se volvió al salón y comenzó a revisar sus previas heridas, que ahora llenas de sangre de nuevo, requerían un nuevo tratamiento.

Un sudor frío recorría la mente de Szuminski, quién apagó y soltó bruscamente el artefacto que llevaba en sus manos. Trastabillándose, fue moviéndose torpemente hacia la salida, hacia el aire libre. Con voz ronca y haciendo un esfuerzo inconmensurable, el sármata dijo a sus compañeros, arrastrando las palabras:

-Mmmi hora al fin ha llegado. Mmmmmis ansias me traicionan, pues he sido infectado por estos demonios. Y-y-ya que no han podido matarme por fuera, l-l-lo están haciendo desde mis entrañas... - Se miró las manos, cuyas uñas habían crecido anti-naturalmente. -He-he-he muerto vengando a Sancho y por tanto, ha-habiendo cumplido un juramento de honor. Moriré con la conciencia limpia, mo-moriré como un soldado junto a los restos de nuestro querido camarada de armas. 

Se giró a sus compañeros, mientras seguía avanzando, renqueante. -Ha-ha sido un honor servir con vosotros, y no hay hombre viviente a quién me gustaría pedirle este favor pero, p-p-por favor, dadme la muerte que por fin merezco.

Ya no tengo frío. -pensó.- Parece que sí que habrá calor al lado de Deus.

Al vesteno, ya fuera de la casa, le sorprendieron las palabras de Szuminski. -¿Qué estás diciendo? ¿Es que has perdido el juicio? - Le respondió Kjåll con fuerza, intentando analizar la situación. - ¿Se trata esto de mi última prueba, Allr faðir? Si es así, mis instintos no fallarán. Y si fallan, es que tus valkyrr ya están agarrando mis brazos para reunirme con mi familia. Que así sea pues. Estoy preparado. Será un honor caer en brazos de este caballero, aún siendo envuelto por la influencia de la mismísima Hel. - Los pensamientos fluían en la mente de Kjåll, su mano derecha ya en el mango de la espada de su padre.

El sol del amanecer ascendía en el horizonte. Las primeras aves podían ser oídas en la distancia. El frígido viento congela una lágrima en la mejilla de Kjåll.

...

...

El acero del nórdico silbó en el aire.

Un silencio sepulcral se hizo con todo el ambiente. Parece que por mucho que saliera el Sol por el horizonte, la pesadilla aún se resignaba a abandonarles. Cristóbal miraba cabizbajo en silencio con el ceño fruncido, dubitativo. Giustinniani, más directo, dio un suspiro y dijo:

-¿Qué dices? No te vayas a volver loco ahora que todo ha acabado. Parecía esperar a que Szuminski se aclarara y dejara todo en una especie de mal entendido. Una broma de mal gusto, que sin embargo, no parecía acompañar el ánimo del Sármata. El cual tenía un aspecto mucho más castigado que cualquiera de todos ellos.

Szuminski sonrió sardónicamente ante las palabras del vodacciano. Inocente. -pensó. -Ya estoy loco. La sed de sangre ya me consume por dentro y no hay solución a esta situación. -Miró hacia el horizonte, hacia el sol saliente. Se permitió sonreír una última vez. Era tal cual como decían los escritos de la Iglesia Vaticana. La parte que hablaba sobre el fin del mundo:

El día del Juicio Final ha llegado
y cuando Él abrió el séptimo sello
sólo hubo silencio...

Deja que se bañen con el calor del Sol
pues ellos son los fieles,
los Justos,
los Fuertes...

Estas palabras son verdaderas,
pues Theus es mi testigo

Se acabó.

Szuminski cayó abruptamente de rodillas, completamente agotado. El caballero sármata abrió los brazos, extendiéndolos a ambos lados. Agachó su cabeza, cerrando ambos ojos y pronunció una única palabra. Un único mandato:

-Hacedlo.

Kjåll, aún dubitativo, se acercó al sármata y le tocó el hombro con la mano izquierda para observar su rostro. Era un rostro pálido y desmejorado. El vesteno suspiró. - No te daré una muerte deshonrosa. Si crees que has sido infectado, o simplemente lamentas tanto la muerte de tu amigo. - Pausó durante unos instantes. - Levántate y lucha. Lucha de nuevo. No te rindas y busques el final más cobarde. -

Szuminski dio un largo suspiro, mientras seguía en el suelo de rodillas. Comenzó a manipular las correas de la coraza con el fin de quitársela y habló, con la voz rasposa y la lengua pesada, dentro de su boca:

-Si me hubiera rendido ya me hubiera abalanzado sobre vosotros. -dio un jadeo.- Os veo especialmente... deliciosos. 

La coraza del sármata cayó al frío suelo. -Mi lucha ahora es interna, una lucha que perderé en breve, pero escojo morir como un caballero, haciendo honor a mi juramento y sacrificándome para evitar la muerte de cualquier inocente. -Miró con sus ojos enrojecidos al vestenio.- No lucharé con vos. No haré que la monstruosidad que hay en mi interior me controle y si vos no me dais la muerte de un guerrero, lo haré yo.

El Húsar de Hierro desenvainó su szabla, cuya hoja relució con la luz matutina del alba. -Cortadme la cabeza, no dejad que vuelva, como Sancho. -dijo, para posteriormente girarse a su espada.- Me has servido bien, amiga, pero tienes aún otra tarea que cumplir. La última. -le susurró. 

Se colocó la punta en el abdomen, ahora vulnerable sin la coraza.

Inspiró. 

Clavó.

Cortó.

Al ver la situación los demás se alarmaron. Nadie hubiera pensado que el sármata fuera capaz de algo así. Pero en esos segundos de incertidumbre, Giustinniani corrió y clavó su florete en la parte posterior de su cuello, otorgándole una muerte instantánea. -Así no sufrirá más.- Cristóbal también se acercó, pero no había nada que pudiera hacer ya. Se le notaba realmente crispado. Ser el único superviviente de los suyos le hacía sentirse tremendamente responsable. Después miraron a Kjåll expectantes, esperando que cumpliera el último deseo de Szuminski.

Kjåll se quedó congelado en el sitio. - ¿Por qué elegir una muerte no honorable? Me hubiera gustado volver a verlo en Valhalla -

Durante unos instantes, no dijo nada ni movió un músculo. Esos instantes parecían ya una eternidad.

Finalmente el vesteno se recompuso y se acercó al cuerpo del caballero, que ahora yacía en la fría nieve, dándole un color carmesí.

- Acabemos con esto, que su cuerpo descanse ahora. - Con la última palabra, levantó su espada con las dos manos y lanzó dos tajos certeros al cuello de Szuminski. Sabía que uno no sería suficiente, pues la nieve se estaba fundiendo ante el calor de la sangre. - Démosle su merecida despedida, yo soy el primero que valora su valentía en la situación que nos vimos envueltos. -

Kjåll enfundó su arma e indicó que lo ayudaran para retirar los cuerpos.

Los tres improvisaron una pequeña tumba para Szuminski, y allí dejaron su cuerpo descansar, en medio de la tierra de nadie, junto a aquella Casona. Habían muerto dos de ellos en esa terrible noche que nunca olvidarían. Cristóbal seguramente hubiera querido decir algo si pudiera, pero se limitó a mantener el ceño fruncido. Parecía deseoso de acabar ya de una vez con esta terrible jornada y llevar el dolor a su manera. En cambio, quizá no todo había acabado, aún quedaban asuntos por zanjar y eso era algo, que al menos Giustinniani tenía aún en mente. Aunque no se podían haber dado cuenta, había mantenido unos metros de seguridad con respecto a Kjåll, y ahora que habían terminado de enterrar a su compañero, miraba expectante al vesteno sin decir nada esperando a que algo sucediera. Finalmente, escupió en dirección opuesta a donde habían enterrado al sármata y le dijo mientras apoyaba lentamente la mano en su empuñadu

-No me olvido del motivo que te llevó hasta aquí, vesteno. -Frunció el ceño.- He pensado en la posibilidad de atacarte mientras enterrábamos a Szuminski, pero no he querido faltarle al honor a semejante guerrero... 

-Sin embargo... Tú..., de no ser por tu ataque quizá ni hubiéramos tenido que parar aquí.- Aprieta el puño con rabia.-

El nórdico se había cansado tras todo lo que había ocurrido. Tenía muchas cosas que pensar y ya no tenía las ganas ni la motivación para seguir con su contrato. Un cambio había ocurrido en su mente, y ya no tenía ningún interés en Gustinniani. - Haz lo que quieras, por mi puedes volver a tus asuntos. No tengo pensado volver a Cinco Velas. Si quieres matarme, adelante, no te tengo ningún miedo. - Suspiró y se giró, con intención de dirigirse a buscar su caballo.

Suspiró Giustinniani también. -Quizá me haya equivocado en llamarle perro ayer después de todo.- Era un suspiro de alivio, pues ¿Quién quería seguir luchando después de esto?. Ya poco importaban los motivos que había llevado a cada uno hasta allí. Cristóbal tampoco había reaccionado mucho ante aquel amago de disputa, quizá a él también le importara ya poco todo. Ni siquiera podían estar seguros de que regresase a por Esmeralda. 

Así que caminaron todos detrás de Kjåll, a la parte trasera de la casona, en busca de los caballos. Era irónico que justo quedaran tres caballos para tres jinetes, los dos del carruaje más el de Kjåll, como si todo hubiera sido dispuesto por alguna caprichosa deidad. Claro, que de ser así, ¿Por qué Sancho y Szuminski?. Eso era algo de lo que jamás obtendrían respuesta...

Cuando llegaron a la parte trasera, una desalentadora imagen les causó impresión a todos. Los caballos se encontraban atados a la casona, a salvo del frío viento. Pero, poco detrás de ellos, un enorme y sombrío cementerio se hundía desde la casa recorriendo todo el el valle hasta llegar a las escarpadas laderas, donde se perdía el rastro en un frondoso bosque de pino. El cementerio, al menos en ese instante, desprendía una presencia tremendamente inmóvil y silenciosa, como aquel dichoso clima helado que les había atrapado. Vacío, pero no por ello menos inquietante. Si quedaba alguna de aquellas criaturas reposando en su lecho, esperando a poder sentir la presencia humana para pasar a la acción, no podían saberlo, de igual modo que nunca supieron que se metían en la morada del Diablo hasta que resultó ser demasiado tarde. ¿Pudo haber visto Cristóbal cuando cobijaba las monturas este fantasmagórico sepulcro y debido a su ausencia de habla haberse visto forzado a guardar el terrible secreto? ¿O quizás nunca fue capaz de ver el destino que les aguardaba debido a la oscuridad?.

Aquella mañana tres jinetes partieron en tres direcciones.