Partida Rol por web

Kjåll pudo ver mientras se acercaba como uno de los jinetes se giraba hacia el, mientras desenfundaba su arma y le gritaba:

-¡A mí, Sancho! ¡Nos siguen! -Szuminski apuntó con el sable hacia donde pensaba que venían los sonidos. -¡Figura desconocida! Desconozco vuestras intenciones, más aunque nos deseéis buena o mala fortuna, no tenéis que usar subterfugios para esconderos de nosotros. ¡Salid para realizar un parlamento o un enfrentamiento honorable! ¡Aquí os espero! 

Y ambos jinetes se acercaron y se miraron frente a frente, las palabras del sármata habían sido claras, pero ahora de la verdad no podíamos saber las intenciones de ninguno. Y ambos sabían como solían desenvolverse dos guerreros cuando se entrecruzan sus caminos... 

Szuminski se agitó en su caballo inquieto, ante la presencia silenciosa del hombre que se acercaba. Desde esa distancia, con la casi nula visibilidad no podía saber de las intenciones del recién llegado. Un amigo se presentaría lo antes posible, pero el hombre no había respondido a sus palabras. Sin embargo, los ropajes del desconocido lo delataban como de Vestenmennavenjar. El Rey consideraba ese pueblo como el camino hacia el futuro, pues una única unidad de comercio que se use en todo el mundo facilita el comercio y la diplomacia. Además, los vestenios están lo suficientemente lejos como para ser una amenaza militar. Aún así, el hombre podía ser una especie de espía o mercenario. Szuminski no podía saberlo. Incómodo, sin apartar la mirada del jinete, aunque ladeando la cabeza ligeramente hacia su compañero, le gritó:

-¡Sancho! ¡Sacad a la dziewczyna de aquí! -entonces giró la cabeza de frente, de vuelta al vestenio.- ¡Ya me habéis oído, buen dżentelmen! ¡Declarad vuestras intenciones y sacad vuestro acero si es preciso!

Kjåll mantuvo la calma y levantó lentamente la mano. - Soy Kjåll, vengo a hablar. !La persona que lleváis en el carruaje no es más que un impostor! Encontré a la verdadera noble maniatada en La Vila y me explicó todo. ¿No os habéis dado cuenta de que no habéis visto su rostro? !Se trata de un impostor con una cicatriz en la cara! - Dijo, mientras se acercaba, sin pausarse demasiado para evitar una posible fuga.

Se acercó Kjåll a Szuminski con lo que parecían buenas intenciones, pero parecía que sus palabras no le habían sentado bien, al menos, a los dos tipos que le acompañaban, pues el del carromato, escupió al suelo ante las palabras del nórdico y elevando las hostilidades, sacó su ballesta apuntándole. Su otro compañero, que iba a caballo se acerco a Szuminski, y aunque no fue tan hostil como su compatriota como para desenfundar su arma, si que declaró de forma hostil:

-No sé quién es o como sabe usted a quien llevamos custodiando, pero si cree que yo, que partí de Castilla hace más de una semana, me he equivocado de carga, pues está muy equivocado.-

Las palabras del recién llegado calaron a Szuminski, pues era cierto que Esmeralda había escondido su rostro, evitando mirarle a la cara. Por desgracia no habían le habían descrito a Esmeralda, no sabía si tenía una cicatriz en la cara. Por el otro lado, sería algo poco común para una doncella de tan alta alcurnia tener el rostro desfigurado por un acto violento. Solían tener tanto cuidado como muñecas de porcelana. Además, la duda había calado en él pues en La Vila, cuando preguntó por la chica a los castellanos fue una situación un tanto extraña. Sin embargo, habían compartido una noche de camaradas y confiaba en ellos. Si hubiese una impostora en el carro podía haberse colado sin que los castellanos lo supiesen.

Las hostilidades aunque alguien desarmado le sorprendieron, aunque es cierto que el nórdico estaba dudando de la calidad de sus trabajos como guardaespaldas. Sabía el poderoso efecto que una afrenta al orgullo podía causar sobre una persona. Sin embargo, disparar un virote a alguien por una afrenta no intencionada era excesivo. Bajó el sable que apuntaba al vestenio y levantó la mano en seña de paz, girándose hacia Sancho.

-¡Esperad, Sancho! ¡Cristóbal, bajad vuestra arma! Dejad que el hombre se explique. -acercó su montura ligeramente al carro.- Dudo que el hombre dude de vuestra profesionalidad, pero es cierto que Esmeralda siempre ha evitado mi mirada y he sido incapaz de ver su rostro. Podemos evitar un innecesario derramamiento de sangre si nos aseguramos de a quién estamos escoltando. Quizás hemos sido engañados de alguna manera. Quizás mientras estábamos ocupados bebiendo en La Vila, con Esmeralda fuera de nuestras narices, se cambió la impostora.

Kjåll no mostró ningún tipo de miedo ante la hostilidad de los guardas. - Algún día me tocará, no tengo miedo a cuando -

Ante las palabras de uno de ellos, Kjåll asintió la cabeza. - Gracias por escucharme. Si aún desconfiáis, uno de vosotros, o dos, pueden vigilarme mientras lo comprobais. - Respondió, a la vez que levantaba lentamente sus dos brazos para dejar claro que no tenía intenciones hostiles.

Sancho viendo que perdía el apoyo de un Szuminski que parecía tener ciertas dudas, se resignó a ceder ante la petición del extraño. Ladeo la cabeza mientras se rascaba el cuello con resignación.

-Esta bien. Lo que propones es un absurdo, y esperaré vuestras explicaciones cuando acabe todo este numero que habéis montado.- Analizó inquisitivamente con la mirada a Kjåll e hizo un gesto a Cristóbal, quien aún tenía la ballesta alzada, para que abriera la puerta del carromato. Este rápidamente obedeció a su compañero, guardándose la pequeña ballesta a la misma tan rápido como la había sacado, y con gran agilidad se movió de las riendas hasta una de las puertitas. Tocó la puerta con suavidad y tras abrir la puerta -PUM- Una rápida patada tumbó al castellano al suelo, y de en vez de la señorita Esmeralda, un hombre ataviado con ropa de mujer, salió a toda prisa y subió arriba del carro con la espada desenvainada. Esta vez tenía el rostro descubierto, se podía ver que era hermoso, con el pelo negro, largo y libre, la tez barbilampiña, por donde recorría una gran y muy viva cicatriz roja y unos ojos verdes, que Szuminski pudo reconocer como los que había visto el día anterior.

Szuminski no pudo evitar abrir ligeramente la boca ante tal situación, sobre todo cuando reconoció los ojos verdes que había visto el día anterior. Además, no sabía el estado de Cristóbal de Henares pero, a no ser que hubiese ocurrido algo que no hubiese visto, una simple patada no le causaría daño al mercenario veterano. Una leve sonrisa se mostró en la comisura de los labios, una sonrisa resignada y sarcástica. Había visto morir a gente bajo su mando y se había acabado acostumbrando a ello. Cuando Cristóbal fue derribado, un rápido pensamiento en esas víctimas de guerra volvió a cruzar su mente, pero la abandonó rápidamente en cuanto racionalizó el tipo de golpe que el mercenario había recibido. Viviría, traería la escolta entera de vuelta a casa, buscaría a Esmeralda o moriría en el intento. La sonrisa se borró de sus labios y la sustituyó un frío rostro lleno de determinación. Se giró al derribado Cristóbal, dando una orden poderosa, acostumbrado como estaba al manto del liderazgo en la Mancomunidad. 

-¡Cristóbal! ¡Levanta, przyjaciel! -exclamó, con motivación. Miró al impostor a los ojos y, sin apartar la mirada, le dijo a Sancho: -Las explicaciones vamos a tener que reservarlas para cuando saquemos el vodka, żołnierz. -Levantó solemnemente el szabla y, después de dar un relincho su fiel montura se abalanzó hacia delante, teniendo Szuminski la intención de saltar desde el caballo al carro, mientras clamaba, con intención de que Sancho y el vestenio le siguiesen: ¡Juntos conmigo, cargad! 

Kjåll levantó una sonrisa al ver la cicatriz. - Ya eres mío.- En ese momento, sus ojos se inyectaron en sangre, su corazón empezó a latir con fuerza y rapidez y empezó a dejar de pensar; el encuentro con su presa lo estaba llevando hacia la furia bearsark.  En este estado,  Kjåll se veía inclinado hacia el contacto directo, lo que le llevó a saltar del caballo con una velocidad increíble para un tipo de su tamaño. Al tocar el suelo, desenvainó su espada y corrió hacia el carromato.

Kjåll erá muy rápido y ágil para su tamaño y parecía no temer nada. Gritaba con una voz profunda y grave mientras cargaba, espada en mano, hacia el carruaje. Al aproximarse, dió un salto grácil para subirse al primer escalón de la parte frontal del carruaje, esquivó un ataque agachando su cabeza en el momento justo, subió al asiento exterior del carro y bloqueó con su espada, pero, dado que su movimiento estaba desventajado, la espada golpeó su hombro. Sin embargo, el bloqueo redujo considerablemente la fuerza del impacto y el cuero y la malla de Kjåll hizo que no sintiera el golpe.

Ahora se encontraba posicionado en frente de su oponente, bufó al muchacho y su mirada se fijó en su rostro marcado por la cicatriz. - No está mal, veremos ahora que has perdido tu ventaja. - Ahora a la misma altura, el tamaño de Kjåll y su mirada imponente seguro intimidaría a cualquiera.

Szuminski veía que el impostor no le estaba prestando atención, estando más centrado en el vestenio que en él mismo y, si se hubiese encontrado en una situación más ventajosa, podría haberlo derribado y empezado a interrogar. Sin embargo, por su cuenta no sería capaz de dar tal salto, pues necesitaría de un impulso externo. Acercó su caballo hacia Sancho, colocándose con destreza de pie en su propia montura, mientras le gritó, mientras señalaba con la cabeza al impostor: -¡Inclínate!

Seguidamente, con la soltura propia de alguien que ha pasado toda su vida a lomos de una montura, de alguien perteneciente al regimiento de caballería más célebre de toda Théah, saltó a la otra montura, cayendo justo detrás de Sancho. Cayó de espaldas con los pies hacia adelante, manteniéndose encima debido únicamente a que se consiguió agarrar a las alforjas de ambos lados del caballo. -¡Salta! -le gritó a Sancho, mientras le empujaba con los pies la zona lumbar de su espalda, dándole a este el impulso necesario para llegar de un salto al impostor. Sancho cayó encima de este, quedando a su merced. Por desgracia, Szuminski no pudo mantenerse en la montura cuando esta giró rápidamente para evitar el carro. Szuminski cayó como un tonel que rueda por una cuesta descendente, golpeándose la cabeza con una rueda del carro. Afortunadamente llevaba el casco evitando una herida de mayor gravedad, pero el sármata no pudo evitar el aturdimiento causado por la conmoción que había recibido debido al poderoso golpe. 

El extraño desconocido sonrió tras intercambiar golpes con Kjåll, bajó su espada expectante del siguiente movimiento del nórdico. En cambio, a pesar de ver que se dirigían hacia él los otros dos rivales, no fue capaz de prever la arriesgada maniobra de Szuminski, y Sancho le golpeó cayendo sobre él. Rápidamente, el castellano sacó un puñal de su pechera y atacó desde su posición ventajosa, pero su golpe fue desviado con un rapidísimo movimiento de espada del extraño.

-Entiendo vuestra frustración. ¡Pero realmente os estáis equivocando!-

Kjåll se sorprendió ante la maniobra de los guardas y aprovechó para cargar un ataque con su espada. Era una espada con historia, y muy importante para Kjåll. Se adaptaba a su mano de forma perfecta y era de más peso y más larga que una espada habitual, lo que le otorgaba una ventaja ante rivales experimentados. El impostor había dejado su lateral izquierdo al descubierto al bloquear al castellano, y Kjåll no dudó en aprovechar el hueco. Lanzó un tajo oblicuo dirigido a la pantorrilla y la sangre empezó a fluir, a la vez que los ojos de Kjåll no parpadeaban y mostraban un brillo aterrador.

No podía moverse con el peso de Sancho encima suyo, había parado su golpe sí, pero sus verdes ojos se situaban en el despiadado vesteno, que se dirigía hacia él a toda velocidad. -Mierda- Frustado, ante la imposibilidad de parar otro golpe, trató de esquivar con las piernas el golpe, pero no pudo evitar del todo que acertara sobre su pantorilla. Soltó un alarido, sin embargo, se recompuso y le espetó:

-¡¿Eso era todo?!-

- Solo era el principio.- Le respondió, a la vez que amagaba atacar su otra pierna, pero en su lugar dirigió el verdadero ataque a su brazo derecho, haciendo saltar gotas rojas en el aire de nuevo. La cara de Kjåll estaba ahora con manchas de sangre, y empezaba a mezclarse con su sudor, dándole un aspecto cada vez más temible.