Partida Rol por web

Las concurridas calles de la villa no son lugar seguro ni por el día, donde con cuidado debéis andar si no queréis acabar 'mal'.

Una vez fuera de la taberna del turco, os encontráis en la calle, que como todos los días, está bastante concurrida. Podéis observar algunos puestos de comida y fruta cerca vuestra, además de la gran cantidad de transeúntes que van de un lado a otro.

Don Marcos estaba animado:

- Vamos no queda lejos de aqui, apenas unas calles... Vuestras mercedes, ¿Que opinan de estos dias que nos tocan vivir?

Camino en silencio, con mis manos sobre el cinto, paso parsimonioso y porte erguido, examino a Don Marcos con el ceño fruncido cuando pregunta aquello, pero no le replico, me es igual los tiempos que corran siempre que el dinero, las mujeres y el vino, fluyan.

-Son tiempos duros, don Marcos.- dice mientras lanza un duro suspiro. -Lo que está claro es que nadie quiere poner las cosas fáciles a los demás, salvo a los duques, marqueses y demás ralea. Mírame a mí, tras servir en el ejército, estoy sin dinero y sin certificado de veteranía gracias a un maldito aliviador de sobacos que quizás se parezca a mí y esté viviendo de los lujos que yo podría haber tenido. Maldito sea...- dice ahora riendo mientras se lleva las manos a las sienes para poner una cara de dolor.- Alguién le debería dar las buenas noches o mandarlo a galeras...-

Lleváis un minuto andando cuando al ver a un bella dama te giras un poco, pero la vista deja de ser tan bonita cuando ves a los dos matones que te perseguían hace un rato.

Intento tenderles una emboscada caminando tan tranquilo, pasando de largo mi casa, hasta llegar a un sitio donde podamos dar cuenta de semejantes tipejos.

Bruno lanza una mirada lasciva a una bella moza que pasa al lado del grupo. Se dispone a abrir la boca, quién sabe si para soltar una alabanza o contestar a Don Marcos, cuando lo único que consigue emitir es un profundo resuello de sorpresa.

- ¡Demonios! ¡Ya tenemos a esos dos pisándonos los talones! -dice, recuperando la compostura, mientras señala a dos valentones que caminan por la estrecha callejuela- ¡Son los que me persiguieron al venir! -añade con tono nervioso, haciendo amago de salir piernas... ¡Para qué os quiero!-.

Giro la cabeza al escuchar el comentario de Bruno. - Asi que os siguieron ¿eh? - susurro acercandome a él - ¿Con que intenciones? - sentencio acariciando el puño de mi espada - ¿Les mostramos un buen acero? - termino señalando un callejón poco transcurrido un poco más alla.

- Nos están siguiendo desde que salimos de la taberna.

Julián habla en voz baja, habiendo echado apenas un vistazo de nuevo a los hombres, y valorando la idea de Alejandro:

- Les superamos más que de sobra en número, no creo que pretendan atacarnos. ¿Qué opinais? Pero mueve la mano lentamente hacia la daga.

 -Yo también me he percatado- dice intentando disimular. -Parece que vienen detrás justo desde que salimos de la taberna. Quizás deberíamos actuar como si no lo supiésemos y cruzar nuestros aceros cuando intenten atacar, si es que esas son sus verdaderas intenciones. Puede ser una manera de sorprenderlos.-

"El Achispado" se calma por un instante, relaja su deseo reflejo de salir corriendo y mira con cejo fruncido al resto. Echa un vistazo a los dos matones, y de nuevo sus ojos se posan en los hidalgos que le acompañan.

- ¡Estamos hablando de 150 ducados, por el amor de Dios! Puede que vuesas mercedes no se den cuenta de que es mejor no llamar la atención y perderse el trabajito de esta noche huyendo de los corchetes, o sanándose de las mojadas que los hombres de acero tomar y poca mollera siempre dan y reciben... -su pausa es bastante corta, y cuando vuelve a hablar lo hace de forma cada vez más atropellada- ¡Demonios, démosles esquinazo!

Bruno está nervioso, como siempre que se huele un combate innecesario, en los que, más bien, pinta poco.

Asiento a lo dicho por Bruno - Os sigo entonces, - explico con una mueca de molestia, no me gusta esquivar los problemas, sino defenestrarlos con mi espada - a mi no se me da bien eso de dar esquinazo. - termino con un suspiro atento a lo que haga Bruno.

Marcos comenzó a sonreir, esa sonrisa arrancada del Diablo que hacia más bien en helar sangres de valientes que alientar a desesperanzados.

- Hay una plaza cerca de mi casa, vayamos alli y demosles alcance de aceros... ¿Que me dicen? Y por vuestras mercedes, seamos discretos... Mas también cuidadosos.

Ahora mismo habéis cruzado una calle principal, plagada de gente, pero cerca vuestra podéis encontrar callejones apartados, a la par que callejuelas donde intentar dar un esquinazo.

- Como quieran ustedes, pero puede que Bruno tenga razón. Pero si primeramente le siguieron a él, lo más seguro es que el asunto que nos mueve sea lo que tanto interesa a esos hombres.

Un simple encogimiento de hombros.

- Como deseen, desde luego. Si cruzamos aceros, el mío no se quedará atrás.