Partida Rol por web

Al final las nuevas armas no tuvieron demasiado éxito, pero eso no pareció inmutar al piloto. Que tuvo la buena educación de contestar a algunas de las preguntas que le hicieron.

Sí. Soy el que os ha estado llevando hasta el momento. Hay muchos grupos de Omegas, y no conviene que los conozca. Si somos capturados no podré decir lo que no sé.
Siempre es un placer volar con vosotros.

Dicho esto cerró la cajas y las subió a la nave para guardarlas en un compartimento metálico todo chulo, pero que no dejaba ser un armario.

El aparato está en otra ciudad. Os llevaré y desde allí os teleportareis.

Una vez todos en la nave el piloto no tardó nada en ponerla en marcha y salir en dirección a su destino. El cuál después de una hora de viaje quedó claro que era New York. O lo que quedaba de ella. Podían verse restos de lo que otrora fuera una orgullosa ciudad, incluída su famosa estatua en una de las islas pequeñas cerca de la bahía, Liberty Island. Tan solo quedaba la parte de abajo, aunque la antorcha podía verse caida a los pies.
La verdad es que resultaba extraño ver el estado de la ciudad como estaba, pues Star City estaba practicamente intacta.

Al poco de llegar se dirigieron a un lugar de las afueras lleno de almacenes. La nave descendió en uno de ellos. Allí se podía ver el aparato que sacaron de la Isla de Hydra, conectado entre otras cosas al que trajeron del laboratorio secreto de Terran.

Según me ha dicho mi señor tan solo tenéis que darle al botón rojo para ir, y al azul para volver cuando estéis listos.

Pareció pensarselo un poco y finalmente añadió.

Buena suerte.

Volando en la nave pudieron disfrutar de las vistas y del paisaje. 

—Vaya, vaya, cómo dejaron NY. Podíamos plantar patatas ahí abajo. ¿Por qué destruyeron esta ciudad y no Star City? Bueno... vale que estaba siempre sucia y atascada pero en el fondo... ¿Por qué destruyeron casi todas las ciudades y no Star City? ¿Les gustarán las formas geométricas?

Al final, acabaron otra vez en un turbio almacén de los alrededores de la zona destruida. 

—Bueno, mozas, poneros los trajes de "neopreno" mientras yo voy y vuelvo, Gusanito, cuídamelas mientras compruebo que esto funciona en las dos direcciones. Si no vuelvo, vengadme ante Destrucción.

Templario apartó a todos y pulsó el botón rojo, esperando a ver que pasaba. Tenía planeado ir y volver para comprobar que todo estuviera bien, antes de liderar el segundo viaje ya con todos. 

Templario se adelantó valientemente y entró en el teleportador. Cerró la puerta y apretó el botón rojo. Se empezó a escuchar un zumbido, el aparato empezó a temblar. Y finalmente hubo un destello de luz dentro del aparato y cuando se disipó estaba vacio. El omega acorazado no estaba allí.

Si no fuera por el zumbido, el destello de luz y la estrechez de espacio el aparato aquel hubiese podido ser cómodo. Templario estaba viendo a sus compañeros a través de la miniventana que tenía el aparato y de repente no vio nada. Bueno, era más bien que fuera estaba oscuro.
Su casco trató de ajustar la visión, pero lo único que detectó es que estaba en una sala pequeña. Tipo sala de estar. Vacia eso sí, con una puerta amplia justo enfrente del aparato.

Templario se acercó a la puerta y echó un vistazo al otro lado, abriendo con cuidado. Luego volvió a hacer el procedimiento inverso. 

Templario salió del aparato, en verdad era identico al que había entrado en New York. La estancia, tal y como le había parecido era amplia, de techos altos. En un lateral pudo ver una mesita y un par de sillones de un material que no reconoció.

Con la sutileza y sigilo que le caracterizaban, el Omega acorazado se acercó a la puerta y, tras no escuchar nada fuera, la abrió. Fue bastante fácil. Da ba a un pasillo. Por la izquierda se veía un derrumbe, y por la derecha enseguida se abría a otra sala con luz.

Ah. Y no había agua por ningún lado, aunque su armadura le decía que hacía bastante frio allí. Estaría posiblemente a 0º o menos.

Decidió no arriesgarse más y volver a por las chicas, y Worm.

Templario volvió a aparecer delante de sus compañeros. 

—Al parecer es seguro para ir y volver. Lleva a una ciudad, no se si es Atlantis o Montreal, hace bastante frío y no he visto ventanas. Pero no parece que nos mande a un volcán o a las garras de algún supercapullo, podemos ir. 

Dicho esto, volvió a tomar la delantera, metiéndose en el teleportador y esperando en la habitación de los dos sillones a que llegaran sus compañeros. 

Acepté las disculpas de Templario, aunque me mantuve en silencio durante unos minutos, lo necesitaba para volver a la calma después de lo "nerviosa" que me había puesto. 

El piloto, era un tío bastante valiente, pues se le veía la mar de tranquilo y eso que iba a volvernos a llevar en una nave, cuando había oído claramente como había amenazado con hacerle un agujero en el último viaje. Puede que no se pudiera morir o que tuviera algún poder que le permitiera no preocuparse por esas cosas. 

De todas formas, seguía con la intención de no preguntarle más cosas acerca de él mismo, a ver si conseguía contener mi curiosidad, porque no había conseguido que me dijera ni "mu". 

En cuanto vi Nueva York negué con la cabeza. Era una ciudad que siempre me había encantado y ahora no quedaba nada de ella. Era una pena. 

- Si yo fuera a invadir otro mundo, supongo que también atacaría sus ciudades más emblemáticas. Es cuestión de sembrar el caos ¿no? 

Me preparé para seguir a Templario, pero primero fue él a echar un vistazo. En cuanto lo vimos aparecer, imaginé que todo estaba en orden, al menos, en cuanto lo del viaje y lo de respirar allí abajo. 

- Bien, pues vamos. 

Me dispuse a seguirle, aunque según me metí en la máquina aquella activé mi escudo. No quería que nada me pillara desprevenida. 

Worm se pasó todo el viaje callado y deseando que sus compañeros hicieran otro tanto de lo mismo -es que nunca dejaban de hablar- para poder así calmar algo su dolorido cerebro. Unido a esto el estruendo de los motores de la nave que los llevaba, el vuelo fue una auténtica mierda.

Al pasar por Nueva York y ver el estado en que habían dejado la ciudad los invasores alienígenas, Worm no pudo evitar que una lagrima solitaria humedeciera su máscara. Aquellos cabrones la habían destruido, no dejando apenas ningún edificio en pie. Esto le cabreaba al supervillano sobremanera. Se había propuesto ser él quien algún día acabara con aquella puta ciudad llena de snobs, y esos jodidos extraterrestres le habían quitado ese placer.

Llegaron a los almacenes donde se encontraba la cabina de teléfonos que habían rescatado hacía unos meses, ya reparada y lista para teleportarles.

Fue Templario quien se dispuso a hacer el viaje de prueba, a lo cual Worm no puso ningún inconveniente.

– Parece que aceptan llamadas internacionales. –fue el comentario que hizo el villano de la máscara violeta cuando el hombre de metal regresó sano y salvo–. Y a cobro revertido.

Había llegado el momento de pasar todos al otro lado y Templario fue el primero. Quizás supuso que era lo caballeroso, aunque posiblemente más bien no las tenía aún todas consigo, pues a Worm se le podía llamar de todo menos caballero.

– Ladies first.

Y con ese comentario y un movimiento de la mano, invitando a sus dos compañeras a que pasaran primero, Worm se retiro un par de pasos mientras miraba a su alrededor, para asegurarse de que realmente estaban seguros en aquel lugar.

-Sugar daddy- repitió para sí misma- Cada día aprendo una mierda nueva con vosotros.  No obstante, Rox sonrió cuando escuchó que en algún momento iría a conocer eso que había visto en películas de terror adolescente donde máquinas que giraban de forma imposible acababan siendo el escenario del crimen de un montón de jóvenes salvo de alguien que podía ver el futuro.

La guerrera ignoró por completo al piloto que los acompañaba; a veces le daba la sensación de que dentro de su grupo había personalidades demasiado variadas y con rasgos que a ella le chocaban de sobremanera como podía ser la extraversión, pero mientras no la metieran en problemas a ella nada iría mal.  Sí que aprovechó para contemplar el paisaje desolado de la nueva ciudad a la que viajaban, tan diferente ahora de lo que había sido antaño.  Por suerte para ella no sentía ningún tipo de añoranza hacia ningún lugar en particular.

Esperó junto a los demás a que Templario volviese, quien se había ofrecido a probar una máquina sin saber si funcionaría. Este hombre valora demasiado poco su vida. Por suerte lleva una armadura que le protege del cerebro que le falta- pensó, agradecida por el hecho de que al menos no lo perderían por cualquier tontería. Este grupo le gustaba lo suficiente.  Cuando volvió y dijo que todo era seguro, Roxanne siguió a Videshee adentrase en el aparato y viajar hasta donde fuese necesario.

-Vamos, el peligro nos espera. Ojalá nos esperen un montón de cabrones al otro lado- bromeó, o quizá no. Con Rox nunca se sabía.

Todo el grupo acabó entrando en el aparato y teleportandose a otro lugar. Atlantis por lo que les habían dicho. Cuando salían de la copia del que habían entrado en New York se encotraban en lo que a todas luces era una sala de espera. Incluso había un par de sillones con una mesita en medio, aunque de un material extraño. De hecho allí sentado y con los pies en la mesa les esperaba Templario.

La sala no tenía nada más, y tal y como les había advertido el omega acorazado hacia bastante frio. Frio que no desparecía cuando salían de aquella sala. Daban a un pasillo, uno de los lados taponado con un derrumbre, y el otro daba a una sala más amplia con luz.
Al seguir hacía aquella sala pudieron ver que tenía unas vidrieras por techos y era una especie de salón del trono. De hecho había un trono en una zona algo más elevada, había que subir algunos escalones para llegar hasta allí. Quienquiera que se sentase en él podía mirar desde arriba a cualquiera que estuviera en la sala.

Seguía sin haber agua, lo cual era bueno, aunque las vidrieras estaban agrietadas. Unas puertas dobles con aspecto de ser muy pesadas era la única salida que veían, sin contar las vidrieras, claro está.

Videshee explicaba lo de bombardear la ciudad. Tenía sentido.

—Sí, pero parece que lo hicieron por joder —Templario también hacía las cosas por joder pero... —sin embargo ¿Qué sentido tiene matar si no ves a quién matas? Esto de bombardear porque sí es absurdo. Tira un par de bombas y exige tributos y luego te quedas la ciudad. Estos aliens no saben ni ser malos. 

Gusanito había intentado hacer bromas a la vuelta del lugar. No tenía talento. —Pues yo no he encontrado a la operadora. Y si es Destrucción, hay que decirle que ya vale de la pausa del café. 

Roxanne aprendía cosas nuevas. —Soy un gran profesor. Las alumnas me tendréis que dar un regalo de fin de curso o algo —parecía ilusionada con eso del parque de atracciones— claro que iremos. Pero no empieces a pegar a la gente hasta montar en las atracciones. Si no, se escapan los que lo llevan y ya no funcionan. 

A la vuelta la mujer quería gresca. Siempre quería gresca. 

—Muchos y muy débiles. Así podemos hacer ejercicio. Pero si hay más esferas y drones de esos me aburriré. Siempre es lo mismo. 

Llegaron a la sala del trono. Por supuesto Templario tuvo que ir a sentarse en él. 

—¿Será este el legendario —fingió quedarse sin respiración— Trono de Atlantis? —Acabó sentándose— ¡Entonces solo yo y el Rey Pescadito nos hemos sentado aquí! Y como él está muerto, soy el legítimo rey de Atlantis. 

—A partir de ahora me podéis llamar Tritón. Y una de vosotras será la sirenita —señaló a las chicas— Luchad a muerte por el honor. 

—Ah, y tú gusanito eres el cangrejo, te ha tocado...

Una vez al otro lado, Roxanne salió del dichoso aparato y recorrió con la mirada todo el lugar para encontrarse con una sala de espera. Enarcó una ceja y miró con cara de pocos amigos a su alrededor, preguntándose si eso era una broma o si realmente habían acabado en un recibidor. Me esperaba algo mucho más desolador.

-No veo a esos muchos enemigos y muy débiles- dijo mientras se cruzaba de brazos y caminaba por el pasillo.

Cuando la mujer observó el inmenso trono abrió los ojos, bastante sorprendida. Haber vivido bajo la ciudad e incomunicada hacía que ciertas cosas tuvieran su encanto la primera vez que se observaban, sobre todo si pensaba en que ese podía convertirse en su nuevo lugar favorito. Desde ahí se debe ver todo. – El trono de Atlantis- repitió, memorizando el nombre. Luego miró a Templario y negó- Ni de coña. Ese sitio me lo quiero quedar.  En todo caso lucha tú con Videshee para ver con quien lo comparto, aunque creo que ha quedado claro quien ganaría- comentó, encogiéndose de hombros.

-En fin, ¿por dónde salimos? ¿nos cargamos las vidrieras o hacemos lo tradicional y nos vamos por la puerta? – no obstante, mientras decía eso, Roxanne caminaba hacia las escaleras con la intención de subirse al trono de Atlantis.

Templario palmeó sus rodillas. 

—Siéntate aquí, Sirenita mía... en el Trono de Atlantis... —bromeó. 

Después de las últimas misiones, el hombre gusano esperaba encontrarse con problemas nada más pasar al otro lado, pero nada de eso pasó. Todo lo contrario. En el lugar donde aparecieron no había absolutamente nadie, el sitio aquel estaba muerto. ¿Sería eso un presagio?

En cuanto pasaron a la habitación contigua y sus compañeros comenzaron a desbarrar -una vez más-, sus pensamientos cambiaron. De negros a sombríos.

Por debajo de su máscara torció el morro, molesto. ¿Es que no podían centrarse en la misión? Si al menos hubiera algo que saquear, podría entenderlo. Pero así…

Mientras esperaba a que terminaran de jugar, miró a su alrededor, haciéndose una idea de los detalles de aquella habitación. Posibles salidas, cámaras, armas. Cualquier cosa que le llamara la atención.

A pesar de lo que pudiera pensar alguno, no pasó nada cuando Templario se sentó en el trono. Ni una mísera lucecita. Y al buscar por la estancia tampoco parecía haber trampas, puertas secretas o cosas por el estilo. Sólo estaban las vidrieras, las puertas dobles gigantes y la sala por donde habían aparecido.

Todo muy soso.

Vale. Había algún que otro cuadro y relieve mostrando las maravillas de Atlantis, o eso creían los Omegas, y podían verse retratos de algunos de los monarcas. Al menos eso era la opinión general ya que en uno de esos retratos podían ver al Rey Meros, el Aquarian, miembro de Alpha Force.

Pero ya está. No había nada más.

La conversación con Templario me gustaba bastante más que hablar sobre bebés, así que ya hablaba pensando en maldades. 

- No puedes ir a conquistar un planeta con siete millones y medio de personas, y esperar disfrutando matándolas a todas. Primero generas el caos destrozando las ciudades emblemáticas o más pobladas y luego, ya puedes ir escogiendo presas. 

Eso sí, después comenzó a hacer de las suyas y se sentó en el trono comenzando a hacer el "Templario". 

- Yo creo que voy a pasar. 

Sí, lo de ser la sirenita no me terminaba de ir demasiado. 

Después Roxanne dijo que ella tampoco y que nos peleáramos los dos. 

- No voy a ser la sirenita de ninguna mujer. - Ya no le iba a ser de Templario, pero de una mujer aún menos. - Antes hundo el chiringuito. 

Lo único que había, a parte de aquel trono, era aquel cuadro con relieves y me acerqué a él. Empecé a apretarlo por zonas, pero usando el aire, no pensaba ponerla la mano encima no fuera a darme un calambrazo o algo. 

- Igual he visto muchas pelis, pero si se abre una puerta secreta o algo... 

-Me sobra ropa para sentarme ahí- dijo Rox mientras se encogía de hombros.  Ante la respuesta de Videshee esbozó una sonrisa neutral.  Debe estar con la regla. Cuando me pasa a mí no hay quien me aguante, así que a ella menos. Vamos a dejarla tranquila antes de que intente hacernos explotar a todos.

-Vale, ya que estamos por aquí perdiendo el tiempo… ¿por qué sencillamente no cruzamos esas dos puertas enormes? Si seguramente nos estarán esperando, da igual en ruido que hagamos. Sino que Videshee intente arrancar una vidriera con cuidado  y salimos por ahí, pero rápido. Empiezo a aburrirme- dijo poniéndose al lado de uno de los cuadros. Después de mirarlo unos segundos comprendió que estaría mejor roto, así que sacó sus garras mientras los demás decidían y rasgó la tela a media altura.  Así mejor.