Partida Rol por web

El gran demonio ruge como un león herido tras el daño sufrido por Zorael y Cole, y decide centrarse en este último para asestarle varios garrazos con sus alargados brazos, mientras aúlla de manera terrorífica...

Con una poderosa estocada, la espada némesis atraviesa el cuerpo del pequeño demonio, que cae sobre otra de las víctimas de Trebek. El expiador había entrado en una especia de frenesí barbárica y sólo quería ver a los demonios muertos.

Volvió a preparar su ataque, pero antes tuvo que esquivar y parar varios ataques procedentes de dos demonios menores más. Veía cómo sus hermanos seguían combatiendo y no pudo hacer otra cosa que regocijarse y estar contento por que estabna consiguiendo lo imposible: poner contra las cuerdas al Gran Demonio. 

Se concentró y volvió a mirar a los dos oponentes que tenía frente a él. Colocó la espada junto a su cabewza pero con la hoja apuntando contra ellos y se lanzó a la carrera para acabar con sus vidas y poder ayudar a sus hermanos. 

Los demonios se agolpan ante nosotros, sus cuerpos abultados, malformados, e impíos, impiden nuestro avance ... aun así no desfallecemos, el hermano Trebek cercena con sus espada la no-vida de las criaturas que nos enfrentan. Apenas puedo igualarlo, mientras que divido mi energía entre la batalla que tenemos delante, y la que acontece entre Gi'zgoth'djugruc'kul y los hermanos Cole y Korvin.

- Aguantad hermanos, nuestro padre nos apoya en estos momentos de necesidad, su voluntad guía nuestras espadas ... La garra de un demonio araña la ceramita de mi armadura, arrancando pequeños iconos de nuestra fe ... Que ardan estas pérfidas criaturas en la ignorancia de no conocer, la verdad del Emperador.

Golpeo con el bastón a la criatura que acaba de mancillar mi armadura, mientras concentro energía en seguir castigando, al gran demonio que domina esta dimensión.  

Me teletransporto evitando el primer ataque sólo para ver cómo el segundo se abalanza sobre mi sin poder hacer nada al respecto. El dolor es insufrible, pero debo seguir con el plan como hasta ahora. Ya habrá tiempo de quejarse más adelante.

Me lanzo contra el enemigo apretando la mandibula, aguantando el dolor y concentrándome en mover el arma contra el maldito enemigo.

En un abrir y cerrar de ojos, cuatro nuevos cadáveres ruedan por el suelo a vuestros pies, en tanto que Cole consigue hacer un nuevo corte en la gruesa piel del Gran Demonio. Lamentablemente, el Gran Demonio consigue evitar el poder psíquico de Zorael saltando a un lado justo cuando los rayos impactaban en su zona.

Por suerte, sólo un trío de demonios menores resiste frente a vuestras espadas, mientras más de tres decenas de esas grotescas criaturas yacen inertes regando con sus sangre el suelo de la meseta...

Pese a su escaso número, las criaturas no cejan en su empeño de golpearos, y uno de ellos consigue amenazar la vida de Zorael por más suerte que pericia...

Entre tanto, el enorme demonio ha fijado su mirada en el Caballero Gris que le planta cara, Cole, y amenaza con acabar con él con todas sus fuerzas...

Tras derribar a los dos últimos demonios que le atacan, trebek se arrodilla para coger aire, cubierto con la sangre demoníaca y la misma deslizandose por la hoja de su espada hasta llegar a hacer un contacto con el suelo. El combate se encontraba en el punto álgido donde podían salir victoriosos o todas sus esperanzas podían quedar reducidas a cenizas. 

Lo que podía hacer ahora el expiadro era observar dado que punzadas de dolor recorrían su cuerpo y necesitaba unos instantes para recuperarse. Mientras recuperaba las energías vaía como otros 3 demonios caían ante sus hermanos, tan sólo quedaban otros tres demonios sin contar el Gran Demonio, cuyos ataques se concentraban en Cole esta vez. 

Era el momento de que la furia del Emperador volviera y llenara a los enemigos de fuego, metal y muerte. Trebek levantó su maltrecho cuerpo, sacudió la espada némesis y la envainó. A continuación descolgó el bolter pesado y activó la munición bolter para acabar con los demonios menores restantes para que los cuatro caballeros grises se enfrentaran al Gran Demonio.

Trebek tira del percutor de su bolter pesado para expulsar la bala de la recámara y cargar la siguiente para que no se encasquille el arma. Apunta en la dirección en la que se encuentran los tres demonios restantes y aprieta del gatillo y la primera de las balas sale disparada contra los demonios, le siguen otras nueve. El expiador espera que esa ráfaga acabe con los demonios menores y el siguiente en caer sea el Gran Demonio. 

Las garras del demonio atraviesan las placas de ceramita de mi aramdura, las garras desgarran mi piel, haciendo brotar la sangre, sangre que alimenta el suelo encharcado por el hicor demoniaco. Esto me pone furioso, haciendo que sienta la implacable necesidad de aplastar a los enemigos que tengo alrededor, levanto el bastón y lo descargo sobre la cabeza del enemigo. 

Intento concentrar el poder, un poder que ayude al hermano Cole en su combate singular con el demonio, pero la energía se esfuma entre mis dedos ... las heridas empezaban ha hacer mella tanto en mi cuerpo, como en mi concentración.

- "Luchamos por el Imperio, no por nuestras almas. Nuestras almas ya están salvadas de acuerdo a la voluntad del Emperador". 

Empiezo a hacer ceder al maldito engendro no nacido con una consecución de ataques que es incapaz de frenar, no puedo evitar sonreír al ver cómo he conseguido captar la atención del demonio. Eso significa que lo estoy haciendo bien y debo seguir por este camino. Vuelve a centrarse en mi y yo sigo con mi estrategia. Mientras esto siga funcionando, no pienso cambiar, aunque haya algún ataque que me alcance... Mientras me queden fuerzas le haré frente. Vuelvo a teleportarme, esta vez esperando de nuevo esa bola de energía, que soy capaz de esquivar de nuevo haciéndome a un lado, aunque sin poder evitar sorprenderme al ver que la bola, en este momento, era de fuego. 

Me lanzo contra el engendro tratando de encontrar un punto de ataque en el que poder usar toda la fuerza, pero esta vez el demonio se defiende y se aleja lo suficientemente rápido como para evitar mis embestidas. Gruño ante la oportunidad perdida, y miro de reojo a mis compañeros. 

-¡Centrad vuestros ataques en el demonio! -Grito con fuerza. -¡Acabad con su pestilente existencia! Luego acabaremos con sus inútiles secuaces. ¡CON TODOS LOS QUE TENGAN EL INFORTUNIO DE CRUZARSE EN NUESTRO CAMINO!

Me preparo para seguir con el combate.

Leina se dirige al compañero: - Hermano Wólfram, hace cargo del Justicar. Está estable, pero delicado.

Ni se molestó en ayudarle a ponerse el "torso" a la espalda, para cargarlo, ya que, espada en mano, se lanzó directamente por la grieta, para colaborar con el combate que se avecinaba.

- Haz lo que debes, Hermano. Yo cuidaré de estos dos grandes guerreros -Refiriéndose al Titán y a vuestro Justicar-. Que el Emperador guíe tus pasos, y el espíritu del Dios Máquina  tus balas.

Te quedas con 4/5 Puntos de Destino para conseguir caer bien, sin daños.

Más por suerte que por pericia, uno de los demonios consigue herir a Zorael antes de que entre él y Trebek acaben con los dos únicos demonios que quedaban haciéndoles frente. Entretanto, Korvin acaba con el demonio que acosaba a Cole, dejando el suelo de la agrietada meseta con más de treinta cadáveres sanguinolentos. Lamentablemente, Cole no tiene tanta suerte y sus ataques son fácilmente eludidos por el Gran Demonio que tiene frente a sí. 

Nuevas criaturas ascendían hasta la cima, convirtiendo este combate final en una desesperante escena con una legión de demonios secuaces dispuestos a morir por haceros unos simples. rasguño 

Y en ese momento, justo cuando suspirábais ya al ver que esto no se acaba nunca, una figura cae del cielo llegando al suelo entre una nube de polvo y sangre. Cuando el polvo levantado se va disipando, es Leinad, el apotecario, que ha aparecido de la nada para echaros una mano...
 

Te lanzas sobre la grieta. Sientes unas horribles náuseas, y notas en tu cuerpo todo tipo de sensaciones extrañas mientras caes por un agujero negro que, pese a no tener más de un par de decenas de metros, se te antoja eterno.

Cuando por fin alcanzas el suelo, pesadamente, como si hubieras caído desde la mismísima estratosfera, aunque sin daño alguno, descubres que ya no te encuentras junto a Wolfram. Ni siquiera pareces estar en el planeta donde te encontrabas. 

La tierra y las rocas bajo tus pies, rojas, verdes y/o violetas, adoptan formas inverosímiles, como si hubieran sido moldeadas a mano por un escultor de lo abstracto, con cordilleras en forma de espiral, rocas que parecen ser afilados colmillos, o gigantescos monolitos que parecen ser tótems naturales.

Una espesa bruma violácea cubre el suelo que pisas, y sobre tu cabeza una gigantesca Luna Negra parece que te observa, de la misma forma que lo hace tanto el Gran Demonio alado que combate junto a Cole, como las criaturas que alcanzan la cima de la meseta donde os encontráis a vuestro alrededor...

- ¿Uno más? -Pregunta el demonio-. ¿En serio?

Se hace un breve silencio que acalla los gritos y chillidos de las criaturas que trepan la meseta a vuestro alrededor. 

- Estupendo. La sangre de uno más que regará este, MI, planeta...

Con estas palabras, el Gran Demonio se concentra para lanzar sendos ataques psíquicos, en esta ocasión sobre Zorael y sobre el recién llagado...

El apotecario llegó con un salto, como si viniese desde el mismísimo espacio.

Aún no tenía claro que sucedía y ya le venía un "regalito" sobre si. Bueno, igual el impacto podría doler, pero había encontrado a los hermanos. No le dio tiempo a decirles que el justicar estaba a salvo, pero ... ya había un momento adecuado para darles las buenas noticias. Ahora había que centrarse en lo que estaba pasando.