Partida Rol por web

Tras descender lo que parecían una veintena de metros por la escalera, Trebek llegó abajo y allí le esperaba la Inquisidora y el resto de sus hermanos. Instantes después de que llegara el expiador, hizo su entrada Cole lleno de restos de xeno. La inquisidora alabó y agradeció el feroz combate protagonizado por los Astartes y Trebek inclinó la cabeza para mostrar su gratitud:-Gratitud, Inquisidora Yelena pero no hacíamos otra que nuestro trabajo.-dijo el expiador y tomó la palabra Stein. 

Al parecer tenían que introducir un código de tres dígitos en una secuencia concreta. Mientras Stein seguía haciendo cálculos mentales con las combinaciones, Trebek se acercó al panel, teniendo presente lo mencionado por Stein del lenguaje máquina. Observó los símbolos, realmente le sonaban pero no ubicaba su procedencia, reflexionó sobre lo mencionado Stein:-Hermano, has probado la combinación de símbolos que corresponde 2, 9, 7? Por lo que dice el mensaje en lengua máquina me parece la opción más viable.-comentó Trebek al hablar al tecnomarine. 

El lugar es antiquísimo, no tienes duda de ello, pero todo apunta a que el cableado del techo, junto con las tuberías, fue algo construido a posteriori de la estructura, y no hace relativamente mucho (Quizá "sólo" unos siglos), pero no parece que fuera ni siquiera obra de los mismos técnicos.

El cableado y la "fontanería" están realizados de forma mucho más burda que el resto de la instalación, cuya arquitectura e instalación, pese al tiempo que deben tener, está conservada en perfectas condiciones. Dirías que los que lo edificaron eran mentes altamente tecnológicas, una obra totalmente fuera del alcance del Imperio.

- Mi opción sería 2 7 4; porque parece que en las pistas falta siempre algo, y en ningún momento se nombra el último dígito.

El doctorcito quedó pensando. Algo sabía de matemáticas, pero lo justo. Lo que si estaba claro es que le daba la sensación de que las pistas no estaban todas, y esa era una clave. No dártelo todo. Que tengas que descubrirlo.

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Con la aparición de mis hermanos en el interior de la sala, y su aparente buen aspecto, sino contábamos con los restos de carne e icor de las criaturas xenomórficas con las que habían acabado, podíamos dedicar todos nuestros esfuerzos en abrir la dichosa puerta codificada. - No soy muy ducho en eso de los códigos, prefiero gastar mi tiempo en otras cosas ... aun así el código que yo escogería sería el ***.

- Si, finalmente estoy convencido, apostaría por el 217*.

Prefería con mucho que esto lo arreglase nuestro técnico, pero ya que estábamos metidos en una estructura metálica con pocas posibilidades de retroceder, lo mejor era avanzar lo antes posible. 

Stein miró hacia Zorael, con su dedo índice colocado sobre los diferentes símbolos que formaban lo que a todas luces parecía un extraño panel de seguridad. Sostuvo la mirada hacia el bibliotecario unos instantes, y después asintió con la cabeza, al tiempo que se dirigía hacia Trebek y Leinad.

- Me temo que vuestras respuestas no son lógicas -La voz de Stein tenía cierto tono educativo, como la de un instructor benébolo-. El 9 no puede ser, Hermano N'Kari, porque las dos primeras reglas se contradicen, y el 9 queda descartado al no poder estar, y no estar. No obstante, ha estado muy cerca. En el caso del Hermano Ikegar, el 7 no puede ocupar la posición central, con la primera norma ya queda relegado a la tercera posición, mientras que el 4 queda fuera de la ecuación. Resumiendo, el Hermano Eduh está en lo cierto; la combinación es la 217.

Dicho esto, Stein presionó los símbolos que corresponderían con las posiciones 2, 1 y 7.

La puerta se abrió con un sonido de despresurización, y se desplazó lateralmente hasta desaparecer dejando a la vista únicamente un largo túnel en el que sólo podíais avanzar en fila de a uno, iluminado nuevamente por una serie de luces fosforescentes de color verdoso. Al fondo del mismo, a unos 100 metros, existía otra puerta cerrada. 

Unos gruesos haces de tuberías y cables multicolor recorrían el corredor por encima de vuestras cabezas, y todo apuntaba a que eran los mismos, o ramificaciones, de los que existían en la sala circular en la que estabais actualmente.

El sonido de la estática inundó todo el corredor por algún tipo de sistema de comunicación, y una voz metálica, algo humanizada pero carente de toda emoción, exigió identificación: 

- [Subrutina: Seguridad] ¡Identifíquese! 

La voz solicitaba identificación en Alto Gótico, un idioma hablado casi en exclusividad por las altas esferas del Imperio como la nobleza, la eclesiarquía, o el administratum.

Detectas en el túnel el brillo de lo que parece ser la lente de algún sistema de vídeo vigilancia, junto con el zumbido de lo que parece ser algún sistema de seguimiento o marcado.

Detectas en el túnel el brillo de lo que parece ser la lente de algún sistema de vídeo vigilancia.

Por la radio interna: - Hermanos, hay sistemas de videovigilancia y sensores ópticos móviles. Giró un poco la cabeza, como si orientase el oido hacia algún ruido, y añadió: - Y también hay algún sistema de telemetría de tiro o algo para orientar armas.

- O sea hermanos, nos ven y nos están apuntando.

Niego con la mano, sobre mi capacidad de deducción ante este caso en concreto. - Fueron nuestros hermanos* de batalla los que me dieron la idea sobre el código. Las puertas se abren y una voz metálica nos pide identificación, una que por desgracia no tenemos, el aviso de los sensores de armas por parte de nuestro apotecario, nos avisa del peligro de no contar con ella. - Inquisidora, igual cuenta con alguna ventaja para este asunto. Digo mientras pienso en su insignia inquisitorial. - Pero de no ser así, lo mejor es que se parapete tras nosotros. 

Al parecer la opción de Trebek no era del todo correcta pero ayudó a encontrar la respuesta correcta así que se alegró cuando el Tecnomarine desarrolló la respuesta e introdujo el código correcto de la puerta. 

Tras abrirse las compuesta toda una serie de luces y otra puerta al otro extremo del corredor, Leinad se adelanta al detectar, junto al expiador, las cámaras de vigilancia, así que Trebek se dedica a puntar con su bolter pesado hacia el frente:-Parece que hay alguien en casa.-dijo después que Zorael comentara el rango de la Inquisidora. Los Astartes estarían preparados para cualquier tipo de respuesta y protejer a la inquisidora. 

La Inquisidora dio un paso adelante abriéndose paso entre los Caballeros Grises, y alzó su roseta inquisitorial.

Era un símbolo tan conocido como temido en lo largo y ancho del Imperio de la Humanidad, con la capacidad de obligar a cualquier siervo del Imperio a que asistiera a su portador. 

- ¡Soy la Inquisidora Yelena Isharya, y represento a la autoridad de la Inquisición del Emperador! ¡Solicito su cooperación!

La voz de la joven se mostraba sorprendentemente firme, como si no hubiera sido la primera vez que hubiera tenido que hacer esto. 

Unos segundos mas tarde, la puerta del fondo del corredor se abrió lateralmente.

Habiendo elegido la formación que seguiríais a través del angosto corredor, Cole avanzó, seguido de la Inquisidora, que seguía manteniendo el símbolo de la Inquisición en alto. Detrás, todos los demás. 

La inseguridad era algo patente. Os sentisteis completamente observados durante un trayecto que, pese a sus aproximadamente cien metros, se antojó eterno. Notabais que algo o alguien os observaba continuamente, que os seguían y os inspeccionaban, que nos os quitaban los ojos de encima. No obstante, llegasteis al final sin tener que lamentar nada, quizá por la actuación de la Inquisidora, quizá no. 

En cualquier caso, al salir del corredor llegasteis a una enorme sala rectangular, de unos 20 por 50 metros. El suelo y el techo de la habitación tenían diversos puntos de ventilación con gruesas rejillas de seguridad. La pared opuesta estaba dominada por un gigantesco portón blindado, y todo el lugar estaba iluminado tenuemente por un par de candelabros situados a cada lado del portón. 

La entrada parecía tan blindada como el casco de un poderoso buque de guerra, y era tan grande, alta y ancha, que incluso un Land Raider podría salir por ahí y no rozaría su blindaje exterior. 

Entonces, un sonido de maquinaria en funcionamiento comenzó a sonar sobre vuestras cabezas, y los ventiladores comenzaron a rugir. Las pesadas puertas comenzaron a moverse lateralmente, deslizándose muy lentamente sobre unos gigantescos raíles de acero engrasado. La puerta tenía al menos tres metros de grosor y parecía preparada para resistir cualquier ataque de potencia inferior a un bombardeo orbital.

Las masiva puerta finalmente se abrió parcialmente, sólo un par de metros, y una enorme mezcla de olores os golpeó en vuestros sensores olfativos pese a la distancia que os separaba de la entrada. Se trataba de una repulsiva amalgama de diferentes inciensos, humos de forja, óxido y aceite de motor, que hicieron que la Inquisidora se pusiera un pañuelo tapándose nariz y boca. 

De entre la penumbra de las dos hojas del portón apareció una estirada figura humanoide. Se trataba de un hombre alto a la par que muy, muy viejo, retorcido y encorvado. Sus largas vestiduras escondían un cuerpo que se movía penosamente despacio apoyado sobre un bastón rematado con un ojo dorado. Tenía la cabeza cubierta por la gruesa capucha de su hábito y su cuerpo parecía encorvarse por el peso del aquila doble que le colgaba del cuello. Sobre él, dos servocalaveras os escudriñaban ampliando y disminuyendo el zoom del objetivo que tenían en las cuencas vacías de sus ojos. 

- ¡Alabado sea el Trono Dorado! -Exclamó el viejo, del que bajo su amplia capucha podíais ver una tez pálida, dos ojos cuyos iris eran de un tono grisáceo, una afilada nariz, y una boca seca con los labios visiblemente cuarteados. Sus brazos estaban abiertos con las palmas de las manos hacia arriba, en señal de bienvenida, y podíais ver las típicas manchas de la edad sobre su piel.

-  ¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos, hijos del Emperador! -El hombre se mostraba visiblemente contento de veros, quizá porque no sabía quiénes érais más allá de "simples Astartes"-. Mi nombre es Sebastianus Palmios, y me alegra ser vuestro "anfitrión", por así decirlo, dándoos la bienvenida a los dominios del Magos Biologis Alek Ivanov.

El hombre no tenía ningún tipo de implante cibernético que lo identificara como parte del Adeptus Mechanicus. Tampoco su hábito era del rojo característico.

- Si me permitís la indiscreción, debo admitir, no obstante, que no puedo concebir el motivo que ha traído hasta aquí a un representante de las Sagradas Órdenes de la Inquisición del Emperador más allá de purgar este lugar...
 

La inquisidora continuaba teniendo en su mano el símbolo de la Inquisición, aunque lo tenía ya bajado y parecía que se había relajado. 

- No hemos venido aquí para purgar este malogrado planeta, muy señor mío -Afirmó la Inquisidora, de forma seca-, aunque lo merezca con toda la despiadada autoridad del Emperador. No obstante, tampoco sé quién es usted, ni quién es el responsable de este extraño lugar. ¿Puede explicarnos qué sitio es este?

- Como ya avancé, mi nombre es Sebastianus Palmios, y solo soy un humilde servidor de nuestro amado Emperador -El hombre agachó la cabeza en señal de saludo-. ¿No habéis visto la nave destruida al aterrizar? -Preguntó el hombre con tono de preocupación, mientras hacía la señal del aquila sobre su pecho-. Yo era su navegante. Uno de los motores de plasma de la embarcación explotó durante la travesía, que nos hubiera llevado hasta el puerto espacial de Belis Corona, y tuvimos que realizar un aterrizaje de emergencia. Más del 70% de la tripulación murió. De eso hace ya bastante tiempo...

Se hizo el silencio durante unos instantes, salvo por el ruido proveniente de más allá de las puertas frente a las que se encontraba el hombre.

- Uno de los equipos del Magos Ivanov acudió en nuestro auxilio, y me trasladé a este lugar con la esperanza de que alguien nos viniera a rescatar. Imagino que vuestra labor no es esa... ¡Que el Trono nos asista!