Partida Rol por web

Y Fran seguía inventándose palabras. Linux. Sería como los romanos llamarían al lino o algo así, pero no terminaba de entender qué tenía que ver la informática con el tejido.

Con nada, pava, le dijo una voz bufona en la cabeza. Tú no entiendes. Tú a fregar.

Suspiró, rascándose la frente, mientras escuchaba la respuesta del informático, y llegó a la conclusión que realmente le interesaba: necesitaban encontrar aquel ordenador sí o sí. El hecho de que no estuviera con el dueño ya era raro, pero que hubiera desaparecido sin que pudieran dar con él en todo el maldito piso, era otro delito más… si es que el muy idiota no se lo había dejado en algún sitio.

Chascó la lengua, algo impaciente, y también se despidió de Fran, deseándole suerte. Musitó un “gracias” a Fernando por aguantarle la puerta, y caminó hacia la oficina del forense con aire distraído.

—¿Dónde se habrá podido meter ese maldito ordenador enano?— se preguntó, aunque miró a Fernando de soslayo—. ¿Lo habrán robado porque sabían lo que guardaba?— se llevó una mano al mentón, dubitativa—. Qué asco todo.

Se sentía que estaba dándose cabezazos contra una pared, y arrugó la nariz a modo de respuesta. Le irritaba no saber. Le irritaba mucho.

—Vale, vamos a ver qué nos cuenta el tocayo del muerto— torció el gesto, y suspiró, pensando que aquel caso le venía grande.

Encontraron a Pedro en su despacho, justo al lado de la sala de la autopsias. En su mesa estaban las fotos del cuerpo de Crespo.

- Ah, hola detectives. ¿Cómo va la cosa? Por aquí estoy un poco desconcertado... veamos lo que tengo. Intentaré exponer hechos y dejaros a vosotros las interpretaciones, no quiero interferir.

Despejó la mesa y reordenó las fotos. Fue sacándolas una a una. La primera la de la cabeza de Crespo. Le habían quitado las agujas pero las cuencas vacías parecían todavía más aterradoras:

- Las agujas de calceta no fueron la causa de la muerte. Alguien se las clavó después de que hubiera fallecido. Por la postura de las mismas diría que lo hicieron de frente, clavándolas con mucha fuerza y de un solo golpe. Alguien con mucha fuerza porque es necesario tenerla para poder clavarlas tan profundamente a la primera, de forma... limpia, aunque esa no sea precisamente la palabra para algo así. Hay muchas posibilidades de que el primer golpe sólo dañe los ojos pero no atraviese el resto de la masa encefálica. Aquí lo hicieron. Se clavaron desde un ángulo ascendente, lo que indica que la víctima seguía sentada de cara a su atacante y que luego giraron la silla para dejarlo nuevamente mirando hacia la pantalla.

Luego sacó otra foto, esta vez de la parte trasera del cuello de Crespo. Una segunda foto, con más zoom, indicaba una pequeña punción en la zona inferior del cuello, justo en la nuca. En realidad eran tres pequeñas punciones en forma triangular.

- Ésta parece ser la causa real de la muerte. No conozco nada 'normal' que encaje con la forma de la punción. Si me preguntaseis diría que se parece a la picadura de algún insecto. Pero no hay en Galicia ningún insecto de ese tamaño. Ni tan venenoso. Crespo murió de forma casi instantánea debido al efecto de un veneno muy potente. Todavía no he identificado su origen, lo cual me lleva a pensar que puede ser algún tipo de veneno natural.- vio la mirada de los agentes y atajó - Estoy trabajando en ello y ya he pedido a mis contactos con conocimientos de ciencias naturales que me echen un cabo. Nuevamente estamos ante algo foráneo. La muerte se produjo por asfixia y por como quedaron los tejidos me arriesgo a decir que fue algo realmente rápido, cuestión de segundos. Fulminante. Los análisis químicos detectan ciertas toxinas pero ninguna se corresponde con nuestra base de datos sobre sustancias químicas, de ahí que crea que es algún veneno natural o un compuesto realizado de forma artesanal. De cualquier modo es algo realmente potente, que empieza a actuar de forma inmediata tras su inyección cutánea. Crespo probablemente no llegó a saber quien le atacó.

El resto de las fotos permanecieron en su montón:

- No hay más marcas ni señales remarcables. Crespo era un tipo sano y no tenía ninguna patología diagnosticada. La hora de la muerte calculo que fue aproximadamente las 22:30 del domingo, es decir unas diez horas antes de que lo encontrásemos.

La detective pensó una vez más, muy soberanamente, y ladeó la cabeza en cuanto se dio cuenta de una cosa.

—Un culto que ya se dejó de practicar— murmuró más para sí que para que lo oyera su compañero—. Tres puntos…

Se giró hacia Fernando, y lo cogió por el brazo, con algo más de fuerza de lo que le hubiera gustado.

—¿Y si esos tres puntos que tenía Pedro tenían algo que ver con ese culto del que se habla en los correos?— preguntó, frunciendo el entrecejo—. ¿Y si investigó demasiado, le pillaron metiendo las narices en esa secta o lo que fuera, y quisieron pagarle con una especie de “firma de la casa”?

Qué locura, pensó, después, cuando escuchó esas palabras salir por su boca, y se dio cuenta de que, quizá, sólo estaba diciendo estupideces.

Se terminó encogiendo de hombros, y se dijo que lo meditaría todo después.

Saludó con un gesto de la cabeza al forense, y se rascó la nariz, distraída. Se hizo daño al ver la primera foto de Pedro, aquélla donde aparecían sus ojos, o lo que deberían de ser sus ojos. Morbosa, Isabel se la acercó un poco más para verla mejor, mientras escuchaba al especialista hablar.

—Vamos, que quien le clavara las agujas tenía que ser una persona fuerte, fuerte… Fuerte— asintió, haciendo un gesto con la boca, y siguió escuchando.

Casi se atragantó al escucharlo.

—¿Veneno?— repitió, escandalizada—. Se dice que es un arma de mujer— ladeó la mirada, y pensó en aquella hermana suya. No sabía por qué le había cogido tanta tirria.

Se cruzó de brazos, y miró tanto al forense como a Fernando.

—Algo de fuera, foráneo, veneno natural… Es que todo tiene que ver con el culto que estaba investigando— chasqueó la lengua, algo impaciente—. No sé por qué, pero me da a mí que vamos a encontrar más información en los libros de una biblioteca que en la escena del crimen y en… bueno, Crespo— volvió a rascarse la nariz—. ¿Y si preguntáramos a algún experto de cultos, ciencias ocultas, satanismo y esas gilip… y demás?— sugirió—. A lo mejor saben algo relacionado con lo que Pedro buscaba… Además, este hombre debía informarse en algún sitio, no sólo yendo a obras de teatro de fantasmas, y quedando con perroflautas.

Fernando tenía la cabeza hecha un lío. No estaba tan seguro de que algo relacionado con el culto le hubiera matado. Lo más seguro es que el culto aquel fuera una organización de criminales y si Pedro sabía demasiado era una amenaza. Nada de todo lo que habian visto explicaba o daba ninguna prueba de que fuera algo relacionado con ciencias ocultas.

- Sé que te encantaría que eso fuera asi, Isa, pero yo creo que debemos de ir a por cosas tangibles y ya veremos a dónde nos llevan. Sea de una ciencio oculta, o de una ciencia tecnológica, el caso es que murio por veneno. Hemos de identificar el origen del veneno.

Miró las marcas.

- ¿Parece más un insecto que un arma, entonces? Nadie usa hoy en día animales para asesinar de este modo. - Quizás Isabel no estuviera tan desencaminada - ¿Y si hubiera en alguna de las culturas antiguas algun metodo de asesinato que estuviera relacionado con el uso de insectos o de animales? Pero... más que hablar con un experto en ciencias ocultas o una mujer de esas del tarot, mejor hablar con un historiador ¿no?

A él le parecía lo más lógico.

Por otro lado, Pedro estaba alli y el hombre tendría cosas que hacer. Pero la mayoria de sus preguntas ya se las habia contestado... no le habia aclarado mucho, pero al menos les habia dado una serie de pistas.

- Pedro, el hecho de que le matara rápidamente no tendria por qué tener asociados agentes nerviosos, ¿no? No soy un experto, y no se si es posible saberlo. Pero yo daba por sentado que el hombre quedó paralizado y después le mataron. El hecho de que me digas que lo hiciera tan rápido, implicaria que ni siquiera seria necesaria la paralisis. Pero si el veneno tiene agentes que actuaran sobre el sistema nervioso, cerraria varias puertas a la hora de buscar entre los posibles venenos, ¿no es asi?

Meneó la cabeza.

- Es decir, me has dicho que la causa de la muerte fue el veneno. Pero no me has dicho exactamente qué hacia el veneno.

- Bueno. Debo confesar que lo que aporto son conjeturas a partir los análisis de sangre y tejidos pero diría que si hubo parálisis fue mínima. Es decir: creo que el agente tóxico actuó en meros segundos. Hubo una asfixia mínima pero todo indica que lo que causó la muerte fue una parada de corazón casi inmediata. Probablemente Crespo sintió algo así como un desvanecimiento del cual ya no se despertó. Cuando haya descubierto de que tipo de veneno estamos hablando podré darte datos más concretos del momento de la muerte. Por el momento en mi informe he apuntado 'parada cardíaca' como causa final.

Así que todo se reducía a aquel veneno. Produjo la parada y no sabía que cosas más técnicas. La cuestión era que las agujas no habían matado, y que habían sido ensartadas de un único golpe.

Impresionante, pensó Isabel, queriendo saber cómo era el tipo que lo hizo. ¿Fuerte? ¿Con unos brazos como su cabeza? ¿Delgado? ¿Más fibrado, pero con técnica suficiente?

Miró a Fernando, y asintió. Sí, estaría bien que fuera así: conspiración judeomasónica-comunista-perroflautil, y, ale, a la trena todos, pero no dijo nada. Se limitó a sonreír, dejando que el pensamiento le diera un poco de alegría antes de chocar contra la realidad.

—¿Un profesor?— se planteó la sugerencia un par de minutos—. ¿Crees que en la Universidad de Santiago habrá alguien especializado en ello? ¿Algún catedrático? Luego lo miro— se ofreció, pensando en que sería genial que existiera algún tipo así.

Escuchó lo que su compañero tuviera que decir, y negó más para sí que para su compañero que se usara un insecto para hacer los tres puntos. Quizá se hubiera hecho antes, pero puede que en la actualidad los asesinos prefirieran algo más sofisticado, más tecnológico, más vanguardista.

—O no— murmuró para sí, ladeando la cabeza.

Cruzó los brazos a la altura del pecho, y suspiró, pensando que debía de releer sus notas a la noche, para juntarlas con las nuevas conjeturas que sacaran a lo largo del día.

—Veneno que paraliza, y, pum, ataque al corazón— resumió la detective—. Luego las agujas.  

Fernando se encogió de hombros. No le había aclarado nada, pero con la información de que disponian tampoco habia abierto demasiadas preguntas nuevas. - Gracias Pedro - alcanzó a decir. Tenian que esperar a saber qué era aquel veneno para asi poder abrir nuevas pistas en esa dirección. De poco más les iba a servir el cuerpo por ahora.

Miró a Isabel con gesto serio - Creo que yo también habia llegado a esa conclusión solito - dijo. Y después sonrió. A aquella chica le gustaba remarcar la información varias veces a ver si así se le quedaba mejor en la cabeza. Se imaginó a Isabel estudiando su selectividad en su casa a gritos, repitiendose la lección a sí misma. Desde luego no parecía ser la chica que aguantara callada toda la tarde en una biblioteca.

- No parece que de aqui vayamos a sacar mucha más información. - No era tan experto como para que se le ocurrieran mejores preguntas - Queda reunirnos con el dueño del teatro Galán, a ver que tiene él que decirnos.

Quería grabarse todo lo que pudiera a fuego, pues no podía permitirse que un detalle se le escapara y que, aunque pareciera nimio, pudiera llegar a ser importante.

Llevó su mano a buscar la libreta con las notas que había tomado el día anterior, pero se percató en ese momento que no la tenía. Ahogó un grito, y se enfadó consigo misma al recordar que la había dejado encima de la mesa donde hacía unas horas había desayunado.

—Mierder— murmuró, arrugando la nariz, y tirando de su chaqueta con mal humor—. En fin…

Asintió ante las palabras de Fernando. Le gustaba hacer resúmenes para obviar toda la paja que podía meterse de por medio. Los tochos que tuvo que estudiar para la oposición estaban llenos de paja, y le sirvió el quitar capítulos y capítulos de cosas obvias, y de sentido común, y centrarse en lo que realmente importaba, como el habeas corpus, las interrogaciones del testigo, y toda esa patraña del abogado y sus derechos y sus mierdas. Suspiró al recordarlo.

—Es verdad, el del Galán— recordó al escuchar a Fernando—. ¿Crees que sabrá algo o se hará el longui?— preguntó, no muy esperanzada—. A veces son como conchas, y no hay quien les saque nada de información.

Volvió a suspirar, y siguió a su compañero en silencio, y pensando en el dueño del teatro. 

Media hora después estaban en la Inmobiliaria. Tras identificarse como detectives ante una de las chicas que estaba en el mostrador - era una inmobiliaria grande, con dos personas atendiendo al público y algunos despachos individuales - pideron hablar con Marcelo, el dueño del local del antiguo teatro Galán, con el que estaban citados.

La chica frunció el ceño extrañada:

- Debe haber algún malentendido detectives.- dijo mientras consultaba en el ordenador - Efectivamente ese inmueble se encuentra en nuestras fichas, pero no consta ningún Marcelo como propietario. La dueña es Rosa Míguez. Tenemos varios inmuebles suyos para alquiler y venta, algunos en exclusividad, pero concretamente el Galán no es uno de ellos. Normalmente con este tipo de inmuebles que no tenemos en exclusividad no tenemos llave. La solicitamos al cliente cuando alguien nos pide verlo. Pero... - volvió a revisar los datos - No figura ningún Marcelo ni como propietario ni como contacto. ¿Puede que se trate de otra propiedad?

Vaya. Aquello era una sorpresa. ¿O no?

Isabel se mantuvo callada durante el trayecto hacia la inmobiliaria, pensando en sus propias cosas, tales como si había pagado el alquiler ese mes, o si habían ido a mirar el contador del gas para hacer la lectura o tendría que hacerlo ella misma. Odiaba ese tipo de cosas, y le ponían de mal humor. Fue por ello que tardó bien poco en cambiar de hilo de pensamientos, y darle vueltas a lo que se encontrarían como dueño del Galán. Ninguna imagen concreta venía a su mente, pero no le importaba. Pronto podría poner cara a ese tipo.

Después de sacar su placa, brillante y enorme, a la recepcionista, explicaron el porqué de su llegada, y fue cuando el jarro de agua fría les empapó a ambos.

—¿Cómo?— preguntó demasiado impetuosa la detective—. ¿Rosa Míguez?

Miró a Fernando, tratando de saber qué pensaba ante aquella nueva noticia, y preguntarse si era algo bueno, algo malo o algo que habían pasado por alto completamente.

—Hijo de puta— espetó la detective, comenzando a enfadarse—. Oiga, señorita— se giró para hablar con la recepcionista—, ¿tienen en nómina a un tipo que se llama Nicolás Mondoñedo? Fue él quien nos dijo que el tal Marcelo era…— ¿había dicho en algún momento “dueño” de manera explícita?—. Bueno, que tenía algo que ver con el teatro.

Miró a su compañero, y frunció el ceño.

—Me juego lo que quieras a que el amigo Sting nos la ha colado pero bien. ¿La conversación telefónica? Una maldita trola. Aquí hay un pufo pero de los buenos.

Y comenzó a sospechar que ni el nombre de Nicolás era real. 

Fernando estaba ojiplático. No podía dar crédito a lo que estaba escuchando. - Me la han pegado - se decía a si mismo mentalmente. Tuvo que leer varias veces el nombre de Fincas Ferrado para estar seguro del todo de que no se habia equivocado de sitio. Su compañera estuvo rápida y preguntó por Nicolás, pero algo le daba en la nariz que no iba a haber nada similar.

- Asi que de la señora Rosa  Míguez. - Miró a Isabel. Conocía ese nombre de sobra... Míguez... Sandra Míguez, la ex-novia de Pedro. La del trio amoroso. Y sabia de sobra que si buscaba quién era Rosa sería su hermana... o su tía, claro.

- Señorita, ¿han enseñado el Galán ultimamente? Tengo constancia de un cambio en la cerradura hace relativamente poco tiempo, y si es asi, tendrían que haber avisado a la inmobiliaria, ¿no es asi? Y si le hubieran robado la llave y por eso la hubiera cambiado ¿Os habria dicho algo? Por qué no llama a la señorita Míguez y le pregunta si se puede personar aqui. Al fin y al cabo hemos venido a hablar con el propietario del Galán y nos da igual si se llama Marcelo, Rosa o Roberto.

La chica negó con la cabeza, confirmando lo que Isabel ya sospechaba:

- ¿Nicolás Mondoñedo? No, no... nunca ha trabajado nadie con ese nombre aquí.

Luego se volvió hacia Fernando.

- Eh... no me consta ningún cambio de cerradura. Un momento por favor.

La chica se levantó para ir hasta un despacho del fondo. A los pocos minutos regresó acompañada de un señor mayor, vestido de traje. Se presentó como Ramón Aller, dueño de la inmobiliaria. 

- Hola agentes. Por favor, acompáñenme a mi despacho para poder hablar en privado.

Una vez en el despacho el señor Aller puso al día a los detectives:

- Por lo que me ha dicho Rocío vienen ustedes por el tema del allanamiento del Galán. Verán: a nosotros nos consta que unos okupas se metieron en el lugar hace unas semanas porque nos lo dijo uno de nuestros clientes que casualmente tiene un piso enfrente. Pero como ese local no lo tenemos en alquiler directo es un tema que no nos concierne. Yo puedo facilitarles el teléfono de la señora Miguez, igual que podría hacerlo con cualquier otro cliente interesado en el inmueble, pero si ella quiere verles es una cuestión que a nosotros no nos atañe. Entiéndanlo: los inmuebles que no tenemos en exclusividad no los consideramos nuestros. Cualquier otra inmobiliaria de las que lo tenga en cartera le diría lo mismo.

Dicho lo cual escribió un número en una tarjeta:

- Éste es el teléfono de la señora Miguez. Pero dudo que puedan verla de inmediato. Según tengo entendido vive en León.

La chica ya le habia dicho lo que queria saber, no les constaba el cambio de cerradura. Era obvio que Nicolás no trabajaba alli, les habia tomado el pelo.

Fueron a hablar con el hombre, dueño de la inmobiliaria. Les habian allanado: ya, eso ya lo sabian. Fernando no llegó a sentarse.

- Caballero, no se preocupe. - Agarró la tarjeta con el número y le tendió la mano. - Isabel, nos vamos. - Cuando estaban saliendo se lo explicó - Llama a Martín, pide una órden de búsqueda y captura de Nicolas Mondoñedo si es que se llama así. Haz una descripción física si fuera preciso. Igual hay algo en la base de datos, sabemos que era jugador ilegal de poker, asi que puede tener antecedentes.

Mientras, Fernando sabía perfectamente a quién llamaría.

- ¿Disculpe? La Voz Gallega, ¿verdad? Soy el inspector de policía Fernando Gálvez, quiero hablar inmediatamente con la señorita Sandra Míguez.

Quería estrellar algo. Cualquier cosa que pudiera romperse y hacerse mil añicos. ¿Cómo no lo había visto antes? ¿Cómo no se dio cuenta? ¿Un tipo de una inmobiliaria a esas horas de la noche? ¡No! ¡Claro que no!

Miró a Fernando tras escuchar las palabras de la recepcionista, y trató de calmar su ritmo cardíaco, así como su furia. Ya tendría tiempo de golpear a ese rubito en esa media luna que tenía por sonrisa y decir un simple “se cayó por las escaleras” cuando lo entregara en la comisaría. Oh, sí.

Saludó con un movimiento seco de cabeza al señor Aller, y escuchó lo que tuvo que decirles. No era más que una bofetada tras otra, pero eran necesarias si querían avanzar. Cómo dolían. Maldito Nic.

—Comparten apellido, pero eso no significa que…— pero se interrumpió al ver que su compañero comenzaba a llamar por el móvil. Realmente sería curioso que el apellido de aquella tal Rosa hubiera sido el primero en el orden de los apellidos de Sandra.

Isabel terminó encogiéndose de hombros, y vio una chispa de esperanza.

Acompañó a Fernando, y asintió ante sus indicaciones. Ella también cogió el móvil, y marcó el número de Martín.

—Boss, me gustaría que buscarais a un tipo— comenzó la detective—. Dice llamarse Nicolás Mondoñedo, pero puede que sea falso, aunque tenía un carné de identidad que nos enseñó... Si algún becario puede machacar la base de datos, y buscar a un tipo rubio, de mediana edad, con ojos oscuros, sonrisa radiante… el cabrón se parece bastante a Sting, el cantante, casi tiene hasta sus hoyuelos. Que miren en delitos patrimoniales, tales como estafas y apropiaciones indebidas. Algún allanamiento, y también hurtos. Nicolás Mondoñedo— repitió, y colgó.

Miró a Fernando, compartiendo una mirada cómplice, y suspiró.

—Qué bien va el día— comentó. 

El día estaba llegando repleto de sorpresas. En el momento en que Isabel pidió que le pasaran con su jefe la telefonista le informó:

- Te paso ahora Isabel. Una cosa: ha pasado un hombre por aquí que quería hablar con vosotros. Un tal... espera... sí, un tal Nicolás Mondoñedo Somoza. Dijo que probablemente querríais hablar con él y me ha dejado un número de teléfono móvil.

Isabel se quedó estupefacta. ¿Hasta donde llegaba el descaro de aquel tipo? Y ahora, recordando la escena de la noche anterior, recordó también que a ellos les dejó un teléfono de contacto, y que aparentemente era la última persona que había visto con vida al sospechoso. Pero ¿por qué jugársela así si luego quería contactar con ellos? Nada parecía tener sentido.

- Te paso con Martín.- le dijo la telefonista.

Por su parte Fernándo estaba al habla con la señorita Miguez. La Miguez que era ex-novia de Crespo, claro:

- Buenos días detective. ¿Hay noticias sobre lo que le ha pasado a Pedro?

Su voz denotaba cansancio, como si hubiera dormido poco. Lo cual tampoco sería extraño dadas las circunstancias y la proximidad al fallecido.

- Bueno, estamos tratando de avanzar en la negociacion. Señorita, ¿tiene usted alguna relación con la señora Rosa Míguez? - no quiso dar más información. Sandra podría ponerse nerviosa, o quizás ni siquiera fueran parientes y fuera una casualidad. Al fin y al cabo, Miguez no era el apellido más común del mundo, pero tampoco el más raro.

- Tengo una tía segunda que se llama Rosa que creo que vive en Extremadura o León, no lo recuerdo. ¿Por qué es importante? 

Cuando la chica le dijo aquello, Isabel se estaba apretando tanto el teléfono a la oreja que se hacía daño, pero apenas lo sentía. No podía creerse que aquel desalmado hubiera tenido los huevos suficientes de pavonearse. Dos veces.

—¿Ah, sí?— dijo de manera helada, poniendo cara de asco—. Dime el número que llamo. Muchas gracias, guapa— añadió sin pensar, mientras esperaba a que le dieran el número.

Miró a su compañero, y le puso en antecedentes.

—Nicolás se ha pasado por la comisaría, Fernando— indicó—. Ha dejado un número de teléfono. Le voy a llamar ahora— dijo deprisa mientras esperada que le pasaran con Martín—. ¡Jefe!— exclamó Isabel—. Luego te llamo— y colgó.

Respiró profundamente, y miró las teclas del teléfono. Después, casi taladrando con los dedos la pantalla, llamó al número que había dejado Nic.

Se llevó el teléfono a la oreja, y esperó.

- Pues eso tendrá que decirmelo usted. ¿Sabia usted que su tía; que sí, vive en en León; es la dueña de varias propiedades aqui, incluida la propiedad de cierto teatro? ¿Hace cuanto no habla con ella, Sandra? ¿Qué sabe de ella? Y por su bien espero que no me miente, hasta ahora habia decidido apartarla de la investigación, pero si no me dice usted la verdad, tendremos que empezar a ponernos serios, y eso no le va a gustar ni a usted ni a mi. Los abogados nunca me gustaron, ¿sabe?

En ese momento le habló Isabel.

- ¡¿Qué.. coj...?! - se mantuvo firme, respiró profundamente. Las cosas de una en una. - Adelante, Sandra. Le estoy dando una oportunidad de ayudar en el caso de su amigo. ¿Hay algo más que no nos haya contado?