Partida Rol por web

La primera frase hizo que Quinn pusiese cara de no saber de qué hablaba. Después, cuando empezó a avanzar hacia ella, retrocedió hasta dar con la espalda en la pared. Sus ojos escudriñaban el rostro de Izzy, buscándo a la chica irreconocible que sabía que estaba ahí. Nadie más la buscaría con tanto ahínco en ninguna parte del mundo.

-Tú... Joder, joder, joder. ¿Qué coño haces aquí? -Ahora buscaba algo, repasando la habitación intentando dar con algo con lo que defenderse.

Quinn murmuraba por lo bajo, y al final gritó. Si no lo hacía moriría de todas maneras.

Izzy lle dio un puñetazo con el cyberbrazo, dan fuerte como un martillo. Le rompió el labio y provocó que un hilillo de sangre manchara las sábanas.

-¡Cierra la boca! -La cogió del cuello de la camisa y la zarandeó hasta ponerla de pie-. Vas a venirte a dar un paseo conmigo. Y si vuelves a gritar me ocuparé de que lo pases muy, muy mal.

¿Qué diría Laurie de aquello? Habría dicho que ya era suficiente, que no debía regocijarse. Pero necesitaba tener unas palabras con Quinn. Necesitaba hacerlo.

La sujetó y salió con ella al pasillo. Ahora sí que no sabía lo que estaba ocurriendo, no sabía cómo terminaría.

Quinn ahogó un grito, cayendo al suelo por el golpe. Trató de levantarse, pero Izzy fue más rápida levantándola por la pechera. Algo en su tono de voz, en sus palabras o en su mirada completamente ida, le hizo saber que lo que decía era verdad, y que intentar salir de allí con vida no era la opción adecuada, sino intentar acabar con el menor daño posible.

Tras unos segundos asintió y empezó a caminar.

Tras mirarla con la visión calorifica vio metal en la pierna. Una pistola escondida. Se la sacó y la tiró sobre la cama. Luego abrió la puerta.

Izzy la sujetó por la cintura y la llevó a través del pasillo como había hecho años atrás, sólo que de un modo muy diferente. Antes de empezar a andar se inclinó en su oído y susurró:

-Tienes la pistola apuntándote a la columna. Si gritas o echas a correr, dispararé y te dejaré inválida. Puede que a mí me cojan y me maten, pero quiero verte yendo a mi entierro en silla de ruedas.

Y la llevó hasta el ascensor. Allí, tras cerrar las puertas, le limpió el labio y la barbilla con un dedo para pasar frente a la recepción sin llamar la atención.

-¿Quién era ese hombre?

Quinn no asintió no dijo nada, pero Izzy pudo notar cómo se tensaba al nombrar lo de la columna vertebral. Siempre había sido muy banal, todo estética y cosas prácticas. Sabía que la ciencia había avanzado mucho, pero tannto como pare recontruír una columna ventebral, no. Y viendo cómo estaba la nómada, supo que era perfectamente capaz.

Cuando Izzy trató de pasarle el dedo, Quinn gruñó y apartó la cara, igual de arrogante que siempre. Miró hacia otro lado con la mandíbula prieta, y sólo cuando Izzy le mostró un pequeño incentivo se animó a contestar.

-Nadie. Estaba ahí para... protegerme. -La última palabra salió con un tono que andaba entre el resentimiento y la impotencia.

-Y ya de paso, te lo has tirado -Izzy resopló con una especie de sonrisa en los labios-. En cualquier caso, no ha servido de mucho.

Cuando las puertas se abrieron, Izzy continuó hacia delante con la intención de sacarla del hotel con la misma suavidad con la que había entrado.

Saliron a la recepción. Tras el mostrador estaba el mismo joven que la había atendido, entretenido con un libro y poco pendiente de las cámaras de seguridad. Cuando escuchó las puertas levantó la vista y contempló a las dos mujeres sinprestarles mucha atención.

Quinn caminó, tal y como le había pedido Izzy. Parecía que por fin había captado la indirecta de cómo funcionaban las cosas. Aun así, no dejaba de mirar el mostrador como si pidiese auxilio. Pero el chico no a miraba.

Entonces habló dirigiéndose al joven y parándose en medio de la recepción. La puta salida estaba a cinco malditos pasos.

-Disculpe. ¿Podría llamar a una ambulancia? Hay un hombre desmayado en el segundo piso. -la voz le temblaba.

Izzy apretó la mandíbula. Era una zorra, una zorra estúpida. Pero debía mantener la calma.

-Sí, creo que estaba drogado. Se ha desplomado en mitad del pasillo justo cuando salíamos, ¿Verdad, cielo? Deberías ir a ver.

Apretó la mano contra la cintura de Quinn lo suficiente como para que notase que seguía ahí. La empujó suavemente hacia la salida.

-Buenos días, y espero que no sea nada -dijo Izzy a modo de saludo, con una sonrisa falsa.

El chico las miró, un tanto extrañado. Se levantó y pulsó un botón en el teléfono para hablar con la seguridad de aquella planta. Aun así, no le quitó el ojo a Quinn, quien tras notar de nuevo la pistola en su espalda había vuelto a andar. Se la estaba jugando, y un sudor frío le recorría la frente, pero no podía dejarse morir así en manos de aquella psicópata.

Pero al final, sencillamente, la siguió.

-Eso que has hecho ha estado muy feo -le murmuró Izzy mientras la llevaba hacia su moto-. Si vuelves a hacer una tontería como esa, voy a cumplir lo que te he dicho. Y esta vez lo voy a cumplimentar rajándote la cara.

Hizo que se sentara en la moto frente a ella, para tenerla controlada. Apoyó la barbilla en su hombro y le susurró al oído, al tiempo que arrancaba:

-Voy a ir muy, muy rápido. Si haces algo como tirarte en marcha, o morderme una mano y pierdo el control de la moto, te estarías suicidando tú misma. Por tu propio bien, espera a que paremos para intentar escapar.

Quinn no dijo nada. Se sentó, temblando y miró al frente. Pero tuvo los santos cojones de responderle.

-Que me muera no te devolverá a Laurie.

-Que sigas viva tampoco, pero al menos no me hará pensar lo injusto que es el mundo de permitir vivir a una zorra como tú mientras que ella está muerta -respondió entre dientes.

Atravesó la ciudad a toda velocidad, como había prometido. Estaba temblando de euforia, como si se hubiese metido un tiro de sintecoca, y apenas podía controlar el temblor de las manos y las piernas. Pero logró salir a las afueras, a la zona que conocía. Una vez llegó al desierto, condujo hacia el interior un buen rato, hasta que ya no pudo ver la carretera a simple vista.

Allí detuvo la moto y empujó a Quinn mientras sacaba la cuerda y empezaba a atarle las muñecas a la espalda.

Quinn hizo amago de echar a correr. Pero, ¿a dónde coño iba a ir en medio del desierto? Izzy tenía la moto, daba igual lo rápida que fuese. Nadie iría a socorrerla a aquel sitio.

Mientras Izzy le ataba las manos veía como el pecho del futuro cadáver se movía con rapidez, a causa de la ansiedad. No estaba lista para morir, aunque eso le importaba poco a la nómada. Tenía que pagar.

-Si no hubiera sido yo habrían sido otros -murmuró, como si fuese una escusa o algún tipo de justificación.

-¿Y esa es tu disculpa? ¿Que habrían sido otros? -le espetó Izzy, apretando las cuerdas tan fuerte como podía. Se le hincaban en la piel y le cortaban la circulación. Pronto tendría las manos moradas-. ¿Y por eso enviaste a la policía a por nosotras, porque si no hubieses sido tú lo habría hecho cualquier otro?

Le dio la vuelta y la dejó tirada en el suelo seco y cuarteado. Pronto empezaría a hacer calor. No tanto como cuando eran niñas, pero sí lo suficiente como para que Quinn lo pasase mal.

-Pues perdóname, pero no pienso darte las gracias, puta de mierda. Me destrozaste la vida, ¿me oyes? ¡Por tu culpa murió la mejor persona que he conocido nunca! Yo la amaba más que a nada. ¿Por eso lo hiciste? ¿Para hacerme daño?

Quinn gimió cuando las cuerdas se le clavaron en la piel. Intentó separar la manos, pero Izzy no se lo permitió. Cuando cayó al suelo se dio la vuelta para mirar a Quinn. Le temblaba la voz, pero su mirada seguía siendo cruel y mezquina.

-¿La mejor persona... del mundo? Ah, que no lo sabes... -Quinn la miró fijamente, indecisa. Después empezó a reírse, no sabía si de histeria por estar al borde de la muerte o realmente porque se burlaba de ella-. La mejor... persona... del mundo. ¡Jajajaja! ¿Te crees que me importas tanto como para matar a alguien por joderte? Que putamente ingénua eres. Siempre lo fuíste, Izzy. No has cambiado una mierda...

Izzy le cruzó la cara de nuevo con el puño de metal.

-¿De qué estás hablando? -gritó, temblorosa. ¿Tenía eso algo que ver con lo que Paul había dicho?

Quinn giró la cra y escupió al suelo, manchándolo se sangre.

-¿Por qué tendría que decírtelo yo cuando no te lo dijo ella? ¿No te quería tanto? ¿No era tu chica perfecta?

Intentó darle una patada para alejarla. La muy perra se estaba creciendo en la ignorancia de ella.

Izzy respondió a su patada con tres a la cadera, con toda la fuerza de la que era capaz. La rabia que le producía no saber, sentirse ridiculizada por Quinn, le hacía desahogarse con ella. No pretendía torturarla, aun le quedaba algo de moralidad, pero su manera de comportarse la estaba sacando de quicio.

Se echó encima, sentándose en su vientre, y sacó el monocuchillo. Le acercó la punta al ojo derecho.

-¡HABLA!

Quinn se retorció de dolor. Trató de arratastrarse lejos de ella, pero al final acabó encogida sobre sí mísma entre lágrimas. Cuando Izzy la volvió a poner boca arriba, se quedó quieta, casi sin abrir los ojos por el filo del cuchillo.

-¡La bucaba Militec, joder! ¡Soy una puta cazarecompensas! Me dedicaba a buscar a gente que estaba en la lista negra para entregarla a la justicia. No lo sabía cuándo te liáste con ella... me enteré después.

-Pues claro que la buscaba Militech, a todos nos joden las Corporaciones. Somos nómadas porque nos expropiaron nuestras granjas. Tú también. ¿O no? -La sujetó de la mandíbula-. ¿Eso es todo lo que tienes que decir?