Partida Rol por web

- Esto me da mala espina... - musitó Ariadne. La puerta cerrada parecía estar esperando a abrirse en el momento más inoportuno para dejar paso al Marqués y un ejercito de demonios.
La joven repasó con la mirada tanto a la puerta como a los alrededores intentando adivinar si ésta estaba bloqueada (¿cerrada con llave, tal vez?) y si podría barrarse desde este lado.

Pyros no preguntó ni dijo nada, simplemente se acercó con mucho cuidado a la puerta de la izquierda para, sin llegar a entrar, echar un vistazo a ésta y ver qué o quién estaba dentro. Por si acaso lo haría con disimulo, no fuera a ser que todavía no hubieran llamado suficientemente la atención y aún pudieran pasar desapercibidos.

Dado que Pyros fue a comprobar si había alguien en aquella habitación, él hizo lo propio con la puerta que se mantenía cerrada. Se aproximó, puso muy despacio su oreja derecha para intentar escuchar. ¿Oiría algo?

Mientras que estaba en esa posición, se fijó en aquellos cuadros.

¿Y si detrás de ellos estuviesen observándonos?, ¿y si al apartarlo hubiese algo escondido?

Esa sala ya la conocías. Era un pequeño cuarto de espera, con varios cómodos sillones para los invitados. Estuvísteis esperando allí cuando fuisteis invitados a la cena.

A la derecha, otra puerta abierta.

El silencio parece sobrenatural. No se hoy ni tu respirar.
 

Lo único que puedes comprobar sólo con mirar es que la puerta se abre empujando.

En esta habitación parece no haber nadie - les dijo a ambos.

No quería tomar la iniciativa de abrir, porque no estaba seguro de que saltase alguna alarma que alertase a la gente de la mansión.

Pyros se acercó a la siguiente sala a echar un vistazo. Lo hizo con todo el sigilo y el disimulo posible para no advertir de su presencia a cualquiera que estuviera allí dentro.

- ¿Y si le llamamos? - aventuró en voz baja la joven, segura de que el marqués ya sabía dónde estaban y con la preocupación de meterse en una trampa si seguían entrando en la casa.

Avanzáis hasta salir de la habitación. Os encontráis en un largo pasillo en forma de "U" laboriosamente decorado. El suelo es de madera y las paredes están enmoquetadas con tela roja. Todas las puertas del corredor se encuentran bloqueadas. Frente a vosotros, hay dos tramos de escaleras caracol ascendents

De pronto, la puerta por donde habíais accedido se cerró súbitamente. Tanto por las esquinas del pasillo como desde ambos tramos de las escaleras , empiezan a emeger los soldados del Marqués, caminando con una inusitada tranquilidad. Entre las tinieblas, sus ojos despiden un tenue brillo amarillento que resulta bastante inquietante. En ese momento, Emil Zolt, con el que ya habíais tenido más de un encontronazo,  grita con su voz chillona

¡Debisteis ser unos chicos buenos y someteros como los demás! ¡Ahora ha llegado el momento de morir!

Y los Oscuros se lanzaron contra vosotros.

Los oscuros no tardaron en rodear a los aventureros. Ellos decidieron cubrir a Catherine, que era la más débil y había decidido acompañarles hasta el final. Y el combate empezó.

Inari fue el primero en dejar que su flecha se nutriera de sangre enemiga. El hombro de uno de los oscuros se vio dañado, pero algo extraño parecía cubrirles y protegerles, y el daño no fue tan alto como el arquero pudo esperar. Pyros empleó sus técnicas marciales para desestabilizar y golpear a su elegido, pero el espacio era demasiado reducido, sus giros molestaban a los demás y sus golpes nunca habían sido tan poco efectivos. Y lo mismo le pasaba a Leon, era demasiado torpe para luchar codo a codo junto a sus compañeros. Tuvo suerte y su rival no le revanó el pescuezo cuando bajó la defensa de puro milagro y porque reaccionó ante el grito de Catherine. Cáliban, aunque apretado como los demás, no se veía superado por el espacio. Vio venir al oscuro que, con agresividad, se le acercó con el acero levantado. Cáliban se defendió y fintó. Antes de que se diera cuenta, el oscuro caía al suelo, sin cabeza. Uno menos. Ariadne tampoco se quedó corta. Sus embestidas eran como un temporal para el oscuro, que se defendía malamente. Aunque sólo le aguantó tres embestidas. A la cuarta, quedó ensartado en la espada de la muchacha. Los oscuros restantes se lanzaron contra los aventureros, y sólo uno de ellos consiguio hacer un poco de daño a Cáliban y otro a Leon, aunque ese corte parecía más grave.

Mientras Emil Zolt se mantenía al margen, el combate seguía en marcha.

Con dos oscuros menos, lo normal era pensar que los ataques fueran más fluídos y el combate se resolviera antes. Pero no fue así. Pyros intentó dar una patada mientras sastaba hacia atrás, pero el oscuro se supo defender sin problema con el ancho de su espada. Leon, tras el estocazo que había sufrido, no conseguía centrarse en el combate. Golpe tras golpe fallaba, el oscuro le mostraba su siniestra sonrisa, sabiendo que sus habilidades estaban muy por encima y que caería pronto. El nuevo rival de Ariadne había estudiado sus movimientos, sus ataques y sus defensas. Le dio ventaja. Pero la infravaloró, no contó con su fuerza, así que sólo pudo defenderse con ferocidad de los golpes de la mujer. Cáliban volvió a destacar, y sus golpes volvían a ser casi letales. Ésta vez el oscuro pudo desviar el golpe en el último momento y no morir en el intento. Uno de los oscuros vio las bajas defensas de Leon, y decidió que era su oportunidad. Saltando con fuerza para descargar la espada sobre él, se abalanzó con todas sus energías. Pero no se esperaba el resultado. Leon le golpeó con el envés de la espada y le tiró al suelo. Justo antes de que se pudiera levantar, Leon le clavó la espada en el cuello. La sangre se esparció por todos lados, tapando la visión de Inari, que provocó el desvio de su flecha.

Y los oscuros no tuvieron más suerte. La energía de los aventureros les sobrepasó. Un oscuro se enfrentó a Cáliban, pero no pudo hacer nada. El hombre desvió sus ataques casi bostezando, como si fuera un juego de niños. Y, para evitar más bochorno para él, le rajó la garganta de un tajo. Leon no tenía la misma suerte. Se le quedó clavada la espada en el suelo y no pudo defenderse. Quisó atacar, imitar a Pyros, pero obviamente no funcionó. El oscuro  se aprovechó y clavó su espada en la pierna de Leon, sin que pudiera evitarlo. Inari se apartó la sangre de sus ojos y sacó una flecha de su carcaj. No tardó ni dos segundos en apuntar y disparar, dejar que la flecha surcara el espacio y se clavara en el estómago de uno de los oscuros. Cáliban decidió que no iba a permitir que Leon muriera en aquel combate, y atacó al oscuro que le había clavado la espada. Fue rápido y eficaz. La espada le atravesó la garganta antes de que pudiera pestañear. Ya sólo quedaban dos. Y fue breve. Inari atravesó el corazón de uno de ellos con velocidad y con los golpes de los demás, el otro también cayó.

Cuando se volvieron, Emyl Zolt había huído.

Con el antebrazo que sujetó la última flecha lanzaba, se apartó los últimos restos de sangre que tenía por su mejilla. Vagamente oteó por donde había huído el llamado Zolt, pero nada, no hubo suerte. 

Esto me recuerda a cuando tenía que cazar para sobrevivir y una presa importante se me escapaba de las manos por muy poco - les murmuró.

Está claro las intenciones del tipejo - continuó sin apartar la mirada de los restos muertos que había allí, mientras registraba en sus ropajes por si hubiese algo interesante.

Ariadne recuperó la posición tras el último golpe y se volvió hacia donde había estado Zolt para descubrir que había huido.

Repasó con la mirada a sus compañeros. No le gustaban nada las heridas de Leon, pero poco podría hacer ella con sus escasos conocimientos. Luego pasó la vista por los restos de los oscuros. Recordó lo que Catherine había dicho de los oscuros que les habían atacado el otro día, gente normal de la isla que, en teoría, había ido al continente. Se preguntó si esos que tenía ante ella también habrían sido aldeanos normales y se le revolvió el estómago. Quiso poner fin cuanto antes a todo eso.

- ¿Es esto todo lo que tienes? - gritó la joven al aire dirigiéndose al marqués, donde fuese que estuviera - ¡Ven y enfréntate a nosotros, cobarde! - lanzó el desafío pensando que así como la puerta por la que habían entrado se había cerrado al estar ellos dentro podía ser que el marqués oyera todo lo que se decía en su casa.

El silencio fue la respuesta a las palabras de Ariadne. Así que sólo les quedaba continuar.

Estaban en un pasillo en forma de U. Zolt había huído por el brazo de la izquierda, donde habían varias puertas cerradas. Por el otro pasillo parecía que había otras tantas puertas cerradas. Y también tenían las dos escaleras por las que habían bajado los oscuros.

No sé vosotros, pero yo pienso seguir a Zolt, sí o sí - les habló muy seguro.

Caminar en busca de la "presa" era lo que siempre le había gustado a Inari. Esta vez no iba a ser menos, además, era imposible evitar su próximo encuentro, mejor ahora que estaban en caliente.

Si pensáis de otro modo, estáis a tiempo de pararme lo pies - les dijo, aunque sin aminorar la marcha por el pasillo por donde huyó Emyl.

- Si has de buscar algo busca el Flauros. - Sugirió Ariadne, consciente de que perseguir a un huido les podía hacer perder valiosísimo tiempo. En cambio, se centró en pensar dónde podía estar el Marqués. Intentó rememorar la ruta que siguieron hasta el día anterior en su visita. Tenían que seguir el pasillo por uno de los lados de la U, dejando a su izquierda siete puertas y subir unas escaleras...

Ariadne empezó a seguir el trazado con precaución, atenta a cualquier indicio que pudiera indicar una trampa o emboscada.

Pyros no dijo nada más, simplemente se limitó a seguir a sus compañeros. Recordaba haber estado ya en ese lugar, pero no creía que sirviera de nada haber estado allí antes. Solo quería encontrarse con el marqués y acabar con su supuesta vida. No quería perder el tiempo, pero quizá su enemigo les llevase hasta él. Y total, cualquier camino era tan válido como ese mismo.

El camino era más siniestro que la úlitma vez que estuvísteis allí. Los relámpagos de la tormenta lo hacían maquiavélico.

Comprobásteis cada una de las puertas del pasillo por las que Emil se había ido, y todas estaban cerradas. Al final del pasillo, unas escaleras, las misas que habíais utilizado para llegar al gran comedor la otra vez.

No hacía falta ser un lince para saber cuál era su destino final. En ese gran salón en el que vieron por última vez al Marqués les estaría esperando su última batalla... para bien o para más.

Y justo al llegar a la puerta, que estaba entrecerrada, se escuchó la voz alta y clara de Emil Zolt

Gracias por su Don, Amo.

Al oír la voz de Zolt, Ariadne se tensó. Aparentemente, tras esa puerta estarían tanto el Marqués como su lugarteniente. ¿Serían capaces de enfrentarse a ambos?

Paseó su vista por sus compañeros, desde el fornido Pyros hasta la delicada Catherine, sabiendo que al combatir dependerían los unos de los otros más que nunca. Con un silencioso asentimiento, como para darles ánimos, indicó que estaba lista para lanzarse al ataque.

Poco después Ariadne entraba al gran salón, lista para lo que fuera...