Partida Rol por web

—Espero que el nuevo algoritmo haya sido introducido de manera correcta en la I.A del aparato —aquella voz provenía de la boca del hombre a cargo de los laboratorios Vitatec. El mismísimo Doctor Ilyanin. La máxima autoridad científica de Moscú. Un genio cuya capacidad intelectual estaba más allá de los límites humanos.

Cuatro horas después, las palabras del Doctor Ilyanin aún golpeaban la mente del aparato. Un nuevo algoritmo... ¿qué significaba aquello?. Petrushka no podía dejar de pensar en eso mientras observaba al androide desde el vagón contiguo. Observaba al modelo N4D-3SH-1K0 también conocido como Sestra.

Petrushka. Estás en el metro y lo estás por Sestra pero... ¿Qué interés tienes en ella?
¿Ha sido el gobierno quién te ha programado para espiar al objeto? ¿o es un interés "personal"?.
¿Esta es la primera vez que ves a Sestra o llevas tiempo espiándola? ¿Habías visto alguna vez su arsenal destructivo?.

Eres espectadora de lo ocurrido con esos pandileros. Y ahora los cromados parece que van a largarse con el rabo entre las piernas. ¿Piensas intervenir de algún modo o dejarás que se vayan sin más?. ¿Interactuarás ahora con Sestra o seguirás espiándola sin que te vea?.

Del pequeño altavoz situado en el techo del metro sonaba una melodía agradable en una intensidad lo suficientemente suave como para ser escuchada sin llegar a molestar a los pasajeros. Sonaba la pieza número 11 del ciclo Russia Cast Adrift de Sviridov. Y, aunque Sviridov y su música se habían convertido en emblema nacional según el gobierno, nadie en aquel vagón parecía prestar especial atención a la música... nadie salvo Petrushka, que escuchaba la melodía sin quitar ojo del aparato que estaba en el vagón contiguo. 

A pesar de ser un aparato, Petrushka conocía aquella melodía. La tenía registrada en su I.A. Pero a la vez se cuestionaba cuántas personas habrían en toda la Unión Oriental que, al escuchar las primeras notas de la grabación, pudieran adivinar de qué obra se trataba, quién era el cantante y la orquesta que la interpretaba, el director que la dirigía y la discográfica que la había grabado. La respuesta posiblemente estaría entre pocas y casi ninguna. ¿Eso la diferenciaba de la humanidad?. ¿Podía ser aquello una prueba fehaciente de su naturaleza?. Después de todo, ella sí podía reconocerlo. Tan sólo con escuchar la frecuencia de la primera nota. Su inteligencia artificial era como una biblioteca, llena de información. Por supuesto, se trataba de la información que el gobierno quería que Petrushka tuviera. Cada cierto tiempo, el científico Ilyanin hacía una revisión de su inteligencia artificial y añadía nueva información que pudiera requerir para las misiones que iba a desempeñar, así como para mantenerla actualizada. Aquel día no fue distinto al resto, al menos hasta que Ilyanin mencionó lo del nuevo algoritmo. «Nuevo». Apenas le habían dado más explicaciones. Petrushka tampoco había preguntado. Le estaba prohibido preguntar. Pero su cabeza no dejaba de pensar en ello. Al fin y al cabo... ella no sentía nada nuevo.

Rápidamente, la pista cambió a la número 12 «¡Oh, mi patria! ¡Oh, feliz y eterna hora!», al tiempo que dos pandilleros se acercaron a la aparato que seguía y a su acompañante. Petrushka activó su sistema auditivo para escuchar la conversación con toda nitidez. Aun así, y pesar de que percibía que el nivel de amenaza en aquel grupo aumentaba exponencialmente, no se movió de su asiento. Por el contrario, observó detenidamente a la aparato así como a su acompañante durante el altercado.

El sujeto humano se mueve rápido. Más rápido que un humano promedio. Sus movimientos son precisos. Su ataque perfectamente podría haber sido letal, causando daños críticos a su oponente en caso de haber acertado. Tiene conocimientos marciales. El modelo N4D-3SH-1K0 ha sido modificado para contar con equipo militar. En las puntas de sus falanges cuenta con pequeños cañones balísticos. Es altamente peligrosa.

Todo lo enviaba de manera simultánea a la cúpula. Después de todo, le habían enviado para espiar al aparato. De algún modo, tal vez gracias al control que tenían con las cámaras ocultas que usaban para observar cada movimiento de los humanos que habitaban en el piso cero, el gobierno se había percatado de que había un aparato potencialmente peligroso rondando los suburbios. Tal vez podía ser propiedad de un grupo terrorista. O tal vez no. En cualquier caso, y aunque no lo fuera, seguía siendo una amenaza que había que tener controlada.

VIKTORIYA 

¿Dónde vas ahora? ¿Más "fiesta" o ya has tenido suficiente por esta noche?

¿Algún plan especial para mañana?

Tras escuchar al idiota del pandillero, la joven tan sólo sonrió. Los dejó marchar, y aunque no estaba muy segura de si era buena idea dejar a esos dos con vida, era posible que si los mataba, cabreara a alguien a quien no debía de cabrear.

No eran más que inmundicia, meras cucarachas que no tenían otro futuro más que morir con una bala en medio de la frente. Ella aspiraba a más. Quería un futuro mejor para ella y su "hermana". Necesitaba abandonar esa mierda de lugar.

—Joder... que molestia —Se expresó de mal humor, a medida que se masajeaba la sien, realmente molesta por el hecho de que hubieran interrumpido su noche. Bueno, aún era temprano, aún tenía tiempo de poder divertirse y no iba a permitir que un par de idiotas le arruinaran la noche de esa forma. Nadie se metía con su tiempo libre. Por un instante, concentró su mirada en el bate que había adquirido. No estaba nada mal...

Tras agitar un poco su "nuevo" bate como si fuera una especie de jugadora de béisbol, devolvió la mirada a Sestra, la compañera robótica con la cual tanto se había encariñado desde la primera vez que la había conocido en aquel horrible laboratorio.

—¿Estás bien?. Ya sabes que no me gusta meterte en ésta clase de mierdas. No cuando no tenemos nada que ganar pero... tenemos que cuidarnos entre las dos, no puedo dejar que nada te pase, Sestra. Lo sabes.

Hablaba en un tono suave antes de dedicarle una sonrisa dulce, que ciertamente denotaba cariño hacia el Aparato. Era como si la viera más como un ser humano que una mera herramienta.

—No vamos a dejar que un par de idiotas nos arruinen la noche, ¿verdad?. No es nuestro estilo.

—Ven, vamos al club que nos recomendó Ivanna. Dijo que hay chicas muy bonitas... así que espero que no haya exagerado. 

Rió antes de acercarse lo suficiente a su "hermana" como para rodearla con su brazo libre en un gesto fraternal. —Cómo era que se llamaba... Ah sí, "Edem". No está mal. —Aseguró mientras acompañaba a su "hermana" de nuevo a su asiento.

Esperaba llegar pronto a la estación donde debían bajarse. Esa noche pensaba buscar un bonito trasero que morder y lo acompañaría con una buena dosis de su alucinógeno favorito. Y nadie iba a impedírselo...

_{Club Katyusha. A media mañana del día siguiente.}

VIKTORIYA Y PETRUSHKA

El Katyusha era un club de striptease. Pero no uno sórdido y oscuro como lo era el Annika. Aquí las mujeres bailaban desnudas alrededor de una barra de acero. Sólo eso. No había prostitución de ningún tipo ni chanchullos clandestinos trastienda.

Ivanna estaba sirviendo tras el mostrador, frotando monótonamente el trapo que servía para limpiar la barra mientras llenaba una bandeja de vasos de chupito con algún tipo de licor. Vio a Victoriya y sonrió; sus tatuajes, una combinación de símbolos tribales y códigos de la calle. Victoriya encontró un sitio en la barra, entre un par de tipos que tenían sus codos allí asentados.

—Del Konglomerat. Vinieron hoy temprano —dijo—. Buscan sangre nueva, Victoriya. Esta podría ser tu oportunidad.

La miró directamente a los ojos y sonrió. —Puedo ponerte en contacto si es lo que realmente quieres—. Sabía perfectamente que era lo que quería. Victoriya siempre hablaba de lo mismo; ser alguien importante y ganar pasta. Conseguir una vida mejor.

—Si aceptas ya no te deberé nada —el trapo seguía frotando la madera rallada—. Mas bien tú me deberás un favor a mi, y de los gordos.

Viktoriya: Esto es lo que querías, ¿no?.
Estas oportunidades sólo pasan una vez en la vida.
Piénsatelo bien y decide.

Al fondo del club en una mesa solitaria estaba sentada Petrushka. La conversación que mantenía Victoriya con la dueña del local era amplificada y llegaba alta y clara a sus oídos robóticos. Sus ojos, en cambio, estaban centrados en otra cosa: el modelo N4D-3SH-1K0.

Petrushka: Observas a Sestra.

¿Dónde está? ¿En la barra? ¿En una mesa?.
¿Que está haciendo? ¿Interactúa con alguien o está sóla?.
¿Piensas acercarte a ella?.

Era un poco mierda el tener que madrugar después de una dura noche de fiesta. Sin embargo, no saldría de la inmundicia en la que se encontraba si no hacía algo por sí misma. Por esa razón, Viktoriya había optado por despegar su maldito trasero de su cama para encaminarse al club de Ivanna. ¿Por qué? Muy simple. Si había alguien que siempre tenía algo para ella, esa era la cabrona de su jefa. Incluso si algunas veces le pedía favores a cambio de información.

Al llegar al club, la joven paseó la mirada por las chicas que se dedicaban a bailar, como siempre solía hacer. Nunca había rechazado una buena vista, y esa no sería la primera vez. Sin embargo hoiy no estaba allí para divertirse. Se acercó a la barra con la intención de mantener una conversación amena con su jefa, esperando además que ésta tuviera algo nuevo para ella. Tras acomodarse, las primeras palabras de Ivanna captaron por completo su atención. El Konglomerat.

—Joder... ¿Sangre nueva?. No juegues con mis sentimientos, jefa —estaba algo sorprendida. Aquella era una oportunidad de oro para ella, no había duda. Por un instante desvió la mirada hacia su "hermana" imaginando la clase de vida que podrían vivir juntas si conseguía trabajar para el Konglomerat. Natasha gozaba de mucha influencia, así como de creds. Tendría que ser una idiota como para ignorar esa oportunidad. Incluso, en el futuro, podría escalar en la pirámide de la organización criminal. Tan sólo debía de jugar bien sus cartas. Lamentablemente, como todo en la vida, aquello tenía su precio y no pudo evitar entrecerrar los ojos al escuchar a Ivanna decir que le debería un buen favor. Joder. ¿Es que sabía olvidado de lo que había hecho por ella?. Le había salvado la puta vida...

—¿Tan rápido te has olvidado de que evité que te metieran una bala?. A mí me parece que eso es bastante como para compensar este favor que me harías, jefa. Aunque, si me dices lo que tienes en mente para que pueda compensarte por ese favor del que hablas... podría pensármelo. —Dijo con suavidad a medida que le dedicaba una mirada a la mujer, dejando en claro que estaba dispuesta a hacer algo por ella. A fin de cuentas la veía como una amiga y mentora.

—Venga... yo cumplo con mis deudas. Si tú logras que entre el Konglomerat, te deberé una. Joder, incluso me acostaría contigo si eso prefieres. No puedo ignorar ésta oportunidad.

Suspiró finalmente, sabiendo muy bien que no podía decir que no a algo así. Era demasiado importante, para ella y su "hermana". Nuevamente, volvió a desviar su mirada a Sestra, deseando recordar por quién estaba haciendo todo eso.

—Sólo era una bala, Victoriya —dijo Ivanna pasándole un vaso de chupito—. Dudo mucho que hubiera sido suficiente para matarme.

Eso lo dijo con una sonrisa de autosuficiencia. Luego rellenó otro vaso. Ese era para ella.

—No sólo te estoy abriendo las puertas de tu nueva vida. He dado la cara por ti. Si la cagas tu mierda acabará salpicándome.

Finalmente alzó el vaso y propuso un brindis —¡Por que no la cagues!—. El sonido del cristal chocando cerró el trato.

Petrushka estaba sentada en una mesa apartada y oscura de aquel antro. Había elegido con cuidado su asiento para evitar ser vista por ellas. Después de todo, tenía los sentidos de la visión y del oído ultra desarrollados, por lo que no necesitaba estar cerca de sus objetivos para escucharles hablar. Tampoco para tenerlas controladas.

Konglomerat.

Aquel nombre llamó poderosamente su atención. Se trataba de una mafia; y, no una cualquiera, sino una de las más importantes y peligrosas de Moscú. Si aquella mujer aceptaba, empezaría a formar parte de ellos... Y por lo que parecía, estaba deseando aceptar. Era un dato interesante, y bastante revelador.

En cuanto a la aparato, estaba en la barra, cerca de su compañera. Apenas se habían separado ni un sólo momento desde que les había empezado a seguir, por lo que Petrushka entendió que entre ellas había un vínculo emocional fuerte. Tal vez un sentimiento de dependencia obsesiva... ¿La aparato con la humana? ¿O quizás la humana con la aparato?

La aparato, por desgracia, no hablaba. Su misión era recopilar datos del aparato, no de la humana. Por el contrario, estaba consiguiendo más datos de la humana que del aparato... pero no podía hacer mucho más. Acercarse a ellas no era una opción. Su mejor carta consistía en no ser descubierta. Seguirlas siendo imperceptible. De esa manera podría ir donde fueran ellas sin peligro a ser reconocida en caso de que la vieran.

...

Por desgracia, Petrushka fue consciente de que todo se iba a ir al traste en cuanto se percató del paso tambaleante de un borracho en dirección inevitable hacia su mesa. El borracho, como no podía ser de otra forma, chocó con una de las patas, haciéndole perder el escaso equilibrio que le quedaba y cayendo de bruces sobre Petrushka. A ojos del borracho, tal vez hubiera sido Petrushka la culpable por ponerle una "zacadilla". O tal vez, a pesar de su estado de ebriedad, pudiera entender que había sido culpa suya por no ser capaz de andar en línea recta. Fuera como fuese, formó un fuerte ruido que debió escucharse en todo el antro a pesar de la música...

—...

Si Petrushka hubiera contado con rayos láseres en los ojos, aquel borracho estaría fulminado ahora.

—¿Sólo una bala? Joder, jefa. Cualquiera puede morir por una bala si se sabe dónde meterla —Defendió su argumento sobre la deuda, a pesar de que sabía de que la cabrona de Ivanna no dudaría en quitarle importancia a aquel tema. No había duda de que ella quería ser la que estuviera "arriba" en lo que a deudas se refería.

Viktoriya no tenía muchas opciones aparte que tener que tragarse el orgullo y aceptar la realidad que le tocaba, así que no tardó mucho en aceptar el vaso de chupito. No le gustaban las bebidas alcohólicas, pero aquella era una ocasión especial.

—Bah... sabes que no importa mucho que des la cara. Natasha podría morirse por ti. Podrías bañarla con un balde lleno de mierda y no podría molestarse contigo. Todos lo saben, los rumores llegan muy lejos, jefa —Aclaró haciendo mención de lo que había escuchado sobre ellas dos. Incluso si no se sabía mucho de los detalles de aquel tema, si se sabía que las dos habían tenido una relación amorosa y que Ivanna había dejado a Natasha después de que ésta la engañara con otra persona. No obstante, no hacía falta ser muy inteligente para saber que aún había una pequeña llama viva entre ellas

—Bueno... supongo que es verdad que estás abriéndome las puertas de algo importante. Lo mínimo que puedo hacer es deberte algo. —Reconoció finalmente a medida que alzaba el vaso en su mano con la intención de cerrar el trato, chocando cristal contra cristal.

Calles del Distrito Tverskoy. 12:49 pm.

El tropiezo del borracho no tuvo relevancia alguna más allá de propiciar el cruce de miradas entre ambos aparatos. Aquel desliz obligó a Petrushka a tener más cuidado a partir de ese momento. Si Sestra la volvía a ver era muy probable que la reconociera.

Quince minutos después Victoriya recorría las calles de Moscú. Faltaba cerca de media hora para que la reunión comenzara y caminaba con paso decidido bajo las holofachadas macizas e inmateriales de los antiguos edificios del piso cero. Se dirigía al lugar que había indicado Ivanna: un viejo almacén propiedad de la Odonov Konglomerat. Entonces súbitamente el iris de su ojo izquierdo adoptó un color azulado indicando la recepción de una llamada entrante.

—Vik, soy yo —a través del receptor neuronal la voz de Tanya era un sonido estrepitoso y árido que se atropellaba por salir en estampida. —Lo sabe, él lo sabe...— se escuchó a través de el velo como aprovechaba la pausa nerviosa para sorber una calada de algun cigarro.

—Sabe lo nuestro, Vik. Yo... yo no le dije nada pero lo ha averiguado. Me llamó esta mañana y me contó lo que ocurrió en el metro —hablaba de aquel capullo del bate. No había duda alguna—. Dijo que iba a matarte y que luego haría lo mismo conmigo.

Sollozos.

—Tengo miedo Vik. Mucho miedo. Necesito que vengas a buscarme ahora. Aquí no estoy a salvo.

Cuando se cortó la llamada, Petrushka caminaba por las mismas calles que Viktoriya y su aparato. Hacía rato que las estaba siguiendo...

Viktoriya, Tanya está muerta de miedo y con razón. Te aseguro que si no haces algo para impedirlo ese cabrón de Maik se la va a cargar. El problema es que no puedes estar en dos sitios al mismo tiempo, ¿verdad?.

Vas a tener que tomar una decisión jodida: La reunión con el Konglomerat o la vida de Tanya.

Tú decides.

Petrushka, vas tras ellas. Las sigues de cerca como de costumbre. A través del neurochip alguien ha llamado a Victoriya. No has podido interceptar la comunicación, ¿o si?. Lo que está claro es que, a juzgar por la cara que ha puesto, no le han dado buenas noticias precisamente.

¿Qué haces?.

Petrushka escuchó la conversación. Parecía tratarse de la chica del matón del bate, era fácil atar los cabos con lo que había escuchado en el metro y lo que escuchaba de esta llamada. Los problemas que tuvieran entre ellos, no era asunto de Petrushka, salvo porque donde fuera aquella chica, iba su aparato.

«Síguelas.»

Eran órdenes directas. Su trabajo aún no había terminado...

«No permitas que dañen a la aparato. La queremos.»

No habían dicho nada de la humana, por lo que si se metían en problemas, la vida de la humana era prioridad 0.

La mercenaria mantenía una amplia sonrisa en su rostro a medida que caminaba.

—No importa si tengo que deber mil favores… —Se dijo a sí misma en un tono serio que dejaba en claro lo segura que estaba de la decisión que había tomado. Tras decir aquello desvió la mirada a su “hermana” preguntándose lo que debería de estar pasando por la mente de Sestra. Muchas veces no podía evitar sentir que el aparato era todo un misterio, a pesar del fuerte vínculo que mantenían, y habría deseado que compartiera aquellos pensamientos con ella.

Cuando notó cómo alguien intentaba comunicarse con ella se sorprendió. Era Tanya y parecía realmente nerviosa. Viktoriya se mordió el labio inferior al escuchar cuál era el problema. Ahora sabía por qué aquel idiota la había molestado durante la noche anterior. Era la maldita pareja de la bailarina. Como era de esperar, su suerte volvía a joderla en grande. Se había metido con la novia de un pandillero. No sería la primera vez que se metía con la chica de algún cabrón, pero… no había duda de que era algo que prefería evitar en la medida de lo posible teniendo en cuenta que su propia vida ya era, de por sí, bastante complicada como para agregarle más problemas.

Lo peor de todo era que aquel bastardo iría a por Tanya… y Viktoriya tenía una reunión a la que no podía faltar.

—Mierda, mierda… —bufó en un tono de voz bajo, cabreada por la situación en la que se encontraba. No obstante, no tardó mucho en levantar la mirada, una mirada afilada que lo decía todo: había tomado una decisión. Había juzgado las dos opciones y el futuro de su “hermana” y el de ella era más importante que el de una bailarina con la cual había tenido poco más que un par de buenos momentos.

Negó con la cabeza un par de veces intentando convencerse a sí misma. Era algo que se había jurado desde hacía mucho tiempo. No tenía deuda alguna hacia la bailarina, tan sólo había disfrutado de su compañía. Aún así, la idea de dejar que un idiota le hiciera daño… no era algo que le agradara en lo más mínimo.

—No. No te desvíes del camino —Se dijo así misma como si intentara convencerse. Nunca había dudado en apretar el gatillo cuando debía de matar a algún pobre idiota. Sólo una cosa importaba y Sestra estaba con ella en ese momento.

—Tenemos una reunión a la que asistir, Sestra —Pronunció aquellas palabras en un tono frío. Tanya no era la primera amante que tenía, y si bien se había acostado con ella en más de una ocasión, no dejaba de ser una relación principalmente carnal, más que amorosa. Nunca se había enamorado de alguien y dudaba que algo así sucediera en el futuro. No obstante, no dudó en intentar enviarle un mensaje a la bailarina dejándole en claro que la esperara en el prostíbulo regentado por Natasha Odonov. Allí estaría segura. Ninguna pandilla de poca monta se metería con una organización criminal tan poderosa como el Konglomerat. Tras hacer eso, continuó caminando decidida a asistir a la reunión. No podía hacer mucho más por la bailarina.

El aparato había escuchado la conversación con Tanya y casi se podían escuchar los electrónicos y retorcidos engranajes de su inteligencia artificial analizando la situación.

—Tanya también podría ser hermana de alguien. ¿Lo has pensado?—. La pregunta hizo que los pies de Viktoriya se detuvieran en seco. —¿Y si fuera tu propia hermana?. ¿También la dejarías morir?. ¿Es eso lo correcto?. ¿En eso consiste ser humano?. ¿Es más importante tu bienestar que la vida de una persona?.

El modelo N4D-3SH-1K0 era una esponja. Absorbía y procesaba toda la información de su alrededor y en base a ello aprendía y modelaba su “personalidad”. Viktoriya no supo si aquella ronda de preguntas con la que había sido acribillado tenía como fin el aprendizaje de la máquina o, por el contrario, el aparato tenía ya tenía establecidos unos parámetros de “sentimientos” incluso más humanos que los suyos. Quizá estaba juzgando los actos de la mercenaria con la intención de que se replanteara aquella decisión.

Las palabras del aparato, congelaron a Viktoriya, la cual se detuvo por un instante como si estuviera reflexionando sobre lo que había dicho. ¿Por qué le importaba tanto la bailarina?. Desde que había comenzado aquellos encuentros casuales con Tanya, Sestra no había parado de hacer un berrinche al respecto, como si no le agradara para nada que tuviera una relación así con otra persona. En cambio, ahora… no estaba segura si estaba demostrando alguna especie de código moral, o tan sólo estaba buscando comprender el razonamiento de la mercenaria. Sea lo que fuera, no se demoró en girarse para mirar a su “hermana” directamente a los ojos.

—Podría. Aunque yo me preocupo por mi hermana, por encima de todo. Tú eres mi hermana, no ella. —Afirmó en un tono serio dejando claro que no había duda alguna sobre lo que había dicho—. Esta es, posiblemente, la única opción que tendremos de tener un futuro mejor, Sestra. Si la ayudo… es posible que perdamos la única oportunidad que tenemos. ¿Eso es lo que quieres?. –Le preguntó al aparato esperando que reflexionara sobre lo que había dicho. Esperando que pudiera comprender su propia lógica. Fría lógica, pero era una mentalidad que había adquirido con los años: su hermana era el único ser querido que ella tenía y debían de cuidarse las espaldas.

Al final tan sólo suspiró, frustrada por el hecho de que su “hermana” no hubiera comprendido desde el principio su razonamiento frente a una situación realmente difícil. No podía elegir las dos cosas. Para tener algo siempre debías de sacrificar otra cosa.

—Tú sabes que me importas Sestra, y por eso, para protegerte, para que las dos tengamos algo mejor, algunas veces hay que tomar decisiones difíciles.

Aseguró en un tono frío, decidida a continuar con lo que había decidido hacer.

—Tú eres lo único que me importa. Eres mi hermana. Y las hermanas se cuidan entre sí, porque nadie más lo hará, ¿entiendes?. Si Tanya tiene una hermana, entonces es ella quien debería cuidarla.

Sus palabras iban cargadas de aquella frialdad e indiferencia, característica de alguien que no tenía problema en asesinar a alguien si la paga era lo suficientemente buena. No podías salir de la mierda si tenías escrúpulos. Sólo los débiles pensaban de esa manera, y ella había elegido el camino del fuerte.

—¿Quieres eso?. ¿Quieres que tiremos a la basura una oportunidad de oro como esta?. Si me lo pides iremos a buscarla. Sabes que no le diría que no a mi hermana.

Una sonrisa agridulce se dibujó en el rostro de la mercenaria, algo que no solía mostrar a casi nadie. —Es tu decisión. Pensé que odiabas a Tanya pero parece que me equivoqué.

—Decide rápido —pidió a su “hermana”.

Si Sestra decía que había que salvar a la bailarina, no dudaría en salir en la ayuda de la misma.