Partida Rol por web

El aroma de la sangre le estaba enloqueciendo por momentos.

Deseaba hundirle los pulgares en las cuencas oculares a aquel bastardo y abrirle el cráneo por la parte posterior a golpes contra el suelo. 

Pero no... No podía ser.

Demasiados testigos...

Nooooo...

Niles hizo acopio de su fuerza interior y se refugió en el indudable placer que había supuesto descargar su rabia homicida contra aquel matón de taberna. Le había dado tan fuerte al final que no dudaba en que jamás volviese a ser el mismo. Sin duda, considerar que luchaba contra un ciego le había hecho confiarse. Peor para él...

El mayordomo escuchó la voz reverberar en su cabeza. Otra vez.

Edwiiiiiiiiiiiiiin... Queremos saaaaaaangreeeee...

Saaaaaaaaaaaaaaangreeeeeeee...

Casi nos has liberado...

Danos lo que deseamossssssssssssssssssssss...

Edwiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin...

Sabes que negarnos lo que es nuesssssstro... Es negarte lo que eres a ti misssssssmo...

El labio superior de Niles sufrió un temblor espasmódico.

De repente, tuvo el impulso de lamer la sangre que impregnaba el pañuelo. Solo un poco. Solo... un poco.

Se contuvo.

Demasiados testigos...

Más tarde... Más tarde... 

La boca entreabierta de Agnetha, se podría decir paralizada, contrastaba con sus ojos que se movían rápido entre unos y otros como queriendo abarcar lo que su mente no estaba segura de poder comprender. La dejó pasmada la confianza que el detective tenía en las aptitudes de su sirviente y cómo incluso parecía divertirle aquel combate, y por un momento en lugar de observar el intercambio de golpes, se quedó mirando a Wergeland que había llegado incluso a empujarla levemente en su entusiasmo, no dando crédito a que pareciera que estaba disfrutando, y bastante en verdad. Sin embargo esta vez, y tras la mirada compartida con Lady Lovisa, en lugar de irritarle, la seguridad de aquel hombre hizo que le brillaran los ojos contagiados mientras parecía que el resto de su cuerpo se negaba aún a relajarse ni un ápice, agarrando la botella con tanta fuerza que de haber sido de un vidrio más débil podría haberse roto en su mano.

De esta forma fue como se perdió el que debió ser el golpe definitivo, porque lo siguiente que vio fue a aquel elemento abobinable desestabilizarse y caer para asombro, podría decirse, de la isla de Wrecker al completo.

—¡JA! —fue lo que salió irrefrenable de sus labios con un volumen y entusiasmo tal que la sorprendió a ella misma antes de que su rictus volviera a tomar su arisco aspecto habitual.

Pero sus ojos volvieron a mirar a Niles con espanto cuando el mayordomo separó el pañuelo de su rostro manchado de sangre.

—¡Está usted sangrando, señor Niles! —y fulminó con su mirada a Øystein porque hubiera llegado a importunarle con la cuerda de su reloj—.  Vayamos a un lugar más tranquilo, por el amor de Dios. Hay que echar un vistazo a esas heridas.

El mayordomo emitió sin despegar sus labios esa risilla inconfundible con la que se regocijaba cuando incordiaba a su amo.

-Hmm-hmm-hmm-hmm-hmmmmm-. Niles sacudió la cabeza despacio. -No tema, hermana. No es mía. En su mayor parte, al menos. Quizás tenga los nudillos algo magullados, pero eso es todo. Estos salvajes practican un boxeo muy primitivo, Oh, Lordy-Lord. 

>> ¿Dónde está el clérigo?

Tras el breve pero espectacular combate, la muchedumbre parece irse, en parte decepcionada por la derrota de su púgil, pero contenta porque han calmado sus ansias de sangre y de adrenalina. El padre Uddgren, se levanta algo magullado, y lleno de roña, suciedad, trozos de verdura podrida e incluso alguna cabeza de pescado pasada. Todo esto en combinación con el olor local hace una mezcolanza extraña y vomitiva.

—Será mejor que entremos y consigamos una habitación para ustedes. Esta comunidad de pecadores debería ser erradica del mapa, pero me temo que es el trabajo de un emisario del señor el intentar encauzar a su rebaño para que vaya por el buen camino— dice mientras mira con cara de buscar cierta ayuda en la presencia de Agnetha.

Se aproximó al mayordomo y palmeó su espalda baja, ignorando la preocupación expresada por sor Agnetha.

—Excelente trabajo, Niles. Ese footwork no hace más que mejorar.

Sin embargo algo de lo que dijo el mayordomo a continuación pareció molestarle.

—Tja¹ —carraspeó— Quien debería disculparse con las señoras es el padre Uddgren —observó con el ceño fruncido a éste último— He conocido a clérigos valientes y a clérigos ingenuos, pero es la primera vez que tengo el placer de encontrarme con uno que reúne ambas... condiciones.

Condiciones inestimables para acabar en el fondo del fiordo.

Dedicó una mirada cautelosa a la taberna y luego a las mujeres.

—Cuando consigamos habitación permite que sor Agnetha te examine las manos, Niles. Aunque sólo sea por su propia paz interior —añadió, como si el hecho de admitir que a él también le preocupaba el estado físico del mayordomo fuera vergonzoso.

La rapidez de la resolución del combate no le hizo bajar la guardia, no inmediatamente. Permaneció todavía un rato en tensión mientras veía cómo los puños y la sangre aplacaban a los que estaban alrededor, acaso un tributo a pagar para ingresar a aquel antro de... perdición. No quería pensarlo de esa manera pero visto lo visto no se iba a olvidar mientras estuvieran en ese lugar de estar acompañada por un hombre, no quería arriesgarse a cometer un asesinato y que ello pesara sobre ella. Porque de verdad había querido cortarle la lengua al idiota...

Al escuchar lo dicho por el señor Niles Lady Lovisa reprimió una sonrisa y frunció el ceño bajando la mirada, tratando de esconder lo que le había producido la pelea -cierta excitación malsana que le hacía arder algunas partes, es visto que la sangre llama al cazador o la cazadora y todo había comenzado con el tiro de Wergeland- y al levantarla dijo -La hermana Agnetha tiene razón señor Niles, deje que le examine las heridas -por si acaso el mayordomo pensaba negarse y luego agregó -Gracias por salir en nuestra defensa -lo dijo bajo, como un susurro. Sacó un pañuelo del bolsillo frontal de su chaleco e hizo ademán de limpiarle algunos restos de sangre en el rostro pero no supo si el hombre se lo tomaría a bien así que se lo puso en la mano, -Tome uno mío, el suyo está muy sucio, no querrá volver a ensuciarse...

El comentario del detective la tomó por sorpresa y que tuviera el tupé de decirlo en voz alta frente al clérigo más todavía, sin embargo permaneció en silencio y asintió a la propuesta de ir a por la habitación solo con un movimiento de cabeza, echando miradas cautelosas alrededor.

Una vez calmada la situación Uddgren os da pie para entrar a la taberna.
Una vez allí, podéis ver que está repleta de gente. El ruido es casi ensordecedor pues la gente habla, grita y canta mientras brinda con cantidades ingentes de alcohol que va y viene de la mano de una camarera a la que muchos miran con demasiado gusto y fijación. La taberna está hecha de una madera gruesa y dura, ajada n parte por el salitre y sellada con algún tipo de mezcla de adobe y paja para evitar que el aire se cuele porlas rendijas. El fuerte olor a pescado, sudor, vómito y alcohol hace que estar fuera parezca una bendición. —Maldito pozo de pecado— asevera Oscar Uddgren que parece ponerse muy tenso. Sea lo que sea que está ocurriendo aquí, parece afectarle de manera negativa. Eso os hace pensar: Exactamente qué está pasando aquí y porqué tiene el padre Uddren tanta fijación con la gente de este lugar? A simple vista parecen simplemente marineros que no llegan a comulgar con la religión que Uddgren les está tratando de imponer. ¿ Acaso tanta blasfemia puede haber creado un escudo de inmunidad frente a la fe cristiana ?. Puede que simplemente la gente no tenga tiempo para ser temerosos de un dios que se dedica a la venganza aunque sus escritos iniciales trataran sobre el hermanamiento y la bondad. ¿ En qué momento se torció todo tanto que el hombre le dio la espalda a la religión ?. O es que acaso esta gente ya cree en algo distinto y eso es lo que más molesta a Uddgren. Puede ser que crean en el mar, que es el que al fin y al cabo les da de comer. O en el dinero, que es lo que les permite vivir con cierta libertad. Cada cuál tiene sus  principios, y los de esta gente parecen muy sólidos a primera vista.

Con paso desganado y completamente abocado a la tarea de eludir el contacto con los olorosos comensales, el detective ingresó a la taberna. Apenas cruzó el umbral ofreció un brazo a Lady Lovisa sin apartar la mirada de la clientela, precaución seguramente innecesaria tras el despliegue marcial brindado por su mayordomo.

Oscar Uddgren era un hombre de unos sesenta años, con una calvicie avanzada y el brillo febril en la mirada que delataba al fanático religioso. La consistencia y color de su vello facial recordaba a la lana de una oveja. Una oveja suelta en un rebaño de lobos, que daba evidentes muestras de incomodidad.

—Padre Uddgren, este no parece ser el mejor lugar para llevar a cabo nuestra, ejem, pequeña reunión —los exabruptos del padre no cesaban y ni siquiera Niles sería capaz de enfrentarse a todos los clientes de la posada— ¿No le parece mejor que mi mayordomo alquile un par de habitaciones en el piso superior? —acompañó la sugerencia con un leve asentimiento en dirección al británico— Hemos tenido un viaje muy largo y estoy seguro que todos agradeceríamos poder conversar con cierta privacidad —concluyó intercambiando una mirada cómplice con sor Agnetha.

-An excellent choice, my Lord-, añadió raudo el chambelán, aún alerta ante cualquier insolente que osase acercarse a la comitiva. Law & Order -nombres registrados de sus respectivos puños- estaban dispuestos para remarcar el mensaje que ya había enviado al bravucón sueco hace escasos segundos.

-Parece ser que las alimañas que pueblan este lugar no tienen pudor de lucir sus pecaminosas almas...-. Niles frunció el ceño y en su interior su británica mente le lanzó un interrogante cargado de sarcasmo.

¿Acaso soy el padre Agnetho? What's happening here?!

Niles se aclaró la garganta.

-Creo que, una vez más, el amo Oynstein hace gala de su proverbial raciocinio. It won't be the last time. Alquilaré unas habitaciones para no mezclarnos con el vulgo y, de paso, respirar un aire menos enrarecido, Shall we?-. Aunque preguntó con cortesía, no dio opción a réplica al clérigo trastornado pues el mayordomo, que con aquella levita tenía una estampa imponente, avanzaba abriéndose paso hacia el tabernero, dispuesto a alquilar dos habitaciones. Así no solo libraría a sus dos compañeras de las miradas lascivas y lenguas babeantes de aquellos insectos, sino que lograría evadirse él mismo de su insoportable hedor.

La mujer aceptó el brazo del señor Wergeland mientras se adentraban en las entrañas de la taberna. Muchos detalles le llamaban la atención: podía entender que los habitantes del lugar no hicieran caso del párroco, pero al menos las personas que no querían problemas fingían que les interesaba la religión lo suficiente como para no ser cuestionados por sus pares pueblerinos, aquí no parecía suceder eso... No es que a Lovisa le preocupara mucho la religión, pero si bien tenía sus dudas sobre Dios, sus resquemores con él, esa misma duda la llevaba a respetar la mayoría de las reglas que la religión imponía, sobre todo las que propiciaban una vida comunal en paz y el respeto de los demás.

Por otro lado, era la primera vez que escuchaba a un sacerdote hacerse con tantas expresiones despreciativas hacia el que debía ser su rebaño. Más que catequizarlos parecía querer matarlos a todos usando la rabia de Dios como excusa. Observó de soslayo al hombre... No le había dado para nada esa impresión al leer la carta la primera vez, esperaba encontrarse con un hombre remilgado y fervoroso, no con uno casi al borde de la misma locura que sus parroquianos. Aquel pensamiento la alarmó más de lo que podía expresar, quizás luego lo comentaría con sus compañeros.

-Por favor, querido mío. No soporto más el hedor y quiero darme un baño -murmuró con una semisonrisa de lado y apretó el brazo de Øystein para llamar su atención. En ese momento el detective estaba intercambiando una mirada con Sor Agnetha y aprovechó para unirse a ellos en silenciosa complicidad. Formó la palabra: "Cuidado" con sus labios, sin pronunciarla y miró al sacerdote rápidamente de soslayo cuando este no los miraba. -Gracias, Niles -manifestó en agradecimiento a su iniciativa.

Si el sacerdote esperaba algo así como un asentimiento por parte de Agnetha cuando habló de erradicar aquella comunidad, lo que se encontró fue una mirada directa y cortante como el hielo. No es que ella fuera precisamente una persona lenta a la hora de emitir juicios, pero aún estaba enfadada —y mucho— con aquel hombre cuya inconsciencia podía haber terminado con todos ellos en el mar. No descartaba en absoluto que estuviera trastornado, tal vez por lo ocurrido al padre Hedqvist —o quien sabe si por tener que soportar aquel hedor inmundo día tras día, porque a ella empezaba ya a desquiciarla. En todo caso no pudo contenerse y aunque no conocía exactamente cuál sería la predicación de aquel tal Henric Schartau de quien el arzobispo había dicho que eran seguidores, tratándose de protestantes siempre había unas cuantas cosas que echarles en cara.

—Se empieza por despreciar el valor de las buenas obras en el trabajo por la salvación del alma y se acaba por creer que todo nos está permitido —dejó caer con gesto ufano, entre comentario y comentario de los otros miembros de la sociedad. No podía estar más de acuerdo en que no era aquel el mejor lugar para hablar —ni para nada, empezaba a asquearle realmente pensar en pasar allí la noche—, y todo su cuerpo se envaró de nuevo dispuesta a saltar como un resorte si algún aldeado osaba aunque fuera rozarla. Como fuera, el resquemor de toda aquella situación y por el propio padre Uddgren parecía ampliamente compartido tanto por las palabras de Wergeland como por la mirada de advertencia que vertió sobre ellos Lady Lovisa. Agnetha alzó una ceja como respuesta a aquellos intercambios mudos tratando de comunicar así que estaba de acuerdo y vigilante.

Vio a Niles alejarse camino al posadero y cruzó los brazos frente a su pecho mientras tamborileaba el suelo con el pie en un gesto de impaciencia.

El padre Uddgren asimilia lentamente las palabras de Sor Agnetha mientras este escucha con cierta cara de incredulidad. Por lo visto el que una monja cualquiera le eche en cara a un sacerdote reconocido cualquier tipo de diatriba respecto a su fe, no le ha sentado nada bien. Una mirada incendiaria que se ve desviada por otro nuevo acontecimiento.

Una muchacha de buen parecido, con pelo largo liso y toques entre ruios y caoba pasa con una bandeja llena de vasos vacíos cerca de vosotros. Uddgren rápidamente la toma de brazo:

—Justinne vas a venir conmigo fuera de este pozo de lujuria y pecado inmediatamente—

Ella, sorprendida tiene un acto reflejo que es el de soltarse y ese movimiento brusco hace que los vasos de cristal caigan al suelo rompiendose en añicos.

—Eso no va a pasar, así que cálmate. !!Mira lo que me has hecho hacer!!—

El silencio se hizo sepulcral durante un breve instante en el que se vió roto con las risas y silbidos de los parroquianos locales.

Sin embargo el tono se volvió ucho más tenso una vez que la madre Abela hizo acto de presencia. Todos allí sabía que nadie podía pasarse ni un pelo con Justinne y que a la más minima señal de conlficto, la madre Abela tomaría cartas en el asunto.

—Tú, predicador de tres al cuarto. eres como un grano en el mismísimo centro del culo en una mañana de picor intenso. Lárgate de aquí antes de que vuelvas a recibir una buena tunda. No eres bienvenido en mi casa. No puedes molestar a mis clientes. Y por encima de todo no vas a molestar a Justinne.— La madre Abela os mira a todos con un semblante duro y crítico. —Si vosotros habéis venido con ese hombre también podéis iros por donde habéis venido—

Acto seguido dos chicos jóvenes muy parecidos entre ellos con gran complexión se colocan detrás del padre Uddgren y le cogen de los hombros para empezar a sacarle. La madre abela da una nuev aorden. — Pete, Pace, que no se vuelva a colar aqui—

Ciertos casos tienen la particularidad de presentar pistas en abundancia. En otras oportunidades lo que destaca es la escasez de indicios. Sin embargo era la primera vez en la extensa carrera del detective donde el principal denunciante le hacía cuestionarse la propia existencia del problema a resolver. Comenzaba a plantearse si aquel largo y tortuoso viaje no era más que una monumental pérdida de tiempo, donde lo más provechoso habían sido las tediosas discusiones en torno a las virtudes de la democracia iniciadas por sor Agnetha o tal vez la reciente anécdota (que relataría toda vez que Niles se ausentara) sobre cómo Øystein Wergeland, animado por los vítores de dos hermosas damas, diera una regia demostración de superioridad física ante el aguerrido Pop Eye en combate singular.

Pero desvariaba. ¿Existía el vicario, o era todo producto de la confundida mente del Padre? ¿Existía acaso algún muerto? Sólo había una forma de averiguarlo.

Carraspeó cuando la posadera —a quien identificó, gracias a informes precedentes de la Sociedad, como la «Madrina» Abela Amundsson— los increpó.

—Madam, dejemos a nuestros anos fuera de esto —pidió con cortesía— No conocemos a este hombre, parecía algo extraviado y creímos que le vendría bien unos tragos, pero resulta evidente que nos equivocamos— concluyó siguiendo con aburrimiento como los fornidos jóvenes arrastraban al clérigo fuera de la taberna— Espero que acepte nuestras disculpas.

—Estábamos en búsqueda de comida y alojamiento, y mi señora, Lady Darwin —señaló a la cazadora— y su instructora —fue el turno de la monja— se vieron atraídas por el delicioso aroma que conduce hasta vuestro establecimiento. Nuestro mayordomo estará encantado de discutir los detalles con usted.

La mujer miró alrededor observando la situación, el sacerdote no encajaba para nada con la descripción que el coronel Björklund y la hermana Agnetha les habían contado que el obispo les había adelantado. O bien el hombre era víctima de algún tipo de alienación mental o la muerte de su mentor le había afectado demasiado o... tendrían que averiguar qué había pasado.

La actitud ante la muchacha de la taberna y lo que siguió a aquello le terminó de dar una impresión... desagradable, como si ya todo lo anteriormente ocurrido no fuera suficiente. Como esos cuadros al óleo que retrataban a grandes y saturados pincelazos ocre amarronados escenas sórdidas Lovisa descubría a cada instante más y más detalles repulsivos, ¿O sería que ya estaban fuera de toda civilización posible y aquella era una tierra en la que solo se guiaban por los instintos más animales y los deseos más pecaminosos?

Bufó ofendida guiada por sus pensamientos, mientras los famosos Pete y Pace acompañaban al eclesiástico fuera. Un extraño temor se apoderó de ella que no supo conjurar mientras era llevado al exterior. Se volteó justo para encarar a la mentada Abela al tiempo que Øystein decía que no lo conocían, no supo definir internamente si estaba bien o mal aquello, no supo qué sentir al respecto.

Asintió -En efecto, quisiéramos pasar la noche aquí, si es posible -sonrió con cortesía.

Agnetha soportó el embate de la mirada de Uddgren con ojos igualmente fieros, como quien después de dar un bofetón se prepara con decisión a encajar una réplica. Sin embargo no tuvo que hacerlo, pues la atención del párroco pasó rápidamente a la tabernera a quien la monja no pudo sino observar con conmiseración. Imaginarla allí día tras día aguantando quien sabe qué tipo de envites por parte de aquella fauna maloliente y por civilizar, le revolvía las tripas. Aún así, el supuesto intento de protección del sacerdote, tan fuera de lugar como el resto de cosas que hacía aquel hombre, le hizo arrugar la nariz. No le dio en absoluto la sensación de que con él fuera a estar más a salvo que con tipos como el que había tumbado el señor Niles y le pareció además que se tomaba unas licencias en el trato con la muchacha totalmente inadmisibles. No se le pasó por alto tampoco que la chica lo tuteara.

Esto hizo que Agnetha empatizara en realidad con la mujer que, echa un basilisco, echó a los perros sobre el sacerdote para que lo sacaran de allí. Se podría decir que hasta la miró con cierta satisfacción aprobatoria aunque no podía ser otra más que Abela y así se lo confirmó la forma en que llamó a los matones que no eran otros que sus hijos.

La respuesta rápida de Wergeland —a quien a partir de ahora iba a tener que llamar Darwin en público— la sorprendió inicialmente. Entendió de inmediato que pese a todo, intentaba retomar el plan original para poder investigar sin tener que soportar el estigma de haber venido con el sacerdote. Ella se limitó a hacer un gesto con la cabeza a modo de saludo cuando fue presentada a la dueña de la casa y a dar una nueva mirada alrededor pidiéndole mentalmente al Señor que le diera fuerzas para soportar aquel lugar y sus pestilentes habitantes.

Niles extendió su presencia hasta la regente del local y le dedicó una media -y muy británica- sonrisa remarcando el pequeño hoyuelo que se dibujaba en su mejilla. La sonrisa era a la par galante y seductora, y en ella relucía un brillante y afilado colmillo.

-Permítame presentarme, madame. Soy Lucius Wallace-Templeton, el chambelán del aquí presente Lord Charles Hipolitus Georgie Darwin III. Ante usted tiene al ornitólogo más célebre de todo Londres y a su encantadora esposa, Lady Brigitte Nielsen-Darwin. A su espalda, con torva mirada mas noble intención, se halla su instructora y ayudante de cámara, la señorita Mildred O'Haaaaaaaaareeee-, dijo Niles recreándose con parsimonia en la musicalidad del apellido que había ideado sobre la marcha para sor Agnetha.

-Verá, señora, hemos hecho un viaje algo tedioso. Precisamos de dos habitáculos para el reposo y de avituallamiento, a ser posible, en un lugar reservado de "miradas indiscretas", you know what I mean?-. Acompañó su interrogante con un alzado de cejas, revelando así a la Arenquina que no veía un pimiento pero tenía altos índices de sarcasmo en vena. -Dígame, mi querida señora de melodiosa voz...-. ¡Menuda patraña! ¡Esa hacía gárgaras con aguardiente! -¿Cree usted que será posible encontrar en este, su apacible y a todas luces desparasitado local, algo de solaz tras nuestra travesía..?-.

El buen Niles culminó su intervención con una sonrisa bonachona y se enjugó la frente con un billete para dejarle claro a aquella usurera que tenían dollars para afrontar el pago sin mayor inconveniente.

—Desde luego no he entendido ni una sola palabra de lo que ha dicho el viejo este, pero si lo que quieren es quedarse un par de habitaciones y algo de comer y beber, entonces una extraña suerte les ha guiado hasta aquí. Tengo solamente 2 habitaciones libres que habitualmente están reservadas, por lo que son suyas si quieren y si pagan. !!Justina!! —La Madrina pegó una voz y el local por completo entró en un silencio absoluto. — Toma nota a este grupo, comida, bebida y 2 habitaciones. ¿Los demás, no os paséis ni un pelo. ¿Entendido?— Y tal y como  es habitual, la palabra de la Madrina es ley en ese lugar. Lo hombres retomaron sus charlas, sus batallas y sus borracheras, mientras Pete y Pace desaparecen con el padre Uddgren en volandas, mientras profiere algún improperio cauto ya que vive bajo la atenta mirada de Dios.

—Si han venido a ver pájaros aquí encontrarán sobre todo gaviotas, y puede que algún pelícano y palomas. Las normas de la casa son claras. No jodan si no quieren que les joda.— Con su bastón de madera tallada y negra, desgastado por el uso, da un golpe al suelo, y todos los presentes emiten un HEY HO!! mientras brindan con sus bebidas.— Pete y Pace son mis queridos hijos y los que se encargan de que aquí no haya problemas. Si los buscan, les mandaré a Pete y a Pace—. De nuevo un golpe de bastón al suelo y otro soberbio HEY HO!! por parte del público. —Justina es intocable. Si joden a Justina me joden a mi—. Golpe de bastón. HEY HO!! —La comida es mayormente pescado, aquí se viene por el arenque, se vive por el arenque y se muere por el arenque. Si no les gusta el arenque, larguensé de aquí.— Golpe de bastón al suelo y el mayor de los HEY HO!!!

Justina limpia una mesa y os hace sentraros allí. Es algo estrecho pero pronto os trae algo de comer y de beber. — Más adelante les enseñaré sus habitaciones. Bienvenidos al archipiélago de Fjälbacka—

Hidy-Hidy-Ho! habría gritado el buen Niles para culminar el número musical improvisado por los parroquianos de la taberna al son de los bastonazos que la vieja Amundsson había propinado con sarna al podrido suelo. Seriously talking, lo habría hecho de no ser porque al hacerlo habría parecido cambiar de bando, con el consiguiente desvelo para su señor y las damas.

-A nice welcome, indeed-, reconoció el chambelán a la bruja de los arenques. ¡Menuda pájara! -Debo confesar mi estimada señora que soy eminentemente carnívoro, pero en aras de no despertar más hostilidades dado lo limitado de la carta que luce este entrañable local y en conmiseración con el suelo de su negocio, comeremos de buen grado arenque... Permítame una pregunta: ¿Tienen salsa roquefort? Soy un terrible adicto a esa azulada bitch. Creo que he sobrepasado una saludable taquifilaxia con ella, actually... Y ahora estoy instalado en la dependencia más absoluta, oh, My-.

Al comprobar que la anciana no entendía un pimiento de gastronomía, Niles entornó sus velados ojos y suspiró.

-Simplemente... Traiga cuatro raciones de arenque, si tiene a bien. G.R.A.C.I.A.S.-.

Nunca se había escuchado un "gracias" más gélido que el pronunciado por Niles en aquel instante. Casi podían sentirse las estalagmitas en la palabra.

Giróse el mayordomo al resto del grupo y bajó el tono de voz.

-Qué decepción... Pensé que el nombre de la señorita O'Haaaaaaaareeeeee causaría notable impresión en esa arpía... Claramente, no aprecia los sutiles matices de la fonética británica. ¿Soy el único al que la expresión "aquí se muere por el arenque" hace presagiar un horrible sino emparentado con una atroz disentería nocturna?-, inquirió dramáticamente.