Partida Rol por web

Antes de que sonara la voz de Tonya, Bell sabía que era ella por el número de telefono que había aparecido en su móvil.

Tengo la información que me habías solicitado.

¿Puedes dármela ahora o es demasiado extenso?
Miro desde fuera al bar, que ahora estaba más lleno de gente.
Si es algo largo, puedes enviarme un correo.

Tanya no hablo durante un momento, como si estubiera mirando algo. Después añadio.

Puede ser un poco extenso, sí, mejor sería usar el correo. Un segundo.

Siguió otro silencio leve.

No lo tengo, ¿me lo podrías pasar?

¡Ala!¡Estás intentando ligar conmigo! Grito bromeando y haciendo gestos a Liz para que no se preocupe.
La dirección es mi nombre en el servidor de gmail.

Perfecto.

Y no pienses que estoy ligando contigo. Eres tú el que siempre me rondas... jajaja. Además... te espero, no se porque, pero hay algo en ti que me intriga y me gustaría conocer. Jajaja

Maria sonria ante el gesto de Bell y su frace. Sin duda este hombre para hacer su trabajo tiene que hacerse pasar por simpatico y quizás ligon en alguna ocacion para conseguir su informacion.

Parece un hombre divertido. Me gusta.

Adios...
Una vez habiéndome despedido de Tonya, cuelgo el teléfono y cojo del brazo a Liz.
¿Andamos? Digo sonriendo.

Perfecto

Contesta a Bell y dejándose coger del brazo, los dos caminan fuera del Espaciopuerto.

He pensado en comer en un buffet libre Mishimés, ¿te apetecería comer ahí? Pilla un poco lejos, por lo que te agradecería si cogieramos tu coche y nos acercáramos.

Asiento con la cabeza.
De acuerdo.
Dicho eso me dispongo a acercarme al coche para abrirle la puerta delantera de la derecha y subirme yo a la del conductor.
Guíame.
Y arranco el coche.

La verdad es que no se exactamente donde está, porque me lo han recomendado, pero la zona si la conozco.

Tras hora y media aproximadamente en el coche, al fin, bajo las indicaciones de Liz, encuentran un aparcamiento supuestamente cercano a donde se encontraba el restaurante, muy cerca de las estaciones de autobús y tren de Heimburg.

Sería conveniente que aparcaras ya, porque luego va a ser más dificil encontrar aparcamiento y queda realmente cerca.

Trato de aparcar el coche de una forma elegante.

El aparcamiento que vio Bell y que se disponía a aparcar, era realmente pequeño y estrecho y Liz no pudo reprimir una sonrisa.

¿De verdad piensas aparcar ahí? ¡Es realmente pequeño! ¡No creo que lo consigas! jajaja

Cojo el volante con las dos manos, conecto el sistema de aparcamiento propio del coche, enciendo el ordenador para ver las cámaras traseras del coche para verificar el buen aparcamiento del coche.
No soy buen conductor, pero llevo un buen coche.
Hago una pausa.
¿No te jugarás nada?
Bromeando.

Liz lo mira con mirada desafiante y una sonrisa picarona.

Si no consigues aparcar, pagas tú la comida. Si lo consigues, la pago yo.

Está hecho.

Bell comenzó a aparcar con una maniobra calculada y maestra, sin mucho esfuerzo, dio marcha atrás y con un sólo movimiento lo dejó el coche clavado en el aparcamiento, sin necesidad de centrarlo con otra maniobra que sin duda, hubiera hechado a perder ese momento.

Liz se queda bocabierta. Asombrada.

!Eres un maestro al volante! !Increible!  Me parece que me va a tocar a mi pagar la comida.

Y sale del coche riendose.

No... No sería un caballero si dejara que me invitarás.
Le digo cogiéndole de la espalda.
Cada uno lo suyo, ¿qué te parece?

No, para nada, he perdido una apuesta y nada de caballerosidad. Eso ya no se lleva, tengo que pagar mi parte, como debe ser.

Se deja coger por la espalda cuando Bell sale del coche y se gira para mirarlo. Se siente una quinceañera nuevamente.

¡Vamos a comer! ¡Tengo hambre y ya es muy tarde!

Y sonriendo como hace años que no lo hacía, comienza a anda por la acera, en dirección al Restaurante.

¡Vamos!
Acompañándola al restaurante.

Los dos caminaron por la acera, y posteriormente cruzaron a la acera de enfrente, pasando por toda la avenida, y allí, delante, aparecía el restaurante Mishimés, un restaurante de aspecto muy cutre y donde rezaba un cartel que era Bufet libre.

Liz abrió la puerta y entro. El lugar no estaba decorado como es constumbre en este tipo de restaurantes, y el ambiente era típico de un bar capitolino, pero los camareros eran mishimeses. En medio de todo el salón se encontraban las mesas con la comida, para que cada cliente se sirviera la suya en sus platos.

¿Te parece bien aquella mesa? Preguntó Liz señalando a una mesa, bastante cerca de la comida y pegada a la pared.