Partida Rol por web

Bien, aquel ser tricéfalo comenzó a balancearse al son de las llamas que se extendían por la taberna. Era una completa locura atacar a esa cosa no sin antes quemarse, pues estaba rodeado de llamas. No obstante, el poder de Dios es sagrado. ¿Podrá un puñado de fráteres acabar con tal entidad?

Iniciativas:

1º. Olivares
2º. Campillo
3º. Inocencio

De momento el ente está abrasando al resto de fráteres que había abajo. (Y véis que los abrasa y acaba con ellos como quien pisa hormigas...)

Tirada de Conoc. Mágico superada: En esos momentos, nada más verlo, lo reconociste:

Haborimo:

Lugarteniente de Frimost, Duque del Mar de las llamas. Tiene a su servicio a 26 legiones de demonios Ígneos. al ser invocados adopta siemre la apariencia de una víbora de 3 cabezas de ls cuales la prmera es un serpiente, la segunda es de hombre y la tercera de gato. Haborimo siente un enfermizo placer por el fuego: su mayor distracción es provocar grandes incendios y corretear por entre las llamas arrojando a ellas a los seres vivientes con los que tropieza. Es por ello que se presenta siempre rodeado e llamas. Todo aquel que realice el más minimo error al invocarle será en el acto abrasado por las llamas. La única manera de dañar a Haborimo es mediante el agua o la magia. Sin embargo, son necesarios unos 100.000 litros para hacerle un sólo punto de daño, y hay que hacerle 31 puntos de daño mágico o más de un sólo golpe para derribarlo.

Y sin embargo tus fráteres compañeros parece que se iban a lanza contra una entidad de tal envergadura. Que Dios nos asista...

Tras observar aquel ser, las pupilas de Ambrosio se dilataron y se apoderó de él un terror fundado. Recordó las enseñanzas de su sabio padre, y qué decían los libros legados por los doctos hombres del pasado. Entonces, desde lo alto de la escalera, mientras las llamas campaban por doquier y la carne de hombres de Dios era abrasada y su sangre hervía, gritó con desesperación:
-¡Hermanos, deteneos! ¡Este enemigo nos supera a todos! ¡Es un poderoso servidor del Señor de la Destrucción! ¡Pongamos a salvo al hermano Bernardo!

Dicho esto, intentó que el miedo no nublara su juicio. Pensó en agua, en enormes cantidades de agua, un lago, un río que pudiera suponer una barrera entre los fráteres y la bestia. Y también en una posible salida, ¿tendría la posada otra escalera que llevara a la calle? ¿Habría que saltar por la ventana? Era imperativo salir de allí, y sobre todo poner a salvo a fray Bernardo. ¿Había más gente en la parte de arriba?

Mientras Juan estaba luchando, si eso pudiera llamarse luchar, escuchó la voz del frater Ambrosio que requería su atención para escapar del lugar o, en las palabras utilizadas por el docto hermano, ayudar a salvar a los demás.

Frater Ambrosio, si sois vos quien me conmináis a salir de este lugar, no seré yo quién os lleve la contraria -dijo disponiéndose a seguir al frater donde fuera que quisiera ir-.

Durante un segundo , detuvo su avance, escucho las frases del resto de los frateres que parecían temerosos ante tal criatura. Miró su cuchillo, miro a la criatura y dudó seriamente si podía hacer algo contra ella...

- Salgan raudos!.- aulló a al par que le lanzaba el cuchillo a la bestia.- Mantendré ocupada ala bestia para que puedan salir sanos y salvos...-

Acto seguido, Teófanes comenzó a   gritar y hacer aspavientos para que la bestia centrase sus tres miradas sobre el...

Inocencio, al oir las palabras de Ambrosio, se detuvo en seco. Observando a su alrededor solo había muerte y destrucción, estaba claro que aquella monstruosidad venida del infierno no era moco de pavo. Empezó a retroceder de espaldas sin dejar de apuntar a la criatura con la punta de su espada mientras sus compañeros salían raudos de aquel lugar en llamas.

El fráter Miles lanzó su cuchillo... ¡y falló! se perdió entre las numerosas llamas... además, antes, el fráter Olivares había intentado lanzar un pequeño objeto con su honda, fallido también. Ciertamente y sin exagerar ni un ápice, aquellas dos desesperadas acciones eran similares a una lucha entre una sola hormiga (sin el resto) contra una manada completa de elefantes... No obstante, los caminos del Señor son inescrutables, y sólo Teófanes se había ofrecido a salvaguardar las almas (y las vidas) de sus compañeros adelantándose completamente hacia la bestia con su espada...

El resto se volvió para atrás. El fuego se extendía por doquier: ahora veíais más llamas y humo negro que la propias paredes de la taberna ¡el incendio era ahora enorme! Tan sólo había una salida, una única salida (pues la puerta principal estaba delante del ente y las ventanas... bueno... no veíais ventanas entre tanto calor flamígero...) era volver hacia arriba, hacia la primera planta... una vez allí sólo Dios sabría que disponer...

Los gritos continuaban y otros Miles desenvainaron espadas, junto a Teófanes... Fue entonces cuando el ente expulsó otra llamarada de fuego y abrasó al instante a dos de esos fráteres, ¡justo al lado de Campillo! ¡¡QUEMADOS vivos!! ¡¡CARBONIZADOS!! ¡Podría decirse que el infierno era un eufemismo en comparación con aquella escena! ¡Qué situación!

Ambrosio se presentó ante el hermano Bernardo y le explicó apresuradamente la situación:

—Fray Bernardo, lo que hay bajo nuestros pies es el Infierno mismo. Haborimo, lugarteniende de Frimost, está cometiendo una masacre. Es imperativo que huyamos cuanto antes y sobre todo no esperar a que el suelo que nos sostiene ceda ante el fuego. Decidme, fray Bernardo, ¿conocéis río, lago, pantano o lugar donde haya grandes cantidades de agua cerca de aquí? ¿Sabéis si en esta misma casa hay un depósito con agua que podamos romper y detener las llamas? Quizá podamos huir por la ventana si Dios misericordioso tuvo a bien acompañar esta casa de árbol con ramas por las que podamos trepar. En todo caso, en estas horas aciagas sería muy bienvenida una tormenta con buenos aguaceros si Dios en su infinita gracia así nos lo concediese, con el fin de que el poder ígneo de la bestia merme

Tras decir estas palabras, Ambrosio dijo para sí: «Señor, ilumina a tu siervo para hacer tu voluntad en el mundo de los hombres y cumplir el destino que nos tienes preparado»

La situación era desesperada, el tiempo corría en su contra y todo estaba envuelto por el caos y las llamas. Juan se sentía solo, inpotente e inútil. Sin duda sus habilidades no se contaban derrotar a un demonio de Fritost o como fuera que se llamara ese brasero andante. Ni siquiera fray Ambrosio, que en estos días había conocido como una persona culta y de estudios sabía como enfrentarse a ese ser, pues intentaba huir como fuera por una ventana. Pensaba que había encontrado alguna forma de salir de allí, de evitar ser devorados por el fuego del infierno, pero parecía tan asustado y alterado como los demás. Juan no sabía como ayudar si no era pedir al Señor que intercediera ante tal desgracia. Con el crucifijo en la mano, cerró los ojos e imploró su gracia.

Señor, sé que no soy la persona más adecuada para pediros esto pero ahora mismo sólo un milagro obrado por vos puede salvarnos. Sabéis que siempre os he sido fiel y he intentado cumplir vuestra voluntad con todas mis fuerzas, a pesar de mis flaquezas, que ahora no sería el momento de detallar. No conozco los nombres de vuestros ángeles y arcángeles o los de vuestros más fieros enemigos. Sé que os estoy pidiendo algo que seguro que no merezco, pero no lo hagáis por mi, hacedlo por todos vuestros siervos que están muriendo abajo, defendiendo vuestra gracia, que por vos no temen enfrentarse a la misma muerte. Y si he de dar mi vida para ello, os la ofrezco sin reparo alguno, aunque si por vuestra gracia me fuera perdonado el sacrificio os estaría aún más agradecido.

Subid hacia arriba-gritaba inocencio- subid y tratad de salir por una de las ventanas. La altura no es mucha y mejor es salir con un pie torcido que reunirse antes de tiempo con Dios.

Mientras les cubría la retirada, tapándose el rostro con una mano y apuntando a la bestia con el acero de la otra empezó a murmurar un rezo. Agarró la pequeña cruz que llevaba al cuello con la mano y e murmullo empezó escucharse cada vez mas alto.

Aléjate o criatura infernal. Demonio no tienes nada que hacer aquí pues Dios y su hijo Jesus nos protegen y guian nuestros pasos. Aléjate pues de este lugar y deja tranquilo a estos fieles servidores del Señor que somos. Oh Jesus, tu que resucitaste a Lázaro y curaste al ciego ayúdanos y haz que esta criatura se marche al reino de las sombras de la que ha salido-A medida que sus palabras crecían Inocencio caminaba lentamente hacia la escalera, sin dejar de apuntar a la criatura y con la cruz en alto, agarrandola con fuerza para que el ser la viera.

PNJOTIZADO.

¡Vive Dios que no me quedo! ¡Que estos designios no son tales para un fráter, así... tan de improviso! -Al instante guardé mis espada y me recogí las prendas para que no se quemaran. Las palabras de Inocencio mostrábanse amistosas y llenas de esperanzas de salir de allí...

¡¡Huiiid!! -grité a los otros hermanos mientras me aventuraba escaleras arriba.