Partida Rol por web

Armand sonrió beatíficamente, mientras escarbaba durante un rato en la arena mancillada y gris, como si fuera un lugar precioso. Los últimos rayos del Sol se ocultaron bajo el horizonte, y entonces....

- Pero qué... pero cómo... - un estremecimiento de vergüenza atravesó a Armand que se puso en pie, limpiando de sus rodillas los restos de arena- Disculpad sodalis - dijo finalmente tras unos segundos de silencio- Me temo que os he hecho perder un tiempo precioso. Creo que deberíamos usar lo que lleva Barry. No creo que solos tengamos ninguna opción de victoria

La conversación entre Excelsius y Remiel tenía cierto sentido en mi cabeza, si que sabía de conjuros cuya duración dependía de las fases del día o de la propia luna, por lo que pensar que sus efectos se disiparían en un determinado momento era del todo posible.

Me alejo un poco del grupo de magos, demasiados complejos como para entender a todos y cada uno de los presentes, acercándome un poco más a los acompañantes. Personas mundanas con problemas mundanos, aquí si que me movía como pez en el agua.

Por encima de ellos, puedo ver por el rabillo del ojo como el flambeau se levanta, volviendo en sí. Un poco de suerte al fin, aunque sigo pensando que mi método había sido más rápido. Ya sólo quedaba Armand. No puedo evitar mirar al oeste y al sodal alternativamente, esperando a que el cambio se realizara pronto.

-Al fin -el cambio se produce en cuanto el sol desaparece en el horizonte-.

No hace falta que te disculpes; si cada uno de nosotros debiera pedir perdón por cada vez que ha cometido un error y ha provocado que el resto del grupo se retrase, se nos hará de día y aún estaremos aquí. - Remiel parece resignarse a que la misión avance a bandazos y empujones.

En cualquier caso, esperemos que esto sirva de lección para todos; los maestros de la magia como nosotros deberíamos saber dónde están nuestros límites... y tratar de no rebasarlos.

Demasiadas veces Remiel había visto a magus tan obsesionados por el poder que terminaban tomando caminos oscuros y prohibidos para alcanzarlo; era una experiencia que le gustaría evitar en el futuro.

Ahora que parece que ya te has recuperado, deberíamos ponernos en marcha de nuevo. Si os parece bien a todos, claro. - No era que Remiel se muriera de ganas de enfrentarse al Vampiro, precisamente, pero retrasar el encuentro no les ayudaría en nada.

-Sí, el sodal Remiel tiene razón, sigamos y "pelillos a la mar", como dicen los mundanos -una gran aportación de la sabiduría popular, los dichos. Siempre hay alguno que sirve: "quien canta su mal espanta", que ya había puesto en práctica la sodal Papagena, "el hombre y el oso cuanto más pelo más hermoso", fácilmente aplicable al sodal Oskari... Una lástima que los magos siempre miren hacia otro lado cuando se trataba de aprender de las gentes de la tierra.

Salve, sodalis-dice una voz suave y cálida, que sin embargo os produce un escalofrío inmediato. 

Como por arte de magia, de entre los arboles surge una figura encapuchada que camina hacia vosotros dando suaves y tranquilos pasos. La oscuridad incipiente y el angulo de la capucha no os permiten ver el rostro que se esconde debajo, pero no os hace falta para saber quien es. Los caballos relinchan, inquietos, y tironean de sus riendas intentando alejarse con desespero. Los grogs de inmediato se disponen a vuestro lado para protegeros, mientras el encapuchado no hace nada...no, parece que sonríe.

Permitid que me presente. Soy Orestes, filius de Lucinda, antiguo miembro de la Casa Tremere. Si sois tan amables, os conduciré hasta la Alianza.

Cruza los brazos y con la misma parsimonia espera a que hagáis algo. No. No algo. A que vayáis tras él. 

La primera pregunta que se me viene a la cabeza es: ¿de donde demonios ha salido?, pero claro, no es la única: ¿cuánto tiempo lleva ahí? ¿habrá visto el enfrentamiento? ¿cómo no lo hemos detectado...?. No había que darle demasiada importancia a esos detalles, pensar en lo que estaba pasando ahora. Teníamos un nuevo miembro, no invitado, en nuestro peculiar grupo. No estoy del todo seguro de como funciona eso de "Ten cerca a tus amigos, pero más a tus enemigos", sobre todo teniendo claro que no llamaría a estos mis amigos.

Tras esta divagación, me quedo mirándole, intentando ver algún rasgo bajo esa capucha, pero era tan imposible como cazar a un guepardo a la carrera.

-¿Y que nos evita que acabemos contigo y encontremos la alianza por nuestra propia cuenta? -respondo con rudeza, desconfiando de lo que pudiera pasar. La última vez salimos ilesos por pura suerte, no quiero correr el mismo riesgo dos veces-.

Vaya, parecía que Oskari se sentía muy valiente.

A Remiel se le ocurrían un par de "impedimentos", al menos. El primero era que su objetivo era recuperar el objeto robado, y nada les aseguraba que lo llevara encima. O sea que acabar con él, en realidad, les alejaba de su objetivo.

El segundo es que apostaría toda la vis en bruto de la Orden a que no tendrían la más mínima oportunidad de derrotarle.

Sigámosle; ¿Qué es lo peor que nos puede pasar?

Desgraciadamente, a su activa imaginación también se le ocurrían varias respuestas a su pregunta retórica.

Perder la vida, perder el alma, ser controlados mentalmente, ser usados de peón para una estrategia más grande de lo que podemos vislumbrar, incluso ser captados, o convertidos en vampiros, ser obligados a acabar con nuestros propios compañeros... -una larga concatenación de terribles posibilidades desfiló por la mente del genial Jerbiton a gran velocidad, sin demasiado orden, pero de manera bastante efectiva.

-Sí, ardo de curiosidad por ver esa Alianza -antes de ser arrasada- Y, ya que estamos, mientras vamos hacia allí, Orestes, ¿podrías informarnos de las ventajas de ser vampiro por encima de ser mago de la Orden de Hermes? Magia debéis seguir pudiendo hacer, porque sino no tiene sentido robar un libro de magia...

Mientras el resto de la compañia parlamentaba con la criatura que acababa de aparecer, Papagena habia sufrido una repentina crisis de ausencia. Tenia la mirada perdida desde que habia aparecido la figura encapuchada.

Tremere... habia dicho tremere... sabia que se iba a enfrentar a ellos, desde el principio... pero no esperaba tenerlo tan cerca... tan tranquilo... tan indolente...

Nadie se habia dado cuenta de que Jax habia crispado el lomo y Papagena habia dejado caer su largo pelo por delante. Desde lo profundo de si misma, la chispa de la vida feerica nacia y tomaba el control de su cuerpo. Sus dedos se crispaban en una garra como si se tratara de una bestia. Aigor advirtio aquello.

- ¿Señora?

Acerto a preguntar antes de que la voz de Papagena se tornara minimamente audible.

- ...jos...

Aigor se acerca, no le gusta el cauce que estaba tomando aquello.

- ¿Mi señora...?

La voz de Papagena iba ganando lentamente fuerza y a pesar de hablar .

- Tremere... mis hijos... que le has hecho a mis hijos... mis hijos... mis hijos... Tremere... mis hijos... Tre...

No la habia visto asi nunca, con una mano temblorosa Aigor trata de tranquilizar a Papagena pero antes de que su mano llegue al hombro la maga lanza un grito.

- ¡MALDITO HIJO DE LAS TINIEBLAS! ¡¡¡¿¿¿QUE LE HAS HECHO A MIS HIJOS???!!!

La sangre feerica de sus venas aflora tomando los instintos de Papagena, la cual levanta la cabeza para mirar amenazante al hombre de la capa. Sin embargo nadie puede ver su rostro, solo dos ojos amarillos enfurecidos resaltan de entre las sombras de su pelo. Aigor espantado de lo que ha visto de cerca de su señora no puede hacer mas que soltar su daga en el suelo y dar dos pasos atras antes de caer de culo.

Papagena se agazapa mirando fijamente al encapuchado, recoge la daga sin perder el contacto visual y antes de lanzarse a atacar inspira profundamente y lanza un chillido que haria encoger el corazon del hombre mas fornido.

Su grito esta emponzoñado de un odio grave y profundo como el tañido de una campana. Al contrario, el sonido es estridente como el choque de dos espadas. Los arboles parecen extender sus ramas afilandolas, Jax retrocede con la cola entre las patas.

La vision de aquella criatura habia hecho liberar a una banshee.

De un solo movimiento Papagena se lanza al ataque de aquella criatura con su brazo brillando. Mientras murmuraba un hechizo de creo vim que habia recubierto su puño dispuesta a dar un carajazo magico.

Su grito aun salia de sus pulmones, dos grogs que se interponian entre ella y el tremere tuvieron el tiempo justo de apartarse antes de que la magi se lanzara justo donde ellos estaban enarbolando su puño dispuesta al golpe.

El mismo bosque parece temblar con la ira de Papagena...y es entonces cuando os dais cuenta de que volvéis a estar asustados. Con el mismo ímpetu que un río desbordado, la sodalis se lanza daga en mano contra el encapuchado, sin que nada ni nadie pueda impedírselo.

Funciona. Orestes no es capaz de reaccionar a tiempo, su mano se mueve en un inútil intento de frenar a la semielfa, pero la daga encuentra su objetivo.

Un destello de luz verde os ciega a todos. Al recuperar la vista veis como Papagena yace tendida en el suelo, con los ojos abiertos, pero vidriosos. Con un crujido, Orestes saca la daga de sus costillas. Está limpia.

-Ahora sería un buen momento para que un Flambeau utilizara hechizos de Ignem, creo... -la voz le titubeaba un poco, pero su convicción de que alguien de Casa Flambeau tuviera las narices de enfrentarse y tratar de calcinar al vampiro era firme.

Sus aptitudes, en cambio, no eran tan propensas a la violencia, lo de los árboles había sido más bien un destello irrefrenable de genialidad de los suyos. En cualquier caso estaban bastante claro dos cosas:

a) La vía del diálogo Papagena la había machacado bastante bien.

b) El vampiro era capaz de tumbar a un mago con un sólo destello.

Consciente de ambos puntos, Excelsius decidió buscar sutilmente cobertura...

Veo al recién llegado hablar y le respondo con dureza:

- No somos tus Sodalis. Ya no eres un digno miembro de la orden, como has recalcado.

Claramente no estaba del todo en mis cabales aún, si bien había podido recuperarme. Entonces viene el jueguecito de "decidir qué hacemos" como si tuviésemos mucha opción. Claramente no la teníamos, de hecho sólo teníamos una, remota... que tuviésemos tiempo de activar el artefacto. Para eso, tenía que intentar jugar nuestras cartas lo mej...

Repentinamente, mientras mis pensamientos andaban en estos derroteros, me sobresalto y retrocedo medio paso ante la súbita transformación de Papagena, y apresto mis manos para lanzar unos conjuros que detengan al ser, pero todo acabó tan rápido como empezó. Un destello de luz verde que me dejó aturdido un momento y Papagena yacía tendida, inconsciente.

- ¡Papagena!¡No! -digo antes de correr a su lado y arrodillarme en tierra, tomándola entre mis brazos y buscando su calor, su pulso, su respiración...

Mientras terminaba las comprobaciones y decidía qué hacer, digo al Vampiro:

- Dinos dónde está tu Alianza y la encontraremos por nuestra cuenta. Si no o nosotros o tú no llegaremos a donde esté. -expreso, grave y claro.

Después me concentro en lanzar un hechizo espontáneo sobre Papagena, intentando saber con más precisión qué le ocurría para saber cómo ayudarla.

Esto había sido completamente innecesario y excesivo... por ambas partes. Pero ahora no era el momento de reproches ni a uno ni al otro. Remiel, preocupado por el estado de Papagena, se acercó para comprobar qué era lo que la estaba afectando. Probablemente fuera algún conjuro de parálisis, ya sea físico o mental, que tarde o temprano se desvanecería por sí solo. Dudaba que estuviera muerta: esto no ayudaría a convencer a la banda de que lo mejor era seguir al vampiro.

Si le ha pasado algo que no podamos solventar, lo vas a lamentar.

No lo dijo en tono de amenaza - habría sido una amenaza un tanto vacía - sino porque, si había herido a Papagena de forma irremediable, nadie iba a querer seguirle por las buenas.

Papagena se encuentra bien, solo inconsciente, pero al parecer tardará varias horas en despertar.

Lo tomo en cuenta, gracias, era esencialmente lo que quería saber.

Papagena sigue viva, respira y está caliente, no hay heridas visibles.

Tienes razón, ya no soy un miembro de la Orden-concede el ser, con una tranquilidad antinatural para lo que acaba de hacer-y si no os molesta me dirigiré a vosotros como magi...a menos que tengáis a bien revelarme vuestros nombres.

Ahora contestaré a vuestras preguntas una a una, empezando por la última. Vuestra compañera se encuentra perfectamente, solo está inconsciente y se recuperará en unas horas. No tengo la menor intención de matarla a ella ni a vosotros. 

Mi Alianza está en un claro a pocos pasos de aquí. Podéis ir en mi compañía o solos, pero de todos modos volveremos a vernos allí, de modo que encuentro inútil el hecho de retirarme.

Las ventajas de esta forma son muchas y muy diversas, joven Jerbiton, pero por desgracia no dispongo del suficiente tiempo como para enumerarlas y detallarlas. Mas si que os puedo asegurar que aún continúo dominando las energías arcanas tan bien como cuando aún era mortal. Pero el robo no fue idea nuestra. Al igual que se solicita vuestra presencia en la Alianza, se nos solicito el libro de Magnus. No son más que órdenes.

¿Y que era lo último? ¡Ah, si, tu pregunta, Bjornaer! Directa y concisa, típica de los tuyos. Permíteme que te haga un cumplido, tu Bestia Interior es impresionante, nada que jamás hubiera visto. ¿Que evita que acabéis conmigo? Sencillamente, que no sois estúpidos, vuestro poder no alcanza para medirse con el mio y por eso no me habéis acribillado a hechizos cuando he aparecido. Y en segundo lugar, sois unos cobardes-la voz, que hasta entonces había sido tan suave como el cántico del ruiseñor, se transforma en el graznido de un cuervo-los magos de la Orden nunca se enfrentan a los enemigos si no tienen ventaja de diez a uno. Como cuando nos cazasteis. Ni siquiera os parasteis a parlamentar, solo visteis algo que era una amenaza para vuestro poder y la diezmasteis con decenas de magos.

Remiel termina de tomar el pulso a Papagena y suspira con cierto alivio.

El monstruo tiene razón; Papagena está bien, solamente parece contusionada.

El mago no puede evitar estar de acuerdo con la Criatura... con un solo matiz; no van a atacarle no por cobardía, sino porque es una victoria imposible. A Remiel le gustaba tanto como a cualquier Criamon enfrentarse al Azar y a las Múltiples Posibilidades, pero cuando la probabilidad de victoria era cero, no había interés en encarar el combate.

Aunque la última referencia de Orestes le había intrigado; ¿a qué se refería con aquello de "nos cazasteis"?