Partida Rol por web

Al ver como aquellos hombres dejaban el barco, respiro más aliviada de que por fin se hayan marchado. Así podríamos seguir nuestro rumbo a nuestro destino.

Pero como muy bien había dicho el más joven de la tripulación, esperé a que el Capitán le diera alguna respuesta. Y si lo veía conveniente le haría una serie de preguntas yo misma.

Jeremy espero un tiempo prudencial a que el barco religioso se alejara del rango de visión para dejarse volver a ver de su escondite improvisado.

-¿A que vino todo esto? ¿Han intentado ver si llevábamos algo oculto?

¡Shh!

Digo guardando la copia, en mi interior el alivio, no obstante, comienzo a contar los hombres que se marchan, asegurándome que han sido exactamente los mismos que han entrado, no quiero polizones en mi barco.

"Se van todos los que han subido, sin percances, no deberías tener polizones a bordo."

Sí, lo han intentado, no han visto nada. Cambia que, de algún modo, mientras no seamos unos truhánes... tenemos el beneplácito de la Iglessia paga haceg lo que quegamos. Esso es mucho. Me pregunto... ¿Pog qué?

Mis ojos se achican, intentando dilucidar lo que hay tras la visita, pero rápidamente me giro.

¡Marineros, todo a babor! ¡Izad las velas! ¡Que el viento sea nuestro guía! ¡VAMOS!

Grito, comenzando a dar las órdenes pertinentes para llegar a nuestro destino. ¿Por qué le haría gracia lo de mis hombres? Está claro que oculta algo...

Me acerco al Capitán Simon.

Capitán... sería recomendable hacer inventario de lo que tiene en la bodega... ver si han dejado o se han llevado algo...

El viento empuja las velas y los hombres manejan la embarcación, el barco se aleja en el horizonte y Jean Pierre abandona su lugar entre las cuerdas de los aparejos acercándose al resto de vosotros.

El día parece tener un hermoso sol por delante y el cielo está despejado si segis el rumbo fijado podríais llegar a alguna isla cercana con el atardecer, los hombres curiosos de la cubierta de abajo al ver que el barco comienza a moverse de nuevo, se asoman acompañados de Ricardo y Carmen los cuales os observan con interés.

Cuando ya se habían ido aquellos hombres, y hacerle preguntas a nuestro Capitán a las que queríamos respuestas. El barco continuó navegando a su destino.

Carmen y su primo salían de la cocina, una sonrisa en mi cara se dibujó al verles. Caminé por la cubierta y me marche a la cocina.

Tus pasos te conducen de nuevo a la cocina mientras el resto de tripulantes se hallan en el exterior ocupando sus tareas, carmen y su primo han salido curiosos sin poder evitarlo, para tratara seguramente de saber que pasaba. Cuando llegas a la cocina, puedes ver como el cocinero está peleándose con un plato de carne con una guarnición de patatas y guisantes, cocinandoos algo distinto y más equilibrado como habiais sugerido. Al verte entrar el cocinero te sonríe de nuevo y coloca una olla sobre un fuego.

- Es bueno verla por aqui de nuevo señorita Martina. ¿Que desesa?

Con pasos firmes paso a la cocina donde puede ver que el cocinero estaba discutiendo. Una imagen que vista desde fuera me hacía gracia y no pude evitar reírme.

Al entrar del todo a la cocina, este me saludó como alegrándose el que estuviera nuevamente por aquí. La verdad que tenía algo de hambre y me apetecía comer algo mientras me tomaba una copa de vino.

Sin acomodarme en alguna silla, estando de pie le dije al cocinero.

- ¿Tiene algo de comer?, pero que no sea un plato de comida, me conformo con alguna pieza de fruta o un trozo de pan. Mientras lo acompaño con un vaso de vino. ¿Tiene vino?, ¿o prefiere que vaya a mi camarote y traiga el mio? -

- Claro que no señorita Martina.- dijo el hombre alegremente.- Un momento..

El hombre se pasó la manga de su ropa por la frente tras quitarse el sudor de la frente y dedicó una sonrisa a la muchacha. Su delantal, estaba algo más manchado que de costumbre y tenía un par de tiritas en los dedos, realmente parecía que estuviera esforzándose con la comida de hoy.

- Espero que no le importe que la acompañe, un momento de descanso también me vendrá bien.- El hombre sacó una bolsa con fruta, unas manzanas un poco verdes.- Las trajimos para el viaje, cuanto más verdes, más agauntan en la mar, están un poco ácidas, pero hace que tarden en madurar más tiempo y sobretodo en pudirirse.- Sacó después una botella de vino a la que le faltaba tan solo un par de vasos y sirvió dos copas mientras tomaba una de ellas.- ¿Desea algo más?¿Puede contarme que está sucediendo fuera?

Una vez en cubierta Jeremy da una palmada en el hombro del "monje" mas cercano a el.

-Excelente trabajo amigo, una actuación muy convincente.

Suspira para luego respirar profundamente el aire de mar.

-Bueno, falsa alarma -¿Que pone ese papel?

Tomé asiento en una de las sillas, ya que el cocinero estaba dispuesto acompañarme al trago y el papeo. En cuanto sacó las manzanas agarré una y le pegué un bocado. Mientras esperaba que me sirviera el vino.

- Pues la verdad que ya hemos conseguido que se fueran aquellos hombres, que han venido a visitarnos. Podemos seguir con el viaje a nuestro rumbo. Pero tenemos que ir con cuidado, creo que vamos a ser observados... -

Mirando al capitán...

Esto no me gusta... Saben algo... o creen saber algo... que es mucho peor. Espero que podamos terminar rápidamente esto.

A mí tampoco me gusta. Pego no impogta. Ahoga... Tenemos a unos maginegos que salvag. ¿Cogecto?

Mi respuesta es sencilla. Una media sonrisa confiada. Asiento con la cabeza una única vez.

Luego nos encaggagemos de ellos.

Jeremy se mantenía en la cubierta disfrutando del movimiento mecedor que le ofrecía el mar a la pequeña cascara que era para su inmensidad el Cuatrotablones.

A contra-viento sus cabellos se despeinaban y dificultaban la vista a momentos mientras reflexionaba a las palabras de su capitán.

-Cierto, misión de salvamento, casi lo había olvidado.

Así era, el ya había dado por echo que aquellos "marinos" habían huido con la mercancía  quizá por eso la iglesia estaba rondando estas aguas, a lo mejor dieron con ellos anteriormente y andaban buscando la ubicación de la isla, pero de momento eran solo conjeturas en su cabeza.

-Seguiré haciendo lo que se supone que tengo que hacer mientras tanto.

Lo dijo intentando aparentar que era verdad, aunque en realidad no hizo nada mas que intentar escaquearse del trabajo desde el mismo momento en que piso el navío y pensaba continuar con esa racha no sea cosa de ofender al destino por su cambio de actitud.

El chcio se mesa su barba descuidada y pasea el vino por delante de su rostro dentro de la copa, aireandolo y dejándolo que coja cuerpo. Una sonrisa algo pícara se dibuja en sus labios y le da un enorme mordisco a otra manzana, mientras escucha tus palabras, despues traga y bebe algo de vino para acompañar el sabor.

- La verdad es que algo se escuchaba en los muelles de Puertosur, al parecer la iglesia ha tenido problemas con algunos barcos piratas en esta zona. Supongo que solo querían cerciorarse de cuales eran nuestros objetivos, de todos modos no vendría mal algo de cuidado... no sea que seamos nosotros los asaltados por los piratas.

Se fija como en la olla hay algo de humo, leanta un poco la tapa y el olor que sale de su interior parece bastante agradable. Toma una cuchara de madera y le da un pequeño sorbo mientras paladea.- Creo que un poco de cerbeza le daría mejor sabor...

Arriba el clima amaina y el tiempo se hace más tranquilo, el viento que os empujaba parece haber desaparecido por completo y bajo la escora del barco, podeis ver como la superficie del mar se empieza a cubrir de niebla, mientras el sol se va ocultando entre las nubes, dando paso a un aterdecer muy hermoso, pero un tanto tétrico.

Los marineros parecen algo inquietos y miran a su alrededor intrigados, algunos sin embargo se quitan el sombrero para observar tan hermosa imagen. Y de pronto sin saber como, o de donde proviene, unas hermosas voces os llegan desde algún lado, sin saber su ubicación, no podeis más que sentiros embelesados por ellas.

Por tu parte puedes notar como tu no sufres ninguna influencia por el hermoso cántico que escuchas, de hecho eres capaz de notar, que un pequeño deje triste en su entonación, algo de desesperanza e incluso algo de una necesidad furiosa que queda evidente cuando ubicas que su procedencia son las mismas aguas. Te asomas por el ojo de buey de la cocina para ver el exterior, y entonces las ves, sirenas, agresivas y demenciales, nada que ver con los cuentos que antaño pudieras haber oido. Estas sirenas tenían hambre y no precisamente de peces...