Partida Rol por web

Le pegaba otro bocado a aquella manzana, que estaba rica, mientras escuchaba atentamente aquellas palabras que el cocinero decía sobre aquellos. Y sobre lo que se decía en los muelles, era como la versión que nos había dado aquel posadero en la taberna.

Sabíamos que teníamos que ir con cuidado desde que salimos de allí, y más por nuestras pintas y por ser un número de personas fuera de la zona de Castilla, salvo yo.

Agarré la copa de vino, y le pegué un trago diciéndole.

- Iremos con cuidado, por estas agua, más cuando sabemos que ellos andan por aquí. Y somos un grupo de gente de diferentes lugares. -

Cuando me disponía a pegarle otro trago al vino, escuché como un canto desde fuera. Reconocía aquel canto, me levanté inmediatamente de la silla, con la manzana en la mano. Me asomé en la ventana de la cocina viendo como fuera. Se podía escuchar aquel canto de sirenas.

Eran sirenas, que llamaban la atención de los hombres, sobre todo los hombres del barco. Me quedé en bobada al mar, y disfrutando de un peculiar canto de sirenas, que no todo el mundo podía llegar a entender.

Le pegué un bocado en la manzana y dije en susurros.

- Maravilloso...estos estarán como locos... -

Durante unos momentos me permito el lujo de disfrutar de la puesta de sol, y no puedo evitar que una pequeña sonrisa aflore en mis labios, pero dura poco. Cuando me doy cuenta que el viento ya no sopla y deja sin fuerzas a las velas que nos llevan a nuestro destino se que algo anda mal.

Por el profeta... ¿Qué ocurre ahora?

Entonces me fijo en la niebla que esta levantándose.

Por todos los santos de la iglesia. ¿Niebla ahora? Esto no es bueno... no señor... nada bueno... Penas y olas... nunca vienen solas...

Entonces es cuando lo oigo... voces angelicales, voces que nadie debería oír... Veo cómo los marineros se quedan abobados escuchando la melodía, y entonces me pregunto... ¿También las escucho... o sólo lo imagino?

Con una sonrisa en mi cara, me aparto de la ventana y miro al cocinero, le pego un bocado a la manzana y un trago al vino. Lo que me quedaba en la copa me lo bebí de un trago sin apenas respirar.

Dejo la copa en la mesa, sosteniendo la manzana en mi mano y le digo al cocinero.

- Esta muy rico el vino, o es que tenía mucha sed yo...jajaja. La manzana también tiene un sabor muy rico. - Le digo mientras le pego un bocado.

Camino hacia la puerta y me giro diciendo.

- Voy fuera, quiero ver como van por allí fuera. Nos vemos. -

Camino hacia proa, donde estarían el resto de la tripulación hablando o haciendo cosas. Con la mitad de una manzana en la mano y mordiéndola.

Observo como son llamados por el sonido de las sirenas, riendo de como son embobados y casi atragantándome con el trozo de manzana. Sigo caminando hasta llegar a Iñigo, o lo que podía ver con aquella niebla y creía o estaba segura que por su voz se trataba de Iñigo.

- No me digas que le tienes miedo a la niebla... - dije y continué diciendo - solo supone estar un poco más atento y tener más ojos para no chocar ni desviarnos. Ayudar al joven con la travesía, hombre. -

Me quedo mirando como parece que sigue embobado al sonido de las sirenas. Mordiendo el último bocado de mi manzana le digo.

- Es un sonido bello, ¿no crees?, aún que solo unos pocos pueden llegar apreciar el buen sonido de estas sirenas...el resto solo lo ve como un ruido en sus oídos. - 

Había pasado la tarde sin mayor complicaciones que el pensar si habrá suficiente licor para todo el viaje de ida y de vuelta, le encantaba navegar, pero le gustaba aun mas el hacerlo ebrio.

Al comenzar a caer la noche escucho el dulce cántico proveniente de aquellas aguas alejadas de su patria y aquel sonido le recordó por un momento algo que había olvidado, algo que había pasado hace ya varios años y no pudo sino acercarse a las aguas para intentar averiguar de donde venia.

-Que canto mas hermoso- Es lo único que pudo expresar mientras se apoyaba sobre barandilla del Cuatrotablones completamente ausente de todo lo demás que le rodeaba.

Disfruto del día, del atardecer, el viento impactando sobre mi rostro... El aroma del salitre en mis pulmones.

La sonrisa confiada del vencedor.

La niebla me resulta hermosa y fantasmal a partes iguales, y eso hace que me ponga tenso de repente... Entonces el canto tranquilizador, pero... embelesador. Rápidamente me giro hacia el resto de mis compañeros, temiéndome lo peor: la impulsividad del hombre buscando el objeto de su deseo puede ser realmente grande. La niebla puede ocultar rocas.

Dudo, por unos segundos dudo... Me planteo dejarme llevar, entonces mi cerebro es más rápido que mi corazón.

¡DETENGAN EL BAGCO! ¡DETÉNGANLO!

Grito a pleno pulmon para ordenar a mis hombres el movimiento... Mejor dicho, la ausencia de él. Me fijo en cada uno de los presentes, sabiendo que quizá ellos no tengan la mente tan fría como yo. Mi cuerpo reacciona sólo para disponerme a detener el barco.

La música os adormece los sentidos y apenas sois capaces de reaccionar, salvo vuestro capitán el cual se antepone ante la hermosa música, es entonces cuando la tripulación se impone gracias a las ordenes del mismo, y echan el ancla... El parón en seco estremece el casco de la embarcación, y algunos caen contra la cubierta.

Es entonces cuando las veis, es entonces cuando ubicais tan hermoso canto, procedente de las aguas que se agitan y hierven con violencia. Algunos se asoman y es entonces cuando una mano agarra a un hombre, lo eleva como si fuera un niño y lo arroja contra el mar.

- ¡¡Hombre al agua!!- Se escucha gritar desde arriba de los aparejos mientras vuestros asombrados ojos se topan contra tales criaturas... Sirenas.

Spoiler (marca el texto para leerlo):

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Jeremy se sobresalta ante la aparición de las criaturas alejándose por instinto de supervivencia de la barandilla de la que hace escasos instantes reposaba tranquilo embelesado por el sonido que tan bien había echo su labor de hacerles bajar la guardia a las presas.

-¡Por la reina y los siete mares!- Exclama mientras iba dirección al mástil sin apenas perder el equilibrio, cualquiera diría que había coordinado sus movimientos con el meneo del barco aunque seguramente era a causa de la adrenalina infundada por el miedo.

Tras asegurarse de llevar aun consigo el arco y las flechas no cambio su rumbo con la intención de volver a subir al mástil y disparar desde ahí sobre todo aquello que no tuviera aspecto humano y sea claramente hostil.

En mi vida había sentido algo así, en mi vida me había quedado sin palabras de esta manera y sin saber que hacer. Un nudo en mi estomago me impide reaccionar adecuadamente y veo como un miembro de la tripulación cae al mar embravecido. La niebla nubla todo a mi alrededor, la confusión se hace cada vez más inmensa. El barco se remueve con el oleaje pero no me dejo vencer por las fuerza del mar. 
 

Las criaturas de ultramar emergían del agua, no de forma amistosa. Un combate estaba cerca, desenvaine mis espadas y me dispuse ha hacerles frente.

Estaba mirando al mar mientras escuchaba el sonido que producían las sirenas. ¡Qué sonido!, el canto de aquellas sirenas que viven en el mar.

Cuando empecé a notar como el mar chocaban con violencia y agresividad ante nosotros. Y escuché decir ¡hombre al agua!, entonces me puse sería.

Esto no pintaba nada bien...podría complicarse más de lo que nosotros esperábamos, lo que estaba viendo no sorprendía. Pero me preocupaba por lo que podía pasar sin llegar aún a nuestro destino. Pero el viajar en el mar y toparse con esto o con barcos enemigos estaba más que claro.

Entonces es cuando las criaturas suben a cubierta creando tal caos y tal descontrol que muchos de los que se han sobrepuesto al canto gritan haciendo que este quede a un nivel más bajo, las criaturas... las horrendas criaturas tienen un único motivo para estar ahí, el hambre.

(Empieza el turno por Martina)

Con espada en mano, avanzo olvidando el miedo y con sangre fría empiezo atacar con mi espada aquellas criaturas. Criaturas que lo que deseaban eran acabar con nosotros. Pero no les sería tan fácil el acabar con tan rápido con cada uno de nosotros.

El sirénido recibe la estocada de Martina y su sangre verdosa es la primera en manchar la cubierta del barco, la criatura sisea y gruñe de forma inteligible mientras sus branquias se abren feroces tratando de asestar un golpe con sus garras a la chica. Su ataque es sorprendentemente eficaz y sus garras hienden en la ropa de la chica, seguidamente los otros sirénidos mas cercanos se abalanzan sobre Juan Antonio e Íñigo tratando de hacer lo mismo que el anterior. Sus garras se clavan con fuerza, parece ser que ha sido un embiste muy fuerte, pero el combate no ha hecho más que empezar ya que los demás sirénidos que habían en el agua suben a cubierta manteniendose a la espera.