Partida Rol por web

Vuestro viaje, siguiendo la dirección indicada por la anciana asesinada, os hace recorrer el desierto una vez más, sorteando las altas dunas, tostados por el calor de los días y debilitados por el frío de las noches. Sin embargo, el tener un objetivo claro hace que vuestra voluntad no se quiebre en ningún momento, impulsados por la tarea que el profeta os ha dado.

Finalmente llegáis al lugar del que hablaba la anciana, un extenso oasis lleno de vegetación y agua. Al lado de este idílico paraje veis una serie de grandes edificios, una especie de fortaleza o palacio construido con materiales del color de la arena. Pese a no presentar demasiados adornos ni un exterior ostentoso os dais cuenta de la dificultad para crear algo así, un palacete fortificado en un lugar aislado, alimentado solamente por la fuerza del oasis y la voluntad de los hombres.

Me arrodillé exhausto mientras contemplaba la maravillosa fortificación construida en mitad del desierto.

- ¿Es realmente todo esto una construcción del hombre?¿o es obra de Dios? - pregunté al aire mientras seguía con la boca abierta.

- La lágrima debe estar aquí, solo un lugar como éste puede albergar una reliquia sagrada... - dije mientras me reincorporaba poco a poco.

- Hermanas, ha sido un viaje duro a través del desierto, pero tengo el presentimiento de que estamos cerca de nuestro objetivo - sonreí para animar.

Con el pensamiento turbado por el recuerdo de la anciana asisto a la visión del oasis, tan magnífico y extraordinario que quedo sin palabras... pero nuevamente es Jaqueb quien habla sacándome de mi ensimismamiento, un ensimismamiento que procede del asombro.

- En verdad estamos ante la mano de Dios, pues el hombre por sí sólo no hubiera sido capaz de construir tamaña empresa sin su divina inspiración- comento ante el comentario de mi compañero y termino por dedicarle una sonrisa- el Señor está con nosotros hermanos, es muy posible que lo que buscamos se encuentre aquí... pero debo admitir que las palabras inconclusos de nuestra desventurada anfitriona me perturban... es muy posible que el interior de esos muros guarden más pruebas, debemos ser cautos.

Os acercáis con lentitud y cautela a la gran fortificación próxima al oasis. A primera vista parece, pese a su buen estado de conservación, estar completamente vacía. No hay vigías en las torres y almenas ni guardias en las puertas. El silencio reina en dicho oasis, ni siquiera roto por el cantar de pájaros u otros animales.

Miré a mis compañeras confuso.

- Es extraño que no haya nadie... reconozco que me entran ganas de gritar a viva voz si hay alguien pero no sé si es lo más adecuado - bajé el tono.

- ¿Creéis que es mejor entrar y mirar a pesar de no haber obtenido permiso de un posible anfitrión? -

-¿Vamos a esperar a que alguien nos dé permiso? ¿Después de lo que hemos sufrido para llegar hasta aquí? -les pregunto asombrada. Antes de que respondan echo a andar hacia alguna de las puertas. -Entremos -les digo-. Con cautela, pero entremos.

Entráis por una de las arcadas, recorriendo un largo pasillo paralelo a los muros de la edificación. Desembocáis en una gran plaza, un lugar apropiado para celebraciones y concentraciones de gente. Sin embargo solo hay una persona en el lugar, mirándoos fijamente desde una gran puerta de madera y hierro que lleva al interior del edificio. 

Se trata de una mujer, de ojos intensos, azules como el agua del oasis. El resto de su rostro se encuentra cubierto por ropas apropiadas para el clima desértico, al igual que su cuerpo, pese a que podéis adivinar las sinuosas curvas de sus caderas.

Bienvenidos -su voz, similar a un susurro, llega hasta vuestros oídos guiada por el viento.

Tras el incidente con la anciana aprendí a no desconfiar de aquellas personas que podrían resultar de ayuda. Era palpable mi sorpresa al comprobar que no estábamos solos y en el fondo el hecho de haber entrado era gracias a la iniciativa de Judith, cuyas palabras dieron aliento a mis pasos.

- Muchas gracias - dije mientras hacía una leve reverencia a modo de cortesía.

- ¿Podríamos saber, oh anfitriona, donde estamos exactamente? - pregunté sin andarme con demasiados rodeos.

- Este lugar tiene algo que me fascina e inquieta a la vez - añadí sin pretender ser grosero.

Caminé en silencio por los pasillos de aquel estraño edificio, un lugar tan bello como exótico y... ¿por qué no decirlo? misterioso, ignoro que es lo que nos aguarda pero mi naturaleza me pide cautela... se que el Señor está de nuestro lado pero prefiero no dejar resquicio al maligno para que nos eche perder nuestra misión, así que permanezco al lado de Jaqueb y miro a nuestra supuesta anfitriona con curiosidad... pero no por ello debo ser descortés.

- Gracias por el recibimiento, hermana- correspondo al saludo de bienvenida acompañado de una leve inclinación de cabeza- tememos habernos perdido- apoyo las palabras de mi compañero- las dunas del desierto pueden ser muy traicioneras.

Observo a la mujer unos instantes, amiga o enemiga, es difícil de saber. Pero mientras mis compañeros hablan con ella paseo la vista por el lugar: las arcadas en sombra, los callejones que desembocan en la plaza y las ventanas. No quisiera que nadie volviera a cogernos desapercibidos.

En los ojos de la mujer se dibuja un gesto cálido -Os encontráis en la cuna de la Lágrima del Desierto, joya divina que alimenta y protege estas tierras -os responde la mujer abriendo los brazos, abarcando toda la plaza que tiene ante sí -¿que os trae a este lugar sagrado?

¿Es posible lo que escuchan mis odios? ¿Tan cerca estamos de completar nuestra misión? sin embargo... las últimas palabras que pronuncia la mujer me ponen en alerta... la joya divina que alimenta aquellas tierras... y nosotros queremos llevárnosla...

- Loado sea el Señor por haber llegado a esta bendita tierra, somos meros viajeros que estamos de paso... pero en nuestro caminar escuchamos leyendas acerca de la Lágrima del Desierto y hemos venido para saber más acerca de ella pues no sabemos si son ciertas... dicen que es una joya sagrada que obra milagros.

Sonrío para mis adentros ante la astuta respuesta de Julia: no debemos revelar lo que buscamos hasta estar seguros de poder conseguirlo. Las apariencias engañan y este lugar y esta mujer parecen demasiado plácidos, invitan demasiado a confiar en ellos. -¿Vivís aquí sola? -pregunto sin dejar de observar a nuestro alrededor-. Se diría que este oasis puede albergar a una multitud, y sin embargo no hemos visto todavía a nadie salvo a vos.

Me quedé en silencio esperando la respuesta de aquella mujer a las acertadas preguntas que habían hecho mis hermanas. Era evidente que todos nos sentíamos por dentro gozosos al creer que estábamos por fin cerca de completar nuestro objetivo pero... ¿a qué precio? quizás la joya pertenecía a este lugar y no a las manos del profeta. Dudar de él había provocado que un escalofrío recorriese mi cuerpo, quizás estaba excediéndome en mis conjeturas.

Sí no escuchaba lo que quería oír, no tardaría en hacerle una pregunta final en relación a las propiedades de la lágrima.

La mujer asiente ante las palabras de Julia y Judith -La Lágrima del Desierto da vida a este lugar. Su poder provocó el milagro que creó este oasis en medio de las arenas. Yo soy la guardiana de esta fortaleza, una simple mujer que vive gracias a los alimentos que manda mi gente desde las ciudades con ciertas caravanas. Solo dos de mis hombres viven conmigo, empeñados en defender mi vida de posibles asaltantes.

Me quedé pensativo, aquella revelación seguramente traería más quebraderos de cabeza que soluciones.

- Sois muy gentil por revelarnos todos los detalles, más vuestras palabras no hacen más que pensar una cosa ¿quién podría querer la joya y para qué?¿existen realmente personas con tan crueles intenciones? A fin de cuentas esta joya proporciona vida donde tan solo hay arena... - algo me decía que arrebatarle la joya a esa mujer era cometer un acto criminal ¿por qué tendríamos nosotros el derecho de hacer algo así? y lo que es peor... ¿sería el asesino que nos intentó matar uno de sus protectores?

Las palabras de la mujer provocan en mi ánimo el fantasma de la duda... si la Lágrima del desierto hace que este oasis tenga vida... ¿Por qué la reclama el profeta con tanta urgencia? si nos la llevamos, según parece el oasis morirá... pero puede estar mintiendo... Dado el mutismo que me provocan las rebelaciones de la guardiana decido guardar silencio pues me da la sensación de que Jaqueb parece estar pensando lo mismo que yo, a tenor de la pregunta que formula.

La Lágrima del Desierto es una herramienta de la creación. Su energía aporta vida a este lugar pero también puede arrebatarla con la misma rapidez y eficacia. El poder que mantiene en su interior está por encima de nuestro entendimiento, no somos capaces de imaginar los milagros que puede obrar -os explica la mujer con una mezcla de dulzura y devoción -cualquiera que quiera romper las reglas divinas puede ansiar esta joya. Pero no os equivoquéis, mis queridos invitados, yo soy la guardiana de esta fortaleza, no de la joya. Mi papel no es proteger el artefacto divino sino salvaguardar a las personas de él...

Las últimas revelaciones de la mujer logran que pierda la atención en el entorno para centrarla en ella. Suena sincera, pero si lo es significa que el Profeta miente. Pensándolo bien, ¿por qué confiamos en él? No lo conocemos, ni siquiera sabemos qué hacíamos allí. Claro que este lugar y está mujer bien podrían ser una artimaña. -Nos contáis cosas sorprendentes -intervengo con un asombro no fingido-. Esa joya, la Lágrima, ¿siempre ha estado aquí? Porque, si no, cómo llegó hasta este santuario es una historia que querría escuchar.

Ya no  sabía qué decir. Mi mente era actualmente un debate interno entre la figura del profeta y las intenciones reales que hay tras el interés de obtener la Lágrima. Esperaba que no fuese el único en sentirme así puesto que todos habíamos despertado de la misma cueva... fue entonces cuando un recuerdo vino a mi ¡el niño!

- ¿Y no habréis visto por aquí a un niño? - comenté casi interrumpiendo a mi hermana, pero hacer la pregunta era para mi tan prioritario casi como el respirar. La figura enigmática del niño encerraba o respuestas o mi locura.