Gracias a las predicciones de los sabios (más bien lunáticos) que llenaban Scalemark, la Orden del Laberinto pudo anticipar un brutal ataque sin provocación previa. Los caballeros reunieron a cuantos Sangrefría quisieron seguirles y se prepararon para la batalla.

Simultáneamente, las hordas de espíritus de venganza que acechaban en los Jardines de Eresand seguían creciento (y oootra UMV más, -4 Mente) y, a una orden de la Reina, marcharon de nuevo por los caminos de la costa en busca de orcos con los que saciar su sed. Si caían, ¿qué importaba? Regresarían a los Jardines y volverían a alzarse...

El batallón negro

No tendría que sorprender a nadie en Kalnas cuando, testigos de la situación de Raudona en el frente contrario, los dos consejeros reales que quedaban decidieron pausar sus tareas relacionadas con los tiempos de paz y sumarse de forma más seria al esfuerzo de guerra.

Mélyna y Juoda cerraron así sus respectivos proyectos, convocando a la gente que bajo su influencia tenían adscrita, quizás ambiciosos o bien precavidos, pero en cualquier forma expectantes; de voz de su regente, pues, la Armija se encontraba ante inminentes cambios, y es bien sabido por cualquiera con un mínimo de sentido común que los cambios, correctamente llevados, pueden definir eras...o destruirlas. El brillante y el pensador nunca vieron del todo a la beligerante con buenos ojos, al fin y al cabo, ni tampoco guardaban esa impresión entre ellos mismos; si se comportaban cordiales, era más bien porque apreciaban sus respectivas cabezas en mayor medida que el bienestar de sus propios egos. Precisaban de una oportunidad, un hueco en la leyenda del Baisus que quizás solo encontrarían una vez en sus vidas.

Lo que si sorprendió a todos fue cuando, antes que el mismísimo Këstutis, Ismintis y su análogo salieron de los angaras junto a un séquito de armados voluntarios compuestos de Sunaudojamas y Xiu Lam convencidos, fijando sus ojos en un objetivo pequeño pero obvio: el problemático punto en el mapa denominado simplemente como "Cl". Estando tan cerca de la capital imperial, la dichosa ubicación prometía perfecto emplazamiento para cualquier indeseado visitante exterior, por ende era un punto débil para Kalnas, digno además por su misterioso historial de ser tomado por la fuerza y nada más, a fin de reforzar los flancos. Si bien el tamaño del territorio apenas sería digno de la otrora orgullosa Raudona, para alguien como el brillante era como hecho a la medida.

Desprovistos de Bree'Gaisma distinta a la propia del líder, a pocas horas del amanecer fue que finalmente los emisarios del Monarhs desataron discreto pero efectivo golpe sobre el lugar, acabando con la resistencia por más que sus miembros compartieran identidad racial con parte del grupo invasor, sin embargo, a petición directa de Ismintis, tras asesinar a dirigentes y militares los soldados amparados por Kalnas se detuvieron y el Milzis se encargó de ofrecer paz a la población restante... siempre que estos juraran lealtad al titán, claro, y como sus primos de Cómola entregaran su sangre y creencias en pos del gran plan. 

De momento el Juodasis'Bojna era poco más que un grupo de soldados en reserva glorificados por el nombre de su comandante, pero el consejero real tenía expectativas...

Los muertos fueron un enemigo no esperado por los orcos, sin embargo fue recibido. Los orcos no parecían temer a morir. Luchaban con fiereza y bravura, los cadáveres feéricos se amontonaban y los cuerpos de los orcos caían cercenados por los terribles ataques.

Los orcos estaban resultando un enemigo tan fiero y resiliente, que daba apuro seguir en aquellas tablas mientras el territorio de Leonette I seguía perdiendo sus fronteras.

Astados, los habían llamado los exploradores Sangrefría. Demonios, o diablos, o criaturas similares. Los caballeros de Eresand llevaban años esperando a enfrentarse con seres así. Estaban hartos de goblins, lagartos y orcos. Estaban hartos de conquistar un mundo sucio y gris. Querían cumplir con las canciones. Querían ser los héroes del Cuento.

Por ello, cuando supieron que se acercaban los Astados, la Orden del Laberinto se encomendó a la Dama y al Gran Fata al que los Sangrefría llamaban Tlanxa y se desplegaron en la periferia de su lugar sagrado, listos para defenderlo ante los ojos de su nuevo patrón. Junto a ellos, formaron los Sangrefría, que habían conocido una nueva forma de honor y devoción.

No había Murallas, ni balistas ni catapultas. No. Scalemark tenía una sola defensa: sus fieles.

Al llegarle noticias a Damakos de la victoria de Sumeal en KT, pero sabiendo que existia con noticias de que existia un ejercito Humano, Sumeal dice que lo mejor seria ordenar otro ejercito en finsternis, porque los rumores se empezaban a volver ciertos, en la carta tambien dice que en aquel pantano se tenian planos para crear una edificacion que ayudaria a la defensa de aquella, usada de manera ineficaz por el ejercito humano, pero con algunos rasgos de arquitectura tiefling podria aportar mayor proteccion en caso de que el ejercito humano decida volver a atacar.

Damakos manda a llamar a Cethra, diciendo que envie una carta autorizando la construccion de aquel Laberinto de Tlanxa, adaptandolo y mejorandolo con la arquitectura tiefling. Tambien ordenandole a Cethra que ordenara 2000 soldados tieflings en entrenamiento, para mantener como defensa de la ciudad.