Partida Rol por web

Cada crujido de madera era una amenaza y cada sombra alargada un intento de asesinato, del suyo para ser más exactos, pero ni en la escalera de acceso al sótano ni en el pasillo que llevaba al ala donde estaban las habitaciones del servicio hubo ninguna emboscada, engaño, trampa o ardid que pudieran provocar su muerte, no había nada, aunque no estaba solo en aquel pasillo. El llanto desconsolado del mayordomo se oía en su habitación mientras musitaba cosas en un idioma extraño, algo parecido al ruso?, cosas dulces y tiernas a pesar de lo gutural del idioma. Repetía lo mismo, una y otra vez, como si fuera un mantra que pudiera limpiar la tristeza de su alma.

Wallace llegó frente a su puerta preguntándose que hacer, si respetar su pérdida o culparle de la muerte de la persona por la que lloraba. Aunque, tal vez su intención no fuera tan pura, le quedaban 4 horas para cumplir su parte del trato y todavía no había elegido sobre quien recaería la venganza en diferido de Dark, aunque, tal vez la elección ya estuviera hecha.

El beso le pilló por sorpresa aunque, como siempre le había pasado, lo había adjudicado más a una muestra de agradecimiento que a una intención de algo más, ganando la inocencia a la evidencia de la situación. Por ello no le dio importancia, ni siquiera lo pensó a medida que caminaba, teniendo siempre en mente que echaba de menos los besos de su amada Brooke, tan cálidos que le encendían una llama en las noches más oscuras.

De nuevo tenerla rondando entre sus pensamientos era un arma de doble filo. Por un lado le daba las fuerzas necesarias para seguir caminando, sabiendo que estuviera donde estuviera, siempre sería a su lado como un espíritu protector, pero por otro era un pesado equipaje que llevaba a los hombros, un cadáver cubierto de sangre que le dificultaba el camino e inundaba sus fosas nasales con el hedor de la culpa.

Siguió el llanto con cuidado en cada esquina, asomándose antes de inmiscuirse en la densa oscuridad de los pasillos hasta llegar a una puerta. Antes había querido respetar esos momentos de soledad, pero ahora podía estar la posibilidad de que estuviera en verdadero peligro o él mismo lo fuera.- ¿Hola? – Pegó dos leves golpecitos en la puerta con los nudillos, sin llegar a abrir la puerta hasta que tuviera respuesta desde el otro lado.- Soy Bullocks. ¿Puedo pasar?

Un bramido furioso escapó de la garganta del mayordomo parecido al que haría un animal herido acorralado, el resto no fue tan inteligible pero por el tono parecía evidente que la llegada de Wallace no era bienvenida y que en ese momento no le debía estar deseando nada bueno. A los exabruptos le siguieron los golpes y cuando parecía que no lo haría el mayordomo abrió la puerta con el rostro bañado en lágrimas y desnudo de cintura para arriba.

Con voz seca y tono cortante le ladró, mas que dijo, "Lárgate de aquí, aquí no hay nada para ti muchacho, déjame solo... por mi como si os matan a todos. La vida ya no tiene sentido para mi..."

Durante un instante Wallace pudo ver el cuerpo inerte de la bella doncella, ese cuerpo que le había incitado y provocado no demasiadas horas atrás, totalmente desnudo. Algo parecía estar pasando en aquella habitación que nada tenía que ver con llorar.

Podía verse reflejado en la rabia y el dolor del mayordomo, un espejo de su alma en los momentos más difícil que lejos de asustarle le conmovió. Pensó si así sería como él se vería tras la muerte de Brooke o sólo era la imagen demacrada de alguien acabado, cubierto de la invisible sangre de la culpa.

Quería abrazarlo, decirle que todo irá bien aunque supiera que era mentira. Siempre lo era.

- Lo siento.- Sentía su pérdida a pesar de que la sirvienta no era especialmente su mejor amiga, pero nadie merecía morir en aquella mansión de la locura. Tragó saliva, conteniendo el complejo flujo de sensaciones que escapaban por salir antes de meter la mano por sus bolsillos traseros, despacio para que no pensara que fuera a sacar un arma o algo. Tanteó entre ellos, sacando su cartera y, de ella, una foto arrugada de su esposa.

La sujetó con dos dedos semi temblorosos la imagen, mostrándosela al mayordomo con una triste sonrisa.- Ella era mi vida y, por mi culpa, no podré volver a verla. Por eso Dark me trajo aquí.- Bajó la mano antes de guardarla, no sin antes quedarse unos largos segundos mirando el rostro de su amada, una añoranza que sólo quedaba reflejada a través de papel, dándole un tierno beso.- No puedo decirle que todo pasará, será una muerte que siempre te acompañará.- Volvió a colocar la cartera en el bolsillo trasero correspondiente, asegurándose que no se cayera para llevarla siempre consigo.- Pero si necesita cualq…- Su mirada se desvió al interior de la sala, sin poder evitar fijarse en el cuerpo completamente desnudo de la mujer. Algún cable dentro de su cerebro electrocutó al resto, dando un paso hacia atrás con la cara tan roja como el cabello de la mujer, entendiendo que él estaba superando su pérdida de una forma totalmente distinta.- Lo, lo siento, creo que molesto. No era mi intención.

La reacción del mayordomo al abrir la puerta fue de hostilidad. La mirada inyectada en sangre, o tal vez el enrojecimiento de los ojos por haber llorado, le daban una expresión que helaba la sangre, como si fuera alguien que viene del mismísimo infierno, como si hubiera salido del averno para llevarse a Wallace por todos sus pecados, su gesto crispado y sus músculos en tensión mientras escuchaba en silencio como Wallace se desahogaba por la muerte de su ex-esposa. No reaccionó a los intentos de consuelo, no reaccionó a los intentos de Wallace de intentar aliviar su dolor pero en cuanto se dio cuenta de que había visto lo que estaba sucediendo en aquella habitación se quitó el cinturón de cuero y le dio dos vueltas alrededor de cada una de sus manos, dejando una banda de 40 centímetros de cuero desnuda, una banda que parecía estar destinada, a juzgar por su mirada asesina, al cuello de Wallace.

El muchacho retrocedió sin perder la mirada a un señor Butler que salía de la habitación con la intención de silenciar al único testigo de sus atrocidades. Se pasó la lengua por los labios y dijo en un susurro apenas audible "No debería haber venido, no debería haber visto....ahora tienes que morir. No te vayas, será rápido...en un minuto dejarás de sufrir..."

Wallace tenía una ventaja de 3 metros de distancia entre él y el mayordomo y una desventaja de varios centímetros de altura y kilos de peso en caso de pelea. No había duda, aquel hombre no parecía que fuera a razonar con él, no después de haberle interrumpido en la profanación del cadáver de la explosiva doncella.

- No es necesario, hablando se entiende la gente.- No le gustaba en absoluto el matiz que estaba cogiendo la conversación, ni entendía el método tan drástico para hacerle callar. Pero sus pies actuaron más rápido que su cabeza, corriendo dirección a la cocina mientras gritaba.- Por favor, ¡cálmese!

Tirada de carrera de Butler mientras busca el pescuezo del pobre Wallace

Sir Gustave y Nadia retrocedieron intentando asimilar lo que habían visto y se dirigieron a la derecha a la cercana habitación del mayordomo. Las puertas eran idénticas pero buscando la habitación de la doncella habían identificado la del mayordomo como la primera de ellas.

La habitación era pequeña y oscura pero estaba pulcramente ordenada, casi de forma obsesiva para que cada elemento estuviera en su lugar: La tabla de planchar y la plancha formando un ángulo perfecto de 90 grados con el armario de forma que maximizaran el espacio de la habitación, una pequeña maleta en el altillo del armario y un escritorio sobre el que había una bolsa de aseo además de una cama que sería el orgullo de cualquier sargento de los marines.

Una habitación pulcra y fría como había sido en vida el señor Stewart.

Nadia se quedó plantada en la entrada tras pasar la puerta observando todo aquello. También quizás necesitaba algo de tiempo para deshacerse de la culpabilidad de dejar a Wallace aatrás, pero sir Gustave tenia razón.

Sin saber muy bien porque, la plancha le daba mal rollo. Observó si estaba enchufada y el porque no estaba recogida en algún lugar.... La maleta parecia que estaba a punto de caer desde la altura y la cama... mejor no pensar que ocultaria aquella colcha o colchón.

Carraspeó intentando deshacerse de todas sus paranoias. - ¿Tú por un lado y yo por otro? - preguntó con reticencia antes de ponerse manos a la obra, siempre mirando dnde pisaba en busca de cables invisibles o interruptores ocultos

Sir Gustave observó la habitación haciéndose una idea mental de su contenido.

Suspiró.

Está bien. Mismo procedimiento. Hay un neceser sobre la mesa. ¿Podría usted echarle un vistazo mientras bajo la maleta para revisarla?

Pareció pensarlo mejor unos instantes antes de decir.

No. Mejor no. No se acerque a nada que vea fuera de sitio. No corresponde a la personalidad del señor Stewart. Observe la plancha: 90° perfectos. La cama: No solo parecen haberla hecho, parece haber sido prensadas las sabanas. No. Nada de acercarse a nada fuera de sitio. ¿De acuerdo? Si es necesario, yo lo haré.

Ya fuera por miedo, por precaución o por confianza Nadia obedeció a Sir Gustave y con una leve sonrisa y asentimiento aceptó el reparto de tareas,ella se encargaría de revisar la maleta mientras que el escritor se encargaría del neceser. Después revisarían el armario y la cama, intentando atar cabos sobre quien era el mayordomo y la doncella e intentando arrojar luz sobre Dark, cualquier pista que les diera la ventaja que necesitaban.

Sir Gustave bajó la maleta y la puso en la cama haciendo un gesto galante para que Nadia empezara con su inspección. La maleta no tenía combinación ni candado y se podía abrir pulsando los dos botones laterales que liberaban los cierres. Nadia sonrió y dirigió una mirada furtiva a la plancha y suspiró al ver que estaba desconectada, no sabía porque pero había tenido la impresión de que podía estar conectada y provocar un incendio que acabara con ellos. Se estaba volviendo paranoica pero en aquella casa lo raro era mantener la cordura. Sintiéndose más segura pulsó los cierres de la maleta que resonaron con un click metálico mientras la cremallera del neceser sonaba a sus espaldas.

Sir Gustave abrió la cremallera del cierre y se encontró algo inesperado. Etiquetados y ordenados con el mismo orden escrupuloso que imperaba en la habitación se encontraban 8 pequeños botes de plástico y con una tapa de rosca roja junto a 2 jeringuillas hipodérmicas y un pañuelo. Sir Gustave echó un vistazo a las etiquetas pero estaban marcadas de la A a la H sin ninguna otra marca. Serían complicados de identificar, todos a excepción del tarro marcado con la E, ese olor dulzón tan característico solo podía ser cloroformo. Lo había olido con anterioridad investigando para una de sus novelas, era difícil acordarse de cual, tampoco era importante, lo importante es que aquel tipo siniestro tenía cloroformo y otras sustancias junto a jeringuillas y sabiendo que habían matado con anterioridad se podía inferir que de su uso no iba a salir nada bueno.

Se volvió hacia Nadia y vio como ella abría la maleta y empezaba a retirar ropa hawaiana de la maleta.