Partida Rol por web

- Claro, Erissa, ¿qué tal? – la saludé neutral pero amable.

>> Cid, Errant – saludé a los otros dos con un gesto de la cabeza

>> Pequeñaja – saludé a la hija de Errant (¿cómo se llamaba?) con otro gesto de cabeza y una sonrisa que pretendía ser amable, pero que probablemente la amedrantaría.

Miro extrañada a Will. ¿Qué se le habrá ocurrido? Sonrío con confianza en que será algo que realmente no les guste a las haditas luminosas.

El grupo de Changelings salió del restaurante al paseo marítimo, donde el bullicio de turistas paseando los acogió. El ruido de las olas, golpeando plácidamente contra la costa, se mezclaba con música y risas de niños correteando a lo largo del puerto. La brisa arrastraba el olor salado del mar, que se mezclaba en una extraña combinación con el glamour generado por los visitantes. Era un buen momento para ser Changeling en Point Avalon.

El grupo caminó entre la gente hacia el punto de encuentro tradicional, una plaza situada en el punto más alto del paseo con vistas a una playa bajo ella. Un niño pequeño, en los brazos de su madre, los miró mientras pasaban a su lado.

—Amá, ezuna elfa —dijo mientras señalaba a Erissa con la boca abierta.

Tras unos minutos caminando, pudieron divisar a Lord Tiersen y Anessa en medio de la plaza, observando la actuación de un grupo de artistas callejeros. El aura noble del Sidhe hacía que su presencia no pasase desapercibida entre la multitud.

Cuando salieron del restaurante, Simone tiró de la ropa de su madre.

—Mamá, ¿voy al castillo con los demás para preparar la fiesta? —dijo refiriéndose al feudo.

Normalmente los ayudantes humanos y kinain del lugar preparaban y defendían el feudo para dar la bienvenida a los visitantes. Simone todavía no había ayudado ninguna vez, y había insistido a sus padres durante toda la semana que la dejasen participar este año.

Sabía que estaba mal, pero precisamente por eso no me pude resistir a sonreír ampliamente a la niña que señaló a Erissa como una elfa. Una sonrisa que a su madre le parecería extrañamente grande, quizás incluso un poco bobalicona, pero la niña vería mi verdadero semblante, los dientes que podían masticarlo todo.

Cuando se asustó cambié mi sonrisa a una de más satisfacción personal. Era una tontería, pero me estaba aburriendo y esos pedantes de los otros feudos no aparecían.

La pequeñaja parecía deseosa de ir a ayudar en el castillo. No había quien entendiera a los críos. No tenían obligaciones y allí estaba ella pidiendo que le dieran trabajo…

Voltee mis ojos poniéndolos en blanco, pero no dije nada. Comencé a prepararme otro cigarro de liar, tras lo que le tendí el paquete de tabaco de liar a Will.

Cid enarcó una ceja ante la idea de William de hacer una actuación. En otros tiempos el troll, la redcap y el sluagh habían sido como uña y carne, pero sus obligaciones para con el feudo y, sobretodo, su abjuración, le habían ido distanciando poco a poco de los Oscuros. No era el más culto del grupo ni de lejos, pero odiaba tanto referirse a su "conversión" a Luminoso como un "cambio de lealtades" que, cuando ocurrió todo se había pasado varios días sumergido en un diccionario en busca de un término que no le sonara tan… perverso. Para él estaba muy claro que no había traicionado a nadie: su honor y el de sus amigos seguían intactos; lo único que había ocurrido era que por el camino recorrido había aprendido de sus errores. Pero, pese a ello, para todos era evidente que la decisión no había sido nada fácil y también que se había convertido en una espina que el gigante llevaba clavada en el costado. Al final fue Erissa la que le sugirió esa palabra, "abjuración", y desde entonces era la que usaba siempre. Además, de una forma inconsciente reflejaba muy bien su evolución. Ahora era mucho más comedido, aunque detestaba que ellos dos, especialmente Lily, le trataran de remilgado. Una de las mejores formas de sacar a la luz al Cid de antes y su mal humor era, de hecho, tirar de esa cuerda.

El camino hasta la plaza lo hizo a la diestra de la sidhe, y aunque empezó a andar tratando de dar con la forma de mantener a raya a la pareja, la placidez del paseo acabó por acaparar toda su atención. Cada zancada que daba era larga y lenta, como su respiración, y estaba tan distraído que ni siquiera oyó a la niña que, inocentemente, delataba a su señora. Sin embargo, en cuanto la avenida desembocó en la plaza en la que habían quedado, retomó su papel de juramentado.

Por su estatura, fue el primero en vislumbrar a los miembros de las otras casas.

—Lord Tiersen aguarda, mi señora —y con un gesto de la cabeza indicó la dirección en la que estaban él y su acompañante—. Tal vez el resto deberían acompañar a lady Simone y esperarnos en el feudo.

Erissa caminaba haciendo gala de su gracia natural, tan propia de los sidhe, que apenas se dio cuenta de la mirada del niño pequeño sobre ella. Un leve sonrojo amenazó con teñir de carmesí sus mejillas, pero enseguida recompuso el semblante y sin mayor problema, sonrió al niño pequeño y le guiñó el ojo con suavidad, como si estuvieran compartiendo un gran secreto entre los dos. Echó un vistazo hacia atrás con un movimiento de su melena de oro batido y caminando en dirección a la plaza desde donde ya intuía los ruidos de los artistas callejeros de lord Thiersen.

No pudo evitar volver a caer en sus dudas durante un breve instante. Desde que se había separado de su enérgico tutor, el desaparecido lord Gwydion al que tan solo Cid conocía, Erissa seguía sintiéndose como una niña pequeña jugando a los grandes juegos de la etiqueta de los nobles, los señores y las cortesías. Armándose de la autoridad que su rango y su linaje le conferían, le comentó a la pequeña Simone.

—Sí, ve, por favor, Simone. Te estoy muy agradecida —le dijo a la niña, despidiéndola con una leve inclinación de cabeza. A continuación escuchó las palabras de Cid y aunque le costó mantener oculta la sonrisa, le respondió también con sutileza—. Prefiero que nos acompañen a ver la actuación junto a lord Thiersen, pero haremos las presentaciones de nuestra cuadrilla en el feudo, si os parece bien.

Cid se llevó las manos al cinto y ahogó la queja que su instinto le alentaba a proferir. No le llevaría la contraria a Erissa, no delante de semejante público, pero esperaba de verdad que los Oscuros no incurrieran en afrenta alguna hacia los invitados. Bajó la cabeza y miró a Lily, entrecerrando levemente los ojos. Incluso a él se le ponían los pelos de punta cuando mantenía la mirada a la redcap, pero quería que supiera, aun sin decir nada en voz alta, que no le iba a permitir arruinar la reputación de la sidhe. 

—Como desee, lady Erissa. 

Lily mantuvo la mirada del Troll sin mayor problema y se limitó a contestarle con una sonrisa que en principio pretendía ser de "chica buena", pero era algo que la Redcap nunca había logrado dominar por lo que su sonrisa revelaba que le daba absolutamente igual y que haría lo que le pareciera en cualquier caso.

William estaba silencioso y algo tenso, como siempre antes de una actuación. Balbuceó algo de un número para los jóvenes mientras se le caía al suelo el tabaco y se agachaba a recogerlo.

Luego siguió al resto en silencio, escuchándolo todo.

Cid apartó la mirada de Lily, y enseguida se sintió más tranquilo. Soltó un suspiro lento y silencioso, que pretendía que nadie en el grupo pudiera oír, y dedicó una mirada menos severa pero con el mismo propósito a Will. Esperaba que al menos él pudiera controlar a la Redcap.

—Eris… Lady Erissa —repitió, corrigiendo su familiaridad y falta de decoro. Sus palabras eran un murmullo, audibles apenas por la gravedad de su voz y la el bullicio que llenaba la plaza—. ¿Cree que Lord Tiersen sabrá algo de Lord Gwydion? Hace mucho que no sabemos nada de él, y tal vez… tal vez en la Corte de Cresthaven sepan algo.

Los changeling the Point Avalon, con Erissa y Cid a la cabeza, se encontraron con Lord Tiersen y Anessa en medio de la plaza. Los últimos acordes del grupo callejero sonaban cuando los kithain de Cresthaven se giraron para saludar a sus anfitriones.

Erissa ladeó la vista hacia Cid y parpadeó ante la ocurrencia del troll, asintiendo dos veces con un movimiento de su larga cabellera dorada, mientras los artistas daban los últimos pasos de su función.

— Es muy buena idea, Cid. Podemos preguntarle más tarde, durante la cena. Si lord Garland Gywidion pasó por su feudo seguro que estará encantado de contárnoslo. — comentó con voz levemente cantarina, sin poder evitar algo de emoción ante la presentación

A continuación, se acercó a lord Tiersen y a Anessa y se acarició las faldas del vestido, inclinando el rostro en una comedida pero elegante reverencia para saludar al sidhe y a su acompañante y al mismo tiempo, dar una impresión cautivadora llena de la majestad sidhe de la que se preciaba ser avatar.

— Lord Tiersen, señorita Anessa. Me place muchísimo darles la bienvenida a Point Avalon. Por favor, siéntanse como en su hogar. Yo soy lady Erissa, así como éste es mi escudero Cid Steelkin. Quiénes nos acompañan en alegre séquito son Errant, Lily y William. Esperamos que nuestro feudo les colme de maravilla estos días.

La Redcap por todo saludo se limitó a hacer un gesto alzando la barbilla y soltando aire por su nariz y boca en algo que era difícil de identificar como bufido, gruñido o un hosco “hola”.
Exudaba elegancia y refinamiento por todos sus poros

William miró a la cara por unos segundos asintiendo con la cabeza antes de deslizar la vista a otro lado, escondiéndome un poco tras el troll. Parecía que William no quería que la corte de Cresthaven no se sintiese insultada por la presencia del Sluagh entre ellos, sin querer atraer la atención de nadie. Por otro lado, buscaba con la mirada a la Crisálida, pues sentía curiosidad de saber cómo un Sidhe atraviesa la adolescencia.

Cid esbozó la sombra de una sonrisa cuando Erissa accedió a proceder con su sugerencia, y después la acompañó hasta el lugar desde el que la comitiva de Cresthaven observaba la actuación. Su señora llegó acompañada por los últimos compases de la melodía, y se preguntó si no habría estado aguardando a ese momento para acercarse. El troll reposó la mano izquierda sobre el pomo de su espada, intentando aparentar toda la dignidad que le fue posible reunir, y cuando su nombre fue mentado hizo una reverencia escueta y estoica.