Partida Rol por web

Tus primeros recuerdos son de la radio emitiendo boletines sobre la guerra en el continente, el nacimiento de tu hermana y la discusión de tus padres sobre si debían alejarse de la frontera o si la guerra no llegaría hasta allí.
Apenas tenias diez años cuando el Imperio invadió Kaihatsu. Recuerdas las bombas y el fuego, el constante sonido de ametralladoras y los gritos por todas partes. A tus padres usando su cuerpo como escudo para que la metralla no te dañase y como tuviste que quitarte de encima sus cadáveres para poder huir.
Nunca supiste que fue de tu hermana, solo recuerdas que corriste sin parar hasta que unos soldados de infantería Kai te recogieron y te llevaron a un orfanato de guerra.

- ¡Miwa! ¡Mira! - le grité a mi hermana, con una sonrisa de oreja a oreja y una cara radiante de felicidad. En mi mano sostenía un extraño tipo de flor poco común. O al menos, a mí me lo parecía. Mientras la agitaba en el aire para que la viera de lejos, corría hacia ella entusiasmado. Apenas tenía 5 años, y ella era aún más pequeña. A cierta distancia, nuestros padres descansaban bajo un árbol, vigilándonos y disfrutando con nuestros juegos.

- Toma. Para tí. - le dije, mientras le tendía la flor en mi mano. Ella me miró con esos enormes ojos azules y me dijo:

- No. Mamá. Dale a mamá. - me dijo, mientras se levantaba del suelo y me agarraba de la mano. Me llevó a rastras hacia el árbol donde estaban nuestros padres. Entonces, señaló con un dedo regordete hacia nuestra madre mientras me miraba fijamente con una media sonrisa. Yo, tímidamente, me acerqué a ella y le tendí la flor. Ella sonrió, y me dio las gracias, mientras se la colocaba en el pelo.

Habían sido unas cortas vacaciones, en un día de campo como otro cualquiera. La guerra del Imperio continuaba, pero Kaihatsu vivía en paz por ahora tras el tratado de Gelder. Sus padres no parecían demasiado preocupados, y las cosas no les iban mal. En el pequeño pueblo en el que vivían, cerca de la frontera, la vida pasaba tranquilamente y el negocio de mis padres florecía lentamente, aunque ellos aún seguían trabajando incansablemente para sacarlo adelante. Pero algunas noches, cuando no podía dormir, veía a mi padre sentarse al lado de la radio con expresión taciturna y una cerveza en la mano.