Partida Rol por web

Ya ha anochecido, sigues en los laboratorios. No te has atrevido a volver a casa ni a salir de tu despacho desde que viste aquel video. El edificio esta cerrado pero ya has oido varias veces cristales rotos. No sabes como esta la situación.

La Dra. Müller estaba completamente centrada en su trabajo, obviando todo cuanto pasaba a su alrededor, como de hecho siempre solía hacer. Tecleando en el ordenador. Eso la tranquilizaba, le hacía olvidar, absorberse. Justo lo que necesitaba, pensar en otras cosas. Hacía horas, un día entero del desgraciado incidente del laboratorio. "Todo está bajo control" se decía a sí misma. A medida que lo pensaba, se sentía cada vez más estúpida. La lógica le decía que Progenix tenía estrictos controles biológicos de diversos tipos, eso, claro, dentro de la remota posibilidad de que aquella cosa que despertó en la morgue hubiera sido capaz siquiera de dar un par de pasos. Solo había sido un error. Lamentable, sin duda. La muerte del sujeto experimental era una desgracia, y un amargo revés en su carrera. Los de arriba ahora tacharían de "inviable" algo que le había llevado toda su carrera como bioquímica, algo que, tras corregir algunos fallos, podría llevarla lejos de Progenix, quizás hasta el mismo premio novel. Tan cerca de la gloria... Y ahora tan lejos. Aquel incidente ponía en peligro su mismo trabajo. 

Eso eran preocupaciones reales, no locas fantasías sobre... Sobre lo que había visto. De repente, al fondo, un ruido de unos cristales rotos, como algo cae, algo que se rompe. Margaret siente, en lo más profundo del corazón, un pinchazo, algo que hace que se levante de golpe. De nuevo, otra vez, cristales que se rompen. "Tranquilízate, Margaret. Usa el sentido común por una vez en tu vida y céntrate." Se dice. Algún imbécil estaba provocando un desastre, así que, con decisión, salió hacia del despacho, en dirección a los ruidos. Quizás solo para ver a alguien más a otro ser humano, o quizás para desfogarse sobre algún pobre diablo que, como ella, trabajara hasta demasiado tarde. 

Lo primero que ves al salir es a uno de los hombres de seguridad de la empresa en el suelo con una herida profunda en su cuello y varias mas en los brazos. No tienes ni idea de que puede haberle hecho eso pero tus conocimientos en medicina casi te hacen estar segura de que han sido mordiscos y posiblemente humanos. La sola idea hace que un escalofrio te recorra la espalda.

Miras a tu alrededor, por ahora no crees ver nada más.

Camina con decisión, sin mirar su alrededor, solo adelante. En su mente, se formaban frases cada vez más largas, diferentes formas de humillar a quien quiera que este rompiendo medio laboratorio, como si un elefante pasara por una cacharrería. Sin embargo, al llegar, se para en seco. Abre mucho los ojos, y su labio inferior empieza a temblar. Un guardia, probablemente muerto, en el suelo. Uno de los guardias de seguridad. Sin moverse ni un ápice, observa las heridas. Mordiscos, heridas de dientes, de desgarro, como si le hubiera atacada un animal salvaje. Da un paso, un pequeño paso, para intentar ver mejor la herida del cuello, que es la más limpia y la que mejor puede verse a simple vista. "¿Se habrán escapado los animales?" Piensa. Quizás un corte de luz, quizás algún descerebrado haya abierto las jaulas de los animales... 

El corazón empieza a latir muy deprisa, y en su frente, se perfilan unas gotas de sudor. Su mano derecha empieza a temblar. Su vista, sus oídos se agudizan, puede notarlo. Intenta mantener la calma, y piensa en diferentes posibilidades. Lo más lógico sería cogerle el arma... O encerrarse en un despacho, llamar a la policía, dar la alarma... Todas esas cosas parece opciones viables, con sentido, pero lo único que hace es quedarse allí, parada, en medio del pasillo, con el rostro desencajado, paralizada, intentado escuchar algo. 

Sigues escuchando ruidos en la planta inferior, más cristales y un par de disparos. La sangre del cuerpo del hombre de seguridad se va extendiendo por el suelo hasta llegar a tus zapatos, por un momento crees haberle visto moverse un ápice aunque no estás para nada segura. Quizá todavia siga vivo.

Detrás de ti, en tu despacho, suena el telefono de manera insistente.

Margaret retrocedió, sin perder de vista el cadáver del guardia. Era la primera vez que veía un cuerpo muerto, tirado en el suelo y acribillado. Había visto muertos otras veces, pero en depósitos, y a lo sumo, en velatorios... Nunca... Así. Entró de nuevo en su despacho, cerró la puerta y descolgó el teléfono. Estaba tentada de ponerse a pedir auxilio, pero luego pensó. Antes debía saber quien llamaba, y porque. 

-¿Si?- Es todo lo que se le ocurrió. Su voz era algo temblorosa, pero aún suficientemente serena como para fingir normalidad. 

Descuelgas y parece tratarse de una empleada de la empresa

- Buenas noches ¿con la Dra. Muller? Le llamo de parte de Dr. Venter, dejó recado hace unas horas para que fuera avisada pero no habiamos podido contactar con usted hasta ahora, segun sus instrucciones debe revisar el expediente de ensayo numero 7986-A.

"¿El expediente 7986-A?" Se dijo a sí misma, algo extrañada por el mensaje, tratando de recordar que expediente es. No obstante, ahora la situación del guardia es más preocupante. El oír la voz de una empleada, normal y corriente, la tranquiliza. Al parecer, sea lo que sea lo que pasa, no está en absoluto fuera de control, pues el resto del edificio está tranquilo. Probablemente sea cosa de un animal de los laboratorios.

-Bien, lo haré. Pero antes necesito que llame a un equipo de seguridad, y que vengan a esta planta. Uno de los guardias ha muerto, temo que algún animal se haya escapado y ande suelto por aquí. Y por favor, dense prisa.-  

Al hacer memoria recuerdas que se trata de la prueba en humanos que salió mal, el hombre fallecido que despertó en la morgue.

- Lo siento Doctora pero le llamo desde las instalaciones de Los Angeles, tendrá que ponerse en contacto con los responsables de su edificio para que puedan reorganizar la seguridad de su planta. Buenas noches.

La llamada se corta...

Bastante perpleja, Margaret sostuvo el auricular unos segundos. "Pues vaya, gracias a usted..." Colgó el teléfono. Pese al poco sentimiento de humanidad que acababa de demostrar su interlocutora por teléfono, llevaba razón. Su edificio tenía un número de seguridad, que tenía comunicación directa. No se sabía el número. Debía saberlo, pero no. Nunca le había hecho falta. Por suerte, y en previsión y conocimiento de su propia capacidad de memoria para según que, tenía el número memorizado en el teléfono. Marcó el "3" de la memoria del aparato en su despacho y espero, sin poder evitar empezar a retorcer el cable, cosa que hacía cuando la llamada era de especial importancia, o simplemente cuando estaba nerviosa. 

Comunica. Eso es todo. Ninguna voz al otro lado.

Cierra los ojos, negando con la cabeza.

-Cojonudo...- Suspira, y cuelga. "Comunican... O sea, que tienen el teléfono descolgado..." Todo aquello cada vez le gusta menos. Obviamente, por la noche no hay casi vida en los laboratorios, pero... ¿nadie ha oído nada? Por como ha muerto ese pobre tipo... Claro que ella tampoco ha oído nada... Suspira de nuevo. Quizás sea hora de llamar a la policía. Lentamente, descuelga el teléfono y marca el 112. 

Una amable voz te mujer que contesta al otro lado: "En estos momentos todos nuestros operadores se encuentran ocupados, por favor, espere"

-¿Todas las líneas de la policía ocupadas?- Repite Margaret, cada vez más nerviosa. Esto se pone cada vez más raro y surrealista. Y por más que lo intenta, no puede quitarse las imágenes del vídeo de la cabeza. "No vimos si lograban atrapar a esa cosa... ¿Vimos como huía?" Empieza a pensar. "Maldita sea, Margaret, tranquilízate, y no dejes que se te vaya la cabeza ha donde no debe ir." Intentando, por todos los medios huir de la cinta de seguridad, espera, impaciente y con una intranquilidad creciente, la dulce voz de una operadora de la policía, o de un agente... O algo. El cable del teléfono se ha convertido ya en un ovillo llenos de nudos, que Margaret retuerce todavía más, con fuerza. 

El expediente 7986-A vuelve por un momento a tu mente mientras esperas en vano ¿que podria ser tan importante como para que Venter dejara el recado a una secretaria?¿Que seria eso que tenias que ver?

Pasas la noche en el despacho, nadie responde a tus llamadas. No consigues pegar ojo despues de todo lo que has visto. Amanece y la ciudad tiene un aspecto desolador.

La policía no respondía. Nadie, respondía, en ninguna parte. Todo el mundo parecía haber sido extinguido en una sola noche, sin que ella siquiera se hubiese dado cuenta. ¿Que demonios estaba pasando? Primero el guardia muerto, la policía, aquella extraña secretaria en Los Angeles... Probó incluso a llamar a Craig, y tampoco, nada. Sin atreverse a salir, sin agotar la esperanza de encontrar a alguien, a quien fuera, al otro lado del aparato, Margaret marcaba sin parar a todos los teléfonos que se le podían ocurrir, y que era capaz de recordar, ya fuera por su escasa memoria numérica, per su agenda de teléfonos que siempre hacía bien en guardar en el escritorio del despacho o incluso por la red telefónica local de Progenix. Desde seguridad hasta la directiva, pasando por sus propios laboratorios y por recepción. Nada. Todo número daba el mismo resultado.

Sentada en la silla, ahora si, asustada, con el miedo en el cuerpo, pasó el resto de la noche. Sin poder dormir, sin poder siquiera relajarse un momento, cada ruido del exterior hacia que se pusiera en tensión. Sentía el corazón latir a toda velocidad, oprimiendo el pecho como si alguien apretara con fuerza en la boca del estómago. Sentía cada latido, la sangre correr por todas su cuerpo. Aunque podía perfectamente ser un apagón, o quizás una noche turbulenta, la combinación de factores, junto a la imaginación de la doctora, hizo que se esta llegara al borde la misma histeria, perdiendo incluso los papeles un par de veces, y rompiendo cuanto había en el despacho. Cada hora, cada minuto, parece eternizarse, y las paredes de la amplia oficina parecen hacerse cada vez más pequeñas, llegando incluso a sentir claustrofobia. 

Finalmente, el sol aparece, el astro rey, que termina todos los miedos nocturnos, el fin de las pesadillas de la noche. Margaret, al ver los rayos de luz atravesar las persianas cerradas, abre una de las ventanas y mira. Y lo que ve es todavía peor. La ciudad está desolada, abandonada, como si hubiera estallado una guerra el día anterior. Realmente, no le salen las cuentas. ¿Que diablos está pasando? Se pellizca, intentando despertar, como si todo aquello no fuera más que un mal sueño, pero no. Es la realidad. Finalmente, sin poder aguantar más, se decide a salir del despacho. Se dirige hacia la puerta, pone la mano en el picaporte, y tras suspirar, abre la puerta de par en par. 

Empieza a amanecer y ¡oh que ven tus ojos! ¡Dos agentes de policia!¡Y mas gente!

Estan reunidos alrededor de un accidente en el que se vieron involucrados dos coches y definitivamente conoces a uno de los hombres que hay a pie de calle, el Dr. Craig Venter esta con ellos.