Partida Rol por web

- No seas cenizo Throuman, sicuro sonno buena gente. Más que otra cosa, quería convencerse a si mismo. Y parecía, que de los tres compañeros de la expedición, fuera el único que esperaba que todo aquello saliera bien

- Ves mirando por la ventana por donde cae la antena, no sea que me cuele de dirección. Se dirigió a Throuman sin apartar la vista del horizonte.

-Vale, vale, vale... No son cabrones... Pero nada de exponerse innecesariamente!
El resto de la conversa se redució a meras divagaciones sobre cómo llegar al edificio de la antena. Throuman, aún así, seguía mirando los bajos de los edificios, por si se tropezaban con una armeria o ferreteria por casualidad

La carretera discurría trazando una suave curva en dirección a más residencias de estudiantes. Pasando una amplia plaza circular llena de árboles a mano izquierda se encontraba el edificio de la unidad de estudiantes, justo enfrente de una tienda de libros. En el tejado de dicho edificio, la antena de comunicaciones se erguía apuntando al cielo. A la luz de la mañana, todo se veía bastante solitario.

Roberto detuvo la caravana, sin apagar el motor, que vibraba incesante bajo el silencio del lugar. - Benne, parece que hemos llegado. Ahora que estaban en el lugar, la determinación del carnicero parecía abandonarlo. - ¿Queréis quedaros fuera, mientras entro a investigar? No podía creer que hubiera dicho eso. Ni que fuera un puto héroe. Respiró sonoramente a la espera que sus compañeros de viaje mostraran sus intenciones. Mientras, rebuscó en la mochila, dejando los víveres en la caravana y observando los cuchillos que había conseguido de la pizzería. No estaba seguro de que fueran muy útiles para lanzar, pero era lo único que tenía. Así que cogió uno ligero y compensado, y lo acomodó en su cinturón.

Throuman miró hacia arriba y dijo:
-Somos los únicos vivos de aquí fuera, es imposible que no se hyan dado cuenta de nuestra presencia... Quizas... nos estén mirando...
Entonces el minusválido empezó a escudriñar las ventanas del edificio.
-Sabemos que hay alguien. No creo que sea buena idea que vayas solo

- En ese caso, entremos los dos. ¿Que es la cosa peggiore che nos puede pasar? Ni siquiera tenía fuerzas para meditar la posible respuesta. Solo había sido una pregunta retórica fruto de los nervios del momento.

Apagó el motor del vehículo, cogió las llaves y la mochila vacía y salió, cerrando la puerta de la caravana con un ligero portazo a su espalda.

Entró por la puerta lateral, decidido a ayudar a Throuman a bajar. - Jack!! Gritó Roberto desde dentro de la caravana. - Tu te quedas aquí fuera ¿no? Así podrás vigilar los vehículos... Si hay problemas, da un bocinazo.

Cogió a la silla de Throuman, y ayudó a este a salir. Una vez ambos se encontraron en la calle, cerró el portón lateral, y se secó el sudor que se había formado en sobre su frente. - ¿Estás preparado para entrar, amigo?

Jack había parado la moto y la estaba colocando de espaldas al edificio por si tenían que salir volando, cuando vio como Roberto trataba de ayudar a Throuman a bajar del vehículo.

Se puede saber que carajo estáis haciendo? No pretenderás entrar ahí dentro, Throuman!!!!. Y si tenemos que salir por piernas que harás, levitar? El tono de Jack era de todo menos suave a medida que se iba acercando a los dos compañeros mientras hacía aspavientos con los brazos y se llevaba la mano a la sien. ¿Os habéis vuelto locos?

-Si me quedo en la caravana no podré cubriros... Y si esta gente tiene malas intenciones lo primero que harán será machacar los vehículos. Un sólo tirador no sería rival para ellos.
Se acomodó la cinta del rifle a la espalda y utilizó las manos para maniobrar con las ruedas de la silla.
-Si tenemos que salir por patas... -sonrió- ...tendreis que dejarme atrás. No són zombies. Quizá puedan razonar.

- Vamos Jack, si ahí dentro hay personas, un M16 les impresionará piu que un machete di merda... Movió ligeramente la mano en que llevaba el arma blanca. - Además, seguro que sono persone buone, non habrá ningún problema. Claro que no estaba muy convencido de sus propias palabras, pero quería creerlas.

Con cautela avanzó hacia la entrada del edificio, haciendo breves paradas para observar que sus compañeros le seguían. No tenía ni idea, de como había llegado a este punto. No estaba acostumbrado a que la gente le siguiera. Normalmente, sus empleados le hacían caso, pero era más por una cuestión económica, que de carismático respeto. Pero ahí estaba él, encabezando la expedición, asustado y sudoroso como un crio obeso de 12 años. - Merda di vita.

Con la mano temblorosa, abrió la puerta. Lentamente, y con precaución, se dispuso a mirar que había dentro del edificio.

Tras la puerta se encuentra un amplio recibidor con un mostrador de recepción a la izquierda. Los papeles y archivadores están revueltos y por el suelo. Sin embargo no hay manchas de sangre ni huellas de lucha. En el muro de la derecha hay un tablón de anuncios cubierto por avisos de eventos, anuncios de alquiler de habitaciones y publicidad de conciertos y academias. Un poco más allá unas amplias escaleras suben a los pisos superiores. Roberto arquea una ceja al ver los escalones pero, afortunadamente, también hay un ascensor.

Pulsando el boton, las puertas se abren y el italiano se aprieta al fondo para que Throuman pueda meter la silla. El momento es un tanto incómodo entre el inválido y el voluminoso Roberto. Al final deciden que el último piso (el quinto) es el lugar más probable para encontrar el estudio.

Las puertas del ascensor se abren a un amplio pasillo. En el muro de la izquierda hay ventanas que dan al exterior y en el derecho una pared con una hilera de puertas. Una máquina de refrescos al fondo se encuentra abierta y las latas metálicas brillan a la luz del sol. Una de las puertas pone: ESTUDIO. Tampoco hay rastros de lucha aquí aunque Throuman descubre casquillos de bala alargados en el suelo y agujeros de disparos en el techo.

Mmmmm... ¿cuánto hace que no me tomo una coca-cola?
Throuman tubo que dejar de lado su estómago y centrarse en el escenario. Se puso el dedo delante los labios para pedir el silencio de Roberto y avanzó sólo hacia la puerta del estudio. Las ruedas neumáticas no eran del todo silenciosas, pero aún así, nadie podría pensar que alguien se les estaba acercando. Pasó de largo la puerta para ponerse en un ángulo inverso a Roberto y afinó sus oídos...

Roberto se quedo tan quieto como le fue posible, cuando Throuman le hizo el gesto para que guardara silencio. Aquello le había cogido por sorpresa, ya que no había escuchado ni visto nada raro. Pero su instinto de supervivencia le empujó a hacer caso a aquel hombre, que ya antes había demostrado una habilidad innata para salir de cualquier embrollo.

El italiano, observaba atento los movimientos de su compañero, y afinó el oído por si escuchaba algo fuera de lo normal.

Quizás no haya nadie.
El semblante del minusválido se relajó cuando Roberto dejaba de escuchar. El italiano se merecia una explicación. Habló igualmente en voz baja, aunque esta claro que estamos solos.
-Creo que es desde esta habitación dónde emiten la radio.

Jack permanecía en el vano de la puerta mientras observaba cómo sus compañeros se adentraban en el edificio. De vez en cuando echaba nerviosas miradas en dirección a la calle con la esperanza de que no apareciese nadie (ni vivo ni muerto) que les obligase a salir por piernas de aquél lugar.

Ante el insoportable silencio que reinaba en el pasillo, Throuman no pudo evitar acercarse a la puerta y cautamente girar el pomo de la puerta.
Parecía que hacía un calor sofocante ¿Cómo puedo estar sudando tanto? Se acomodó el arma sobre sus rodillas mientras miraba significativamente a Roberto.
Entonces empezó a tirar suevemente de la puerta...

Roberto agarró con fuerza e machete que sujetaba en la mano cuando Thouman comenzó a gira el pomo de la puerta. Las piernas casi le temblaban debido a los nervios. Realmente, no había oído nada, y no debería tener motivos para estar nervioso, pero la cautela con la que actuaba Throuman parecía contagiar al obeso carnicero.

Parecía que a cada momento que pasaba, las situaciones que afrontaban eran cada vez más tensas. Roberto receba por que todo aquello finalizara. Tenía ganas de sentarse en un buen sillón, y tomarse una cervecita fresca.

Conteniendo el aliento, miró como Throuman abría lentamente la puerta. Intentó visualizar el interior de aquella habitación, fijándose  en los detalles que revelaba la abertura, cada vez mayor de la puerta.

La puerta del estudio se abrió a un corto pasillo en forma de "L" que llevaba a otra entrada en el muro izquierdo. Sobre dicha entrada, una luz roja brillaba anunciando que dentro del cuarto se estaba emitiendo en directo. Un gran ventanal permitía ver lo que había en dicha habitación. La emisora se encontraba ahí y un joven de unos veinte años con unos cascos puestos, hablaba por un micrófono mientras seleccionaba CDs de un archivador cerca suyo. El chaval os estaba dando la espalda y no se había percatado que la puerta estaba abierta. En la mesa junto a él, destacando entre lo demás, se encontraba un revólver de pequeño calibre.