Partida Rol por web

Cuando Jose dijo que había encontrado algo, me acerqué a él y miré con curiosidad el mapa que nos mostraba. No era mala idea ir hacia las islas, después de todo dudaba que los zombies supieran nadar.

—Sí, encontrar un barco en buen estado puede que sea difícil —mencioné—, pero esas islas tampoco están tan lejos. Podríamos crear una pequeña embarcación, ¿no? ¿Cuánta distancia puede haber?

Yo era muy mala calculando distancias, así que dejé la pregunta en el aire para que los más avispados hicieran los cálculos. Mientras tanto escuché a Nara y asentí con la cabeza.

—Va a caer una buena esta noche, así que apoyo la idea de descansar y salir al amanecer —hice un pequeño silencio de unos segundos antes de continuar—. Por cierto, he encontrado... esto escondido.

Mostré un pequeño cuaderno con algunas anotaciones escritas en él. Mi mirada era dubitativa, pero finalmente lo abrí y se lo mostré al grupo, no sin antes decir algunas palabras más...

—No tengo ni idea de quién es Clemente ni quién pudo haber escrito esto, así que imagino que deben ser personas que vivieron aquí, o cuando éramos muy pequeños, o cuando aún ni habíamos nacido. Quizás no debamos tomarlo muy en serio, ¿vale? En fin, ¿os suena algo de lo que dice? ¿Los nombres de los grupos a los que se refiere o los caminos de los que habla?

En el cuaderno se podía leer:

Escribo aquí para desahogarme. No puedo hablar con nadie. Creo que es imposible salir de Santiago. Estamos atrapados. Todo está plagado de zombis. Estamos rodeados. Cada vez que salimos a explorar el cinturón nos encontramos con más grupos. Clemente cree que sería posible escapar por la carretera del Romaño, dirección a Santa Comba. Pero hay tantos... dice que a partir del puente del Sarela hay menos, que si fuésemos menos... Yo lo veo muy arriesgado, demasiado. Y después de lo que ocurrió con Laura ni me lo planteo. Estamos condenados a morir aquí. Ya apenas queda comida, y los huertos no dan lo suficiente. Vamos a morir todos aquí. Sólo es cuestión de tiempo.

...

Antes había otros grupos en la ciudad. Los monjes en el Convento de San Francisco estaban bien, tenían huertas y animales. Luego el grupo del IXN, y los de Gaiás. En el convento entraron y lo arrasaron todo. Caranxo lo vimos arder desde aquí arriba, y no encontramos a nadie con vida. De Gaiás no sabemos nada desde hace meses. Creo que estamos solos. El mundo se ha terminado. Somos los últimos, y por poco tiempo.

...

Clemente se fue ayer. Me pidió que le acompañara pero no pude. Tengo demasiado miedo. No sé si lo habrá conseguido. No sabemos nada del otro lado del cinturón. Quizá las cosas estén aún peor que aquí. Me siento sola. Sin él todo me parece más muerto aún, con menos sentido. Más vacío. Debí haberme ido con él.

...

No puedo más. No quiero seguir viviendo así. Los demás hacen como que no ocurre nada. Alguno hasta cree que sobreviviremos a este invierno. Yo sé la verdad. Estamos muertos. Muertos en vida. La muerte nos rodea. Sólo hay muerte.

Nara recuerda perfectamente el camino hasta un poco antes del Puente del Sarela por la carretera del Romaño. Incluso podría contar una historia oída a los adultos de por qué a esta carretera la llaman así. Varias veces ha llegado hasta allí en sus escapadas, y alguna vez también con Gaspar al volante. Es cierto que empieza a haber demasiados zombis y que nunca se ha atrevido a ir más allá. Un viejo letrero oxidado indica Santa Comba 31km AC-406. Luego la carretera hace una curva y nada más. Allí ya hay grupos enormes de zombis. La carretera no está lejos, y se llega a ella fácilmente desde Pedroso. Sólo hay que bajar, tomar luego a la izquierda en el cruce de abajo del monte, tomar un desvío antes de llegar a la Iglesia del Carmen donde hay unos chalets, pasar frente al Instituto Xeografico Nacional, bajar una cuesta, cruzar un pequeño puente de piedra y ya estáis allí. A partir de los chalets hay que tener cuidado, pues empieza a haber algún caminante extraviado. La parte de antes hasta el cruce es tranquila.

-Gaspar - susurro y le zarandeo suavemente - ¡Gaspar! Necesito descansar un poco, mañana voy a necesitar mucha concentración. ¿Te importa relevarme de la guardia?
Me mira aturdido por el sueño y sigo susurrando.
- La buena noticia es que recuerdo perfectamente el camino para ir a donde queremos, mientras dormíais he revisado los mapas de las islas de Jose. Al menos esa la tenemos con nosotros - sonrío -.

Me despabilo con el zarandeo de Nara. ¡Vaya sorpresa me llevo! Hace un momento había salido a hacer su acostumbrada guardia y aquí está de nuevo, pidiéndome que la reemplace. - Claro, Nara, con gusto, en cuanto terminemos de ponernos de acuerdo aquí tomaré la guardia. - Nara siempre ha sido una solitaria, le cuesta jugar en equipo. La ansiedad nos está persiguiendo a todos, no la culpo. Conozco bien a la chica, sé que en momentos de urgencia prefiere actuar rápido, ir hasta el problema y ver cómo lo resuelve una vez estando allí. Cuando no tiene algo seguro de lo que agarrarse reacciona matando cuantos caminantes pueda.

Mientras me acerco un poco más al fuego hablo a mis compañeros. - Sé que prefieren salir cuanto antes de este lugar, pero tal vez aun tengamos algo de tiempo para prepararnos mejor. Hasta ayer eramos cinco y el pobre Carlos ya no aportaba mucho a la vigilancia. Si aseguramos un lugar pequeños yo podría trabajar una día entero y construir un... "limpianieves" para zombies en la parte delantera de La Pulga. Tal vez el problema de nuestros mayores era salir del anillo y luego volver a entrar. Nosotros tal vez podamos salir empujando ya que no tenemos necesidad de volver. Sólo les pido dos noches más. Trabajaría toda la noche, pero soy el único que sabe conducir y quisiera salir bien despierto.

Nara vuelve de hacer guardia y pide a Gaspar que la reemplace. Debe ser alrededor de medianoche. Ahora estáis los cuatro aquí,  en el salón, y Gaspar aprovecha para contaros la idea de reforzar la Pulga, para lo que necesitaría un día más. Nara propuso pasar la noche en el garaje, esto lo podéis hacer igualmente si os parece buena idea.

El cansancio empezaba a ser más fuerte que yo. Necesitaba dormir y, sin embargo, me daba un poco de miedo hacerlo. Por alguna razón esta noche parecía más peligrosa que las anteriores. En realidad la única diferencia es que nos marchábamos ya que las defensas estaban igual de mal que hace semanas. Pero, de algún modo, mi instinto de supervivencia me decía que no debía confiarme.

No se Gaspar. Trastear con el único vehículo que tenemos justo en este momento parece peligroso. ¿Y si tenemos que salir a toda prisa y lo tienes medio montado? Imagino que tendrás que soldar las planchas al chasis para que no se carguen el radiador al primer impacto importante y eso parece un trabajo bastante intrusivo.

Si estás seguro de que es viable y el riesgo es mínimo yo confío en ti. Pero intenta mantenerlo listo para una salida de emergencia.

Y no se vosotros pero yo si pienso dormir en el Garaje. Tanto por estar cerca de La Pulga como del arco de Nara.

Limpianieves... sonaba demasiado macabro y desmasiado tentador, tanto que una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios. Eso nos ayudaría mucho a despejar el camino, aunque habría que hacerlo bien resistente.

—A mí me parece buena idea lo del limpianieves. ¿Necesitarás ayuda para montarlo? —pregunté—. Si te echo una mano, podríamos terminarlo antes de dos noches.

Eso sí, más le valía al chico decirme qué tenía que hacer, porque yo eso de trastear con chatarra...

—Yo también voy a dormir en el garaje. Además, más me vale descansar ya, que se me empiezan a cerrar los ojitos solos —dije poniéndome en pie de un salto—. Avísame cuando me toque la guardia, Gaspar, ¿vale? ¡Ánimo~!

Hice un gesto con el puño y sonreí a todos a modo de "buenas noches". Si no tenían nada más que añadir, iría al garaje a echar una siestesita de unas horas, el tiempo acordado de las guardias.

Las guardias se van sucediendo sin incidentes. Nara, Gaspar, Sunhee. Está empezando a amanecer. Hacéis guardias de 3 horas cada uno. Ahora es el turno de Jose. Los demás estáis en el taller, cuyas ventanas y puertas habéis reforzado un poco. Aquí habéis traído todas vuestras cosas; todo está aquí, preparado.

Jose está especialmente intranquilo esta noche. Se mueve mucho y parece que no consigue conciliar bien el sueño. Muchas cosas rondan por su cabeza.

Lo más importante en estos casos es recuperar fuerzas. Me duermo con la idea de un lugar mejor, cálido, en el que con mis hermanos podamos vivir sin pensar en los peligros que nos acechan. Así paso la noche sin más. Me despierto antes de que los primeros rayos iluminen el refugio. Voy hasta José, se lo ve algo cansado.

- Estuve pensando, José. Ayúdame con los planos del limpiazombies, podemos hacer un enganche inspirado en el del tractor y tal vez no sea tanto problema. - Estoy entusiasmado y con las energías del nuevo día, casi no dejo reaccionar a mi amigo antes de estirar las últimas hojas de un cuaderno viejo y empezar a dibujar. - Con un plano bien hecho luego le pediré ayuda a las chicas para montarlo.

Después de hacer mi turno de guardia me quedé frita. Pero frita frita frita... tan frita que, ya al amanecer, mientras Gaspar y José hablaban, yo aún estaba en el séptimo sueño, con la boca entre abierta roncando un poquitín, los brazos hacia arriba todos desbaratados en una posición casi imposible y la manta medio destapada mostrando mi pequeño cuerpo protegido con la fina aunque ancha camisetita sin mangas y la braguita que usaba para dormir.

¡Ay~! ¡Así daba gusto dormir~!

Todos salvo Jose habéis pasado una buena noche. Habéis descansado y cogido fuerzas para el día de hoy.

De buena mañana Gaspar empieza con los preparativos para el "limpiazombis" y pide a Jose que le ayude. Pasan toda la mañana trabajando en ello y son las chicas las que se turnan en las guardias. Empiezan dibujando unos bocetos, inspirándose en la sujeción del tractor, y adaptándola al paragolpes delantero de la Pulga. Hacen avances rápidamente e incluso encuentran los materiales apropiados en el taller y en los patios; unas chapas por aquí, unos perfiles por allá, estos remaches...

Es cerca de mediodía, y empezáis a tener hambre. Gaspar presumiblemente seguirá trabajando en el limpiazombis mientras los demás os turnáis en las guardias o le ayudáis.

Mientras los chicos trabajan, durante mi paseo me encuentro con un par de zombies medio deshechos en la valla. Me planteo seriamente si vale la pena gastar mis flechas con estos, dada la peligrosa aventura que nos espera. Me decido por ignorarlos, ya que no me han visto y no han armado escándalo al olerme ni verme. Mis dotes de cazadora han evitado que mi olor llegue a ellos.

Dando un rodeo, compruebo el resto del perímetro y disfruto de un tranquilo paseo, siempre alerta, con la mano izquierda apoyada en la empuñadura de mi machete.

Al volver, informo a Sunhee sobre los zombis, la dirección  del viento y qué zonas evitar para que no la huelan. Puede mantenerlos vigilados y avisarme si la valla da de sí o encuentran algún hueco por el que entrar, ella es suficientemente rápida y confío en que me avisará con tiempo si algo sale mal, para ir en su ayuda.

Habiendo acabado mi guardia, bebo agua para engañar un poco al estómago, prefiero guardar mi comida para lo que nos espera.

Vuelvo al garaje en silencio, me siento en la esquina y miro a los chicos trabajar.

"En cuanto me digáis puedo ayudaros a hacer lo que sea necesario, Sunhee está ahora de guardia"

Y me quedo tranquilamente sentada afilando el machete.

No me lo podía creer. Toda la maldita noche en vela. Todavía no habíamos salido del refugio y ya estaba machacado. Me dolían las mandíbulas de tanto apretar los dientes.

Bueno. Como de todos modos no iba a poder dormir era mejor ayudar a Gaspar. Quizás mañana por la noche estemos en algún lugar más o menos protegido y pueda dormir.

Tenía hambre pero no iba a malgastar raciones, no sabía cuando íbamos a poder conseguir más y, en última instancia, les darían mejor uso mis compañeros capaces de matar zombis.

Venga. No es para tanto. Vamos allá.

Cuando Nara me dio las indicaciones en el turno de guardia, asentí con la cabeza y esbocé una sonrisa de agradecimiento. Luego fui hasta la alambrada e hice caso evitando los sitios que me comentaba.

Sin embargo, hacer guardia es... demasiado aburrido y empezaba a notar el hambre. Si no hubiera sido porque había dejado la lata de comida en el refugio, quizás hubiera caído en la tentación de comerla y probablemente me hubiera arrepentido más tarde. Ya empezaban a quedarnos muy pocas provisiones.

¡Será mejor que busque algo para llevar a los chicos!

Por supuesto, en esa zona encontrar una lata de conserva era imposible... estaba demasiado lejos de la ciudad. Pero quizás algún árbol frutal, algunas bayas, o algún fruto seco... Debía haber algo de lo que se pudiera sacar provecho. Así que, con el tirachina en mano y sin perder el ojo a los zombies feotes y medio podridos de la alambrada, dediqué un poco de mi tiempo a rebuscar en los alrededores.