Partida Rol por web

¿Qué hacen? ¿Por qué están en mi contra? Nara se pone a mis espaldas... ponen a la más frágil delante y José me acosa con un montón de palabras. - ¡No quiero ser un prisionero! - grito antes de encarar desencajado de nervios hacia Estelvio. Voy hacia adelante como para embestir al extraño pero justo antes de impactar intento escurrirme por un costado.

Estoy frente al chico mientras sus amigos tratan de tranquilizarle. Nara intenta negociar, Jose se muestra más obediente y se embrolla en cuestiones teológicas, pero todo ocurre demasiado rápido.

Gaspar coge carrerilla como para embestirme, tomo una postura de aguante para recibirle, con los pies bien apoyados en el suelo, pero... no me lo esperaba, hace un quiebro en el último segundo y sale de la habitación, tropezando. Me giro y aprovecho que está en el suelo para inmovilizarlo. Tras un breve forcejeo (el chico es bastante resistente) consigue escapar, corriendo hacia el exterior.

- ¡Se escapa! -grito, intentando avisar al Abad.

Gaspar ha escapado. Está en el patio, solo, jadeante, delante de la Pulga, pero con la verja cerrada.

Jose, Nara y Sunhee están en la habitación, todo ha ocurrido muy deprisa. Nara tiene su arco en la mano, y está preparada para disparar (Dificultad 12).

Estelvio está en el pasillo (los de la habitación podéis verle por la puerta) mirando a Gaspar por la espalda, levantándose del suelo tras el forcejeo y desenvainando un cuchillo de entre sus ropas.

El Abad no sabéis dónde está.

Joder Gaspar, cómo la has cagado! Quería cenar algo! - sonrío porque no me importa, mientras cojo rápidamente una flecha y la cargo, estoy en un segundo lista para disparar.

¡ESTELVIO! Suelta el cuchillo o te mato. Lo digo en serio. Te tengo a tiro y te mataré.

Lo tengo a pocos metros y le voy a atravesar el pecho si se mueve un solo metro.

Me acerco centímetro a centímetro. Mi dedo va a soltar la cuerda automáticamente si este desgraciado mueve un pelo. Siento en la boca del estómago esa adrenalina que me hace sentir viva y no me importa nada más que este hombre delante mía.

Qué suerte, a lo mejor me consigo un caballo! Nos va a salir hasta bien la jugada de Gaspar. Será impresionante cabalgar por el monte sintiendo el aire en la cara...

Estelvio se mueve.

Mi flecha atraviesa su cráneo y lo ensarta limpiamente, saliendo por un ojo de un modo grotesco.

Me quedo en shock por un momento. Pero cargo otra flecha en el arco mirando alrededor, preparada para el abad, que había sido avisado.

Mis intentos de calmar a Gaspar no sirvieron de nada. En un momento, se escabulló de Estelvio y fue directo hacia el patio... y, luego Estelvio sacó el cuchillo y Nara soltó la flecha y... todo se tiñó de rojo. No entendía nada... ¿por qué estaba pasando todo esto? ¡Por fin teníamos un nuevo hogar! Y ahora...

—¡Nara! ¡¿Qué has hecho?!—pregunté casi en un grito ahogado, sin poder creerme aún que esto que estaba pasando fuera verdad—. ¡¿Qué habéis hecho...?!

Nos habían ofrecido un nuevo hogar, nos cedían una habitación, agua y comida... y nosotros les atacábamos y les matábamos. ¡¿Desde cuándo éramos así?! ¿La supervivencia nos había hecho tan insensibles como para matar incluso a aquellos que nos cedían su seguridad...?

—¡Maldita sea, Nara!

No sabía que hacer... todo había pasado tan de repente que estaba aún en shock, mirando el cuerpo inerte de Estelvio. Ya no podía hacer nada...

—Vámonos de aquí... —dije, finalmente, desviando mi mirada de manera fulminante a mi... compañera.

Registré lo más rápido que pude el cuerpo de Estelvio, buscando cualquier cosa que pudiera ser de utilidad. Sobretodo, alguna posible llave en el caso de que la verja tuviera una cerradura. Si lo encontraba, iría directa a la verja y la abriría. Si no, igualmente trataría de abrir la verja como pudiese...

El disparo de Nara es certero y letal. El cuerpo de Estelvio se desploma en el acto, con una flecha atravesándole el cráneo.

Sunhee se apresura a registrar su cuerpo, y encuentra algunas cosas.

Tropiezo, me agarran, me suelto, corro de nuevo. Todo es tan rápido. No miro atrás, no voy a ser un prisionero. El patio, al fin, aire, aire... Me paro un momento viendo a La Pulga, sintiendo el aire. Recién noto que jadeo, sudo y llevo los puños apretados hace siglos. Todo da vueltas. La Pulga, mi casa. Casi sonrío pero me apresuro a acercarme. Unos pasos antes, los pensamientos. - ¿Y si te esperan? Seguro están hurgando cada centímetro de La Pulga ahora mismo - Saco el cuchillo y me acerco despacio, entro sigilosamente.

No sabía cómo habíamos llegado a la violencia tan rápido, pero tampoco importaba. Estelvio estaba muerto y ya no había vuelta atrás. Nunca debimos venir aquí. Estos tíos, incluso aunque tuviesen buenas intenciones, lo cual esta por ver, apestaban a problemas.

Ya desde el principio las conversaciones no habían sido justas. Estelvio no daba explicaciones y el matón de su amigo intentó matar a Sunhee por un caballo. Eso sin tener en cuenta el pestazo a culto derivado del cristianismo que sudaban por todos sus poros.

Ya estaba hecho. Si nos marchábamos sin mas seriamos perseguidos sin descanso por auténticos fanáticos que buscan venganza cual inquisidor persiguiendo brujas.

Ya estaba hecho… y aun quedaba por hacer.

El estomago se me encogía solo de pensarlo. Notaba el calor de la adrenalina por todo mi cuerpo. Era la misma sensación que sentí cuando el zombi se abalanzó sobre mi. Era la sensación que te inundaba cuando te sentías en peligro y el instinto de supervivencia te gritaba que hicieses algo.

Nara, no podemos dejar con vida a los otros dos. – dije, con voz rota, pues me costaba articular esas palabras.

No podía creer que estuviese pensando en matar a dos personas. Pero eran ellos o nosotros. Incluso en el “mejor” de los casos eran ellos o Nara. Y ni de coña íbamos a permitir algo así. Solo nos teníamos los unos a los otros. El destino de uno era el destino de todos. Al menos así lo veía yo.

Sunhee, por favor, déjame tu tirachinas.

Con todo el dolor de mi corazón miro a Nara, dispuesto a seguirla a donde vaya.

Si salvar la vida a mis amigos me convierte en un monstruo… que así sea…

Un monstruo en un mundo de monstruos.

Notaba el sabor a vomito en mi boca. Me lo tragué. Tenia que estar a la altura, por mis amigos, porque ellos lo harian por mi. La garganta me dolia del esfuerzo por no llorar, pero tenia que estar a la altura, por mis amigos, porque ellos lo harian por mi.

No dejaba de repetirmelo. Era lo unico que me daba fuerzas para hacer lo que tenia que hacer.

Por el rabillo del ojo ves a Estelvio caer al suelo, desplomarse, pero sigues avanzando, nervioso y apresurado hasta el patio. Atraviesas el umbral, está anocheciendo. Con cautela te acercas a tu hogar, la Pulga. Dentro no hay nadie. En el patio no hay nadie. Nadie te espera. La verja está cerrada. Entras en la Pulga y te sientes a salvo. Te sientas en el asiento del conductor y aprietas fuertemente el volante con ambas manos. Respiras aliviado, te tranquilizas, y empiezas a ser consciente de lo que acaba de ocurrir, de la tensión, de la violencia, de la flecha de Nara atravesando el cráneo de Estelvio, del solitario lugar.

Cogí el cuchillo, el libro y el mapa de carreteras; por desgracia, no había encontrado ninguna llave en el cuerpo de Estelvio, pero... él había abierto y cerrado la verja, así que... quizás no había ninguna cerradura o candado que nos impidiese salir. Sin embargo, antes de poder dirigirme a la verja, escuché a Jose.

—¡¿Qué?! ¿Tú también? —dije—. Lo que tenemos que hacer es largarnos de aquí... no asesinar a más gente.

En cualquier caso, cuando me pidió el tirachina, se lo tiré. Sabía que huir sin pelea sería difícil, y que necesitaría algo con lo que defenderse... Pero... esperaba que no contaran conmigo para asesinar a nadie. Yo quería irme de allí cuanto antes no quedarme a saquear nada...

Sin detenerme ni un segundo más, salí corriendo hacia la verja con la intención de abrirla.

Por un lado, es cierto que deberíamos irnos cuanto antes porque el otro hombre joven es fortísimo y su maza es mortífera - le digo a Jose sin dejar de escudriñar cada palmo de mi alrededor por si aparece el abad -​​​​​​-pero si los dejamos con vida, nos perseguirán y además mandarán a más de su orden a por nosotros. No sé qué hacer, la verdad. 

Si nos deshiciesemos de los dos monjes, podríamos llevarnos carne, y seguro que encontraríamos todo tipo de cosas útiles. 

Ya sabemos que Jose vota por asegurarnos y Sunhee por escapar. Gaspar, ¿Qué opinas?

​​​Me sentía tensa y asustada, sabía que esto me perseguiría de por vida. 

Temblando, me acerqué al lado del patio donde estaba la cuadra del caballo. Por un momento me distrajo, me quedé embobada pensando en cabalgar por el.monte, sentirme libre, no pensar en nada. Cómo un resorte, volví a la realidad y volví a concentrarme en vigilar si venía el abad. Seguí acercándome de espaldas a la puerta de la cuadra, para ver el tipo de pestillo. Si  podíaabrirlo fácilmente, lo abriría.

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Salís todos de la habitación, atravesáis el corto pasillo hasta el patio, y allí encontráis a Gaspar, sentado en el asiento del conductor, aferrado al volante, y mirando al infinito. No hay nadie. La noche es inminente, quedará una media hora escasa para que oscurezca. No hay ni rastro del Abad ni de André. El cuerpo de Estelvio yace en el pasillo, con una flecha atravesándole la cabeza, con sus ropas blancas empapadas en sangre, y un gran charco que comienza a formarse en torno a él.

Sunhee lanza el tirachinas a Jose, y se hace con algunos objetos que Estelvio llevaba consigo. Luego, frente a la verja, ve que el cierre es manual, sin mucha seguridad. Hay un viejo y pesado candado, pero está abierto y sin llave. Nara se acerca al establo por un momento, el pestillo es sencillo de abrir. La presencia del caballo, tranquilo, la tranquiliza.

En este momento el Abad sale silenciosamente del edificio, y atraviesa rápidamente el patio hasta la iglesia. Una vez allí cierra el portón de un portazo, y oís el ruido de un cerrojo. Se acaba de encerrar ahí, desde donde comienza a gritar.