Partida Rol por web

Eh, tú. Devuélvenos el mapa. Ahora mismo.

Cuando Sunhee se abalanza sobre Karu éste la detiene con un empujón y la hace caer al suelo de culo. Inmediatamente desenfunda su pistola y le apunta. Los demás guardias del patio no tienen armas de fuego, pero sí machetes, porras... y se ponen en actitud defensiva en torno a vosotros. Os superan en número. Desde las torres del patio también os apuntan con armas.

- Tranquilas, chicas. -intento tranquilizaros- No os lo estoy robando, sólo confiscando. Seguramente el Alguacil tendrá a bien recompensaros por este trozo de papel. -aclaro- Ahora portaos bien, haced lo que os he dicho y no busquéis problemas.

No me vi venir el empujón y trastabillé cayendo con todo el culo en el suelo. Dolió un poquito, de hecho... ya imaginaba que mañana tendría un moratoncete en todo el pompis, pero... pese a todo, me dolía más que nos estuviera robando con toda la cara del mundo en nuestras propias narices. Y es que, por mucho que quisiera adornarlo con la palabra «confiscar», a mis ojos no dejaba de ser una forma de robar.

Quise rechistar de nuevo, pero... verme el cañón de su arma apuntándome era un poco intimidador.

¡Imbécil!

Lo pensé, pero no lo dije en voz alta. En lugar de eso, me levanté tratando de recuperar mi orgullo y le miré a los ojos con el ceño fruncido. Cuando me enfadaba, la cara se me ponía como un limón agrio, o eso decían. Yo, por desgracia, no me la podía ver para saber si era cierto.

–Espero que al menos el alguacil sepa leer, si no... dudo que os sirva de mucho.

Remarqué notablemente esas dos palabras, porque la verdad... es que aquel analfabeto era más lento leyendo que una tortuga coja. Aunque, a decir verdad, yo no es que leyera mucho más rápido... ejem. Luego, le di la espalda y empecé a caminar por la carretera aún con el ceño fruncido. No quería estar ni un segundo más delante de aquel imbécil, o al final le soltaría una patada en los cataplines.

La situación se pone repentinamente violenta. Otra vez el puto mapa. Estoy hasta los cojones del puto mapa ese. El tipo apunta a Sunhee, entonces salto y me pongo delante dek arma en guardia pero sin sacar ningú n arma. No tengo la menor intención de pelear(y perder) contra yodos estos tipos. Por suerte Sunhee se repone y les contesta, por lo que bajo la guardia. Cuando empieza a caminar la sigo. Al pasar junto al tipo pronuncio mis primeras palabras aquí - En una hora -

Cuando nos hemos alejado hablo a mis compañeras - Estoy hasta los huevos de ese mapa. Que se lo queden. No puenso volver atrás de todas maneras. Lo único que vale algo es la cantidad de combustible que había en la gasolinera donde paramos. Así que si preguntan por eso diremos que estaba totalmente saqueada y que sólo dormimos allí. ¿De acuerdo?

El Guardia de la Puerta Norte ignora vuestras provocaciones y os deja marchar. Tras el tenso incidente os adentráis en la zona de la carretera, el sector de paso de Moraime, el más pobre y peligroso.

Copio y pego este párrafo que ya os puse: Dos hombres abren las puertas de enfrente, por las que continúa la carretera. A la derecha de ella hay un muro muy largo, y a la izquierda hay casuchas y tenderetes, la mayoría muy cutres, hechas de maderas, chapas y basura, y mucha gente. En un espacio más abierto hay una especie de mercadillo con gente algo extraña en el que se intercambian cosas que no sabéis lo que son; más allá hay un edificio antiguo, más alto y de ladrillo, que parece anterior a todo esto; en su fachada podéis leer "POSADA DE QUINTANA". Siguiendo la carretera otra puerta, cerrada y vigilada.

Una vez estuvimos lo suficientemente lejos como para que aquel idiota pudiera verme, y tras corroborar de un rápido vistazo que fuera así, me acaricié el culo tratando de aliviarme del golpetazo que me había dado. Luego escuché a Gaspar y asentí con la cabeza.

–De acuerdo –contesté, obviamente no pensaba dar detalles que pudieran ayudar a esos granujas–. En fin, deberíamos ir a la posada que nos ha dicho. Por lo menos comeremos gratis...

Algo bueno debía haber. Además, quizás allí también estuviera Jose. Con todo lo del robo, no le había preguntado a aquel tonto si había visto a otra persona nueva llegar a esta ciudad, y ahora no pensaba preguntarle... Pero tal vez la persona que regentaba la posada supiera. Total, si nos había mandado a nosotros a venir aquí, también habría mandado a Jose en caso de haber venido a esta ciudad él también.

Me mantengo atento a todo lo que nos rodea. Esta ciudad se ve muy peligrosa. La gente se ve muy extraña y los veo amontonados, parece que a donde miraras hay alguien. Sigo en tensión por la situación que acabamos de vivir por lo que no le quito los ojos de encima a cualquiera que se acerque o nos mire.

Pongo especial atención en esos hombres comerciando algo misteriosos. Intento darme cuenta de qué están comerciando. Tal vez miro demasiado fijo por momentos, pero es que me provoca muchísima curiosidad.

- Tienes razón – Respondo a Sunhee – Por lo menos que nos inviten una comida.

- ¿Y tú qué coño miras? ¿Quieres un poco de esta mierda? -suelta a Gaspar uno de los que regatean en el mercado mientras sostiene unos pequeños frascos entre sus manos. Luego ríe junto a los demás, y os miran de arriba a abajo.- ¿Quieres probarlo? -dice otro- ¿Y tus amiguitas no quieren probarlo? Si no se atreven tenemos otra cosa para ellas... jajajaja -le sigue su amigo.

Son unos cuantos, y os dan muy mala espina. El ambiente parece estar volviéndose violento por segundos. Parecen estar buscando problemas. Alrededor hay más personas negociando y cerrando tratos, pero a nadie parece importarle lo que ocurre. Uno de ellos se acerca a vosotros, seguido de otros dos. Su pestilencia echa para atrás, tiene la cara llena de mugre y las ropas parece haberlas hecho directamente con mierda. Lleva una bolsa de tela de la que saca un frasquito con un líquido ámbar. Habla a Gaspar, quien no deja de mirar con curiosidad:

- En serio, ¿quieres probar? -te sonríe perversamente- Te sentirás un hombretón de verdad... y podrás impresionar a tus guapas amiguitas... jajaja. Toma, ésta es gratis... -te pone el diminuto frasco en la mano- Si te gusta ven a buscarme, tengo más... -los tipos se van, riéndose, y siguen a lo suyo.

Quizás miré demasiado fijamente... Cuando el grupo de sucios, feos y malos empieza a hablarme intento seguir de largo, se ven peligrosos y quieren problemas. Mi intento por ignorarlos falla y algunos empiezan a acercarse. Intento, una vez más, esconder mis 17 años detrás de una actitud "vaquera", como diría el buen Vikingo. Asi que con cara de recio recibo el frasquito como si supiera perfectamente de qué se trata. Por suerte se van pronto. - Este lugar me gusta cada metro menos. Apuremos a llegar a esa comida gratis. Son muchas las cosas gratis en Moraime, al parecer. -

No me gustó absolutamente nada la situación en la que nos encontrábamos. ¿Todas las ciudades eran así? ¿Llenas de gente rara y maloliente? Hasta nosotros, que habíamos vivido solos durante mucho tiempo, estábamos en mejores condiciones que aquellos hombres.

Cuando el hombre apestoso se acercó a nosotros, temí que quisiera problemas. Pero... en realidad solo venía a ofrecernos un extraño líquido embotellado. Además, ¿gratis? ¡No sé! No me daba buena espina...

–Gracias –dije, igualmente, porque ser agradecida no cuesta nada.

Sin embargo, cuando se fueron y nos quedamos solos, cogí el frasquito que tenía en sus manos Gaspar y lo miré de cerca tratando de entender qué trampa había ahí. A veces era un poco desconfiada. El líquido ambarino se mecía en el interior sin darme ninguna contestación.

–¿Qué creéis que hará beber esto? –le pregunté a mis compañeros, dándome por vencida. Aunque luego reí cuando escuché a Gaspar, al tiempo que le devolvía el frasco–. ¡Qué maja es la gente aquí! Salvo el tipo de la entrada, ése es un idiota...

Al mencionar al guardia, inflé ligeramente los mofletes de la indignación que aún sentía. Más le valía al alguacil darnos de verdad una buena recompensa si es que realmente quería hacerse con el mapa...