Partida Rol por web

Roark tragó saliva al ver a la criatura y palmeó con la mano libre el hombro de Gromenauer. -¡A por él Gromenauer! ¡Despedázalo!- acto seguido volvió a echar mano del arco y lo tensó con su última flecha mientras se giraba a Rudar con una amplia sonrisa -¿Ves? Todo según el plan. Da un par de pasos para atrás para poder salir corriendo en el altamente improbable caso de que Gromenauer no pueda con el trasto ese.

Al volver a mirar hacia delante para apuntar con el arco hizo una mueca de "no creo que haya colado" aprovechando que el mediano no le podía ver la cara. Luego se encogió mentalmente de hombros y apuntó con calma... Total, asustarse ahora no ayudaba. 

Mientras aguardaba a que el enano cargara contra el gólem, cayó en la cuenta de que ya había descubierto un pasadizo antes. ¿Y si estas ruinas escondían más sorpresas? Por ejemplo alguna que pudiera ayudarles, para variar.

Los ojos de Roark recorrían el pasillo buscando cualquier punto que pudiera darles una ventaja sobre lo que se avecinaba pero aquello era un pasillo estándar, de esos que se compraban por metros a los Arquitectos Enanos y que podían resistir una eternidad sin venirse abajo. Malditos enanos eficientes. Lo único realmente valioso en aquel puñetero pasillo eran, precisamente, los ojos del golem. Cualquier joya usada para la construcción de un golem tenía que ser de la mejor manufactura. Claro que probablemente el bruto de acero no se tomaría a bien que le arrancasen los ojos.

Rudar se echó las manos a la cabeza cuando Roark confirmó que ese era el plan.

—¿De verdad? ¿Mejor tres contra el golem que cinco? Claro, claro —dijo mientras pensaba qué hacer.

De repente vio ese chorro de vapor que emitía el gólem y su mente empezó a pertrechar un plan. Si esa criatura necesitaba expulsar ese gas para moverse era cuestión de encontrar un punto de fuga... sin gas el gólem no se movería.

Inmediatamente el mediano se concentró y se convirtió en un conejo típico de su zona ante la atenta mirada de Roark. Con suerte era lo suficientemente pequeño para que el gólem no reparara en él o para que le costara atraparlo.

Una vez la conversión hubo terminado comenzó a dar saltitos pasillo adelante hacia el gólem.

—No seas cazurro. No pienso lanzarme contra él por las buenas —dijo el enano al ladrón—. Precisamente es lo que esa máquina espera. Por suerte, tengo un plan que nos hará acabar con él fácilmente.

Y dicho esto, el enano rebuscó en su bolsa. ¡Ahí estaba! Uno de los frascos explosivos que había guardado cuando estuvieron moviendo las cajas. Con él en la mano solo tenía que sopesar sus posibilidades. Podía lanzarlo, y esperar que eso derrumbase al gólem al suelo. Pero posiblemente sólo retrocedería. Si quería hacerle algo, tendría que ir a sus piernas.

Así, buscó una rendija en el suelo, donde poner el frasco. Ahora solo había que esperar a que el gólem lo pisase, fuese al suelo y poder arrancarle su enjoyada cabeza. Porque un barril de metal no podía levantarse del suelo, por muy grande que fuese.

¿O tal vez sí?

En cualquier caso, una vez colocado el frasco, el guerrero solo tuvo que alzar la mirada y decir—. ¡Eh, estúpido gólem! ¡Ven a buscarnos! —terminó de decir al tiempo que un pequeño conejo blanco le pasaba dando saltos por el lado—. ¿Pero qué...?

El suelo tenía un embaldosado digno de los Patriarcas Enanos pero eso no iba a detener a Gromenauer. Con su maza se encargó de hacer un bonito hueco donde encajar el frasco, luego si le denunciaba la aseguradora del alquimista ya intercambiaría algunas palabras. Sólo quedaba esperar a que el golem se acercase lo suficiente como para pisarlo. Y estaba claro que aquella masa de acero no tenía espacio por donde moverse para evitar pisar la improvisada mina anti-golems.

Pero mientras hacía esto un conejo blanco pasó por su lado corriendo hacia el golem. 

Roark se había quedado mirando embobado a las gemas que hacían de ojos del gólem. Estaba un poco lejos para calcular cuanto podrían valer pero, desde luego, más de lo que les iban a pagar por la caja. Una pequeña fortuna. Incluso había relajado un poco el brazo de la flecha... Más aún, apenas había visto los movimientos de sus compañeros.

Sin embargo al oír al enano hacer el agujero del suelo y ver cual era su plan, volvió a la realidad y decidió dar un par de pasos hacia atrás aprovechando que el mediano estaba brincando cerca del gólem por aquello de que era mejor mantener una cierta distancia con un enano cargado con frascos explosivos.

El valiente conejo se movió raudo hacia el gólem. ¿Qué intenciones tendría el pequeño conejo? ¿Acaso podría acabar el solo con el gigantesco gólem?

El conejo avanzaba zigzagueante hasta el gigante de metal. El golem se había girado del todo y ahora parecía dispuesto a avanzar hacia los aventureros sin prestar atención alguna al pequeño animalillo que había llegado hasta sus pies. Desde su posición conejil Rudar observaba los bajos del monstruo metálico. Su idea de roer cualquier cosa era descabellada. Aquel metal ni siquiera estaba oxidado. De hecho le preocupaba lo especialmente resistente que parecía porque tenía dudas sobre si Gromenauer podría hacer mella en aquello. Claro que el enano tenía una maza escabrosa y contundente. Había visto hacer cosas horribles al enano con aquella maza. La pregunta del millón era ¿sería lo suficientemente escabrosa y contundente? 

En la espalda el golem tenía dos tuberías que tiraban el vapor hacia el techo. Sólo que ese vapor parecía muy caliente. 

La cosa emitió un pitido similar al de un vagón enano y sus patas golpearon el suelo mientras inclinaba un poco la cabeza. Parecía dispuesta a cargar contra los Gromenauer y Roark.

Roark dio un par de pasos más hacia atrás (después de todo el plan original era salir corriendo si el gólem aparecía), empujando la antorcha con él por el suelo, con la flecha tensada cuando cayó en la cuenta de algo -Oye Gromenauer, los frascos esos explotaron al contacto en el almacén ¿no? ¿Por qué no le tiras uno a ver qué pasa?- Tras lo cual dio otro par de pasos más hacia atrás, arrastrando la antorcha una vez más.

El pequeño conejo trepó por la espalda de la criatura mientras ésta se preparaba para cargar a sus compañeros. Rudar, transformado en conejo, recorrió ráudo la espalda del gólem buscando algún cable por dónde tirar, una tubería que desconectar o cualquier cosa que pudiera resultarle útil^[1]

En todo momento el pequeño conejo vigilaba el movimiento del gólem. Había visto la trampa que había colocado Gromenauer y estaba dispuesto a saltar del gólem si se acercaba demasiado a la trampa.

—Precisamente por eso he colocado uno ahí —respondió el guerrero al ladrón en voz baja, por si acaso aquel ser podía escucharle. Al fin y al cabo, de alguna forma tendría que comunicarse su creador con él, ¿no?—. No pienso malgastarlo. ¿Acaso crees que que lanzárselo haría algo más allá que aturdirle? Tenemos que dejarlo indefenso.

Dicho esto, y en vista de que no veía a Rudar (lo que le hacía pensar que el mediano era mucho más inteligente que el ladrón, ya que había salido por patas de allí) volvió a increpar al ser, mientras retrocedía unos pasos hacia el marco de la puerta, donde el gólem no podría darles caza.

No obstante, Gromenauer es un enano, y no podía dar pasos atrás de cualquier manera. Retrocedió con lo que a él le gustaba llamar "Retirada Heroicamente Enana™", una maniobra perfeccionada durante generaciones por su raza. Así, mientras retrocedía, tenía el escudo en ristre y agitaba su escabroso y contundente martillo (que no cachiporrante tranca) para decir—. ¡Ja! ¡Acaso crees que vas a poder con nosotros! ¡No me durarías ni un asalto! ¡Porque algún tipo de brujería está haciendo que mis pasos vayan en dirección contraria, si no ya estarías mordiendo el polvo!

En vista de que Gromenauer retrocedía, Roark hizo lo propio intentando mantener una sana distancia entre el enano y él mismo. Por supuesto, arrastrando la antorcha consigo. Al alcanzar el pasadizo por el que habían venido, miró a los dos lados buscando una ruta de escape rápida y despejada. Por si acaso.

Tras pensárselo un momento, decidió que la ruta que llevaba al exterior era la mejor opción, así que con el pie empujó la antorcha para dejarla en dirección a la ruta de salida de manera que solo fuera recogerla y salir corriendo...

¿Se puede cabrear un trozo de metal? ¿O es que simplemente entre sus órdenes constaba arrasar con cualquiera que fuera gritando por los pasillos? El caso es que el enorme golem se inclinó como un toro enfurecido, dejó salir una bocanada de vapor nuevamente, que sonaba como el silbato de un tren goblin, y se lanzó a la carrera hacia Gromenauer.

El enano había retrocedido empujado por esa magia que algunos denominan 'sentido común' dejando un espacio considerable entre la baldosa-trampa y acercándose a la puerta. No tenía muy claro si la explosión bastaría para detener a aquel bruto de metal y más valía prevenir que ser aplastado tontamente.

Roark ya tenía la antorcha preparada para ser recogida rápidamente y en su mente había trazado un rápido ejercicio de escape que acababa corriendo por el monte que tenían encima de sus cabezas.

Y el pequeño conejo se intentaba mantener agarrado a una de las tuberías del monstruo buscando algo que le valiera para frenar o dañar a aquella maquinaria mágica. Por desgracia no lo había. Aquel golem no estaba hecho para que el primero que pasase lo desconectase o debilitase simplemente tirando de un cable o tapando una tubería. 

Fue entonces cuando la cosa piso la baldosa explosiva.

No es que fuera una explosión tan grande que provocase una destrucción brutal. Pero era una explosión bien situada. Aunque Gromenauer no lo sospechaba acababa de dar el primer paso en una ciencia llamada 'ingeniería de explosiones controladas'. El estruendo fue considerable y gran parte de las baldosas del suelo salieron volando en todas las direcciones. El resultado fue que el golem perdió firmeza y, dada la velocidad que llevaba, su equilibrio se desvió hacia el lado contrario. Los brazos de la criatura impactaron contra el pasillo destrozando parte del mismo y haciendo temblar todo el túnel. Ver una criatura de ese tamaño y peso caer contra un lateral es todo un espectáculo de la naturaleza muerta.

¿Y que pasaba con el conejo? Unos segundos antes de que el golem pisase la fatídica baldosa había intentado saltar pero ¿lo había conseguido?^[1]

Cuando el gólem voló, el enano esbozó una mueca parecida a una sonrisa. Al menos, era lo más parecido que hacían los enanos a sonreir. En cualquier caso, su plan había funcionado.

—¡Ja! ¡Nadie puede con Gromenauer el Enano, ni tan siquiera un estúpido gólem! ¡Ahora te tengo donde quería!

Y diciendo esto, echo mano a su mochila y la dejo en el suelo, para sacar otro frasco de ese líquido. Y es que Gromenauer tenía otra idea. Pero no cualquier idea. Una idea digna del más grande de los enanos (y no por el tamaño, precisamente).

Así, frasco en mano, corrío a por las piernas del constructo. No sería tan duro si se quedaba sin patas. Bueno, igual de duro a lo mejor, pero no igual de peligroso.

Sea como fuere, el enano se aproximó lo suficiente como para colocar el frasco cerca de las piernas del ser. Ahora sólo quedaba darle un martillazo, y prepararse para volar.

—¡Maldito constructo! —exclamó Rudar asumiendo que esa criatura era invulnerable.

Y justo en ese momento oyó la baldosa suelta repiquetear contra el suelo. ¡El plan de Gromenauer! Sin dudarlo un instante saltó de la criatura en la dirección opuesta confiando en su suerte. En el aire sintió un empuje detrás de él. La onda expansiva de la explosión le empujaba en el aire.

Por suerte era muy ligero y la explosión no llegó a envolverle con fuerza. Ya en el suelo consiguió encontrar un recoveco donde esconderse y así poder evitar la metralla.

Al ver como la mole de metal caía, Roark rearmó el arco buscando un punto vulnerable en el gólem. Quizás algún punto en la cabeza cerca de las gemas... Pero no vio nada más que metal sólido por todas partes, así que con un gesto de rabia refrenó el flechazo. Era su ultima flecha y los dioses sabían si la iba a necesitar para salir vivo de allí...

Lo mejor era aguardar a ver si Gromenauer lograba algo con su ataque.

Gromenauer estaba en su salsa. Una salsa espesa, violenta y que salpicaba todo a su alrededor. 

Mientras el conejo doblaba rápidamente la esquina esquivando trozos de piedra en forma de metralla y Roark descubría que no sabía nada de golems el enano ya estaba corriendo haciendo el bruto caído para intentar seguir adelante con su plan. ¡Por fin algo de acción! Intentando esquivar los manotazos del monstruo - que estaba caído pero no indefenso - Gromenauer se disponía a encajar otra de las rédomas entre los engranajes de una de las piernas para luego aplicar un poco de presión a base de mazazos. 

Y mientras todo aquello sucedía ¿era la voz de Rathikus gritando unas frases la que se escuchaba a lo lejos por algún lado?

Las aguzadas orejas conejiles de Rudar captaron mucho mejor la voz de Rathikus. Incluso sabía de donde venía: de la sala de las cajas con explosivos donde se habían ocultado del golem. Sus palabras, sin embargo, le resultaron un tanto crípticas:

—¡Gromenauer, Roark, Rudar! ¡Alejaos de la habitación de las cajas si no queréis estallar en pedazos!

Rudar vio por el rabillo del ojo la puerta de la sala de los explosivos. ¿Qué pretendía hacer exactamente el mago?