Partida Rol por web

La explosión reventó una de las joyas de la cabezota. Bueno, en realidad no la reventó sino que saltó de su engarce para rodar por el suelo. La ávida mirada del ladrón la siguió hasta que vio que quedaba debajo del golem. Fue precisamente su avaricia lo que hizo que tropezara hasta terminar sin quererlo, a escasos palmos del enorme golem. De hecho estaba tan cerca que si la criatura tuviera aliento ahora se lo estaría echando casi a la cara. Por suerte para él las manazas del monstruo estaban más pendientes del enano, que se cubría con su escudo y su maza, intentando salir de aquel lugar.

Lo malo es que, como siempre, Roark estaba en una de las posibles trayectorias del enano...

—¡Qué haces jugando con las pociones! ¡No las toques o será peor para todos! —Gritó el enano al tiempo que veía que el ladrón se acercaba peligrosamente al alcance de sus posaderas.

¡Sin duda esto era una necesaria distracción para el plan del enano!

Gromenauer maldijo la distracción provocada por el ladrón. ¡Debería decidir rápido!

Si seguía con el plan inicial el golpe de la manaza acabaría impactando en el golem pero él sería empujado hacia el ladrón y las pociones que estaban detrás. Quizás el ladrón consiguiera apartarse a tiempo y entonces el enano saltaría por encima de la explosiva mochila sin daño alguno. Claro que si tropezaban... 

La otra opción era aguantar el manotazo como una roca. Conseguiría trasladar parte del impacto al golem pero también se llevaría su ración de sopapo.

Y sólo tenía unos segundos para tomar esa decisión.

Los enanos son famosos por su estoicismo y Gromenauer era un enano muy orgulloso de su raza. Así que en lugar de dejarse llevar por el manotazo decidió afirmar su posición, levantar el escudo y tener su maza preparada para la operación de desvío aunque él no saliera de la zona de peligro. 

El impacto rebotó contra el escudo y parte del mismo fue absorbido por la armadura de Gromenauer. Vamos, que ni lo sintió. El resto lo recibió el golem pero tampoco parecía especialmente afectado. En la mente del enano el golem estaba bajando poco a poco de nivel ¿ese era su mejor sopapo? No, sabía que ese probablemente no fuera su mejor sopapo y que quizás lo mejor fuera salir de ahí cuanto antes. 

Lo positivo era que no había tropezado con Roark para caer sobre la mochila explosiva. Lo malo es que Roark estaba a punto de recibir una caricia del monstruo de metal porque la otra manaza parecía dispuesta a aplastarlo un poco contra el suelo. 

Y por el rabillo del ojo se aproximaba fuego. Un momento. No era fuego. Era una figura humanoide del tamaño de un hombre grande hecha de fuego. ¡Un elemental! ¿De dónde había salido? Se acercaba pegando unos extraños saltitos hacia el golem, como si estuviera feliz de verlos a todos. 

—Cómo crecen estas cosas —dijo sorprendido el enano al ver aparecer al elemental de nuevo. La última vez que lo vio apenas era más alto que él. No obstante, no había tiempo para presentaciones, ni para preguntarse qué habría sido del creador de la criatura.

Acaba de desviar el golpe del gólem, por lo que debía aprovechar que éste no podía moverse y que estaría ocupado con el ladrón. Así, fue a por su mochila a la par que gritaba— ¡Eh, elemental! ¡Cómo has crecido! ¡Seguro que el gólem quiere jugar contigo! ¡Deberías ir a saludarle!

Mientras recogía su mochila, solo pudo añadir—. Si yo fuese un humano con cierto gusto por lo ajeno, saldría de aquí corriendo antes de que esto se caldease. Más que nada, para no acabar bajo la bota del más grande de todos los enanos, o achirrado por el fuego andante del mago.

Roark rodó por el suelo lanzándose a un lado para esquivar el manotazo. Tras la primera voltereta, la gema quedó a su alcance así que estiró el brazo y la cogió. Luego volvió a rodar para intentar quedar encarado a la puerta... Lo de después era lo más fácil: salir corriendo.

Él también había calculado lo que pasaría cuando el fuego alcanzase a los frascos explosivos y, la verdad, esperaba equivocarse porque dudaba de que los túneles resistieran semejante explosión. Por lo tanto más valía no tropezar...

Gromenauer se lanzó a por su mochila sin prestar atención a la suerte de Roark. En estos momentos lo primordial era recuperar las pociones y el ladrón tendría que arreglárselas por si sólo. 

Pero ni siquiera el enano podía contar con que la codicia del ladrón fuera tal como para intentar lo que intentó. Roark se movió por debajo del manotazo del golem pero no con la suficiente velocidad como para evitar parte del impacto, que lo dejó aturdido. Aún así, viendo la joya a su alcance su instinto de latrocinio fue más fuerte que el de supervivencia e intentó cogerla antes de retirarse.

Lo cual, por supuesto, fue un error. El golem tenía la otra mano libre sin enano al que golpear y la lanzó hacia el ladrón para aferrarlo por un pie y levantarlo en vilo. 

Gromenauer, que acababa de coger su mochila y ya tenía al elemental cerca del golem, lanzó una maldición enana cuando vio que el golem tenía a Roark agarrado por un pie.