Partida Rol por web

Y las cosas no paraban de suceder y complicarse. Porque por el fondo del pasillo, detrás del elemental, acababan de aparecer Rudar, Rathikus y Dworkin que observaban sorprendidos aquella escena.

El golem estaba en mitad del pasillo, semitumbado, intentando levantarse ayudado con una mano mientras con la otra tenía aferrado a Roark. En el suelo, al un lado del golem, yacía una pata de metal cercenada de forma brutal.

Al fondo Gromenauer sostenía su mochila con la mano del escudo, con visible enfado reflejado en su rostro mientras veía como el golem agitaba al ladrón boca abajo ante sus narices. 

El elemental de fuego avanzaba saltarín por la retaguardia del golem, quizás animado por algo que acababa de decir Gromenauer pero que los otros no alcanzaron a escuchar. 

- ¡Fsisisssh crip crak dddssshh!- contestó con un tono juguetón a la pregunta de Rathikus mientras seguía avanzando.

Roark se metió la gema en la bolsa, a duras penas dado lo agitada de su situación -Mamamamamamaldididididitatatata seseseseseaaaaa- e intentó zafarse del agarre del gólem calculando cuando agitaba la mano para salir lanzado en dirección a la puerta, y a SU antorcha, alejándose así del elemental de las narices, los frasquitos explosivos de mierda y el gólem de los... Del infierno.

Lo de escurrirse de entre las manos de alguien que intentaba agarrarle nunca había sido un problema, pero claro, tampoco nunca le había agarrado un gólem gigante. Por lo tanto la técnica a lo mejor no funcionaba de manera apropiada y, cosas de la vida, a lo mejor ahora le tocaba a Gromenauer hacer de colchón...

Sin embargo, a lo mejor la técnica no difería tanto, ya que tras varias contorsiones y giros de hombros, cintura y extremidades, Roark salió volando en la dirección, ángulo y momento adecuados. Adelantó en el aire a Gromenauer al que saludó rápidamente al pasar -StalugoGronaer*-  Hizo un giro en el aire y aterrizó, de manera algo menos elegante de lo esperado todo hay que decirlo, junto a su apreciada antorcha.

... Eso sí, tenía unas ganas enormes de echar hasta la primera papilla aunque esperaba que no se le notara detrás de la sonrisilla de autosuficiencia y chulería propia de quién acababa de realizar semejante proeza.

Gromenauer esbozó otra de sus muecas que intentaban parecer una sonrisa al ver que el grupo ya estaba otra vez reunido. Por desgracia, su felicidad no duró mucho cuando vio que el ladrón había escapado de las garras del gólem. Una pena, porque ver como intentaba luchar era divertido.

Pese a todo, el enano sopeso sus opciones mientras recogía su mochila. Podía luchar contra el gólem, lo cual sería divertido. Seguramente si conseguía que él solo se volase la cabeza, podría acabar con él.

Y si no, siempre le quedaba el elemental. No era lo ideal, pero en cuanto éste tocase al construto lo derretiría como poco. Al fin y al cabo, era un plan. Pero no un plan B, eso es para elfos. Todos los planes de los enanos gozan de calidad AA, y otras muchas As si en ellos participa Gromenauer

Así, el enano tomó una decisión. Le arrancaría la cabeza a esa cosa, pero no de cualquier modo. Por lo pronto, sacó uno de los frascos y lo sujetó a su escudo, para dirigirse al brazo con el que el gólem intentaba levantarse.

Estando ahí, dejó uno de los frascos en el suelo, a la espera de que la quisiese atacarle de nuevo.

—¿Qué le has dicho? —preguntó Rudar a Rathikus.

No paraba de observar maravillado a esa criatura y todavía no tenía claro si era amigo o enemigo, ni si podían fiarse de él.

—¿Estás seguro de que te obedece? Temo que no podamos fiarnos de él y acabamos con dos problemas en lugar de uno...

Gromenauer iba lanzado. Había descubierto la pirotecnia y estaba disfrutando de ella como un gorrino en un barrizal. Así que se lanzó bajo el golem con la esperanza de que el bruto ejerciese de nuevo su fuerza tal como esperaba. Después de todo no era más que una máquina. El enano contaba con que la imaginación no fuera su punto fuerte. 

Efectivamente un brazo descendió a toda velocidad hacia Gromenauer mientras él dejaba caer la redoma en el sitio indicado. El golpe le pilló preparado pero no por eso a salvo: si no resistía lo suficiente podría verse empujado hacia la rédoma que acababa de dejar caer y eso podía significar mucho daño para el enano que susurraba a los explosivos. 

Gromenauer colocó el frasco en el suelo, mientras veía como la mano del ser caía de nuevo. No obstante, ahora no había humanos para distraerlo. Con fuerza, preparó el escudo para recibir el impacto. Cuando la mano cayó ya la estaba esperando.

Con una sutileza enana (ninguna), la mano chocó con el escudo para aprovechar la fuerza y al segundo fue recibida por el martillo. Pese a que fue un buen golpe, el ser era demasiado duro para ser atravesado en condiciones. No obstante, ese no era el objetivo.

El objetivo era golpear el frasco para que el gólem se moviese a una posición que me diese ventaja. Justo lo que parecía que estaba a punto de pasar...

Roark ya empezaba a notar el cansancio de tanto hacer el saltimbanqui, y también estaba un poco mareado aún por el meneo que le había metido el gólem, así que se apoyó contra la puerta con las manos en la cintura respirando fuertemente mientras contemplaba las acciones Gromenauer y del fuego ese extraño al que el chiflado de Rathikus había dado cierta vida.

Mientras recuperaba el aliento, le echó un vistazo rápido a la gema a ver cuanto valía y, tras volver a guardarla, volvió a echarle mano al arco. Ahora que tenía la gema no iba a acercarse más a la mole de metal, eso seguro, pero podía echar una mano a base de flechazos.

Al otro lado del gólem, Rudar también parecía observar la situación esperando acontecimientos. Solo que el mediano no tenía la ventaja de Roark: la salida estaba en su lado, no en la de Rudar. Roark no lo consideraba especialmente prudente -¡Eh Rudar! Yo no me quedaría ahí que Gromenauer quiere hacer volar al gólem y quizás, de paso, todo el túnel...

El enano dirigió el manotazo del golem hacia el vial y contempló entusiasmado el resultado. ¡Explosión y brazo cercenado! ¡Que bonito era todo aquello! La criatura se desplomó pesadamente tal y como el enano calculaba. Lo que no calculó fue el efecto de metralla producido por el devastamiento de las piezas del monstruo de metal, que salieron disparadas para todos lados con la velocidad de un obus. Levantó su escudo en un acto reflejo para intentar evitar daños mayores.

La buena noticia era que el golem se había desplomado finalmente inerte y había dejado de moverse. 

En medio de la algarabía en la que participaban Roark y Gromenauer con el gólem, a Rudar se le ocurrió preocuparse por el elemental. Tenía que reconocer que era preocupante tener como enemigo al elemental, por lo que, antes de lanzarse a la acción, decidió intentar calmar a su compañero:
—Verás, yo creé a este elemental; de la nada. Para mi es casi como un hijo, es mi primera invocación inteligente y autosuficiente. Así que sí, podríamos decir que está de nuestro lado.

Acto seguido, Rathikus se volvió a dirigir al elemental, señalando con el dedo al gólem.
—¿Fgggggsh krrrpt? ¿Fksshhhhksss frrrtttttttk pkkkkf?— le dijo, justo antes de acercarse al combate y prepararse para lanzar su hechizo.

Traducción del pirónico:
—¿Qué, hijo? ¿Acabamos con ese grandote de metal?

La metralla entraba dentro del plan del enano, como todo lo demás.

Otro combate que Gromenauer había ganado. Ahora solo quedaba recoger la recompensa...

El golem se desplomó con un sonoro estruendo. Un par de esquirlas de metal alcanzaron a Gromenauer en una pierna pero el enano ni se percató de ellas. Estaba muy satisfecho con el trabajo realizado. Fue en ese momento cuando vio venir el proyectil mágico de Rathikus hacia él y sólo sus rápidos reflejos de guerrero le evitaron ser alcanzado. Saltó hacia un lado justo en el momento en que la flecha mágica se clavaba en el trozo de golem que estaba a su lado. ¡Condenado mago! 

El elemental se detuvo a unos pocos metros de la figura de hierro. Parecía mirar confundido hacia la criatura de hierro, al enano y luego al mago. Finalmente habló en su lengua:

- ¿Pdssshhht ffrrhdshs crik crap?[1]

Pero al menos se quedó quieto allí. Gromenauer notaba el calor que desprendía aquel incendio con patas y pensó que no sería buena idea tenerlo cerca de las pociones explosivas que le quedaban en la mochila. Por cierto tendría que hacer recuento de ellas[2].

- ¿Por qué tanta violencia? 

Dado que los elementales carecen de una verdadera entonación al hablar era difícil saber si lo preguntaba con curiosidad práctica o con cierta pena. 

—¡Estúpido mago! —gritó el enano al ver que no tenía bastante con lanzarle rayos que encima le mandaba su elemental mascota—. ¡Aparte de aquí al elemental, va a chafarme al gólem! ¡Parece que quiera que luche contra mí!

No obstante, el enano no tenía tiempo para discutir con el mago. Ya lo hablarían después, ahora había otros menesteres más importantes. Y esos menetesteres pasaban por recuperar todo lo posible del gólem. Con una armadura de esa dureza, Gromenauer sería aún más impenetrable.

Así, alzó su escabroso y contundente martillo, y se puso a separar los restos del gólem. Pero claro, su martillo no era precisamente un cuchillo de cirujano, y la cosa no quedó tan entera como esperaba. Mejor, más fácil de transportar si estaba hecho pedazos...

- Ummmff- mascullaba Dworkin- parece que el golem está bajo control.

Todavía no se acaba de creer la que acababan de montar ahí abajo. La capacidad de destrucción de la que habían hecho gala casi acababa con ellos mismos. Y, hablando de eso.

El enano trató de observar a su alrededor con ojo experto. No en vano los miembros de su orden eran uno con la piedra y tenían conocimientos extensos acerca del mundo subterráneo y las construcciones de piedra y roca.

Roark se volvió a colgar el arco al hombro y se acercó con cuidado, no fuera que el mago lanzara otro proyectil o que el elemental de fuego se volviera hostil... O que se acercara demasiado a Gromenauer, ya puestos. -¡Bien hecho Gromenauer! ¡Nunca dudé de que podías con esa lata!- desenfundó la espada y se fue directo a por las gemas. -La verdad es que cuando te pones a romper, matar y destrozar, eres único. Recuérdame que te invite a una botella de ginebra de Coates cuando paremos en la próxima taberna...

Al llegar cerca de la cabeza del gólem, le dio unos golpecitos con el filo de la espada al trasto para comprobar que, efectivamente, estaba muerto por cierto, ¿podían morir los gólems? Porque no estaban vivos, ¿No? Por fortuna, las gemas estaban ahí mismo y eso era mucho más tangible que la metafísica, así que el ladrón se sacudió las preguntas trascendentales y las sustituyó por otra: ¿cuanto valdrían esas gemas? Luego procedió a desengarzarlas haciendo palanca con la punta de la espada.

Los aventureros disfrutaban de ese plácido momento que viene después de los enfrentamientos violentos y los riesgos mortales. Ese plácido momento que se conoce vulgarmente como 'rapiña'. Y allí estaban ejerciéndolo libremente. Mientras Roark sacaba las joyas hablando de otros temas - quizás para que los demás no prestasen atención a como iban cayendo convenientemente en su bolsa - Gromenauer machacaba diligentemente al golem para sacar pieza con las que pedirle a algún herrero competente que le hiciera una armadura nueva. 

Dworkin observaba las paredes con ojo crítico. Aquellas paredes todavía soportarían el peso de la estructura durante mucho tiempo. Salvo, por supuesto, que hubiera otra andanada de explosiones. En ese caso el enano no estaba tan seguro de que la estructura no se viniera definitivamente abajo. Echó una mirada preocupada a la bolsa de pociones del suelo y al elemental de fuego. Eso eran malas compañías. 

Finalmente Gromenauer pareció satisfecho con los trozo de metal. Parecían muy resistentes y podrían usarse para una armadura muy resistente pero por otro lado pesaban una tonelada. Bueno: él era un enano fuerte y no tenía pensado nadar a menudo. 

Roark realizaba su trabajo de recogida de joyas poniendo la misma cara que usaba para jugar al Tarot Gnomo. Aquí no pasa nada, esto es normal... Por dentro sentía el tintineo de las monedas en su cerebro. Sabía que para hacer estas construcciones los magos y alquimistas tenían que invertir en materiales de la mejor calidad. Ninguna de aquellas perfectas gemas bajarían de las trescientas cincuenta coronas de oro. Puede que incluso más si encontraba al comprador adecuado. Tanto riesgo, finalmente, había valido la pena.

El mago miró a su elemental, dándose cuenta de que aún era apenas un infante.
—krpss, frrrrrtk pkshj brrrrrt. Dttttk psh pshhhhj tkrp. ¿Fggggghrpkpkp?

***

—Bueno, con esto termina nuestro periplo aquí— comentó Rathikus con los brazos en jarras y haciendo caso omiso a las protestas del enano, intentando hacerse oír entre el estruendo de metal machacado—. Dworkin y yo ya hemos encontrado la caja, así que cuando termineis podemos irnos. No sé cuánto más aguantarán estos muros. Oye, Gromenauer, ¿hay más de donde cogiste esos frascos? Me gustaría estudiar su composición, y quizás haya recetas y materiales.