Partida Rol por web

El enano tenía un buen plan pero el golem se defendía bien pese a estar en el suelo. Así que el manotazo recibido hizo que Gromenauer saliera despedido por el aire. Mientras volaba su mano aferraba todavía el vial de poción explosiva.

Y en ese momento todo el lugar tembló cuando una serie de explosiones sucedieron en algún otro lugar. El techo amenazaba con venirse abajo. ¿Qué estaba pasando?

Roark se tambaleó por las... ¿Explosiones? ¿En serio? -¡Gromenauer qué demonios has hecho!- Se colgó el arco a la espalda, agarró su antorcha y salió disparado hacia la salida. Cuando ya había dado varios pasos añadió algo -¡Hay que salir antes de que se hunda el techo! ¡Moveos!

Las ultimas, y obvias, palabras llegaron ya con eco, pues el ladrón estaba ya a una distancia considerable...

Sin embargo la carrera no era precisamente agradable ya que gravilla y fragmentos de techo comenzaron a caer por todas partes al tiempo que los suelos y las paredes se agrietaban. Roark se deslizó, rodó esquivó, saltó y usó cada truco de ladrón que pudo para salir de aquella maldita mazmorra antes de que se viniera abajo.

El conejo salió raudo hacia donde había oído aquellas voces y, posteriormente, las explosiones. Poco podía ayudar contra aquella criatura y, al parecer, Gromenauer lo tenía todo controlado.

Contra todo pronóstico, el magnífico e inigualable plan del enano sufrió un percance. Y es que el enano no tuvo en cuenta que el gólem tenía las manos donde los pies, y que tendría que esquivarlas también. No obstante, solo era un pequeño contratiempo, ya que volaba en un perfecto ángulo recto por todo el estrecho pasillo.

Lo lógico habría sido lanzar el vial que aún sostenía para no tener que sujetarlo. Pero el enano no confiaba en que eso pudiese hacer algo al gólem. ¡Ni tan siquiera confiaba en que el vial acertase al gólem! No, si quería dar al gólem, necesitaba algo más grande y más pesado, algo que pudiese partirle la pierna con su fuerza. Algo como un enano cabreado.

Así pues, el enano ideó un nuevo plan. Un nuevo plan no muy sofisticado, porque cuando vuelas por el aire tampoco tienes tiempo a pensar mucho. A menos que seas una ballena, en cuyo caso te dará tiempo a ser consciente de tu existencia. Pero tampoco mucho más.

Pero como Gromenauer era un inconsciente, poco se podía hacer. Así, interpuso el vial en su escudo, mientras iba al suelo. Esperaba que el impacto le devolviese junto al gólem. Y con la fuerza suficiente como para hacer de bala de cañón. Porque el gólem sería duro, pero el enano lo era más. Y si no, se haría una armadura nueva cuando terminase con él.

En la montaña de los dioses todo era algarabía. Aunque aquellos humanos no lo sabían los dioses estaban fascinados con lo que sucedía en aquellos escasos metros cuadrados de túneles subterráneos. 

Haron, el dios de la Guerra, señaló al enano:

- ¡Ese es de los míos! - bramó mirando el pequeño tablero donde todos contemplaban la escena de lo que sucedía en el mundo terrenal - ¡Enano guerrero con dos cojones! 

Haron tenía un problema al hablar: sólo lo sabía hacer a gritos, como si estuviese continuamente desafiando al universo para darle dos hostias bien dadas. Es lógico si tenemos en cuenta que era un dios de la guerra. Los demás dioses no se lo tenían en cuenta. Todos miraban a Random, el dios de la aventura, porque pensaban realmente que él lo había ideado todo para su divertimiento. Pero Random, en realidad, estaba tan alucinado como los demás. ¿Por qué los mortales se empeñaban una y otra vez en poner a prueba su supervivencia? Por ejemplo aquel conejo. ¿Por qué aquel conejo corría directamente hacia su muerte?

- Yo apuesto dos sectas a que no sobrevive.- dijo Asindara, la diosa de la Paz, quizás leyendo la mente de su amigo.

- Hecho.- dijo Random pensando en que podía permitirse perder dos sectas en Zork. Si sobrevivía alguien debería realizar un cántico sobre aquel druída-conejo.

Roark no daba crédito a lo que estaba viendo. Gromenauer iba por el aire con un vial explosivo en la mano - y los dioses sabían cuantos más en su mochila - pero en vez de soltarlo ¡estaba deslizándolo sobre su escudo! Aquello era una locura^[1]. Una locura muy peligrosa y lo malo es que el ladrón estaba cerca de uno de los puntos de inflexión de esa chaladura^[2]. 

Y aunque tanto Roark como Gromenauer lo veían todo a cámara lenta - maravillas de la adrenalina - todo estaba pasando en pocos segundos, por lo que el golem todavía estaba intentando buscar un punto de apoyo para levantarse. 

¿Y qué pasaba con el conejo por el que los dioses hacían apuestas? Pues que cruzaba a toda velocidad el pasillo en dirección a la cámara de las cajas explosivas. En el momento que lo hacía una nueva deflagración sacudió aquel pasillo y empezaron a caer cascotes del cielo. Y lo peor era que por el umbral de aquella puerta acaba de salir un elemental de fuego. O era eso o las llamas de una explosión tenían un aspecto de lo más peculiar. ¿Se percataba el elemental de su presencia? Era difícil saberlo porque los elementales no tienen rasgos humanos así que ¿lo miraba? ¿o no?^[3]

Como iba diciendo, el plan del enano era un plan sin fisuras. Perfecto, redondo, sublime, delicioso y un no acabar de adjetivos que ahora no procede relatar. En cualquier caso, el plan estaba en marcha (y tampoco es que pudiese hacer mucho más (no puedes hacer mucho más si eres un enano. Un amanerado elfo seguro que habría comido flores mientras volaba)). Con él en mente, Gromenauer voló por todo el pasillo, mientras aplicaba el vial al escudo.

Por supuesto, el resultado no se hizo esperar cuando chocó contra algo que no tuvo tiempo de mirar, ya fuese un intrépido ladrón o un maltrecho suelo de pasillo. En cualquier caso, otra explosión más sacudió el pasillo, haciendo que el pequeño guerrero saliese de nuevo disparado por el pasillo hacia el gólem. Suerte que tenía más de este líquido, porque tendría que patentarlo, si es que un enano supiese lo que era una patente.

Sea como fuere, Gromenauer consiguió su objetivo. Se dirigía hacia el gólem, con la fuerza suficiente como para atravesarlo como una bala. Por desgracia, su plan era demasiado maravilloso, era un plan "fetén" que dirían algunos. Y se dirigió justo contra la pata, como calculó. ¡Malditos cálculos perfectos enanos! ¡A veces sería mejor no calcular como un enano!

El caso es que era una pena, porque si el golpe hubiese sido en el centro del gólem, habría salido por el otro lado con total seguridad. Pero ahí estaba, recorriendo un pasillo en menos de un segundo y a punto de cercenar una pata a un gólem. Para que luego digan que tener la cabeza dura sólo trae problemas...

Roark, confiado por la demostración de habilidades circenses que acababa de hacer, miró por el rabillo del ojo la escena de caos y destrucción mientras seguía corriendo hacia la salida y no pudo por menos que sorprenderse. A pesar de su brillante (la modestia no era uno de sus fuertes) maniobra, el enano, de alguna manera inexplicable, continuaba en una trayectoria que le llevaba directamente a él. Es como si o el enano hubiera logrado maniobrar en el aire y corregir su trayectoria para seguir impactando contra él o como si, por arte de magia, el espacio se hubiera retorcido haciendo que todas sus maniobras hubieran sido en vano.

No es que Roark fuera muy creyente, de hecho no creía que los dioses existieran (y, si existían, seguro que Arsenius, el dios de los ladrones, se lo perdonaba que no es que los ladrones tuvieran mucho tiempo para filosofar o atender a los dioses), pero en ese instante no pudo por menos que pensar que algún dios se la estaba jugando y que Arsenius seguro que estaba demasiado borracho o robándole algo a otro dios en vez de cuidar de que sus colegas no le apiolaran a uno de los suyos por todo el morro mediante lanzamiento de enano.

Decidido a que ningún dios le atizase con un enano dos veces en el mismo día, apretó los dientes y se lanzó en un salto sobrehumano para esquivar a Gromenauer intentando llegar al corredor del otro lado de la puerta...

—¡Maldita sea! —exclamó el conejo en ese idioma extraño en el que hablan los conejos.

Dentro de la cabeza de Rudar sus compañeros estaban abriendo una vía de escape y cuando, tras girar la esquina, vio a elemental el rabo se le quedó tieso como si fuera el de un gato; cosa muy extraña en un conejo.

De pronto escuchó algo. ¿Una apuesta? ¿Los dioses estaban apostando? Casi estuvo apunto de intervenir en la apuesta de los dioses cuando uno de aquellos cascotes se acercaba a su cabeza. Las patas traseras empezaron a moverse rápidamente y pronto las manos comenzaron a acompañar el movimiento zigzageante del conejo.

Los cascotes caían a su alrededor y el conejo los esquivaba con una agilidad impropia (impropia para el mediano, quizá). Pero todavía quedaba esa mole de fuego. El conejo clavó las patas delanteras y pegó un salto para esquivarlo.

¿Sería suficiente? Parecía que algunos de los pelos blancos del conejo empezaban a arder. O se le ocurría algo pronto o esta noche sus compañeros tendrían conejo para cenar.

- ¡Es imposible que un enano haga explotar tantas cosas sin hacerse nada de daño! - dijo Asindara, que para ser la diosa de la paz parecía bastante interesada en ver sangre. 

- Es un seguidor digno.- asintió gravemente Hammaragh.

- ¡Y una mierda es tu seguidor! ¡Es mío! ¡Es un guerrero! ¡Lo convertiré en mi heraldo! - bramó Haron que ya empezaba a estar algo achispado 

- ¡Es un enano! ¡Me sigue a mí! - contestó enfurecido Hammaragh.

- Todos son aventureros, así que ya podéis olvidaros de llevaros el mérito.- terció Random, que tenía una especial habilidad para ponerse medallas cuando las cosas iban bien.

- Panda de imbéciles.- susurró Arsenius mientras salía de la Sala de los Dioses contando las piezas de maná que le había robado a todas aquellas vociferantes deidades.

Al salir de la cámara se quedó extrañado al ver a Zwagonard alejándose por el pasillo. ¿Había salido de la Cámara de los Destinos? ¿Qué se le perdería a aquel siniestro dios en el Destino Futuro? ¿Y por qué iba sonriendo? Arsenius se guardó el maná en la bolsa y decidió seguir al dios de la Oscuridad desde una distancia prudencial. No es que le importase mucho el devenir de la humanidad pero la última vez que Zwagonard había intervenido en el multiverso un liche ultrapoderoso había convertido todo un mundo en un erial de muertos vivientes. Y los muertos vivientes no se preocupaban por las posesiones terrenales, lo cual era un fastidio para Arsenius. Fuera lo que fuera que tramase aquel demonio lleno de ojos y cuernos esta vez no le iba a dejar salirse con la suya.

El caso es que en medio del las explosiones, los cascotes cayendo del cielo y el caos general los aventureros estaban haciendo un buen trabajo.

Recapitulemos.

Por un lado Gromenauer había sido capaz de hacer estallar el vial delante de su escudo y con ello rebotar de vuelta hacia el golem hecho una bola. En un primer momento parecía que aquella explosión iba a hacer trizas a su compañero ladrón, pero Roark había sido lo suficiente previsor como para salir por la puerta y mantenerse apartado de las locuras de Gromenauer^[1].

El enano, impulsado por la inercia de la explosión, había cambiado el escudo de posición para impactar de lleno contra una de las patas del golem. El destrozo fue significativo: trozo de metal y cables de acero saltaron en todas direcciones cuando cercenó la extremidad del monstruo. Pero aunque eso dejaba al gigante en una posición desventajosa la cosa no había terminado. Seguía moviéndose e intentaba, con un manotazo, aplastar al enano que ahora estaba en medio del amasijo de metal intentando incorporarse^[2]. 

¿Y qué era del conejo? El consejo zizgagueaba como si no hubiera mañana entre la lluvia de cascotes en dirección al elemental de fuego. Acabar como conejo estofado no es el final más digno para un druida pero ¿qué podía hacer? Temiéndose lo peor Rudar cerró los ojos... y luego los abrió al ver que no pasaba nada. El elemental ¡lo había esquivado! De hecho parecía más interesado en el ruido de las explosiones que se escuchaba donde Gromenauer trazaba su mortal danza con el golem y hacia allí se dirigía dando saltitos. ¿De dónde había salido ese elemental? ¿Y por qué se comportaba de una forma tan rara? Por la forma de moverse a Rudar le recordaba a un niño jugando en el bosque.

En ese momento el conejo recordó que quizás sería buena idea frenar antes de estamparse contra la pared^[3]. El túnel hacía esquina nuevamente - había pasado por delante de la sala de las explosiones, que estaba ardiendo - y formaba una U. Y al final del nuevo pasillo había una puerta abierta por la que se asomaba un chamuscado Rathikus acompañado de Dworkin. Ambos se quedaron sorprendidos mirando al conejo que acababa de asomarse por la esquina.

Por cierto: en algún lugar de Zork dos sectas de Gloranai acababan de decidir repentinamente adorar a Random. Los fieles no tenían claro cuando habían tomado dicha decisión pero así es la religión a veces: absurda e incomprensible.

—¡Un plan digno del mejor de los enanos! ¡Chúpate esa, estúpido alquimista creagólems! —gritó el enano mientras se ponía en pie. Su magnífico plan había surtido efecto, y la criatura no podía moverse. O bueno, lo que no podía era avanzar. Pero sí que podía aplastarle, y de hecho, eso era lo que parecía que quería hacer.

Pero Gromenauer no había llegado tan lejos como para dejarse amedrentar por un simple constructo de casi dos toneladas. Tal vez algún otro ya habría salido corriendo y estaría abrazando algún árbol (sobre todo si es un elfo, porque eso es lo que hacen los elfos, abrazar árboles, comer flores y retozar con ardillas), pero no él. Él era todo un enano guerrero, lo que significaba que había trazado un nuevo plan.

Así, cuando la mano vino a por él, se preparó con su escudo y martillo. Sólo necesitaba un buen golpe para desviar la propia fuerza del gólem contra sí mismo. Una buena parada de escudo aprovechando la inercia seguido de un golpe muy escabroso y contundente harían el resto. Sí era un plan digno de un enano como él.

Y si no resultaba, saldría despedido por todo el pasillo de nuevo, por lo que al final estaría donde quería. Solo que prefería hacerlo sin volar por el manotazo de un gólem. Pero no por nada, sino por el feo vicio que tenían todos los enanos (y posiblemente el resto de razas) de no querer pasar a ser un cadáver.

Roark pensó un momento en el destrozo causado por Gromenauer y miró la flecha de su carcaj... Y el rostro se le iluminó mientras hacía bocina con su mano -¡Oye Gromenauer! ¡Pon una de esas botellitas que hacen pum cerca de la cabeza del gólem, ¿puedes?- y acto seguido volvió a depositar la antorcha en el suelo mientras echaba mano del arco y la flecha que le quedaban mientras su sonrisa se ensanchaba.

Gromenauer hizo un gesto raro hacia un punto cerca de la puerta y Roark se fijó en la bolsa con los frascos. -Vale, entonces mejor aún.- salió corriendo cogió uno de los frascos y regresó a su posición tras la puerta, luego con un trozo de cuerda ató el frasco a la flecha y la sopesó para ver como afectaba al equilibrio de la misma el nuevo aditamento de la punta. Torció el gesto mientras pensaba que el cambio del eso iba a afectar mucho a su puntería y que no tenía más flechas pero, a momentos desesperados, remedios desesperados...

... Además, si salía mal, siempre podía salir corriendo y esperar a los demás fuera...

Tensó el arco con su nueva flecha y apuntó justo entre las gemas. Sin embargo, forzado a disparar en un ángulo extraño debido al peso extra, perdió pie y quedó expuesto en medio de la puerta. -¡Mierda!- dijo mientras pensaba exactamente lo mismo.