Partida Rol por web

Valeria se tambaleó un poco hasta recuperar la estabilidad. Aunque sus pasos habían sido normales y su cuerpo no había experimentado nada raro, su cabeza le decía que era imposible haberse movido tanto, sensación que se sumaba al vértigo experimentado al mirar hacia el túnel antes de entrar, así que su cerebro, por unos instantes, se sintió como en un barco o algo parecido.

-Sí, gracias. Tú estás bien? -la paladín iba a utilizar sus dotes de curación con su compañero pues lo veía un tanto "verde" pero el zumbido que le señaló el bárbaro no le dio tiempo a nada-. Ufff, sí, no me gustan los bichos... Se te meten en el pelo y en la ropa y con sus patitas te caminan por la piel y te da cosquillas, pero de las feas... Encima no traigo repelente... ¿Serán efectivas las espadas contra esos bichos?

Rob se había quedado inmóvil al lado de Gangas, quizás para vigilar la cuerda, mientras Nora se adentraba en el pasillo con Luna. La exploradora tomó aire como si fuera a zambullirse y desapareció por el umbral...

Para sorpresa de Rob cuando Nora atravesó el pasillo la cuerda ¡se partió! Como si alguien hubiera dado un certero tajo. Por una vez alguien se adelantó a la curiosidad del mediano y fue el mercader. Gangas examinaba atónito el tramo de cuerda que había caido en la habitación.

- Que me aspen. ¡Está tal cual si la hubieran cortado con una espada afilada!

Miró hacia el pasillo pero no había rastro ni de la exploradora ni de la pantera en aquel fluctuante espacio.

Quizás Garlukan tuviera intención de contestar la pregunta de Valeria pero en ese momento pasaron varias cosas a la vez.

La primera es que Nora y Luna aparecieron de la nada con una cuerda atada alrededor de sus cuerpos. La cuerda unía a la exploradora y a su pantera, pero no estaba claro su propósito ya que el tramo que quedaba tras ellas había caido al suelo. La exploradora lanzó una maldición al ver que la cuerda estaba cercenada como si le hubieran metido un tajo limpio, por lo que su plan no había funcionado.

Pero tenía otras preocupaciones. Porque acababa de aparecer en el medio de una sala donde ya estaban Garlukan y Valeria. Justo en el momento en el que de entre las sombras que rodeaban el círculo de luz en el que se encontraban. Unas enormes columnas ascendían hasta lo alto para sostener el enorme techo. Las columnas tenían talladas a su alrededor tentáculos de dimensiones colosales, quizás imitando al mítico kraken de las profundidades marinas. Las paredes de la sala quedaban fuera de la luz de los candelabros que formaban un círculo alrededor de los aventureros.

Y de esa oscuridad saltaban ahora, desde dos puntos distintos, sendos insectos. Lo malo es que aquellos no eran insectos de los que se metían entre el pelo como Valeria sospechaba. O si lo hacían lo harían después de arrancarte la cabeza de un mordisco, porque tenían el tamaño de una persona. Eran una especie de híbrido entre mantis religiosa y hormiga, con la mala leche de una avispa. Y unas patas delanteras que asemejaban guadañas de lo afiladas que estaban.

Una de aquellas criaturas se abalanzaba hacia Valeria mientras que otra hacía lo mismo intentando alcanzar el cuello de Garlukan. Los aventureros estaban atentos a las sombras pero la repentina aparición de Nora hizo que ambos se vieran en un serio peligro ahora que los enemigos habían entrado en el círculo de luz. Y por si las cosas no eran suficientemente complicadas Nora y Luna tenían una cuerda que limitaba sus movimientos...

Rob se había quedado paralizado. Parece que todo el mundo se había dispuesto a teleportarse dejándole a él atrás. Parpadeó un par de veces, con los ojos ligeramente humedecidos. ¿¡Por qué!? ¿Era acaso su destino no poder ser testigo nunca de la magia de teletransporte? Él, que había viajado por medio mundo, incluso había visto el valle desde la perspectiva de un gran ave y llevaba desde que salieron del desfiladero deseando ser teleportado... ¡Y ahora le dejaban atrás!

- ¡Malditos! - exclamó. Y salió corriendo hacia el pasillo ignorando al mercader. - ¡Esperadme! ¡Yo también quiero desaparecer! - dijo corriendo hacia el umbral. Mantuvo sus ojos muy abiertos, esperando con atención ver qué ocurría si era transportado a otro lugar.

-Vaya... son más grandes de lo que sonaban... -dijo Valeria al tiempo que desenfundaba su espada y se ponía de espaldas al bárbaro para tener algo de protección por detrás.

-Nora, ten cuidado! parece que hay más de donde salió este! -gritó al tiempo que lanzaba un estoque contra el bicho que se cernía sobre ella y esquivaba el mordiscón que intentaba arrancarle la cabeza del cuerpo-. Pinxopa sé que no te gusta la violencia... pero no creo que con estos insectos pueda parlamentar.

Valeria le hablaba a Nora mientras se agachaba lo suficiente para que la mandíbula de aquel monstruoso insecto sólo alcanzase al aire que su cabeza había dejado atrás al moverse. Aprovechó dicho movimiento para insertar su estoque en medio de las placas formadas por el exoesqueleto de la criatura. Aunque parte del golpe fue desviado por la dura corteza la punta del estoque tocó en blando y saltó sangre verduzca. La criatura se retorció mostrando que la herida era seria.

Rob se sorprendió cuando al atravesar el pasillo todo se difuminó a su alrededor. En realidad no se había difuminado sino que, simplemente, el pasillo había sido sustituido por otro escenario como si aquello fuera una obra de teatro. Había oído que los gnomos eran unos expertos creando decorados giratorios, pero nunca había visto nada parecido.

Ahora estaba en una amplia sala. En el centro de la misma. Era una sala enorme, de altos techos abovedados, que podría ser una catedral. Aunque de alguna forma el mediano sabía que permanecían bajo tierra.

Unas enormes columnas ascendían hasta lo alto para sostener el enorme techo. Las columnas tenían talladas a su alrededor tentáculos de dimensiones colosales, quizás imitando al mítico kraken de las profundidades marinas. Las paredes de la sala quedaban fuera de la luz de los candelabros que formaban un círculo alrededor de Rob.

Leído así podría pensarse que Rob había aparecido en un sitio tranquilo pero ¡nada más lejos de la realidad! Acababa de aparecer tras Luna y Nora, que todavía iban enlazadas con la cuerda. Fue entonces cuando un chorro de un líquido verde caliente le salpicó la cara. El líquido parecía ser la sangre de una criatura insectoide del tamaño de una persona, una especie de híbrido entre mantis religiosa y hormiga, con la mala leche de una avispa. Y unas patas delanteras que asemejaban guadañas de lo afiladas que estaban. De hecho parecía que la criatura había intentado morder a Valeria pero le había salido el tiro por la culata al recibir una feroz estocada de la paladín. Por su parte Garlukan parecía enfrentarse a un bicho similar.

Pero pese al fragor de la batalla al mediano no le pasó desapercibido el ruido de chasquidos a sus espaldas, en la oscuridad. Los chasquidos que hacen unos insectos gigantes ocultos en la oscuridad.

El bárbaro apenas tuvo tiempo de ver al insecto cuando éste se lanzó de un salto a su cuello. No obstante, Garlukan era un bárbaro de las montañas, y si algo  rivalizaba con su fuerza, eran sus reflejos felinos.

Soltando casi instintivamente la espada, éste agarró a tiempo las mandíbulas del ser. Ahora era una lucha entre la bestial y el animal. Y por supuesto, fue el más bestia y animal de los dos el que gano la contienda.

Con una fuerza descomunal, Garlukan empezó a abrir las mandíbulas de la criatura, hasta que sonó un bonito *crack*, que hizo que la criatura cayese al suelo.

Al menos ya no estaba en su cuello

-Guácatelas! -Valeria dio un salto para evitar que la sangre verde salpicara su armadura. De por sí, el color era bastante poco atractivo como para llevarla como marca de guerra. Pero a eso se sumaba que podía ser corrosiva... si no, por qué sería verde? Todos esos pensamientos pasaron en un instante por la cabeza de la paladín, mientras se acomodaba para su siguiente asalto.

Estos bichos tendrán familia? se preguntó mientras lanzaba el siguiente estoque. En ese momento una catarata de imágenes se sucedieron ante sus ojos:

La señora bicho con tres o cuatro bichitos correteando entre sus patas mientras ella terminaba de preparar la cena a base de... ¿qué comerían esos bichos? ¿otros bichos? ¿aventureros?, en fin, a base de proteína (dejémoslo así), mientras el señor bicho volvía agotado de otra jornada como guardia de una catedral antigua y olvidada, aburrido de su monótono trabajo y feliz de estar de nuevo al calor de un hogar... Sin embargo, esta noche el señor bicho no volvería como cada noche. Esta noche volvería con un feo corte en el costado, supurando ese líquido verde que le daba vida, dolorido y triste... si es que volvía. Si Valeria continuaba con sus ataques, el señor bicho no volvería y esos tres o cuatro bichitos ya no corretearían más felices entre las patas de su madre y la señora bicho lloraría desconsolada cada vez que tuviera la cena lista y el tan esperado señor bicho no volviera a casa por culpa de unos aventureros que decidieron romper la monotonía del trabajo de su esposo y acabar con su vida...

La paladín sintió todo el peso reprobatorio de Pinxopa sobre su espalda. En vez de intentar el camino del diálogo, Valeria se estaba convirtiendo en una rompehogares, estaba atentando contra su propia fe. La culpa que sintió en esos dos instantes entre que arremetía y la espada completaba su recorrido, fue más que suficiente para hacerle errar el golpe y ni siquiera rozar la exoarmadura que recubría a la horrenda criatura que la estaba atacando.

Nora no salía de su asombro: aquella magia realmente le había teletransportado a otro lugar. En un lugar donde estaban sus amigos, buenas noticias. Aunque estaban en serios apuros, malas noticias. Y sabía que ella correría la misma suerte en breve.

—¡Garlukan! ¡Valeria! ¡Cuidado!— chilló mientras les alertaba del peligro al ver los insectos en posición de ataque. Quiso ayudarles pero se encontró con la cuerda que todavía llevaba puesta y casi se tropieza con Luna.

Mientras observaba cómo sus compañeros se mantenían con vida cogió rápidamente la punta de una flecha y empezó a cortar la cuerda. Luna mordisqueaba también el lazo. No había tiempo para deshacer nudos. Sus vidas dependían ahora de ello.

Garlukan se había encargado de uno de los bichos sin usar siquiera su espada. Si algo lo mataba esperaba que no se tratase de un insecto, por muy gigante que fuera. ¿Cómo iba a entrar en el salón de Crom tras su muerte para brindar por los enemigos caídos sabiendo que una chinche crecida había causado su caída? ¡Se reirían de él!

El bárbaro, de hecho, se dio cuenta de que su decisión intuitiva había sido mejor que usar la espada¹, ya que el tajo de Valeria, que habría resultado mortal para cualquiera, tuvo cierta dificultad para atravesar la armadura quintinosa de la criatura. La paladín intentó remedarlo lanzando una nueva estocada pero esta vez el bicho estaba preparado para recibirla y se echó a un lado mientras una de sus patas con forma de guadaña realizaba un tajo en el brazo que, por fortuna, parecía superficial.

Nora se enfrentaba a sus propios problemas mientras intentaba librarse de la cuerda. Pudo librarse de ella pero vio que Luna seguía atrapada³. La pantera tendría que librarse por sus propios medios ya que ahora lo principal era evitar convertirse en el manjar de aquellas criaturas. Dos más acababan de salir de entre las sombras y la exploradora no tenía claro que fueran las últimas.

Entre todo el barullo nadie parecía darse cuenta de que un desorientado Rob acababa de aparecer también en medio del círculo de luz. El pequeño mediano parecía algo confuso pero se acercó a Luna para ayudar a la pantera a librarse de la cuerda⁴.

Sin percatarse de la llegada del resto de sus compañeros, y aún respirando fatigado por haber partido al bicho por la mitad con sus propias manos, Garlukan miró como Valeria aún seguía enzarzada con la criatura. ¡No podía permitir que le pasase nada a la paladín!

Así que sin apenas pensarlo (y sin recoger su espada) el bárbaro se lanzó corriendo a por el ser insectoide, saltando sobre su espalda. Su objetivo no era otro más que sujetarlo para que la paladín pudiese apuntillar a la criatura.

—¡Ahora, Valeria atacar! —gritó el gigantón mientras luchaba por mantener a la criatura en una posición ventajosa para la mujer.

Nora ve la intención de Garlukan y no se lo piensa dos veces, saca el arco y dispara a uno de los dos insectos que se estaban acercando de entre las sombras.

—Date prisa, Rob. Luna nos es de gran ayuda en este momento— le dijo al mediano —Y mantente detrás de mí. Aquí estarás más seguro—.

Ya conocía el duro esqueleto de esos insectos y la dificultad de penetrarlo con una simple flecha pero debía ganar tiempo de alguna manera. Quizá les intimide, intentó convencerse. Así que rápidamente cogió otra flecha, la colocó en el arco y apuntó con ella a la otra criatura.

La tristeza invadió a Valeria. No podía continuar por el camino de la violencia. Su diosa, claramente, estaba guiando su mano para errar, Pinxopa no quería que aquella familia de bichos quedara rota. Tenían que encontrar otra forma.

Mientras Garlukan efectuaba una llave para inmovilizar a su contrincante, la paladín buscó en su interior el calor de su fe. Escuchó la llamada de Pinxopa y pidió perdón por el breve desvío en el camino de sus enseñanzas. Como rezaba su credo, la violencia es el último recurso de una madre enfadada y no genera buenos guisos. Debía intentar parlamentar.

-Alto ahí, criatura! No te resistas, no nos obligues a dejar a tus hijos sin padre ni a tu esposa viuda antes de tiempo! Hemos venido en son de paz... -la voz de la paladín tembló. Aunque su fe no quería creerlo, su razón le decía que aquellas criaturas no solo no entendían ni papa de lo que hablaba, si no que además, el sonido de su voz parecía irritarlas de sobremanera.

El mundo se difuminó a su alrededor y de repente apareció en otro sitio. ¡Se había teleportado! Desgraciadamente, no había llegado a ver lo que tenía en medio. Todo parecía una sencilla nube borrosa y... ¡ya está! No era tan diferente al día que le pidió prestada la cantimplora a Flimbas Zamparrocas y le dió un lingotazo antes de darse cuenta de que en vez de agua el enano la había llenado de aguardiente de su tierra. Entonces también se le había nublado la visión y se había encontrado súbitamente en otro lugar. Claro que sus compañeros le dijeron que habían pasado varias horas, pero desde su punto de vista no había gran diferencia.

- ¡Puagggh! - dijo quitándose de la cara un líquido verde que le cayó encima nada más llegar. Sus compañeros estaban metiéndose en líos sin él. Negó con la cabeza al ver a Valeria recibiendo un golpe y a Luna enredada en unas cuerdas. ¡Al menos Garlukan sí sabía defenderse!

Desenvainando su afilado estilete, se acercó a la pantera. - No te muevas todavía, bonita... - le dijo, agradeciendo a Nora con una inclinación de cabeza que confiase en él para la tarea de liberarla. - Espera... - dijo echándose sobre ella para cortar un cabo de la cuerda. - Un poco más... - Con un ágil movimiento lanzó un tajo al otro lado. - ¡Ahora!

La cuerda no estaba completamente cortada. Quedaba un pequeño cabo que bordeaba las patas delanteras de Luna como un arnés y que permitían al mediano agarrarse a ella como si fueran unas riendas sin dificultar los movimientos del gran felino. - ¡Corre, Luna! Hemos llegado los últimos, así que tenemos que trabajar el doble para marcar la diferencia. - Desde la grupa de la pantera, alzó su arma señalando la espalda del insectoide que atacaba a Valeria, indicándole el objetivo al que atacar. Cuando saltase sobre el, Rob apuñalaría a la criatura con su estilete, esperando pillarla por sorpresa.

Las frases de Valeria caían en saco roto. Aquellos insectos probablemente ni siquiera comprenderían el idioma humano. Pero cuando la criatura se abalanzaba sobre ellos Rob surgió de la nada montado en Luna para atacar al monstruo. La pantera lanzó un certero zarpazo que la partió por la mitad¹. Garlukan se quedó sosteniendo los restos superiores del insecto gigante mientras las patas inferiores caían al suelo.

Nora por su parte disparó un flechazo certero que alcanzó a otro de los insectos en uno de los ojos multifacetados que tenía llegando hasta su primitivo cerebro. La monstruosidad dio un par de giros antes de caer en el suelo entre espasmos de agonía².

Solo quedaba uno de esos bichos en pie. Por un momento pareció dudar de la situación al verse sobrepasado por los humanos pero finalmente su mente insectoide agresiva pareció prevalecer sobre su instinto de supervivencia. A la desesperada se lanzó a por Nora, que ya estaba cargando una nueva flecha en su carcaj³.

- ¡Yuju! - gritó el mediano al ver cómo su montura acababa con el insectoide. - ¡Sabía que formaríamos un gran equipo, Luna! ¡Nos debes una, Val! - le dijo a la paladín. - Dile a Pincho-pan que te haga más caso, que no voy a poder estar cuidándote siempre...

Hizo girar a la pantera... o tal vez Luna giró por su propio instinto, no estaba muy claro y sonrió, feliz. Desde que conoció a Nora había querido cabalgar sobre Luna y ver que juntos habían conseguido acabar con uno de esos insectoides había conseguido levantarle la moral después de la decepción del viaje por teletransporte. Independientemente de quién hubiera tenido la inciativa del giro, tanto Rob como Luna se quedaron mirando al insectoide que quedaba.

- ¡Va por Nora! - exclamó el mediano a la pantera mientras el felino se lanzaba ya hacia su presa. - ¡Tenemos que impedir que la alcance! - dijo sacando su pequeño arco al ver que tal vez no iba a tener tiempo para apuñalar a la criatura antes de que alcanzase a la exploradora.

La ilusión por poder disparar desde la grupa de un gran felino debió ser suficiente como para que el mediano supiera compensar los extraños movimientos de Luna y su flecha alcanzó al insectoide con precisión. - ¡Ahora tú, preciosa! ¡Vamos a rescatar a tu compañera! - Dijo tratando de animar a Luna.