Partida Rol por web

La pipa de Oten cayó al suelo tan pronto como las extrañas bestias irrumpieron a su alrededor. 

-¡Por Kramor, nos atacan!

Raramente un enano se mueve con gran velocidad. Una de las pocas ocasiones en las que se apresuran es cuando quieren proteger sus posesiones.

De repente, el martillo de guerra de Oten estaba en su mano. Se trataba de un arma típica de su orden reforjada una y otra vez a lo largo de los siglos a partir del mismo bloque de hierro a medida que se rompía. La Orden de Kramor era eminentemente práctica en sus artesanías y dedicaba muy poco tiempo a decorarlas: unas ominosas runas en la cabeza del arma ("Te bendigo" en lengua enana) eran todo lo que las distinguían de otras armas más vulgares. 

-¡Las mulas! ¡Proteged a las mulas, malditos sean vuestros pellejos!

Blandiendo su martillo en grandes arcos, el clérigo se abrió camino hacia los animales de carga. Logró alcanzar a varios de los seres peludos pero con cada impacto se retrasaba un poco más. Sin dejar de luchar, intentaba organizar a los miembros de la expedición. 

-¡Mujer, no te separes del semiogro!-golpe, barrido-¡Si te rodean estás perdida!-bloqueo, patada-¡Porteadores, poned las mulas a salvo!-cayó, se levantó-¡Semiogro, mantén la posición!-se secó el sudor-¡Noren, a mí! -miró alrededor con el ceño fruncido-¿Dónde diablos se ha metido...?

Morkai comenzó a barrer su espadón tratando de cortar las alimañas peludas que se le echaban encima pero no atinaba demasiado. Eran muy pequeñas y escurridizas y tener que luchar en el entorno boscoso no facilitaba las cosas. Rompió más ramas y plantas que criaturas, impotente ante la avalancha.

Tras sobreponerse a la sorpresa de la horda de bichos que había surgido del bosque avalanzándose hacia ellos, Noren por fín desenfundó su hacha Zanjadispustas y se dispuso a partir por la mitad al bicho más cercano...

Firfin reparó en las acciones de Aren, algo había descubierto, pero cono no sabía de momento si su intención era matar al fauno, optó por no acompañarle desde alturas y volvió a atacar a aquellas criaturas que rodeaban a las mulas, preparándose justamente para saltar una vez que la horda hubiese pasado y pudiese tomarles la retaguardia.

La flecha de Aren se clavó en la mejilla del fauno quien, sorprendido por aquel ataque, sólo pudo echar las manos a la misma mientras el explorador saltaba ágilmente de su oso con otra saeta dispuesta¹. Las dríadas salieron de su aterrorizado estupor levantándose rápidamente para correr hacia el linde del bosque en dirección contraria a la que había llegado el enano, pero de ese lado también se escuchaba el ruido de una horda de atacantes que se aproximaba².

Oten arengaba a la comitiva mientras se abría paso a martillazos. Aquellas criaturas los superaban en número pero un enano al que ponen en peligro sus pertenencias no deja de ser un enemigo muy peligroso. Seguían saltando bichos de entre los matorrales pero siguiendo sus órdenes —y dándose cuenta del peligro que corrían— Tempest y Ronald tiraron de las mulas para intentar posicionarlas tras los guerreros pero Oten vio como dos de esos bichos iban a por la mula más retrasada³ ¿podría interponerse para evitar que atacasen al animal?⁴.

Morkai estaba enfurecido. Sus ojos enrojecidos por la furia mientras aquellas cosas pasaban a su alrededor sin que fuera capaz de atinar a una. ¡Se movían muy rápido! De hecho una de ellas le mordió con furia en la pierna⁵ aunque el gigante casi no le prestó atención mientras seguía dando mandoblazos furibundo a su alrededor. En ese momento Noren apareció a su lado con la 'zanjadisputas' y reventó a un par de bichos para darle espacio al semiogro⁶. Esta acción no estuvo exenta de consecuencias porque una de esas malas bestias se abalanzó sobre su cabeza e hizo que cayera su casco mientras otra le mordía con rabia la oreja⁷.

Stella, intentaba cerrar el círculo con Morkai, Oten y Noren alrededor de las mulas. Su espada se movía a una velocidad infernal haciendo un molinete que despedazaba a las criaturas que querían aproximarse con su flanco. En ese momento estaba haciendo valor cada gramo de sal roja que había costado su contratación^8,9.

Firfin seguía en lo alto lanzando proyectiles con su honda¹⁰ pero se daba cuenta de que aquellas criaturas parecían venir en cantidades interminables. Había oído hablar de ellas: eran Rabiosos, unas criaturas subterráneas que normalmente no salían del subsuelo salvo que fueran invocadas. Y empezaba a tener claro que la invocación había sido realizada por el fauno y su música¹¹.

Con los pies firmemente plantados en el piso, Aren volvió a tomar una flecha de la aljaba que llevaba a su espalda y, mientras le ordenaba con voz firme a Rakard — Ataca! — volvió a disparar, estás vez sin apuntar a ningún lugar especifico, solo intentando que su saeta ayudara a Rakard a acabar con el fauno.

El disparo, más allá de aprovechar la distracción que Rakard le causaba al hombre-cabra no se clavó tan profundamente como hubiera debido, por lo que la herida no fue demasiado seria. Sin embargo, poco a poco el explorador se dedicaba a convertir al fauno en un alfiletero-

Firfin se apresuró a cambiar de objetivo en lo que aquellas bestias pasaban por debajo de él. Esta vez, atacaría al fauno, no buscaba matarle, pero si sacarle de combate, ya luego vería como ayudar a las dríades, obtener su favor si que sería benéfico. Por su parte, hecho su ataque y ya tomándole la espalda al enemigo, se dejó caer para continuar en combate a ras del suelo.

Sin dudarlo un instante, Oten se interpuso entre las bestias peludas y la mula. 

El clérigo no solía llevar escudo: prefería tener una mano libre. Aferró las riendas del animal de carga con la zurda y barrió a sus enemigos de un barrido de su martillo de guerra. Pero había calculado mal las distancias.

Con inusitada agilidad, una de las criaturas se echó a un lado mientras la otra le saltó encima. Era bastante ligero para su tamaño, quizás poco más que un gato grande. Unos afilados dientes se clavaron en el duro cráneo del enano. 

-¡Ay! ¡Maldito bicho!-notó la sangre correr por su frente.

Oten sólo podía ver con un ojo ahora. Intentó concentrarse en la criatura que le había esquivado. El que le estaba mordiendo la cabeza probablemente estaría entretenido un rato. Volvería a por él, ahora primaba defender a la mula.

"Y qué demonios" pensó para sus adentros "es bueno sentir pelo en la cabeza otra vez"

Las criaturas se abalanzaban sobre Morkai y este se veía incapaz de acertarlas con su enorme espada. El arma que le había dado tanta gloria y satisfacciones en la arena se mostraba inútil frente a las estas alimañas. La rabia se iba incrementando y la vena que recorría su cuello y cabeza se veía cada vez más gruesa.

La pedrada de Firfin sólo rozó al fauno¹ pero el ataque conjunto de Aren y Rakard terminó por derribarlo². El ser del bosque cayó inconsciente mientras el oso se apresuraba a ponerse encima de él asegurando el trofeo. Firfin ya se había descolgado del árbol y aunque pensaba que se encontraba tras las criaturas en realidad muchas más aparecían en horda de todos lados.

¡Era una locura! Morkai daba espadazos confundido por el rápido movimiento de aquellos seres peludos, repletos de dientes, que lo desgarraban por varios lados³. Una de las criaturas se abalanzó sobre las mulas pero Oten se interpuso en su camino. Por suerte fue un mero rasguño para el enano. Otros bichos ya saltaban sobre la mula pero fueron interceptados por el clérigo que a cambio de recibir un nuevo mordisco5 dio buena cuenta del pequeño monstruito con ayuda de un tajo lanzado por Stela⁶.

Aquello era una locura pero al menos parecía que habían rechazado la primera horda que iba a por las mulas, ya que ahora media docena de aquellas criaturas iban hacia el claro donde estaba el fauno caído y otros tantos —aparte de los que pudieran venir de otros lados— parecían haber ido en persecución de las dríadas.

Había pasado la primera oleada de criaturas. Había pasado literalmente por encima, por debajo y por los lados del semiogro que no había sido capaz de contenerla. Ahora veía a las locas bestias correr hacia el claro y ahí sí tenía espacio su mandoble. El acero realizó unos barridos cortando por la mitad carne y pelo entre los agudos gritos de las bestias.

Pese a los deseos de Aren, la caída del fauno no evitó que las extrañas criaturas continuaran atacando. Por un momento se planteó recuperar la flauta e intentar utilizarla, para tratar de controlar, de alguna manera a "los mordedores". Sin embargo su idea no resistió ningún tipo de análisis, ni siquiera el de el mismo. En el fondo de su mente se dio cuenta de que tenía más posibilidades de que no pasara nada, o incluso de llamar a más criaturas antes de que evitar a las que ya estaban presentes.

— Rakard, allí — señaló a la mas cercana de las bolas de dientes mientras tomaba otra flecha y volvía a disparar contra la misma criatura a la que había dirigido su oso — Si, eso es un disparo — no pudo menos que felicitarse a si mismo al ver el resultado del flechazo,

Estaba claro que, poco a poco, el explorador estaba entrando en calor con su arco. La flecha se hundió en el centro de la masa de pelos, clavándose profundamente en el medio de una de las fauces, segundos antes que una de las garras del oso se incrustara en el cuerpo de la criatura y  arrancara musculo, pelo e incluso uno de los ojos del mordedor.

De un contundente cabezazo contra un arbol, Oten se libro del monstruo que se aferraba a su craneo. Noto hilillos de sangre correr por su cara. La mercenaria despacho a la criatura con su espada. El clerigo le dedico un breve movimiento de Cabeza en agradecimiento.

"Esta vale lo que cuesta" penso mientras miraba a su alrededor para evaluar la situacion.

Kramor era un dios guerrero pero no alentaba el sacrificio inutil. Cualquier enano se sacrificaria por su causa sin dudar pero aquella trifulca no iba con ellos. Se habian visto sorprendidos en medio de una estampida de monstruos carnivoros que iban camino de alguna parte (parecian muy interesados en el claro). Obviamente, no desdeñarian una presa facil como las mulas pero era ridiculo dejarse matar alli. Tenian que encontrar una posicion mas favorable para la defensa.

Alzo el martillo para hacerse ver aprovechando que Stela estaba manteniendo a las criaturas a raya:

-iAgrupaos en torno a las mulas!-rugio por encima del entrechocar de aceros, gruñidos y maldiciones-iNos retiramos hacia el Oeste! iEsta no es nuestra pelea!

En su mano izquierda, la inquieta mula tironeaba de las riendas entre resoplidos. 

Oten ordenaba la retirada y tanto Roland como Tempest se apresuraron a cumplir sus órdenes. Efectivamente el aluvión de criaturas iba hacia el claro y las que no lo hacían seguían hacia el sur, tras las dríadas. Los porteadores empujaron a las asustadas mulas para seguir el camino intentando bordear el claro.

Por su parte Morkai por fin había entrado en calor y había liquidado, con ayuda de Stela¹, a dos de los bichos que todavía saltaban hacia el claro. Los otros monstruos se encontraron con una sorpresa cuando Rakard se giró para lanzar un brutal zarpazo que reventó a uno de ellos mientras que Aren liquidaba a otro en pleno vuelo². Las dos criaturas que quedaban con vida —sus compañeros habían salido todos persiguiendo a las dríadas— quizás se dieron cuenta de que aquel claro se había vuelto demasiado peligroso y pegaron un brinco intentando alejarse hacia el sur con el resto de la horda.

-Vamos-Oten recuperó la compostura rápidamente-¡Vamos!¡Antes de que vengan más!

Mientras hablaba hacía gestos con el martillo para que le siguieran. 

-¿Estáis todos bien?-repasó rápidamente de un vistazo a los miembros de la expedición-¿Podéis caminar sin ayuda? Luego examinaré a los heridos...

Miró brevemente al claro donde el oso despedazaba a una de las criaturas peludas. Aren no podía estar lejos.

- Ugh. - Asintió Morkai aún enfadado mirando a las criaturas huir y pensando en si dar rienda suelta a sus ganas de sangre.

Finalmente decidió que no merecía la pena. Corrían mucho y no quería andar persiguiendo moscas. Simplemente se dedicó a aliviar con su bota el sufrimiento de las bestias que aún languidecían.

-Tranquilo, grandullon. Tu sed de sangre sera saciada muy pronto-dijo Oten intentando calmar al semiogro-Habra mas pelea, te lo prometo.

El clerigo acerco la mula con las otras dos. Le entrego las riendas a Ronald.

-Debemos encontrar un lugar donde acampar para atender a los heridos.

Aren dudo si efectuar un disparo a las extrañas criaturas que se alejaban, pero finalmente optó por no hacerlo. Después de todo no le interesaba darles la oportunidad de que, enfurecidas, decidieran volver hacia donde estaba el grupo.

— Aquí — llamo a sus compañeros — quizás podamos usar este mismo claro para acampar — se explicó antes de acercarse al fauno y verificar si estaba muerto — Creo que fue este... ser... quien llamó a esas bolas de dientes — intentó explicarse — lo vi tocar una flauta que creo que es mágica — insistió — Ahora... cómo o porqué lo hizo — el explorador se encogió de hombros — la verdad es que no tengo ni idea — 

— Por cierto, todas las mulas están bien? — preguntó al darse cuenta que se había desentendido totalmente del tema — Y lo mas importante, Uds? — añadió mirando a cada uno de los que se acercaba al claro y contándolos mentalmente a medida que lo hacían.

-Tenemos todas las mulas. Creo que nadie ha sido herido de gravedad-se llevó la mano a la sien-Esto es un rasguño. 

Miró hacia el cielo que se oscurecía.

-Pronto se hará de noche. Si a Aren le parece un buen sitio para acampar, me fío de su criterio⁽¹⁾. Dispongamos el campamento.

Firfin llegó tarde, había combatido desde lo alto, pero ya en tierra, entre la confusión, poco ayudó realmente. Aún con sus dagas arrojadizas en manos, se reunió con los demás al tiempo que pateaba hacia el lugar donde se encontraban, a una de aquellas criaturas, no iba a desaprovechar la oportunidad para sacarles algo de valor.

Del fauno ya se encargaba Aren y el sería justo al repartir, y si no, pues bueno, los bolsillos se le harían muy profundos en el camino de regreso. De momento, no iba a tocar al tema, que tarde o temprano alguien más lo haría. –  ¿Alguno ha visto antes estás criaturas?, quizá haya algo de valor en ellas. Hay gente que toma pociones medicinales de cualquier cosa que suene asombra. No es que piense llevarme los testículos de este cosa, pero, uno nunca sabe el valor de aquello a lo que se aferran sus manos – sentenció el pícaro.