Partida Rol por web

Miras a tu alrededor y ves que no estás solo, hay otros heridos en la misma sala. Es una sala rectangular de amplios (para la época) ventanales y inmensas columnatas. Hay silencio, un silencio un tanto incomodo que es a veces interrumpido por quejidos o toses de los enfermos.

Te palpas el vientre y notas un vendaje apretado contra este, al tocar te duele un poco, pero de una forma extraña, como si hubiera sido un mero pinchazo en vez de lo que recuerdas. El mayor malestar viene de tu fatiga, a pesar del sueño te sientes un tanto débil.

Una mujer de vestidos sobrios y nariz aguzada se acerca a ti, te mira con un deje de indiferencia, como si hubiera un muro infranqueable entre tu y ella.

Bajo el brazo tiene un grueso tomo, no sabes lo que pone en las cubiertas.

-Has tenido mucha suerte. La herida no ha afectado a ningún órgano... la raíz de mandrágora empapada en sangre equilibrará tus humores internos lo suficiente como par que te recuperes. Tu agotamiento es normal, habías perdido mucha sangre antes de que te encontraran.

Eso si, lo extraño de tu herida... nunca había visto una cosa igual... ¿Como demonios te lo has hecho?-

Parece que a esta mujer no le importa en absoluto parecer zafia. A pesar de esto emplea un tono pulcro y fríamente educado en su mayoría.

Patrícia sigue al fraile silenciosamente, aunque niega con la cabeza ante la actitud tan distante y agresiva del susodicho, puesto que a su entender en un hospital debería intentar comportarse de forma totalmente contraria pero quién sabe las penalidades que habrá tenido que contemplar, quizá al fin y al cabo esté justificado.
Mira alrededor continuamente, santiguándose de vez en cuando ya que no puede hacer mucho más por los pacientes que llenan el lugar, pero intentará ayudar a diagnosticar a varios de ellos cuando la dejen puesto que es algo que se le da mejor que las curas en sí mismas.

-No deseo asustaros con lo que sucedió, pero ciertamente Barcelona tiene habitantes muy extraños. Gracias por curarme, debería irme... -dice Belasko tratando de incorporarse.

-No deberías marchar, no te lo voy a impedir por eso, pero lo mejor seria que por lo menos recuperaras fuerzas. No tienes ni idea de la cantidad de sangre que debes haber perdido... a mi personalmente me da igual tu suerte pero el Juramento Hipocrático me obliga a advertirte.-

Cuando te acercas el fraile te señala el camastro donde está el herido y ves que es un chico joven, vestido de fraile dominico (o al menos sus colores) pero sin tonsura. A su lado hay una mujer esbelta vestida con una túnica larga que parece estar sermoneandole.

Patrícia mira primero al chico, deduciendo enseguida que la sotana es simplemente un amable "préstamo" de los dominicanos, aunque queda más extrañada por la presencia de la mujer que a simple vista no parece enfermera ni tampoco monja, de todas formas están demasiado enfrascados en su "discusión" como para que fuese educado interrumpirles así que decide esperar pacientemente apartándose un poco del camastro, dispuesta a ayudar , o al menos escuchar, a cualquiera de los pacientes que así lo requiera.

-Gracias por su franqueza, señora. No entiendo de ese tipo de juramentos, pero sé, aunque me duela, que parecéis tener razón. Podéis quedaros tranquila, de momento os haré caso -dice el muchacho de mala gana mientras espera que sus palabras alejen a esta áspera señora de su lado y pueda pensar más tranquilo.

Luego repara en la presencia de una segunda dama, a la que mira con interés, como dándole pie a que intervenga.

-Bien, aquí se acaba mi tarea, si tenéis alguna molestia o desmejora, pide que llamen a Judith. Buenos días tenga-

Se marcha seguidamente con su libro bajo el brazo. Solo le dedica una mirada de reojo a Patricia antes de perderse por el fondo.

Patrícia inclina la cabeza respetuosamente, a modo de saludo, cuando Judith pasa por su lado, aunque ésta no parece muy interesada en su presencia o en los buenos modales según parece. De todas formas no es algo que parezca molestar a la joven que se acerca al camastro del herido mirándolo todo lo inquisitivamente que el pudor le permite para intentar apreciar las supuestas dolencias.
-Buenos días, no deseo importunarle... Vengo de parte de las monjas clarisas que le recogieron tras su desgraciado "incidente". Tan sólo quería cerciorarme de que esté mejorando favorablemente- asiente para sí misma, hablando con tono amable aunque algo flojo, cómo si se sintiera algo cohibida.

A pesar de decir que la envían las monjas, ella no viste con hábito si no con sencillas ropas de algodón oscuro que pasan bastante desapercibidas pero parecen encontrarse en buen estado.

-Espero que así sea. Perdí el sentido y no sé la verdadera gravedad de la herida, aunque parece que ya estoy mejor. Débil, pero mejor. Gracias por interesaros. Desde luego esa señora no ha sido muy amable, dejó bien claro que no le importaba si vivía o no, pero que un juramento le obligaba a "cumplir". Vos, en cambio, no me importunáis, podéis estar segura. ¡Oh! Perdonadme, pero acabo de percatarme de que no sé siquiera cuánto tiempo ha pasado. Fui herido el 10 de febrero, espero que sólo sea el siguiente día. Mis mentores estarán preocupados -comenta pensativo.

Por cierto, me he fijado en que vestís diferente del resto, ¿puedo preguntar porqué? -pregunta, necesitado de saciar su curiosidad adolescente.

-Oh... lo cierto es que no tengo la fortuna de conocerla pero supongo que debe de ser un trabajo duro si no se hace por voluntad propia- comenta en un intento de justificar un poco el comportamiento de Judith, mirando el pasillo por el que se fue antes de volver a centrarse en el extraño muchacho.
-No debéis preocuparos, estamos a día 11, debéis haber estado inconsciente durante toda la noche pero no puede ser demasiado grave si habéis logrado recuperaros ya. ¿Queréis que dé algún mensaje a vuestros mentores?- se ofrece amablemente antes de mirarse su humilde vestido con una sonrisa algo enigmática.

-Vengo de parte de las monjas clarisas, pero no soy una de ellas, sólo las ayudo y colaboro en lo que puedo cuando tengo tiempo...- "...y puedo escaparme de casa", piensa para sus adentros antes de proseguir -Mi nombre es Patrícia- dice pronunciando el nombre con claro acento catalán.

-Yo me llamo Belasko. Mis mentores viven fuera de Barcelona, en una de las colinas de los alrededores, así que no me atrevo a pediros que vayáis, iré yo si mis fuerzas me lo permiten. Uhggg -exclama dolorido cuando trata de reincorporarse- Vale, tal vez si pudiérais enviar algún chico o criado...

Por la Diosa, cómo odio estar desvalido e indefenso -añade mentalmente y su cara refleja sus pensamientos.

-Belasko... nombre algo extraño, sin duda no sois de aquí- dice Patrícia con una sinceridad turbadora para después negar con la cabeza pacientemente mientras sujeta los hombros del muchacho para que deje de intentar levantarse.
-No es el primero que quiere marcharse de aquí a pesar de no tener las heridas curadas, pero le aseguro que así sólo retrasará más su marcha porque empeorará... Espere uno o dos días, seguro que cualquier asunto puede esperar ése tiempo, ¿verdad?- acerca una silla y se sienta entrelazando las manos sobre el regazo.

-Intentaré que envíen a alguien si así lo desea, aunque no puedo asegurarle que lo hagan de forma desinteresada...- comenta dejando claro que quizá sea necesario algún pago para poder enviar a otro "recadero".
-En realidad no he recibido mucha información sobre su dolencia, ¿qué ocurrió...?- ladea un poco la cabeza mirándolo con curiosidad.

-La herida fue fruto de un encontronazo nocturno con un extraño hombre vestido de negro y carmesí. Me robó el libro que llevaba y no estoy muy seguro de cómo me hirió, fue todo muy rápido. Sé que tenéis razón con mi recuperación, debería descansar aunque sea por unas horas, pero es vital que mis mentores sepan del robo y seguramente estarán preocupados por mi ausencia. Os ruego que os encarguéis de que llegue mi noticia a sus oidos con la mayor premura. Ellos se encargarán de dar buena recompensa a quien lleve el mensaje. Están en la casa señorial de la ladera de Montjuïc. Yo... aaaah, debería descansar -dice Belasco, removiéndose dolorido y cansado. No parece cómodo hablando de este tema y su fatiga tal vez pudiera ser interpretada como un intento de terminar el "interrogatorio" por alguien avispado o acostumbrado a las actividades sociales.

-Casa señorial de la ladera de Montjuïc...- repite Patrícia como si así fuera a acordarse mejor. Asiente y se dispone a hablar de nuevo pero cierra la boca nuevamente, algo turbada al darse cuenta de que Belasko empieza a encontrarse incómodo y cansado.
-Lo lamento, no pretendía molestarle, intentaré que se pongan en contacto con ellos, descanse ahora- se levanta de la silla y le ayuda a arroparse con una sonrisa amable antes de marcharse silenciosamente por donde había venido, desviándose a otras salas...

Patrícia busca nuevamente a algún hermano o hermana para que pueda informarle sobre quién podría encargarse de enviar un mensaje a las afueras de Barcelona, después se encargará de su labor de ayudar a los enfermos ya que no se sentiría bien consigo misma si después de ir hasta allí no lo hiciera...

Un monja de más que blanco pálido habito atiende a la solicitud de Patricia, la cual le cuchichea algo, por respuesta tuerce el gesto, pone cara de "no puedo hacer nada" y dice:
-Lo siento miseñora, los hermanos y hermanas estamos muy ocupados como para poder despedirnos de alguien ,aunque sea un rato, para mandar un mensaje. Si podéis mandar un criado o ir vos misma sería lo mejor para todos.-

-Por supuesto, no me refería a que fueran ustedes, creía que quizá gozaban de algún sistema de mensajería... Gracias por la información- se despide de ella con una inclinación de cabeza respetuosa y entonces se interna por algunas de las salas comunes, ayudando a las hermanas a atender a los enfermos que requieren ayuda para alimentarse, renovando paños y vendajes y tareas de ésa índole algo más sencillas...