Partida Rol por web

La plegaria en hebreo de Osorio apenas se ha oido debido a los gritos de la gente y los llantos de los más sensibles, pero parece tener efecto en detener el avance de las llamas. Sin embargo la gente ha entrado en pánico y no actua de forma racional, intentando alcanzar la salida de cualquier forma, a pesar de que tras suyo el fuego no es tan voraz como se suponia en un principio. Actua como una marea que arrastra al grupo fuera en contra de su voluntad a empellones, tira bancos y retablos y intenta avanzar de forma torpe y descoordinada hacía lo que creen su salvación.

En cuánto Txetxu toma la palabra mi cuerpo se tensa imperceptiblemente bajo el tosco y amplio vestido negro, esperando que se limite a dar un discurso dolido y sentido acerca de la muerte de su esposa.
Y sin embargo nos topamos con algo más, toda una declaración de funestas y oscuras intenciones que dejan claro que él fue el causante del incendio en casa de los italianos, aunque todavía no haya culpable claro para el asesinato de Miracles.

El caos empieza a cundir entre la gente y ésta vez no puedo evitar unirme a ellos, aunque en lugar de empezar a correr como una loca sencillamente me quedo petrificada en el asiento sin ser capaz de moverme a pesar de saber que debería.
Escucho de fondo a Luis, alzando sus brazos mientras los gritos de la gente prosiguen a nuestro alrededor, tan parecidos a los de mis padres y mis hermanas durante aquel fatídico día.
Me cubro las orejas con las manos en un vano intento de no oírles, temblando de miedo como una niña hasta que las llamas empiezan a menguar y recupero algo de mi autocontrol para levantarme... y ser arrastrada en contra de mi voluntad por los golpes y empujones del populacho asustado.

-Kamal...¡Luis...!- grito sus nombres intentando colar mi pequeño cuerpo entre el tumulto para alcanzar a cualquiera de ambos y sujetarme con fuerza a su brazo o ropa. Otra vez sola no.

Alonso acepta también agradecido las ropas que les presta Regina, acompañando a los huéspedes y la posadera al funeral. Se contenta, bastante feliz por dentro, con el último banco, ya que allí llamarán menos la atención. Observa todas las costumbres cristianas en unos momentos como estos, santiguándose, arrodillándose ante la cruz al pasar frente a esta, y guardando el debido respeto y silencio.

Su sorpresa no es pequeña al darse cuenta del cariz que toman las palabras de Txetxu, pues como todos esperaba unas palabras en memoria de su esposa. Al empezar el olor a quemado y azufre, dirige una furtiva mirada a Kamal evidenciando su pensamiento “Ya no hay dudas.”

Va a ponerse en pie para tomar la iniciativa antes de que todo el tumulto comience de nuevo, pero la visión de las tres figuras de hábito negro, Alonso se para unos instantes preciosos. Su semblante refleja un odio profundo que tan solo puede surgir de alguna venganza personal.

Quiere dirigirse hacia las figuras antes de que desaparezcan, pero el miedo ya ha cundido y la gente los empuja hacia fuera, golpeándolo por varios lados, pero su adorada Virgen parece estar cuidándolo en esos momentos.

A pesar de estar casi al final de la Iglesia, había suficiente gente para dificultar en extremo su salida de la nave. Tan solo queda calmarlos, pero ¿cómo? A la memoria le viene Osorio frente a la multitud con una casa ardiendo de fondo, y decide arriesgarse a jugar la misma carta, tras una brevísima plegaria a Dios. “Señor, este es el mejor momento para ayudar a esta gente, por favor”. Su voz resuena fuerte y potente en la nave, gracias a la magia y gracias a los ecos del propio edificio, a la par que su siniestra apunta hacia el altar.

- ¡Insensatos, no huyáis! ¡Nada puede el mal en la casa del Señor! ¡Mirad como Dios está apagando las llamas de su altar! ¡Detened esta locura! ¡Aquí está la salvación!

Confiando en que sus palabras detengan lo suficiente el tumulto para permitirle a él y a Kamal salir para alcanzar a esos malditos adoradores de las llamas.

- Kamal, rápido. Qué no escapen. Vayamos por fuera. Dos espadas mejor que una.

Me mantengo algo aparte, atento a la ceremonia, con algo de curiosidad al no haber asistido antes a un funeral cristiano. Todo parece muy solemne y me mantengo callado, fiel a mis creencias además de ignorante del protocolo a seguir durante los rezos. Cuando el marido de la difunta sube, no puedo evitar lanzar una mirada de desconfianza que, conforme su discurso avanza, se ve más que justificada.

Sin embargo, no espero lo que le hace al sacerdote, y abro los ojos, sorprendido ante tanta maldad en un lugar que se supone santo y protegido por la fe. Miro instintivamente a los demás, encontrando mi mirada con la de Alonso. Automáticamente, llevo una mano a mi alfanje y voy a dirigirme hacia Txetxu y los que se le unen, pero el tumulto me frena repentinamente, golpeándome sin previo aviso.

En ese momento de sorpresa, oigo la voz de Patrícia y la miro, alargando un brazo para agarrarla. No pierdo tiempo y rebusco entre mis cosas, buscando a tientas, con la mano ocupada con el alfanje. Al sentir que están ahí, dejo brújula y alambre en su lugar, fijando mi vista en la puerta por la que han desaparecido los brujos y concentrando mi voluntad para sortear a los presentes, con el brazo de mi protegida asido para no perderla de mi lado y volver a descuidar mi deber para con ella.

Alguna gente parece darse cuenta del asunto y se calma, sin embargo hay otros que no, en este potaje de gente aterrorizada en un sitio estrecho es solo un pequeño alivio. Hay tensión y incertidumbre en el aire, además de miedo. Sin embargo un tercio de los asistentes al funeral ha conseguido salir por las puertas. Alonso y Luis son arrastrados por la masa hacía la salida.

Kamal coge a Patricia del brazo y la arrastra, sin embargo ella parece muy asustado y actúa de lastre, cosa que a pesar de la magia de Kamal y su dominio de la Conexión no le permiten poder zafarse de toda la gente que busca abandonar la Iglesia. El rastro se hace cada vez más lejano y débil para sus sentidos místicos.

La gente consigue salir a trompicones de la sala y con ellos Luis y Alonso. Muchos han sido heridos de poca gravedad debido a las prisas, los más graves tienen un brazo luxado o han perdido unos pocos dientes al golpearse con algo duro.

Kamal y Patricia consiguen llegar al refectorio donde el día anterior asesinaron al antiguo párroco, lugar por el que parecen haber huido. El refectorio lleva a una espartana cocina y una despensa más bien vacía de contenido, aparte de algunos sacos y pan duro poco apetitoso, y esto último a una puerta trasera que en su huida no se han molestado en cerrar.

El rastro sigue más allá, pero no veis a los tipos.

Alonso se gira a Luis.
- Osorio, seguidme. No dejemos que se escapen. Si la cosa se pone fea escondeos. Cuidaos de la magia negra de esos hombres, y por Dios, rezad cuanto sepáis pues toda ayuda nos va a venir bien.

Sin esperar a la contestación del judío, Alonso se lanza a la carrera para rodear la iglesia, en dirección al lado al que diera la puerta por la que salieron Txetxu y su escolta, con la esperanza de interceptarlos antes de que sea tarde.
En cuanto esté en terreno un poco menos concurrido, saca su espada para tenerla presta a probar la sangre oscura de los adoradores del demonio, mientras musita una oración a su amada Virgen de las Angustias.

- Virgen de las angustias, danos fuerza y valor, protegenos de nuestros enemigos y guía nuestro acero para arrojarlos al fuego que adoran.

En cuánto el brazo de Kamal se acerca, me sujeto a él como si de la única salvación en un río de aguas turbulentas se tratara, centrando toda mi poca fuerza en que los distintos golpes y empujones del resto de gente no nos separe nuevamente, dado que hace un rato que perdí a Luis y Alonso de vista.

No tengo muy claro hacia donde se dirige, la situación resulta de lo más caótica en estos momentos, al menos para mí. Siento unas increíbles ganas de llorar que sólo mi orgullo consiguen contener, hasta que nos empezamos a alejar de la muchedumbre y me tranquilizo gradualmente.
Llegamos hasta la cocina, y aunque sigo agitada, al fin me siento capaz de soltar el brazo de Kamal para no molestarle más de lo debido.

-¿Tenéis idea de quién podrían ser...?- pregunto en referencia a los encapuchados de negro mientras varias ideas acerca de satánicos herejes y demás aberraciones circulan por mi mente. Varias opciones pero ninguna definitiva, lo cierto es que no me detengo demasiado y salgo por la puerta abierta.
Estoy segura de que me costará seguir el ritmo de Kamal si queremos alcanzar a esos hombres.

Miro alrededor al entrar en el refectorio, atento a cualquier ataque por sorpresa que nos pudiesen hacer, acompañando a Patrícia hasta la puerta.

No lo sé, pero si ese hombre trata con demonios, quizás esos encapuchados fueran otros adeptos, o incluso djinni que lo protejan. Tened... -chasqueo la lengua al oírme a mí mismo justo miro qué se ve desde la puerta-. Ten cuidado, Patrícia.

Le lanzo una mirada en cierto grado paternal, aunque respetuosa, temeroso de lo que pudiera ocurrir, sabiendo que tratamos con seres oscuros y poderes traicioneros.

El cómico, dolorido por el golpe que una viga le ha producido en el brazo, responde sin embargo con celeridad. Empuña su pequeño cuchillo, a sabiendas de que de poca ayuda le va a servir y asiente ante la propuesta del andaluz.

-¡Bien, vayamos! Que Hashem nos proteja en su seno y nos de un buen reposo si caemos.

Y sale en pos de Alonso.

Rodeáis la iglesia, de la que sale un hilo de humo de las estrechas ventanas. En ese momento se levanta un viento fuerte del norte. El cielo se encapota y parece como si estuviera a punto de desatarse una feroz tormenta.

Podéis giráis la última esquina y estáis en la parte de atrás de la vetusta iglesia. Una portezuela de caduca madera abierta os da una pista por donde han salido, pero no tenéis ni rastro de Txetxu y sus compinches. Tampoco de Kamal y de Patrícia, pero no parece haber ya nadie dentro.

Escucháis gritos, esta vez de gente dándose ordenes unos a otros: gritan "al pozo al pozo" y "traed agua". Parece que el populacho se está recuperando de la impresión y buscan salvar la iglesia del fuego.

Salís fuera y seguís sin ver a Txetxu y sus compinches. Sin embargo la brújula de Kamal señala el camino.

Se alza un frío y siniestro viento, presagiando otro de los signos que parece haber habido tras todas las desgracias. El cielo se encapota, creando un cumulo de nubes grises que tapa todo el cielo, parece que estuviera a punto de diluviar.

La brújula os guía por el pueblo, que es más grande de lo que creéis en un principio, os guía por campos de cultivo en barbecho, senderos pedregosos y al final llegáis a las afueras del cúmulo de casas sin muralla que parece ser Badalona. Parece que a partir de ahora todo es cuesta.

El bosque se alza frondoso y verde, casi la mayoría de arboles son pinos de atestadas copas y delgados y altos troncos. El terreno cada vez es más accidentado y eso unido a que parecéis ascender una colina hace que el camino se haga arduo y fatigoso. Los únicos sonidos que parecéis escuchar es el viento azotando a los arboles y el aletear de las aves. También cada vez os adentrais más en las sombras.

-¿De...demonios?- me quedo unos segundos petrificada ante esa idea, pero que yo sepa si fueran demonios debería notárseles como mínimo en los ojos o algún otro rasgo extraño... Aunque bien es cierto que con ésas túnicas no vimos gran cosa así que no sería tan descabellado pero sí terrible. De hecho podrían ser humano poseídos por demonios corruptores pero prefiero no pensar demasiado en esa posibilidad para ser capaz de ponerme en marcha y seguir un paso vivo en la dirección que marca la brújula de Kamal.

-Esto cada vez me gusta menos- musito por lo bajo, poco convencida de que debiéramos haber venido solos una vez estamos en el bosque, sujetándome el bajo del mugriento vestido con una mano para procurar no tropezar ni resbalar mientras miro a menudo a nuestro alrededor.
Me gustaría que hubiera más luz, creo que podría conseguirla, pero nos delataría demasiado.

Alonso se agacha y observa el entorno para buscar alguna pista, como huellas, que le indiquen por donde se han marchado los malditos...

Osorio hace una mueca de desagrado en cuanto ve que los hombres de negro y Maçueles han escapado.

-¡Por las barbas de Melquidesec! ¡Esos demonios! -Luego mira a Alonso, que está buscando trazas de los huídos en el suelo- Mmm. Me precavisteis mucho contra ellos, casi como si supierais a lo que nos íbamos a enfrentar. Creo que no es la primera vez que os enfrentáis a ellos, ¿no es así? ¿tiene esto algo que ver con la inquina que sentís hacia Peppino? Si vamos a seguir en el mismo lado, necesitaremos confiar el uno en el otro, ¿no os parece?

Alonso sigue observando para buscar el rastro, mientras responde a Osorio.

- El pepino ese por mi bien podría estar muerto, como todos los de su nación. De esa tierra que llaman Italia no ha salido sino malas sierpes nada más. Esos hombres los conocí la noche previa a vuestras mercedes. Fui contratado para transportar un objeto desde Barcelona hasta el cruce cercano a Badalona. Allí doce vestidos con los mismos hábitos que estos me recibieron y por pago me dieron una mojada en vez de las 20 monedas acordadas. Tan solo la gracia de la Virgen de las Angustias me salvó de perecer esa noche, tal y como planeaban. Entenderéis que se haya convertido en algo personal ahora para mi. ¿Suficiente confianza, comediante? - remarcando la última palabra con cierto tono irónico, que da a entender que ya no se lo traga. Señala unas huellas. - Creo que se fueron por aquí...

Durante todo el viaje, no paro de mirar la brújula, extrañado de que hayan caminado tanto sin que hayamos visto siquiera una sombra de ellos a lo lejos, lo que me lleva a dirigir miradas furtivas a los lados e incluso hacia atrás por si acaso sean sus artes corruptoras las que confunden a mis métodos. Pero no veo nada ni ocurre nada incluso más allá de los límites del pueblo.

El recuerdo aún de esos vientos fríos, obviamente malignos, que se alzan cuando la mano de ese Txetxu es culpable, me obliga a ponerme alerta en cuanto veo que sus pasos nos guían más y más a la oscuridad de un tupido bosque. Me mantengo lo más cerca que me es posible de Patrícia, mientras mis manos se aferran algo nerviosamente a la empuñadura de mi hoja, tratando además de despejar mi mente de los recuerdos de esa noche y tratando de concentrar mis fuerzas a pesar del cansancio que sigo sintiendo.

Mantente cerca de mí, esto parece bastante peligroso. Espero ser útil esta vez -le susurro, no sin dejar escapar una mueca de desagrado hacia mí mismo tras la deshonra sufrida en Barcelona y que obligó a la joven Patrícia a apostar su pescuezo por mí.