Partida Rol por web

A Sangre y Fuego (Conan RPG)

Desierto Oriental

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29/08/2011, 14:59
Director

El sol del desierto es implacable. Solo las dunas osan burlarse de él flotando sobre el mar de árida arena.

Las largas caravanas de camellos, las ciudades que brotan junto los oasis y los bandidos que se esconden en las montañas rocosas. Todos ellos deben pagar el precio que demanda esta tierra árida y yerma, pero nunca muerta.

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07/10/2011, 13:11
Director

  Hacia ya un mes que estabas con ella, y aun no dejabas de asombrarte.

Era una muchacha astuta, desconfiada y arisca con casi todo el mundo, sobre todo con los hombres y para tu desgracia, no eras ninguna excepción. Su cuerpo es dulce como la miel de los higos tiernos, sus cabellos salvajes e indómitos cabalgaban con furia a cada ráfaga de viento y se movía con la agilidad de una gacela, la majestuosidad de un águila cruzando el cielo y la fuerza de un gran depredador.

Todo aquello con una naturaleza innata que la hacia única entre todas las mujeres que pudiera haber en todo el desierto.

¿Quién te iba a decir a ti, Abdel Khafir, el buscavidas, el mestizo sin hogar, que acabarías como tutor de una doncella tan especial?

Apenas podías mantener tus pensamientos fuera de ella mientras la veías recoger su tienda y cargar el camello de nuevo para partir un día mas hacia el este, cuando recordaste como empezó todo esto.

Tal vez se equivocaran de Abdel, o los dioses te debieran algún favor que no recordabas, eso ahora daba igual. Aquel viejo borracho te había ido a buscar específicamente a ti. No hizo mas que una pregunta: -¿Eres tu Abdel?

Solo te dio unas pequeñas instrucciones, que sin duda eran confusas, y posiblemente fueran a traerte muchos problemas:

-Debes llevarla cuanto antes a Daevara. Nadie debe reconocerla, entendido? Aun estabas planteándote como decirle al viejo que no tenias ni idea de qué estaba hablando cuando plantó ante ti la bolsa mas grande que habías visto jamas llena de joyas.

-Tendrás que pagaros el viaje con esto, tómalo como parte del pago si quieres, pero si consigues llevarla a Daevara te vestiremos de seda y oro, y podrás vivir como un rey el resto de tu vida.

El viejo se marchó y te dejó solo con la muchacha. Tenía apenas trece años, pero su mirada era adulta y profunda. Sus ojos parecía haber visto mucho mas de lo jamás habías llegado a soñar. Hablaba lo mínimo posible contigo, pero al menos, habías conseguido sacarle su nombre. Annhej.

Lograste averiguar donde estaba Daevara, una ciudad estado ahora en poder del imperio Hyrkano.

Habías gastado muchas de las joyas, regateando con cada tasador y comerciante para tener provisiones, camellos, y una cama en alguna posada de tan en tanto. Solo te faltaban dos días para llegar a Daevara y aun no sabías que hacer cuando llegaras, pero ya habías llegado demasaido lejos como para dar marcha atrás.

Tus ensoñaciones se vieron entrecortadas cuando Annhej montó a su camello y golpeó con los talones en los costados con gracia y agilidad.

-Si no te das prisa llegaré yo sola...

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07/10/2011, 18:53
Director

Sabes muchacha? me recuerdas mucho a mi hijita...

Aquellas fueron las palabras que lo empezaron todo, tal vez, y solo tal vez, si hubieras sabido a donde te iban a llegar, jamas las abrías querido escuchar, o puede que decidieras correr el mismo camino otra vez. Aprender, reír, llorar y sangrar. Amar, odiar y sufrir... 

Difícil sería saber si el viaje valdría la pena, pero no tenías muchas opciones y ya era tarde como para planteárselo.

 


 

El majestuoso caballo cabalgó toda la noche, flotando sobre el mar de arena mientras el sol se ponía a tu espalda. Su vaivén al galope era como los brazos de una madre que te acunaban mientras descansabas, abrazada a su cuello, notando su cuerpo caliente junto a tu piel y los latidos de su corazón acompasados con los tuyos. Rápido, incansable, inparable. Como el propio viento.

El cansancio que tenías empezó a notarse en tus párpados y poco después te habías quedado dormida a lomos de tu otra mitad. Ojalá pudieras haberte visto, cabalgando juntos bajo la luna y las estrellas a través de las dunas del desierto durante toda la noche, sin flaquear, sin aminorar. Una imagen digna del agrado de tu diosa.

Despertaste al escuchar el rumor del agua y notar el reconfortante y cálido sol de la mañana en la cara. Habías pasado frío esta noche, pero no era la primera vez y ahora toda tu entrabas en calor. Desde el lomo del animal abriste lentamente los ojos. Estabas en uno de los jardines de una ciudad, que mas tarde identificarías como Daevara.

Tu compañero estaba exhausto, y se había ganado un buen día de descanso, agua limpia y heno fresco, así que lo recompensaste con un establo que parecía limpio, gastando una de tus últimas monedas.

Mientras el descansaba, decidiste dar un paseo por la ciudad, era un lugar extraño y nuevo para ti, pero cada lugar del mundo tenía su encanto y pocas eran las veces que podías moverte libremente y tomarte un día en el que no tuvieras nada que hacer.

Tus pasos te guiaron inconscientemente hasta llegar a un inmenso bazar. Tiendas de lona se amotonaban en las callejuelas de aquel lugar, cada una de ellas de fantásticos colores y productos de todo tipo.

Especias de olores exóticos, comidas que jamás habías visto y de dudoso gusto, herramientas pesadas y oxidadas, encaje, pequeñas joyas y perfumes para las señoras más ricas. Cientos de personas se arremolinaban entre las paradas comerciales, hablando, discutiendo y regateando por los precios, o simplemente mirando y curioseando.

Quién sabe que podrías encontrar allí? O a quien?

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10/10/2011, 14:11
Director

Encontrar a una mujer a la que no conocías en el medio del desierto más grande de la tierra no podía ser tan difícil...Verdad?


Sobre el mar no se pueden dejar huellas y aquel era sin duda un mar. Un mar de arena ardiente cubierto por dunas, que como las olas, recorren el desierto mecidas por el viento. Pero por suerte para ti, el rastro que seguías era mucho duradero y atractivo.

Un hombre joven, acompañado de una muchacha hermosa habían partido desde Arejun hacía aproximadamente un mes. Habían comprado dos camellos, dos tiendas y provisiones para varios días. Podrían haber sido solo una pareja de enamorados tratando de fugarse juntos, si no hubiera sido por el pago. Todo pagado con pequeñas gemas azules.

Después de hacer beber al comerciante durante horas, conseguir hacerte con una de esas piedras con un ágil juego de manos, tras lo cual te marchaste de la ciudad sin dejar rastro. Algo tenías que haber aprendido después de estos años viviendo en Zamora.

Las siguientes dos semanas las pasaste en el desierto de un lugar a otro. Cada mañana, mientras el sol se alzaba en el horizonte, y la cálida brisa de las mañanas arrancaba el frío nocturno de tus mejillas, atravesabas el desierto a lomos de tu inseparable compañero Jur, parando en los oasis y en las pequeñas villas que encontrabas a tu paso, haciendo preguntas a los comerciantes y jefes de caravanas acerca de esas piedras, y si alguien había intentado pagar con ellas.

Aquella era sin duda la vida para la que estabas hecho.

El rastro poco a poco fue tomando forma, y cada vez más, estabas convencido de que Jehnna, la hija del difunto rey Oshrik, se dirigía hacia Daevara, la ciudad-estado bajo el dominio turano, a cinco días del mar de Vilayet.

Ahora Daevara se presentaba ante ti como una construcción de piedra blanca  que surgía de entre las dunas, con altos muros que trataban de impedir que la ciudad fuese engullida por la arena. Las cúpulas de la ciudad eran de vivos colores y rematadas en oro.

Un lugar como otro cualquiera para encontrar una princesa extraviada, y quién sabe que otras aventuras mas?

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10/10/2011, 14:14
Director

Tal vez Daevara fuera el peor lugar donde querrías vender tu espada, pero sin duda era donde mejor la pagaban.

 


 

Uno tras otro, cada uno de los líderes se arrodillaba, besaba la mano del Obahaarad y luego intercambiaban regalos. El ritual había sido así desde hacía cientos de años y romper las tradiciones abría sido un mal presagio.

El próximo en ser llamado era Bhel, y mientras esperabas tu turno, permitió por unos momentos que tu mente viajara a otro lugar por unos instantes, dejándote llevar por la música de la sala del trono, cavilando sobre que opinarían tus dioses del tema, pero no demasiado. No tenía sentido pensar mas en ello, aquella misma noche los llamarías para preguntárselo.

Seis ataques  de las tribus nómadas en menos de un mes era mas de lo que el Sultán estaba dispuesto a permitir y para ello seis compañías de mercenarios habían sido convocadas, con oro y gloria como reclamo.

El heraldo pronunció su nombre con voz suave, apenas audible sobre el murmullo constante del sitar y los presentes.

-Bhel-Hammon, bravo Ashuri, sed bien venido a mi palacio...

Dijo Obahaarad lby Merut, el sultan que desde hacía unos años dominaba la ciudad estado de Daevara. Un títere bajo el imperio Turano, que decía mantener la unidad de la ciudad.

El ritual fue largo y pesado. Los seis líderes mercenarios, el sultán y sus consejeros debatisteis durante largo rato sobre las labores que hacer en el próximo año, las cláusulas del contrato y los pagos, sentados sobre las alfombras y recostados sobre mullidas almohadas mientras fumabais hierbas y especias de las lujosas cachimbas del sultán y bebiendo infusiones. Todo en un tono relajado, a pesar de los ochenta alabarderos de la guardia personal del sultán que os rodeaban en la gran sala.

Las diferencias entre vuestras culturas no eran una barrera mayor que la cortesía. Dos de ellas, para desagrado de casi todos los presentes eran mujeres. Una era una bárbara de más al norte de lo que había estado nadie en aquel lugar, al mando de unos cien mercenarios, la mayoría de las tierras de Koth. La otra, una mujer rubia que se hacía llamar Dulcea, líder de un destacamento de las Compañías Libres.

Tuvisteis que mantener la compostura y la concentración. En aquel tipo de reuniones había que tener cuidado de no dejarse embaucar por las lenguas afiladas y palabras de interpretación ambigua.

Unas horas mas tarde, todos parecisteis estar de acuerdo en los términos y se firmaron por fin los contratos.

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10/10/2011, 14:36
Director

De nuevo en la ciudad, todo volvía a su ritmo normal. Los lujos y la tranquilidad del palacio del Sultán daban paso al ajetreo y las voces de la gente. Niños corriendo desnudos por las calles persiguiéndose unos a otros o robando a los descuidados. Mujeres que chismorreaban y cantaban entre ellas mientra estiraban la colada en las terrazas sobre las casas y comerciantes de todo tipo vendiendo sus productos a viva voz.

-harina! ... Cuchillos! ... Pimienta!! ... Tengo especias que jamás habríais soñado!

Aun tenías la cabeza algo embotada por el humo en la sala del Sultán y aunque conocías bien el idioma de aquellas tierras, el turano vulgar aun te resultaba burdo y ofensivo al oído.

En busca de justificación, miraste de nuevo el contenido de la carreta. El cofre lleno de plata y oro que supondría el primer pago oscilaba y daba pequeños saltos debido a la irregularidad del suelo. Por aquel metal estabais allí, por un año, si todo iba como se había acordado, y aquel cofre era tan solo el primer mes. Tendrías que repartirlo entre tus mercenarios cuando lo considerases oportuno...

A los lados de la carreta, seis de tus hombres de mayor confianza mantenían apartados a los curiosos durante el trayecto hasta las afueras de la ciudad, donde estaba plantado vuestro campamento.

Cuando aun os faltaban unos diez minutos para llegar, tu oído fue a fijarse en lo que comentaban dos de ellos, al flanco izquierdo.

-Mira, hermano... Habías visto alguna vez una piedra como esta?

-De donde demonios la has sacado? Hacía meses que no cobrábamos, así que dime a quién se la has robado, víbora de las arenas...

-A nadie, hermano... Los dioses saben que no robo nada si no es para comer... Y con este cofre vamos a tener manjares dignos de un Maharaja!

-Si, si, pero no te desvíes... De donde la has sacado? con un pedrusco así podría pagarme una buena esposa...

-Se lo he ganado a los dados esta mañana a un vendedor de vino. Intentó echarse atrás cuando vio mi tirada, pero no se atrevió a hacerlo cuando le enseñé también el pomo de mi espada...

La conversación se perdió entre el bullicio de la gente, pero tuviste tiempo de ver la gema. Era una preciosa piedra azul, tallada en forma de lágrima. El corte era preciso y la superficie pulida. No había ni un defecto en esa gema, y por supuesto, no es algo que un vendedor de vino se permita perder todos los días. Aquello debía ser, por lo menos, de las arcas del tesoro de un rey.

 

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10/10/2011, 17:17
Abdel Khafir
Sólo para el director

¿Quién iba a decirlo, sí?

Mi nombre es Abdel Khafir. Vivo desde que era prácticamente un crío en las calles, consiguiendo lo que un lisiado podía permitirse. Mi made no crió a ningún idiota, y mi padre no me crió en absoluto. He sido ladrón, bracero, mensajero, espada de alquiler, desuellaperros, jornalero, comerciante, estafador, guardaespaldas y, por último y más extraño de todos, tutor.

Tutor de una muchacha que aún no podía llamarse mujer y sin embargo era mucho más fascinante que ninguna de las que había conocido, las que vendían su cuerpo por unas monedas, o por protección, o por cama y comida a veces en el caso de aquellas que no viven de ello. Su nombre, arrancado casi con el fuego, es Annhej, y nadie sabe realmente quién es, menos yo que nadie. No es ya la belleza que cada uno de sus miembros demuestran, sino la energía; podría arrancar la garganta de un semental con un mordisco y regocijarse en su sangre cálida. Era un diamante en bruto, aunque el bruto en la relación fuese él. Si las cosas hubiesen sido diferentes, la hubiese tomado bajo su manto y hubiese partido hacia el horizonte para siempre jamás. La hubiese dado una buena vida, todo lo buena que podía darla alguien que estaba acostumbrado a ganarse el dinero a tajos de espada y matando a los que se le oponían. Esto es, bastante buena para lo que podría ser.

No. Si se me ocurriese siquiera me despellejarían vivo. Para terminar.

Daevara, la ciudad que le esperaba colmada de oro o de promesas. O de muerte y traición. No sería la primera vez ni la última, pero ya no podía echarse atrás, y la promesa bien valía su riesgo comparado con lo que podría conseguir en un futuro. Vivir como un señor, o volver si realmente lo quería a sus tierras natales, ahora fuerte y bueno, o simplemente dejar que el buen vino y las malas mujeres le fuesen arrastrando lentamente hasta la tumba... lo que tampoco estaba tan mal. Solo que quizá las cosas habían cambiado demasiado. En un principio simplemente era escoltar a alguien por seguridad, con la promesa de un puesto cómodo que le garantizase la vida. Ahora las apuestas habían subido demasiado, y eso solo quería decir una cosa: si no tenía dinero para respaldarla, le iban a romper las piernas mientras sus dedos, uno por uno, eran a la fuerza dispuestos en novedosas posiciones.

Todavía quedaban unas cuantas joyas, que habían resultado tener mucho menos valor allí que en otras partes del mundo, siendo una moneda de trueque relativamente corriente, pero aun así les dieron para viajar con holgura y sin estrecheces.

-Nada de eso. Es lo único que me faltaría ahora -dijo tranquilamente mientras espoleaba a la montura.

 

 

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10/10/2011, 21:57
Bhel-Hammon

La tradición Asshuri dictaba que si alguien quería los servicios de una compañía debía ponerse en contacto con esta en su ciudad natal. El hecho había sido irregular desde el principio, un enviado del pomposo reyezuelo de esta ciudad se había puesto en contacto con ellos y solo las presiones políticas habían hecho que el Rey Mazdak accediera a que una compañía de sus hombres viajará millas y millas a través del desierto para llegar a la otra punta del mundo conocido. Todo aquello le inquietaba, no era lo habitual, pero él cumplía ordenes como todos.

Con una profesionalidad envidiable sus hombres se abrieron paso entre la multitud de aquella sucia ciudad. Sus hombres apartaban a todo el que se ponía por delante y su aspecto feroz inhibía a quienes se sentía agraviados por tales modales. Bhel confiaba en la disciplina de sus hombres, una disciplina de la que personalmente se había ocupado partiendo algunos huesos en castigo. Su doble condición de sacerdote hacía que además de temer el castigo físico sus hombres temieran el castigo divino.

Llegaron al campamento, pusieron bajo custodia el pago en una tienda central y reunió a los hombres delante de esta.

-¡Hijos de Asgalun! Habéis sido llamados aquí, recorriendo una gran distancia, para hacer lo que mejor sabemos hacer. Pteor y el resto de los dioses quieren que estemos aquí y luchemos para extranjeros una vez más. No todos sobrevivirán a esta tarea, pero un verdadero Asshuri acepta la muerte, pues sabe que no está en su mano poder evitarla, pues es voluntad divina. Por tanto solo queda luchar y si hay que morir, hacedlo con dignidad y sin dar un paso atrás.- A continuación relató lo que debían hacer en términos generales, luego se reuniría en una tienda de campaña aparte con los Hombres de Bronce y de Hierro de cada unidad para discutir sobre la táctica a realizar.

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10/10/2011, 22:50
Director

-Qué hay mejor que conseguir un botín?

Dijo Aelar entre carcajadas, mientras el vino se le derramaba de la copa al zarandearla al aire.

-GASTARLO!! BEBERLO Y DISFRUTARLO!

Todos brindaron, gritaron y bebieron entre risas.

Los instrumentos de metal y los tambores de piel de cordero resonaban sin parar en aquel montículo de rocas en medio del desierto. La triste y sórdida guarida de los Kothakis se había convertido durante varios días en una especie de sala de fiesta perpetua. Un festín de carne, vino y esclavas que parecía no tener fin.

Unos preferían beber tanto como podían, sujetando las jarras con las dos manos hasta caer inconscientes. Otros forzaban a las cautivas recién capturadas sin el menor pudor, y otros simplemente disfrutaban de la música que algunos de los compañeros sabían tocar con dudoso éxito o simplemente se peleaban entre ellos. Lo importante era pasarlo bien!

La batalla la noche anterior había sido sangrienta y brutal. Asaltasteis aquella ciudad al amparo de las estrellas y la luna nueva, pero un estúpido vigía toco el cuerno antes de que le atravesarais la garganta con una flecha.

De pronto un saqueo rápido y in complicaciones se convirtió en una verdadera batalla. Los gritos lo inundaron todo y la sangre empezó a correr mientras las llamas lo devoraban todo a su paso. Retirarse no era vuestro estilo, así que el único camino era vencer.

No era costumbre llorar a los compañeros caídos. Los Kothakis saben que su vida es la espada y el arco, ellos son la fuente de toda riqueza, y tarde o temprano acabaría exigiendo su precio. Solo un centenar había vuelto del último ataque, pero nadie parecía preocupado o apesadumbrado.

No ese día. Era el día de disfrutar el botín...

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12/10/2011, 20:37
Nemain
Sólo para el director

-No le ates... Nadie sujeta al viento.

La orden fue inapelable. Qué nos importaba que no entendieran? Y apenas rocé su frente con los labios cuando me marché, su cuello con los dedos cuando le dejé allí con la sonrisa cómplice y ya añorada en los labios. No era mío, y sin embargo... era yo.

Él lo sabía.... y yo también.

 

Cuando le dejé en el establo y salí a la calle, sin rumbro y con mi destino en el brillo de los ojos y en el palpito del pecho, con el primer día de los que serían los restantes ante mí, sentí que aún me acompañaban. Sentí la calima tibia del desierto en el cuerpo, el acerado frío de luna en los labios, la raza de arena en la sangre. Se destilaban de mi piel con el aroma de una brisa, y hablaban sin voz, enredandose conmigo, entremezclandose de mi y de mi viaje a lomos del viento; de mi sueño velado por las estrellas y por el coraje de mi caballo, por los latidos de su corazón... que eran los mios...

Caminaba entre ellos despacio. A su lado, pero muy lejos, oscilaba entre las gentes. Con el pelo rojo bailando sobre la espalda y las sedas de mi tierra arremolinandose entre mis piernas. Con la media sonrisa de niña maravillada dibujada en los labios y el recuerdo tibio de la mirada de mi caballo, de su fuerza y de su estirpe, en mi propia mirada. La diestra jugueteba con la cuerda del arco hermoso que me cruzaba y ceñia el pecho. La izquierda se movia suave mientras andaba. Sus dedos acariciaba el aire, rozando apenas las suaves telas que colgaban como velos de los tenderetes, dibujando los efluvios de los aromas untuosos y ricos. Era aquella una vida nueva y diferente, exultante y casi obscena, alejada de la flecha y del acero, de la vida errante... De mi vida.

Me erguí inconsciente y el mecer de los pasos se volvió más firme. Esa vida nómada y mi culto eran una certeza física, casi dolorosa.  Se me enredaba el aliento de mi diosa en el pelo, se enmarañaba su leyenda en mis gestos, se derramaba su obstinación del miel de mi mirada. Así eramos sus hijas, así era yo.... 

Caminar la tierra, aprender, dibujar mi nombre en el tiempo y en la memoria de los mios. Ese era mi destino.

Ese era el de todas las rojas que respiraron antes que yo... y el de las que respirarían después.

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17/10/2011, 22:34
Binner Shakir

Bit abrio su mano izquierda, con la cual no sostenía las riendas, y viendola vacia pero húmeda se froto la barba con insistencia. La mano giró, cerrada, y al abrirse pudo verse la pequeña gema azul. Jur por su parte, cabeceaba hacia abajo, con la ya inútil esperanza de encontrar algún atisbo de hierba. Por enésima vez, Bit le dio un tirón de las riendas...aun no era hora para su bocado de alfalfa.

Basta zopenco!..ya te darás un buen atracón en Daevara...mira, ahí esta! Con paso lento, el shemita dirigió su montura hacia los muros de la ciudad... Su vista, al igual que la de Jur, buscaba huellas de pasos recientes en el suelo arenoso.


Ocultando su azulada barba bajo el turbante, y con la capucha dejando al descubierto tan solo sus ojos, Bit se aproximo a la ciudadela montado en Jur. No quería tener problemas al ser reconocido como un Shemita...harto estaba ya de tener que pagar por la reputacion que otros habian ganado. ...por más que en su caso, dicha reputación resultara una fiel descripcion de sus modales...

No resultó dificil entrar en la ciudad. Con tan solo una sonrisa, mostrando unos cuantos dientes, le bastó al unico guardia que custodiaba la puerta para descartarlo como "problematico"...Ademas, Bit estaba acostumbrado a tratar con comerciantes, nobles,...ricachones de diversas alcurnias, y eso se notaba en su voz. Tras cruzar las puertas, el shemita se volvió una vez más al aburrido guardia, antes de tomar una calle polvorienta que parecia algo más ancha e importante.

Varios transeuntes corrian de un lado a otro, y no le resultó dificil guiar a Jur al paso hasta una gran plaza en donde millarese de tiendas ofrecian variados productos. Bit, se acercó a una gran alfombra, que desde el suelo exponia vasijas de arcilla pintadas con bellos motivos. El artesano, al reconocer a un posible cliente, se acerco cojeando desde una tienda más importante, a pocos pasos. No llevaba turbante, sino tan solo una tunica larga atada a la cintura con un trozo de cañamo. Y era totalmente calvo.

Muy buen trabajo. Señalo Bit a un enorme cántaro de casi metro y medio de alto. Lo compraría, pero estoy de paso por acá... El vendedor sonrio contento al ver que apreciaban su trabajo... Necesito sin embargo otra cosa...continuo el shemita. Habrá algun buen orfebre por acá? Estoy sin dinero, pero con hambre y agotado...mintió. Pero creo que podría ofrecer mis servicios por unos dias, antes de seguir de viaje. Jur, inquieto, bufaba y tironeaba intentando internarse más en la plaza...seguramente los aromas a datiles y variados condimentos habian estimulado el ya voraz apetito del caballo.

- Tiradas (1)

Motivo: saber rumores: Daevara

Tirada: 1d20

Resultado: 18(+3)=21

Notas de juego

..un dibujo de Jur.

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19/10/2011, 19:45
Aelar

El sol ya empezaba a bajar hacia el horizonte, pero solo unos pocos de los miembros de la banda desistían de continuar la juerga. Ese era el caso de Aelar...

El antiguo mercenario æsir se había convertido en el líder de aquel grupo de desertores, bandidos y proscritos hacía ya dos años. Su pálida piel se había quemado tantas veces bajo el sol del desierto que ya había tomado un color cetrino. Sus rubios cabellos eran lo único que le delataba como norteño, y cada día los tenía más enmarañados y descuidados. Cualquier rastro de acento o de costumbres nórdicas había desaparecido tras años de vender su espada aquí y allá. Manejaba mejor el arco que la mayoría y como jinete era todo un experto.

Aelar descansaba su pesado cuerpo sentado en una de las rocas cerca de vosotros con la cabeza entre las manos, apoyando los brazos en las rodillas. Aun estaba desnudo de cintura para arriba después de haber tomado a una de las nuevas esclavas y el sudor hacía que le brillaran el centenar de pequeñas heridas recientes y antiguas que tenía por todo el cuerpo.

Del hombre ebrio de vino y gloria que hacía unas horas gritaba y bailaba como los demás se había esfumado. En su lugar, aparecía un hombre decaído y apesadumbrado. En sus ojos se habían secado todas las lágrimas que un hombre puediese jamás derramar, pero parecía poder ponerse a llorar en cualquier momento. Nadie pareció percatarse salvo vosotros, y si lo hicieron, lo disimularon tanto como pudieron.

Notas de juego

Lo siento, no hay mucho de donde tirar ahora mismo, así que interpretar libremente ;)

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20/10/2011, 01:36
Bors

La mente de Bors estaba aturdida por el alcohol como lo había estado durante los últimos días. Acabó de montar a la ramera como la perra que era y la despidió con una alegre palmada en la desnuda nalga. Le lanzó una moneda a sus pies y se colocó bien el taparrabo mientras escuchaba como se alejaba correteando entre risitas con las pulseras de latón tintineando en sus muñecas y tobillos.

Agarró el odre de vino avinagrado y bebió otro largo trago. El sabor le repelió pero al instante el calor le subió del estómago al resto de su cuerpo y alivió un poco el dolor de la fea herida de su muslo, una maldita lanzada afortunda. El cabrón del guarda no había tenido tiempo de alegrarse porque le había rebanado el cuello instantes después. Él no era uno de los jinetes pero como rastreador y como avanzadilla le resultaba útil a Aelar como para no tener problemas con el hosco jefe de los Kothakis, ambos venían del norte pero eran completamente distintos. Aelar llevaba tantos años allí que tras una cabalgada larga o una tormenta de arena no se le podía distinguir de los demás, él Bors a pesar de empezar a tener la piel morena aún distaba mucho de tener la piel negra y apergaminada como los demás, le agradecía al líder de la banda que cuando atacaran a la caravana en la que viajaba hubiese reconocido su valía y le hubiese permitido ocupar un lugar entre los suyos. Quizá el hecho que destripara a cuatro de sus monos en antes de que me apuntaran con sus jodidos arcos influyó en algo -pensó mientras daba otro largo trago al vino barato-. Bors miró en derredor, la celebración parecía ir disminuyendo, aquellos maricones de Kothakis no sabían beber.

Aquí y allí en la penumbra se escuchaban los gemidos de algunos de follando a las nuevas esclavas, ya con gritos vueltos en lloros mal contenidos. Aquello no le gustaba, era honrado pagar a una buena puta pera aquello... Se lo sacó de la cabeza, tampoco podía hacer nada. Cerca de él estaba Nogai, uno de los jinetes de Aelar, probablemente de los pocos que podían aún andar. Al otro lado estaba el propio Aelar, toda la fuerza y alegría parecían haber desvanecido como por un maleficio. Allí estaba con los brazos apoyados sobre las rodillas y con la cara de un hombre roto.

Tambaleándose Bors se acercó a Ellak y le acercó el odre medio vacío. no era bueno que los hombres le viesen así, los Kothakis eran como perros y si veían debilidad en su jefe ellos mismos le cortarían el cuello. Y Bors prefería tener como líder a uno de los suyos, un norteño. Bebe Ellak, sabe a beso de vieja pero te aliviará los pesares.

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20/10/2011, 12:22
Tjumin Nogai

A pesar de pertenecer a un clan de las praderas alejado de la "civilización" y de que la batalla es algo asociado profundamente con mi pueblo, el saqueo y el robo no son uso común entre los mios y aunque me vea obligado a esto por las circunstancias no es algo en lo que encuentre placer. Intento ocultar mi reserva a tales comportamientos tras una jarra de rancio vino aunque no pueda evitar alguna mirada de asco a los que fuerzan a las prisioneras. Me abstengo tanto de participar en la violación como de criticar su comportamiento. No me puedo permitir ponerme a malas con ellos y no llevo suficiente tiempo entre los kothakis como para haber acumulado dinero suficiente para seguir mi viaje hacia el oeste, pero en un par de acciones más espero poder dejarles.

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21/10/2011, 13:55
Director

Al salir de allí, te dirigiste sin demora a vuestro campamento. Ignoraste por completo la ciudad, las exóticas calles y todo lo que ofrecían los bazares de Daevara. Ya habías visto otras ciudades como aquella, llena de ratas que malviven como pueden y de pavos reales que exibían sus joyas y vestidos de colores. Pero sobre todo, no era prudente.

Acompañada por dos de tus nuevos hombres, cargabais con las pesadas sacas de lona llenas de monedas. El pago había sido motivo de discusión durante la pesada ceremonia. Por lo visto, tus mercenarios valían menos que los demás, además de ser menores en número. Aun así, poco dinero era mejor que ninguno, así que no te arriesgaste a perderlo por la ciudad.

Por fin llegaste a vuestro destino. La improvisada zona donde acampaban los cerca de un centenar de mercenarios kothicos que seguían tus instrucciones. Es sorprendente como el destino cambia para una persona solo con un tajo de espada, y al ver las tiendas de lona amontonadas junto las murallas de la ciudad, no pudiste evitar pensar como habían llegado aquellos hombres bajo tu mando.

 

Empezaste como una recluta más, hacía ya un mes, cuando se buscaron mercenarios de Koth, pero se asciende rápido cuando líder es un patán y un inepto que se deja matar en la primera confrontación. Un barón llamado Fertahak pretendía imponerse sobre otro cuyo nombre ni te molestaste en aprender.

El Barón Fertahak murió de una lanzada al cargar en primera linea contra el enemigo, al igual que la mayoría de los mercenarios y oficiales. Aquella confrontación no tuvo nada de especial por lo que debiera ser recordada, ni honor, ni gloria, ni siquiera una bonita matanza, pero en ese día te convertiste en la nueva líder, sin quererlo, de los pocos supervivientes que quedaron, obligados al exilio por traición.

Al oír que en Daevara buscaban mercenarios, no lo dudaste, marchasteis durante una semana entera hasta llegar allí.

La recompensa no sería mucha, vigilar las puertas de la ciudad no era algo que ilusionara a nadie, pero al menos ahora, aquel puñado de soldados sin patria a la que regresar tenían trabajo gracias a ti. Tendrías que repartir las pagas, y distribuir las desagradables tareas, pero podríais llenar el estómago cada noche.

Una mezcla de orgullo y lástima te sacudió al verlos. Tal vez ya era hora de ponerle un nombre a aquella compañía.

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21/10/2011, 15:54
Director

No se puede decir que estuvieras descontento allí. Teníais vino, música, y amigos con los que compartir ambas cosas. Dentro de aquella tienda todo parecía ocurrir en un mundo aparte y distante, y solo el calor que atravesaba las lonas y os hacía sudar gota a gota os recordaba donde estabais.

La parte Sur-Este de la muralla de Daevara es la que mas castigo recibía del sol, por lo que salir de la tienda era un suplicio a cualquier hora del día. Apenas llevabais allí dos días y la te ardía la piel con el tono rojizo típico de los norteños que se acerca a esas latitudes. ¿Significaba eso que procedías del norte? Podría ser, pero había mas cosas en las que pensar.

Tras marcharos de Shadithar, Dulcea guió a la Compañía Libre hasta algún lugar donde pudieran pagaros, y ese sin duda era Daevara. Durante ese mes, la habían asaltado los clanes nómadas seis veces y el Sultan Obahaarad había reunido un enorme ejército, 6 compañías mercenarias de cualquier rincón del mundo para defenderla.

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21/10/2011, 19:21
Dulcea

La lona de la tienda se abrió, y de la intensa luz del exterior emergió una silueta ágil y esbelta, con rojos cabellos que brillaban intensos bajo la luz del desierto.

Tenerius y Gálacus siguieron tocando un rato más, como si ignoraran la presencia de su superior. Habían aprendido aquellas canciones durante el camino, pero aun no las sabían hacer sonar del todo bien en los instrumentos que habían rapiñado antes de salir de la ciudad.

Cuando Dulcea había entrado ya en la tienda, la siguieron dos compañeros más. Cada uno, cargando con el asa de un gran cofre de madera de palmera y ribetes de bronce.

-Chicos, ya tenemos contrato! Nadie recibió con muchos ánimos la idea de tener que ponerse a trabajar de nuevo en aquella ciudad, pero Dulcea Continuó hablando.

-Este es lo que nos darán para el primer mes. Habrá que repartirlo, como siempre se ha hecho, pero habrá que trabajar también. El Sultán quiere que nos dediquemos a las patruyas dentro de el sector comercial, y a vigilar su puerta...

De pronto no pudiste evitar más pensar donde te encontrabas. Aquella ciudad, Daevara, no era mas que otra ciudad estado debajo del dominio hyrkano, un imperio construido sobre los esclavos a los que trataban a latigazos y a los que vendían en los mercados como si fueran carne de cordero, pero a prácticamente nadie parecía importarle. Nadie, salvo a ti.

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22/10/2011, 15:14
Thristan Deneathor
Sólo para el director

Por un instante la idea de ir con la Compañia Libre no era tan mala, ya que en aquella ciudad conocida como Shadithar habian puesto algunos letreros con su nombre luego que, aprovechando el Caos que se libero alli, el empezara a matar esclavistas y a liberar a aquellos que se les nego algo con lo que nacieron. Claro que no todos los esclavos parecian saber que hacer con su libertad, pero entre ellos siempre habian quienes esperaron esa oportunidad...

En esas tierras aridas Thristan sentia como su piel ardia, no parecia estar acostumbrado a soportar el calor abrazador ni los fuertes rayos del sol. Las quemaduras fueron frecuentes en el, pero Thristan jamas se quejaria ya que era un orgulloso Gladiador, pero aun asi el no podia evitar pensar que podrian ir a otros lugares mas "frescos"...

Por otro lado, con aquello el tenia una pista de su posible origen, tal vez venia del norte como algunos le sugerieron, pero tambien notaba como si estuviera en un lugar al cual no pertenecia. Muchos de aquellos hombres no tenian problemas en andar semidesnudos dentro de las tiendas, el calor los insentivaba a andar de esa forma... Pero el no era asi, algo en su interior lo hacia mantenerse vestido siempre, aunque las telas eran gruesas por mas que buscara vestimentas finas y eso aumentaba el calor que sentia...

De todas formas pronto veia en medio de aquella "fiesta" como Dulcea entraba con una sonrisa, al parecer tenian trabajo en ese lugar para cuidar de las calles y evitar que hubieran mas saqueos. Pero mientras que algunos no parecian estar tan anciosos debido al calor infernal de esa zona, el despreciaba trabajar para una ciudad que abusaba de los esclavos, aunque el ya se habia dado cuenta que eso era algo que parecia importarle solo a el.

Yo puedo vigilar la puerta, lo prefiero.

Terminaba diciendole a Dulcea, sabia bien que si veia "injusticia" el no se podria controlar, pero estando en la puerta pueda soportar mas el hecho de que estaria cuidando a esclavistas. Pero de pronto una sonrisa surgio en su rostro, una sutil cuando otra idea cruzo en su cabeza... Podria aprovechar para estudiarlos y asi, en las noches empezar la "caceria"...

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23/10/2011, 13:32
Bhel-Hammon
Sólo para el director

La existencia de aquel valioso pedrusco le preocupaba, si un miembro de la compañía tenía tal tesoro pronto otros miembros podrían sentirse celosos e intentar quitárselo de una forma u otra, lo que crearía problemas de envidias y luchas dentro de la misma compañía. Tampoco podía simplemente confiscarsela, crearía un motín, si los soldados no podían ganarse un sobresueldo mediante el juego. ¿Que sentido y emoción tendrían los permisos aparte de poder catar hembras? El coordinar una tropa disciplinada tenía su estrategia y requería meditar que pasos se debían hacer para mantener cohesionado el grupo como una tropa de Asshuri y no una mera caterva de bandidos armados.

Buscó la forma de quedarse a solas con el soldado, que se llamaba Judah o Josiel, no estaba seguro ya que a muchos los conocía solo de verlos andar de un lado para otro por el campamento. El mismo poseía los papiros donde se anotaban los nombres de toda la compañía pero había un oficial de confianza que actuaba de escriba y contable que era el encargado de repartir botín y paga, y era quien mejor asociaba nombres y cara de toda la compañía. El resto de la compañía simplemente encontraba inútil el intentar recordar el nombre de alguien que a lo mejor no sobrevivía a su primera escaramuza.

Cuando llegó su momento se acercó por detrás con paso lento pero decidido, dejando notar su presencia pero al mismo tiempo buscando un efecto intimidatorio sobre le soldado. La mayoría de las veces los soldados asociaban el verle en persona con algún castigo y por ello instintivamente respondían con temor, no tenía muchos amigos Bhel aparte de los oficiales de mayor confianza y rango.

-Habéis conseguido gran botín fuera del campo de batalla, los dioses han querido que así sea. Pero os aconsejo de que guardéis bien vuestro botín y seáis discreto. Aparte... ¿Quien es ese vendedor de vino al que le ganasteis la joya? Me gustaría conocerlo.-

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23/11/2011, 19:46
Director

Pasar guardia en las puertas era aun peor de lo que se podía imaginar. El sol del medio día caía con más peso sobre el puñado de compañeros libres que vigilaba la puerta sur, en la colina oeste.

Como miembro probado en batalla, habías ascendido rápidamente, pero eso no te libraba de trabajar. No del todo. Desde el pequeño toldo improvisado vigilabas que todo el mundo estuviera en sus puestos y no recibiera ningún soborno por hacer la vista gorda con las mercancías, aunque no era mucha la gente que se trataba de entrar por aquella puerta, y mucho menos las caravanas, que prefería la puerta norte, directa desde El Camino de los Reyes.

Diste un largo trago de agua al jarro que tenías a la sombra y lo terminaste. Nadie se acercaba a la ciudad y no se veía ni un alma en el horizonte, así que te permitiste entretenerte con otro de los oficiales en una partida de Shacam. Las fichas blancas y negras se enzarzaron en combate a través del tablero, emulando una batalla que debería ser gloriosa y abrumadora de ser real, pero vosotros perdisteis la noción del tiempo hablando de banalidades mientras la partida se escapaba entre vuestros dedos y el sol empezaba ha caer, cambiando el infinito azul del cielo por un tono mas gris y rojizo. Un mal movimiento, una jugada arriesgada y una derrota aplastante, así acabó la partida, pero matar el tiempo era mas importante que ganar, así que no te supo mal.

Cuando te levantaste para estirar las piernas, viste que una pareja joven, un hombre y una mujer que no parecían tener mas de viente inviernos cada uno a sus espaldas recorrían los últimos metros hasta la puerta de entrada. Por algún motivo que aun te preguntabas, decidiste interrogar y escudriñar tu mismo a los forasteros. Tal vez, para despejar tu mente después de embotarla en la partida.

Notas de juego

Sigue.