Partida Rol por web

El tono de voz del medicae interrogador Sand indicaba claramente que no os considera los candidatos ideales para esta misión. De hecho, pareció dudar mientras os informaba de la situación en Sepheris Secundus. La reciente sublevación protagonizada por sus habitantes hubo de ser suprimida por la fuerza, de modo que se envió un pelotón de la Guardia Imperial para neutralizar el núcleo de la rebelión y silenciar a las masas. Una vez pasado lo peor, los guardias aseguraron la zona, para lo cual tuvieron que explorar la mina Gorgónida, escenario de los más duros enfrentamientos entre guardias y rebeldes. Los informes son un tanto imprecisos, pues varias escuadras de guardias imperiales se perdieron en la oscuridad de la mina, pero basta con decir que el comisario se vio obligado a sellar la mina y declarar toda la región bajo cuarentena.

En circunstancias más ordinarias la Inquisición habría estudiado este asunto a su debido tiempo, pero el daño causado a la economía del planeta (y, por extensión, a la de todo el sector) sería demasiado grave si no se resolviera el problema. Y por ello os han enviado a vosotros. Es una encomienda bastante inquietante, puesto que el resultado de la misión anterior fue un poco incierto, pero erais los acólitos más inmediatamente disponibles y apenas supuso una molestia desviar el rumbo de vuestra nave y dirigirla hacia este gélido e inhóspito planeta.

Albrek observa el desolador ambiente con cierta sorpresa, por lo visto los enfrentamientos han sido mas duro de lo que les han descrito, por lo bajo murmura una plegaria al emperador, por todas las almas de sus leales soldados caidas en este planeta, y tras eso se gira hacia el resto de sus compañeros.

-Deberíamos buscar al comisario, es quien mejor nos puede informar de la situación actual, supongo que se debe encontrar en aquel edificio.- indica señalando al bloque de viviendas de color rojo óxido con la bandera del imperio.

-Lo mas probable es que el puesto de mando esté ubicado alli-

Tras eso, Albrek aguarda a la reacción del resto de sus compañeros.

¿Pero cuando coño nos enviarán a una nave con todos los lujos y las comodidades, y no a lugares malolientes y de condiciones extremas?

Arrugo la nariz ante el dantesco espectáculo que tenemos delante. Basura, malnutrición, focos infecciosos a tutiplén... nada de esto es bueno. Y siendo recién llegados, pronto intentarán abordarnos para quitarnos cualquier cosa que sea aprovechable. Y estando en cuarentena...

Bien, acabemos con esto de una vez. Estamos en el culo del mundo, y encima en cuarentena. No tardaremos en ser el objetivo de demasiados ojos por aquí...

Me cubro los ojos cuando el transporte despega levantando una nube de polvo en la zona de aterrizaje, muchos de los soldados cercanos hacen lo mismo, la aeronave se eleva y nos abandona en este frío planeta minero. A la espera de que resolvamos sus problemas, ganando el favor de Sand.

Ha debido ser una lucha encarnizada -comento, no por respeto a los soldados que han dado sus vidas, lo cual me es indiferente, sino porque me alegro de llegar cuando el baile ya ha acabado.

Pisoteo con fuerza el frágil suelo y echo un vistazo rápido a los soldados y los escapes de gases, me pregunto si el olor pestilente procede de unos o de otros. Llevando puesta una ropa bastante práctica para el lugar y con el fusil balanzeándose en la espalda me separo unos pasos de mis compañeros. Observo las montañas y el campamento militar, para después en centrarme en lo que parece ser el CG.

Estoy de acuerdo, vayamos.

Cuarentena...tal vez hayan utilizado armas químicas para sofocar a los rebeldes y s eles haya ido la mano, o incluso los mismos rebeldes han podido utilizarlas y nos envían a que investiguemos el origen de las armas, sí, algo así.

Al bajar de la nave, bastante torpemente, nunca me acostumbraré a este ambiente. Empiezo a caminar junto al grupo observando la sitación. Pobres hombres, lo que habría dado por estar aqui dando un poco de caña. Permanezco callado al lado del grupo, y cuando Albreck comenta lo del cuartel general. Asiento con la cabeza, A otro sitio no creo que podamos ir, estamos aqui tirados y sin nave

Cuando todos habéis optado por dirigiros al CG, Caín nota las miradas de los guardias imperiales fijas en vosotros preguntándose quienes sois y por qué estáis allí.

Entonces por detrás vuestras viene un joven guardia imperial corriendo y haciendo señas para que le esperéis. Una vez os alcanza se detiene bruscamente y se inclina hacia delante con las manos en las rodillas, en un esfuerzo denodado por recuperar el aliento. Tras una pausa, levanta la mirada y os sonríe. Su brillante cabello pelirrojo asoma por debajo de su casco; tiene la piel pálida y llena de pecas, y unos rasgos juveniles. ¡Caballeros… eh... bienvenidos a la mina Gorgónida! Han venido para ayudarnos, ¿verdad?… Lo supe en cuanto les vi…. Dicho esto, hace otra pausa para respirar. Les dije a todos que vendría alguien. Bueno, ¿cuál de ustedes es el inquisidor? ¿Quieren hablar con el comisario?

Ayudarles...debe de tratarse de algo muy serio si no puede ocuparse el Ejército del problema. Tal vez hayan encontrado xenomorfos, o incluso criaturas del Caos. Sería buena idea proveerse de abundante munición, y si nos adentramos en la tierra de equipos de iluminación y bengalas.

Las palabras del sargento Raynard, borran de la cara de Caín la falsa sonrisa de comprensión que le había dedicado al muchacho, y sus ojos miran fijamente la desagrabal mandícula del hombre.

¿Nosotros? ¿Tiene la Guardia Imperial la costumbre de culpar a otros de la ausencia de disciplina? Ni siquiera hemos hablado con sus hombres, todavía, pero lo haremos; y también hablaremos con usted. Tenga mucho cuidado con el significado de sus palabras, puede que no seamos inqusidores, pero sí acólitos; y si estamos aquí es para solucionar los problemas que tengan ustedes en este planeta, no para mantener una charla con la tropa, sargento.

¡Qué modales! Tanta brutalidad en la batalla les vuelve borregos, más de lo normal para un soldado. Confío en que no volvamos a tener que charlar con él.

Sargento, ¿es aquel el CG?-le pregunta señalando el edificio con las insignias imperiales.

El sargento os mirará fijamente durante algunos instantes más y luego dice de nuevo: Ya veo. Entonces el inquisidor no piensa venir. Esto no es una pregunta.

Lo más erguido posible. No es asunto nuestro si el inquisidor cree necesaria su presencia aquí.  doy un paso al frente acercandome a la cara del sargento. Ha mandado los recursos que él consideraba más oportunos y cualificados, para la misión que él haya ordenado realizar. Si usted no nos cree lo suficientemente bien cualificados y cree que sus hombres lo harían mejor. hecho una mirada a los alrededores, donde solo encuentro soldados muertos, heridos y desolación. Digale usted en persona al inquisidor que sus acciones y pensamientos son descabellados.

Me alejo de nuevo del sargento, Sino más vale que nos ponga al corriente de la situación y solventemos este entuerto de una manera rápida y profesional.

Supongo que debería informar al comisario de su presencia… caballeros. Una vez dicho esto se dispone a marcharse, pero justo al darse la vuelta su tosco brazo cibernético empieza a sacudirse mientras los accesorios giran, chasquean y cortan el aire, produciendo un terrible estrépito. Raynard profiere una maldición, recorre la barra de metal con la mano, musita una plegaria y pulsa un botón. El artefacto se detiene de inmediato. A continuación, emprende el camino hacia el bloque de viviendas. Mientras le veis marcharse, alcanzáis a oír risas nerviosas procedentes de una tienda de lona cercana.