Partida Rol por web

El clerigo ignorando las risas y con la misión que les han encomendado rondándole en la cabeza, comienza a caminar detrás del sargento camino al cuartel general. Mientras camina mira a sus compañeros para comprobar que siguen al sargento.

Siguiendo al clérigo, que parece haber cambiado ligeramente desde la misión en Scintila, Caín camina onservando los rostros de los soldados, ociosos tras el conflicto y se alegra de servir a la Inquisición y no ser uno de los miles de millones de vulgares soldados de la Guardia Imperial, que sólo se les pide que den sus extremidades, su vida o incluso su alma por algo que sus frágiles mentes  no llegarán a entender jamás.

Sigo algo reticente los pasos de mis compañeros. Desde luego la situación es surrealista, y ese sargento es de lo más esperpéntico. Pero de alguna manera, me da la sensación de que si no fuese por él, esto se habría ido a la mierda hace mucho... o quizá me equivoque.

En cualquier caso, lo primero es personarse ante el comasiario para, digamos, "asegurarnos" su colaboración para investigar los altercados. Seguramente no querrá a unos acólitos disgustados porque no ha querido colaborar, ya que eso puede significar que el Inquisidor también lo estaría...

El cuartel general ha sido instalado en un bloque habitable, una estructura prefabricada depositada sobre la superficie del planeta. Construido con aleaciones metálicas y pintado con un práctico color rojo, el bloque ha sido marcado con el número del Batallón y decorado con el águila imperial. Una única escotilla de acceso situada en la parte frontal de la estructura franquea el paso al interior. Una vez dentro, los personajes verán que el lugar tiene una decoración espartana, y tan sólo cuenta con un escritorio para el ordenanza y otro para el comisario.

Viendo alejarse al sargento me alero, vaya personaje, Albrek si no te importa me gustaria dar una vuelta por el campamento, para hechar un vistazo y ver como están las cosas entrer la gente. y ver si tienen sentina

El comisario, tiene casi cuarenta años, un cabello negro como el carbón, ojos del mismo color y un rostro huraño. Viste un uniforme negro decorado con los galones propios de su rango y algunas medallas de condecoración. Su gorra de comisario descansa sobre una percha situada tras su escritorio, encima de su largo abrigo de cuero negro.

- Comisario Nihilius, siéntense por favor.

El comisario toma asiento también y cruzando los dedos al tiempo que os examina detenidamente, comienza a decir:

- Bien, supongo que han sido enviados por la Inquisición, ¿no es así? Me dijeron que pronto acudirían en nuestra ayuda, pero he de admitir que nunca dejo de sorprenderme al ver el tipo de agentes de que disponen. Estoy seguro de que están ustedes sumamente cualificados para la tarea que nos ocupa, así que vayamos al grano y terminemos con esto cuanto antes, ¿de acuerdo? Como puede que ya sepan, este planeta es esencial para los intereses comerciales del sector, y todo lo que ponga en peligro a este mundo supone una amenaza para la comunidad galáctica. Por eso, cuando las actividades de los renegados de este planeta provocaron la destrucción de instalaciones valiosísimas y, en opinión de ciertos individuos, irreemplazables, se juzgó necesaria una exhibición de fuerza y la erradicación de todos los insurgentes de la mina Gorgónida y sus inmediaciones –al decir esto, describe un amplio gesto a su alrededor con el brazo.

- Como era de esperar, encargarnos de un puñado de rebeldes fue tarea fácil; esos granujas carecían de agallas, liderazgo y entrega a su causa. En cuestión de horas ya habíamos asegurado el lugar, capturado a algunos prisioneros y preparado nuestro regreso. Pero en una de mis inspecciones del terreno reparé en algo curioso. Uno de los rebeldes llevaba consigo un fajo de documentos. Los examiné por encima y me parecieron bastante extraños, seguramente copias de originales, pero el caso es que en ellos se describían actos inenarrables. Era evidente que aquellos rebeldes no eran más que soldados de infantería de una fuerza mucho peor.

-Conozco bien mi deber, así que envié a una docena de mis hombres a la mina. Muchos de nuestros enemigos habían huido de una muerte segura ante nuestra superior potencia de fuego y se habían resguardado en las galerías de la mina. Todo fue tal y como me temía. Los guardias imperiales descendieron a las entrañas del lugar, y regresaron al cabo de tres cuartos de hora con numerosas bajas y la moral por los suelos. Me informaron de la presencia de mutantes deformes, demonios y seres aún peores, por lo que decidí cerrar la mina y aguardar la llegada de refuerzos y ayuda capacitada.

- Está claro que el inquisidor no comparte mi preocupación… sin ánimo de ofender. Es sólo que esperaba un grupo más… numeroso para encargarse de esta situación. Pero en fin, ¿quién soy yo para cuestionar los métodos de los Sagrados Ordos, ¿no? Eso decía. Aquí tienen un mapa. Si siguen las indicaciones, les llevará a través de los niveles superiores de la mina Gorgónida. Mis hombres no encontraron nada de interés en ellos, pero cuando entraron en la zona conocida como la Escombrera –dice señalando un lugar en el mapa– fue cuando todo empezó a ir mal.

- He de advertirles de que se requiere mucho tiempo y esfuerzo para levantar el sello. Huelga decir que les dejaremos salir cuando terminen, pero tardaremos un buen rato, así que procuren no venir con prisa. Supongo que irán armados, ¿no? La verdad es que no parecen llevar encima gran cosa. Es una lástima. Vayan a ver a nuestro furriel, él se encargará de equiparles convenientemente. Reúnanse conmigo en el sello dentro de una hora; pueden verlo desde la puerta. Hay una media hora de caminata hasta él, así que más vale que no se entretengan.

Observas cómo los demás siguen al sargento Raynard.

Alabado sea el Emperador por fin alguien diligente y organizado. Ya era hora de parlamentar con los oficiales, son la clase de personas en las que uno puede confiar.

El Inquisidor no nos ha notificado la naturaleza de la ayuda solicitada, por lo que ha creido conveniente enviarnos a nosotros, cada uno está especializado en su campo y complementamos aptitudes. Según parece esta operación se basa en localizar y purgar los elementos herejes y alienígenas de la Mina Gorgónida. Agradecemos su oferta de ayuda, veo que necesitaremos elementos de iluminación para el interior, estoy seguro de que el Ejército nos proveerá. Sería de gran ayuda que aquellos supervivientes que estén en condiciones de hablar nos dedicaran unos minutos, si no le molesta.

Y necesitaremos equipo para nuestro soldadito, es su labor la de soportar el peso del combate, y aunque me pene creo que vamos a necesitar al psíquico.

- No hay problema en que pregunten a la tropa pero procuren no retrasarse demasiado, no quiero tener ese sello abierto más tiempo del estrictamente necesario.

Me alejo del grupo, una vez Albrek me confirma mi vuelta por la base. Me acerco a algún soldado qe se encuentre por la inmedicaciones y que esté dispuesto a hablar, vamos que no esté de servicio o trabajando algo urgente.

Tomas un camino errático, preguntas a algunos soldados y al principio escuchas historias de peleas contra los rebeldes y luego algo de extraños sucesos pero parece que ninguno está muy dispuesto a hablar....cuando ves que el recluta Jurtz te observa algo contrariado.

Asiento ante las palabras de Cain.

Necesitamos saber a qué nos enfrentamos... ¿demonios? Herejes vale, mutantes vale... ¿pero demonios? Con lo demonios nunca se sabe si los balazos o las granadas les afecta... con los otros sabes que tarde o temprano caen con plomo en el cuerpo, pero los demonios son otra cosa...

Con estos pensamientos inquietantes, me voy dirigiendo poco a poco hacia la salida, mirando hacia el sello que nos ha indicado el comisario.

Habrá que andarse con ojo allá adentro... Me da muy mala espina...

Albrek escucha la perorata del comisario preocupándose en suma cuando llegan a la partde de seres deformes y demonios en el interior de la mina.

- Como bien ha indicado nuestro hermano Cain, deberíamos tener una conversación con aquellos supervivientes de esa incursión, podrían facilitarnos alguna información que nos sería mas que util. Es mas, el emperador provee y nos ayudará a destruir a esas masas herejes.-

El sacerdote hablaba con una firmeza y una decisión total, en sus ojos brillaba el ansia por purgar aquellas minas del mal que las aquejaba. Se giró hacia Zadion.

- Zadion, ¿podrías buscar a Atellus? Sería conveniente que se equipara en la armería y mientras Cain y yo podemos entrevistarnos con algunos de los soldados imperiales.-

Al acabar su frase, Albrek se giró mirando sus compañeros por si alguno tenía algo que añadir.

je, ahora de mensajero? Vaya tela...

Claro, voy a por él. Yo también querría coger algunas cosas...

Mejor fuera buscando a Atellus que aquí aguantando al Comisario Llorica... O eso espero, porque si es tan grave como nos está haciendo creer, lo tenemos jodido allá adentro...

Me dirijo a la salida y voy al exterior a buscar a Atellus.

- En general los soldados que salieron hablan cosas incoherentes y no hemos podido llegar a concretar lo que pasa pero lo que si está claro es que hay algo.