Partida Rol por web

-Mi- mi señora, vos juro que mi padre díxome que el camino de la derecha lleva a la casa del Vermudo, et que el camino de la izquierda sólo lleva a los pinares de los montes.- Dice Flora en alto. El tartamudeo ha traicionado su seguridad, pero hace gestos elocuentes para enfatizar que sabe cual es el camino correcto. Y acaba su frase mirando a Zacarías otra vez. Cuando deja de gesticular vuelve a abrazarse al cuerno que lleva al cuello, al que se ha agarrado al oir el aullido. 

Partimos al final por el camino del bosque, íbamos siguiendo a la moza de la taberna que parecía muy segura del camino, solamente paraba de cuando en cuando a hacer pequeños rituales, que mientras no ofendieran al caballero no iba a ser yo quien le reclamara nada.

Todo iba bien hasta que llegamos a una bifurcación y se empezaron a escuchar a los lobos de nuevo.

 - Formemos como dice Tancredo - contesto cuando el caballero lo indica aferrando mi palo con fuerza, pero al cuestionar Amelia el camino me giro hacía la joven que sigue afirmando que debemos ir por la derecha.

- ¿Estas segura?, debemos alcanzar la cabaña del curandero lo más pronto posible, si nos ponemos a dar vueltas por el bosque llevamos la de perder contra los lobos -

Demasiado bien estaban yendo las cosas, hasta que sonó aquel horroroso aullido. Palpo mi hacha para asegurarme que está ahí.

—Espero que el bosque nos brinde su protección, como bien dices, Flora.

Ante una bifurcación, Amelia duda, pero Flora parece estar segura del camino y busca confirmación en mí con su mirada. Mas qué voy a saber yo, si jamás me he adentrado por estas tierras.

El caballero iba por delante del grupo, pero cerca de ellos cuando encontró una bifurcación, paró et miró hacia atrás esperando la respuesta de aquellos que sabían del camino. Amelia se había quedado demasiado atrás para poder escuchar lo que decía et la joven llamada flora fue la única que pudo escuchar el caballero. - Su madre dice que es a la derecha, vayamos a la derecha, non debemos de ir por caminos non conocidos cuando los demonios acechan en la espesura. ¡Seguidme!, el odio iracundo que despide esta floresta non debe de estar lidiada con la casa del sanador. Tengo esperanza en que el paraje se vuelva menos hostil a la derecha del camino. Más la derecha siempre ha sido la mano firme et poderosa del creador. La izquierda est siempre errada más ahora cuando vuestra mater así se lo dijo. El caballero miró otra vez alrededor suya, antes de proseguir por el camino de la derecha a paso lento para ir protegiendo al grupo, y no crear ningún vacío que pudiera ser utilizado por el enemigo. 

Justo cuando palpabas el hacha has visto una sombra moverse entre los árboles detrás vuestro. Parecía un animal. El aullido no provenía de allí.

Un pequeño ruido me hace girar y con el rabillo del ojo veo que algo se mueve detrás de nosotros, entre los arbustos. Instintivamente, saco el hacha, que justo estaba palpando para asegurarme de que estaba ahí. El aullido procede del otro lado, pero más vale andarse con mil ojos.

—Parece que hay algo por aquí.

Me quedo observando, hacha en mano, por si distingo qué ha sido lo que se ha movido detrás de nosotros.

La advertencia de Zacarías interrumpe la marcha, durante el tiempo en el que todo el mundo contiene la respiración, nada se mueve alrededor. Con don Tancredo abriendo la marcha con su espada en mano a lomos de su caballo, seguis por el camino de la derecha con cautela. Al cabo de un rato los pinos se van espaciando, y la luz aumenta. Un rumor se empieza a oir al fondo, pues estáis más cerca del río. Eso os da la seguridad que el camino que Flora quería tomar era el correcto, y cuando el camino sale del bosque podéis ver una cabaña de piedra, que pareciera un refugio tras un muro de piedras, en un campo pelado rodeado de pinos por tres lados, y por el río en otro. Al salir del bosque pasáis por un campo de tocones. Parece el lugar un sitio de donde se sacaba madera, pues en la orilla del río se amontonan troncos, probablemente para hacer una maderada, pues se ve alguna herramienta de leñador tirada. 

De la cabaña sale una pequeña columna de humo entre la techumbre de paja, que se dispersa en seguida por el viento que mece las copas de los pinos. Salvo por el murmullo de las ramas en movimiento, nada se oye, hasta que un trino resuena, y podéis ver al halcón haciendo círculos en el borde opuesto del claro del que habéis salido.  

Llegado a aqueste punto non queda sino llamar a la puerta. Llamo pues et espero al curandero que salga o nos de la bienvenida.

Non ha sido difícil et camino et la buena de Flora nos ha guiado con tino, non puedo evitar sonreirla en señal de agradecimiento mientras espero a que abran la puerta.

Me siento aliviado cuando por fin alcanzamos la cabaña del curandero, tenia miedo de tener que volver a enfrentarnos a los lobos, más sin habernos recuperado del anterior enfrentamiento. Aún asi debemos acabar pronto para volver al pueblo, no deseo que la noche nos encuentre en el bosque.

Arturo llama a la puerta y mientras esperamos a que nos abran, miro inquieto al bosque comprobando que no aparece ningún lobo.

La puerta, unas tablas de madera que cuelgan de unos goznes viejos, se balancea cuando Arturo la golpea. Está abierta. Otro trino, casi un graznido os vuelve a llamar la atención. El halcón está posado sobre el tejado, donde se queda antes de lanzarse a volar y volver a hacer círculos donde estaba antes, sobre la linde del bosque opuesta. 

Al otro lado de la puerta, silencio.

Te parece que hay un sonido más, además de las ramas mecidas por el viento, y proviene del río. 

La joven Amelia parecía no tener interés en aquel ave ni en la construcción sobre la que se posaba. En su lugar se alejó del grupo como si hubiera escuchado algo, o tal vez como si buscase algo. Sus pasos empezaron a llevarle de manera paulatina en dirección al río.

El valiente Tancredo siguió aunque escuchó las palabras del judío, pero sabía que su escudero estaba al final del grupo para proteger a lo que estaban en las últimas posiciones. Su atención se centró en lo que pudiera venir de frente o a los lados, pero no viendo peligro alguno siguió abriendo camino hasta pasar el bosque... Entonces viendo la cabaña paró su montura y alzó su mano que empuñaba la espada para indicar un alto, miró alrededor viendo el río y los troncos que se apilaban a su orilla, la chimenea que hasta hace poco despedía humo y al halcón y al trino. - Este pájaro nos sigue o va delante nuestra, ya lo hemos visto más de una vez en este camino. ¿Alguien sabe si es una señal de Dios o nos está indicando algo? Creo que nos espía o sigue pero no sé si tal criatura pudiera comunicarse con nosotros. He escuchado que hubo santos de nuestro señor que hablaban con animales, más no sabría decir si estas criaturas pudieran decirnos algo a través de interpretar sus gestos. Mientras hablaba no quitaba la mirada de aquella criatura que estaba posada en el tejado de la cabaña. Después, Don Tancredo, guardó la espada y bajó del lomo de su caballo acercando su montura a su siervo Tiago. - Desmonta mi buen Tiago y ocupate de coger bien mi montura y amarrar los caballos, si ves algo lo suficientemente fuerte para que sostenga a los animales. Otra vez vio al Halcón que esta vez rondaba en círculos alrededor de una zona. - Voy a ver qué es lo que el ave nos quiere indicar volando en círculos, el que quiera venir es libre de hacerlo, el que quiera inspeccionar la cabaña también, pero por su apariencia parece estar abandonada. Tiago, tú ven conmigo pero sigamos a pie. El caballero otra vez desenfundó su espada con escudo en mano y se dirigió hacia el lugar que le indicaba el ave.

La cabaña parece vacia desde fuera y ese ave dando vueltas que tanto interes despierta en el Caballero. Veo que Amelia marcha sola hacia el rio como atraida por algo et la sigo, pareceme curioso su comportamiento et creo que algo ha debido de ver que le ha llamado la atencion cuando abandona el grupo justo cuando los hombres estan a punto de ver do esta Vermudo y que ha pasado en su humilde cabaña

Voy con vos don Tancredo.et dirijome junto a el espada et escudo en mano. Si ese ave pretende decirnos algo non soy yo quien para impedírselo. Además, nadie parece haber en la cabaña et non soy bueno indagando et buscando por allí.

PAblos sin embargo se mete en la cabaña y rebusca indicios de huida o abandono.

La cabaña de Vermudo es tal y como la recuerdas, pero mucho más pequeña. Si antes el bosque casi la rodeaba hasta el muro de piedra, ahora la campa que la rodea es mucho más extensa. Al acercarte al río, desde donde viste a Vermudo y a tu madre discutir, el sonido que oías crece. Es como si el ruido del correr del agua se convirtiera por momentos en una cacofonía de voces ululantes. 

-Amelia...- Una voz suave te llama desde el río. No ha dicho tu nombre sino otro que no has reconocido, pero sabes que se dirigía a tí.

Pablo se encoge de hombros y empuja la puerta. El interior de la choza está demasiado a oscuras como para verlo con claridad, pero se intuye un desorden monumental. Herramientas, frascos y paja se ven revueltos en el suelo frente a la entrada. Pero la luz que deja entrar la puerta ilumina un caldero de cobre que encima de un fuego humeante, desprende un olor vago y dulzón a guiso inidentificable que inunda la morada de Vermudo.