Partida Rol por web

¡Ven a mí! ¡Unete a mi!

El sombra más poderoso ha capturado a tu mejor amigo...

En las montañas de Beor, se encuentra la guarida de Durza...

Es allí donde te diriges...

Es allí donde está tu... ¿amigo?

Desde que has dejado Ellesmera no has dejado de pensar si la responsabilidad que tienes ahora te queda demasiado grande.

¿Una misión en solitario sin tener conocimientos?

¿Una misión en solitario que tienes que cumplir antes de una semana?

¿Es qué los elfos están todos locos?

A hombros de Kirah y con su espada a la espalda, Freya viaja a gran velocidad siguiendo las direcciones que Roran le había dado. Era mejor que buscar a Robert con su mente en ese preciso instante y avisarle de su proxima llegada.

Hasta ahí, el plan estaba claro, pero... ¿qué iba a hacer una vez se encontrara con él? ¿Y si Durza seguía a su lado? Tsk... vaya preguntas te haces, Freya. Tendrás que derrotarlo y punto.

Coser y cantar.

Y con esas simples palabras, la pelirroja ya estaba decidida a hacerlo. No tenía ningún plan, apenas tenía técnica y sabía más bien poco de magia, pero... Tenía que liberar a Robert.

¿Preparada, Kirah? ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo, por cierto? Mientras proyecta estas palabras directamente en la cabeza de la dragona, empieza a acariciarle el cuello ritmicamente.

He estado entrenándome junto con los demás dragones y Glaedr. He aprendido muchas cosas. Pero... ¿de verdad piensas enfrentarte tu sola a Durza? Es demasiado poderoso... ¿has tenido en cuenta que Robert puede no ser el mismo que has conocido antes?

Freya se encoge de hombros y se muerde el labio... intentaba ser fuerte, pero estaba muy claro que no tenía tanta confianza en sí misma como parecía.

¿Y quién iba a ayudarme, Kirah? Es una misión que tengo que hacer sola. Es peligrosa y arriesgada, demasiado como para involucrar a nadie más... si tuviera el valor suficiente incluso te prohibiria que vinieras tú también. Pero sé que sola no podría hacer nada... no podría salvar a Robert.

Kirah parece no responderte mientras continúas volando...

Es extraño como tu dragona se ha quedado callada... ¿no sabe que decir? ¿no quiere lastimarte con lo que tiene que decirte?

Sigues planeando con tu dragona hasta que por fin, a lo lejos, puedes ver unas montañas oscuras, cubiertas de nubes negras de las cuales salen rayos que caen a una especie de castillo completamente oscuro...

Freya traga saliva al verlo. El silencio de Kirah había conseguido incomodarla más. Si ni siquiera su dragona confiaba en sus posibilidades, ¿cómo iba a hacerlo ella misma? Sea como fuera... ya no había marcha atrás. Tenía que hacerlo. Porque debía, quería y lo necesitaba.

Y luego estaban esos elfos. ¿De qué iban? Con su misterio y su prepotencia... Creía que había llegado hasta ellos para aprender... ¡Pero no la habían enseñado nada! Sin embargo, la enviaban a enfrentarse a un Sombra para recuperar a un amigo sin siquiera saber cómo hacerlo. Aquello era exasperante... podían haberla hecho rodajitas y haberla enviado a Galbatorix y todo habría acabado mucho antes.

Kirah, quiero que me prometas una cosa. Si las cosas se ponen feas, escapa sin mí.

No te preocupes por mí, pequeña. Yo me quedaré por aquí, vigilando, ya que creo que no podré entrar contigo allí dentro... es muy pequeño.

Bueno, al menos Kirah estaría segura. ¿Qué harían los elfos con los restos de su cuerpo si además de perder la vida, también perdiera la de una de las últimas dragonas que poblan el mundo? Mejor no pensarlo...

Bueno... no pasaba nada. Se estaba preocupando por una tontería. Seguro que la misión era más facil de lo que la pintaban. Sino... ¿porqué habrían enviado a una jinete inexperta como ella a cumplirla? Todo iría bien... quizá Robert ni siquiera se hubiera transformado... ¿no?

Y cada vez más segura de si misma, se acerca poco a poco a su destino...

El castillo es completamente negro, con las paredes lisas y brillantes... es lo que tiene la obsidiana.

Descartas escalar las paredes del castillo, que se encuentra en lo alto de la montaña.

Un estrecho paso asciende por la montaña hacia lo alto... pero no logras ver donde termina... las nubes bajas ocultan su final...

Un rayo cae en la cúpula del castillo, dejando ver por un segundo la silueta tétrica del mismo y un escalofrío recorre tu espalda... ¿esperarán tu llegada?

Freya estaba segura de que si era tan poderoso, por mucho que haya tomado la precaución de proteger su mente y sus pensamientos, Durza ya debía saber que se acercaba.

Déjame al inicio del camino, Kirah. Y si tardo demasiado en salir, aléjate de aquí y vuelve con los elfos.

Antes de que Kirah pudiera aterrizar, Freya ya había dado un salto para llegar al inicio del camino que subía la montaña. Esperando que esa fuera la única forma de llegar al interior del castillo, empieza a andar, siendo muy consciente de cada paso que da, del peligro que corre y del peso de su espada en la espalda. Ahora era la única que podía ayudarla.

Comienzas a subir por el camino mientras que Kirah se queda vigilando los alrededores por el aire.

El camino es bastante difícil de subir, ya que está muy empinado, pero aún así, intentas utilizar tus manos para aferrarte a cada una de las salientes para no caer al suelo.

Eres un gato caminando por una cornisa... es casi imposible que te caigas, ya que te mueves con agilidad y soltura.

Continúas subiendo una media hora más, hasta que escuchas el sonido de dos voces... dos voces que te llaman...

Pero en ese momento, una voz dulce y melodiosa te habla a tu mente...

Cierras los ojos, ya que no puedes mantenerlos abiertos y ves a una dulce y hermosa mujer, vestida con una túnica blanca y dorada. Un sol dorado está como marcado a fuego en su frente y su voz... su voz te explica como ser una Grulla... una Grulla Graciosa...

Al abrir los ojos, se queda quieta unos instantes... ¿Qué había sido eso? Niega con la cabeza, sacudiéndola un poco y empieza a caminar de nuevo, siguiendo el caminito. Respira agitadamente y nota como su piel empieza a traspirar, pero no se detiene. Si se parara, seguro que empezaría a pensar y ahora que tenía la suficiente seguridad en sí misma, el dudar era algo que no podía permitirse.