Partida Rol por web

Tras cruzar de nuevo la ciudad, muchos ojos os siguen y desaparecen cunado los miráis, algunos escupen a vuestro paso y os aguantan la mirada. Algunos chiquillos hablan con matones y os señalan mientras hacen gestos de afirmación a lo que estos arrugan la boca y miran a sus hombres. Alguno de ellos abandona el lugar tras hacer un gesto afirmativo a los líderes de estos matones. Incluso algún oficial del orden os mira con mala cara cuando un niño pasa corriendo a su lado y le dice algo que no escucháis.

Llegáis de nuevo a la Casa Cartahegn, y tras preguntar por Novaria esta aparece.

Os mira con evidente enfado y frunciendo el ceño:

- Vaya, veo que habéis estado muy ocupados. Venga no perdamos más tiempo, tenéis suerte de que no ha aparecido ningún otro grupo que pudiera solucionarnos el problema, o habríais perdido el trabajo. Es una ciudad con muchas oportunidades, pero no todas buenas, y menos pa..ra...Bueno, sigamos.

Os guía al interior de la factoría hasta una zona más fresca donde se para y os dice:

-Seguid ese camino y encontraréis la refinería de azúcar. ¿Supongo que aún tenéis lo que os di, no?

Las noticias volaban en ese lugar, todo el mundo parecía estar ya al corriente de su identidad, o cuanto menos se hacían una idea, tarde o temprano eso tendría su traducción en más complicaciones, pero las cosas una tras otra, ya habría tiempo para ocuparse de ello. En cualquier caso hubo algo que le llamó la atención, fuerzas del orden, en ese lugar... era de pensar que si había algo parecido en ese sitio serían tan corruptas e inyectas como sus conciudadanos.

Ante las palabras de Novara, Ailush acaricia un bolsillo de cuero que cuelga de su cinturón. Donde metiera el vial con la loción.

-Sí, aquí tengo la loción de su ama de llaves. ¿Cómo debe aplicarse para que se efecto sea el óptimo?

Te mira y sonríe:

-Supongo que tan sólo tenéis que esparcirla por tantas superficies como podáis de los túneles de estas.

 La joven sonrió a su vez y asintió.

-Preparados pues.

Aferrando un momento el símbolo argénteo que cuelga sobre su busto y con una queda oración, un cálido resplandor baña la superficie de su escudo.

-Los Portadores de la Luz de Sarenrae, acabaremos con esta amenaza, Novara. No os preocupéis.

Y sin más la muchacha se encamina hacia la refinería.

Una ciudad con muchas oportunidades, si. Repite el acólito de Pharasma con voz de ultratumba. Pero dices que no hay muchas muy buenas para un grupo...como el nuestro? Que ibas a decir Novaria? Cuentanos por favor. Le interroga el gigante humano.

Mira al explorador osiriano con cara de temor:

- No...no...no lo decía por nada, pero parece que ocultan algo, pero a mi no me importa, pero tengan cuidado.

Tras la humedad de la superficie, os sorprende la sequedad por el brusco cambio de la zona de los cimientos del edificio, un fuerte olor acre y un zumbido de un repetitivo claqueo que surge de la oscuridad absoluta. Los restos de sacos y cajas de madera están esparcidos por toda la zona entre un mar de polvo grisáceo.

La joven Ailush avanzaba entre sus compañeros, buscando activamente estar cerca de todos por si tenía que socorrer alguno, estar cerva, su escudo iluminado devoraba la testaruda y opresiva oscuridad que ocultaba el peligro más allá de su campo de visión.

Se acercaba el combate y al brujo no le agradaba la idea de tener enfrentarse a estos enemigos sin su compañera. Aunque por otro lado le aliviaba que ella no estuviera aquí, exponiéndose al peligro. Ella estaba tranquila, lo sentía. Había atrapado a gordo roedor y su sabor le había parecido exótico, novedoso. Ahora reposaba tranquilamente en una rama. Hacía calor pero se encontraba a la sombra y rodeada de un denso follaje. A pesar de eso se mantenía alerta pues ya había visto algunas amenazas que podían considerarla una bocado apetitoso. Así que se mantenía escondida esperando que llegara la noche, bajara la temperatura y con un poco de suerte podría reunirse con su compañero humano.

Mensifo abrió los ojos tras haberse dejado poseer un momento por el vínculo que sentía con la lechuza. El grupo se disponía a entrar en la fábrica a cazar a las hormigas y sacó con parsimonia el vial de antioxina, rompió la parte superior e ingirió su contenido, esperando que no fuera necesario el efecto de contraveneno que producía el transparente líquido. Rotó el bastón en su mano y se preparó para encarar los encuentros con la colonia de hormigas que habían invadido la fábrica.

Mientras caminaban por las calles de Cala Sangrienta, sus gentes cuchicheaban y los miraban de una forma que todavía no se había producido. Al parecer, la coartada montada para pasar inadvertidos se comenzaba a resquebrajar a cada paso que daban por la peligrosa ciudad, pero Vlado pensó que lo mejor era mantener la calma... aunque nunca estaba de más tener una daga a mano por si era menester "tirar de chirla".

Ailush lo había expresado con total claridad, allí ya no estaban seguros, con lo que tendrían que darse prisa en conseguir todo necesario para cumplir la misión encomendada por la Sociedad, con ciertas garantías de éxito.

En un paseo que se convirtió en una larga travesía, y sintiéndose observado por ojos ladinos, el grupo llegó hasta Novaria, la portavoz de la Casa Cartahegn y después de un intercambio de palabras poco "decorosas" fueron conducidos hasta la refinería de azúcar. El bufón estaba nervioso. No dudaba de las dotes combativas de Lirianne y Khyrom, pero tener que enfrentarse a hormigas gigantes... Era algo que en cierta forma lo aterraba. No era muy amigo de los insectos y menos si estos superaban el tamaño de un gato.

- ¡¡Oh Desna!!... Concédeme fortuna...- susurró el pícaro antes de ingerir el vial de antitoxina que Ailush había sufragado por él. Ya no había marcha atrás. La huída de Cala Sangrienta sería hacia adelante.
 

...

La guerrera no dice nada y simplemente se prepara para el combate

Khyron entra con el guisarme cruzado en la espalda, y con una flecha colocada en un enorme arco.
El guerrero, se adelanta en silencio, fijando la mirada en una mesa redonda en la cual parapetarse.

El explorador, avanzó arqueado y con la flecha presta, tratando de escuchar o ver alguna criatura.
Se dirigió observando debajo de las mesas y muebles, buscando algo al acecho, y tratando de permanecer a cubierto.

Sentía una picazón en la piel, pero seguramente se debiera al efecto del pergamino que lo protegía contra la ponzoña.

El bufón se adentró en la refinería tras la estela del fornido explorador Osiriani. Puso todo su empeño en no hacer ni el más mínimo ruido, puesto que aquello se podía infestar de insectos. Mientras entraba, extrajo de una vaina de muñeca una daga arrojadiza, pues en cuanto apareciera la primera hormiga gigante, no dudaría en lanzarla.